16 de abril de 2009

¡CUENTA, CUENTA!

(para relatar cuentos infantiles a niñas y niños )
Decía mi siempre admirada y hoy en día injustamente olvidada del gran público lector la escritora Encarnación Aragonés Urquijo de Gorbea, "Elena Fortún" la autora de personajes infantiles y juveniles como Celia, Cuchifritín, Matonkiki, etc. para entendernos mejor, que el primer cuento que oiga el niño debe estar hecho con los mismos elementos que él maneja a diario. Los padres, el gato, el perro, el coche, la moto, etc.; y si es en el campo el gallo, la mariposa, la hormiga, etc. El nene prefiere el cuento de infinitas repeticiones y hasta de repetición encadenada, del cual existen numerosas versiones en todos los países, sin otra variación que la forma y el recitado popular propio de cada raza.
Y añadía la fecunda autora que además de quienes sean, debe de ser siempre la mamá, la madre la iniciadora de la fantasía en la tierna imaginación del niño.
Acertadas indicaciones que me dan pie aquí para recordar a mi vez, para aconsejar a quienes van dirigidas las presentes líneas aquellos cuentos de sonsonete, de repetición una y otra vez que yo debí de oír de labios maternos en mi más tierna infancia y que, asimismo, indudablemente evoqué cuando mis hijos lo fueron también. Y que, además, la mayoría figuran en el acervo cultural popular canario, con variaciones en algunos casos propias del más genuino folclore isleño.
Son ellos algunos como éstos: Sentando a la criatura sobre las rodillas unas veces y otras manteniéndose a su altura, cuando aún no hablaba y tan solo balbuceaba lo que más machaconamente se le hubiera ido inculcando, cogiendo sus sonrosados puñitos de suave y fina epidermis y deditos gordezuelos en los que se le formaban graciosos hoyuelos se las llevaba a ambos lados de su cara de mofletes rubicundos y se le cantaba aquello de: "Daba la mocita (o la criaturita si era niño) / en su cabecita; / daba, daba, daba / y no se lastimaba; / pero dio y dio... / ¡Y se lastimó!”. Y con las manos así cogidas se le aplicaba un ligero cachete, lo que sobresaltaba y aún a veces hacía llorar con mimo al ansioso juguetón, que al fin solía luego reclamar "¡Má, má!" con radiante sonrisa y mirada suplicante.
Y ese otro juego, montando a horcajadas en las rodillas al infante y meciéndolo con efecto de galopar: "¡ Arre borriquito, vamos a Belén; / que mañana es fiesta y pasado también: / ¡Arre, arre, arre, que llegamos tarde! / ¡A Belén, que lo manda el coronel! . / ¡A Belén, que lo quiero yo también!”, acelerando y haciendo un poco más agitado el rítmico movimiento de caballeo.
Y yo recordé alguna vez aquel el gallego traducido al castellano que suele hacer gracia por lo disparatado de su recitado, que deberá de recitarse a coro: "Mañana es domingo de pipirimingo y se casa Juanita con un pajarito que sabe coser, que sabe bordar, que sabe la tabla de multiplicar. ¿Quien es la madrina?, Doña Josefina. ¿Quien es el padrino?, Don Hilarión que mata las pulgas con un cucharón”. También el que traduzco, que se solía cantar a los niños en presencia del Arco Iris. "Arco de la vieja, vete de ahí, que las niñas bonitas (o los niños bonitos) no son para tí; que son para el sol que viene ahí”. También, aquel propio de jornadas lluviosas: "Cuando llueve y hace sol, anda el demonio por Ferrol, pinchando a las mujeres con agujas y alfileres".
Como en gallego aprendí el que traducido al castellano se ejecuta jugando con la mano del niño, empezando por el meñique tomándolo por un instante y siguiendo sucesivamente con los otros: "Este niño quiere pan; (anular) este dice que no hay; (corazón) este otro que ya veremos; (índice) este que compraremos (o coceremos) y este (el pulgar y alzando más la voz) ¡Que todos comeremos!
Y claro está, ese que tanto suele agradar en principio a los pequeños oyentes pero que, si se trata de enojarlo un tanto, después de haber él dado contestaciones de toda índole acaba por enfadarlo, teniendo en cuenta que los educadores dicen que no es malo el provocarlo puesto que es conveniente que el niño exteriorice sus emociones: El Cuento de la Buena Pipa, con la pregunta de si ¿quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? Yo no te digo que si (o que no, o cualquier otra contestación suya), sino que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa.
Son válidos como motivo de juego para niños pequeños, aquello de, cambiando el primer nombre a gusto del actor, sentado y manteniendo a la criatura sobre las rodillas, inclinándolo de una u otra forma con la última estrofa del cuarteto: "Ignacio y Clemente / fueron a la fuente./ Ignacio se cayó / ¡y Clemente lo levantó! Y el otro: Nacho fue a la guerra / montado en una perra./ La perra se murió / ¡y Nacho se cayó!
Ya un poco más grandito el niño, le encanta que se le cuente, que medio se escenifique jugando con sus deditos el que yo conocí de muy niño en mi Galicia nativa y que, traducido del gallego, resulta poco más o menos así su texto: "Pinto, pinto, margaravinto, / Tengo un buey que sabe arar, / trompicar, dar la vuelta bien redonda.../ ¡Y este niño que se esconda!", doblándole, como si se escondiese uno de sus dedos extendidos cada vez que se canta o recita en tono más o menos monótono la oración hasta que todos quedan doblados, escondidos.
Este juego infantil, en Canarias y al menos en las zonas rurales y marineras, al igual que sucede con algunos otros de los que aquí detallo, se conoce de antiguo con muy ligeras variantes en cuanto al texto y otras cambiándolo casi del todo y que dice, "Pico, pico, melorico / saca la vaca de veinticinco. / Tengo un buey que sabe arar, trompicar, / dar la vuelta a la redonda / y este dedo que se esconda.¬(En algunas localidades de las islas cual sucede en Lanzarote, en lugar de dedo se dice mano si se juega con varios niños que extienden ambas manos cerradas sobre una mesa, a la redonda).
Hace ya tiempo que yo leí en algún sitio y lo copié por haberme llamado la atención, lo que resultó una versión bastante diferente de este juego infantil, aplicable en la isla de Tenerife y decía : "Pico, pico, melorico, / ¿Quien te dio tamaño pico? / Barre escobita; / barre escobón; / barre la casa de Juan Polisón. / Torta la mega, / la tortolega, / sabe andar, / sabe correr; / sabe la maña / de irse a esconder:", siendo para mí incomprensibles algunas de dichas palabras recitadas. Otra versión más, isleña: "María Marta / mató un buey, / todos probamos de él / menos este pobrecito / que se irá a esconder / detrás de la pipa / de San Miguel”.
Si son varios los niños participando en alguno de estos y otros juegos así como escuchando los más dispares cuentos, sabiendo lo que les gusta el poder participar de alguna forma aquellos deben de terminarse siempre que se pueda con la muletilla esa de, "¡Colorín colorado; este cuento (o este juego) se ha acabado... Y el que no se levante ahora, ¡Al asiento se queda pegado! (o ¡Con el culo se queda pegado!)", de gran efecto entre la grey infantil ya que, por lo general, todos se levantan como impulsados por un resorte, imitando a quien lo dice.
Coletilla que también suele agregarse cuando se cuenta un cuento en el que son protagonistas una pareja, añadiendo: "Y se casaron y fueron felices. Y comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron."
Recuerdo ahora que mi madre a mis hermanos y a mí nos solía contar el cuento aquel del Ratoncito Pérez, que comenzaba relatando lo de la hacendosa y linda mariposita que muy acicalada está barriendo delante de su casa y pasan sucesivamente por allí diversos animales domésticos cuales el perro, el gato, el gallo, el caballo, el asno, el buey, etc que la piropean y pretenden casarse con ella que a su vez primero indaga que ruido hacen por la noche al dormir y ellos contestan con su característico ladrido, maullido, cacareo, relincho, rebuzno, mugido, etc. por lo que son rechazados con un "no, que me despertarías"; hasta que llega el ratoncito Pérez con las mismas pretensiones que sus antecesores pero que a la pregunta de ella responde con un ruidito tan tenue que es aceptado. Una vez casados la mariposa y el ratón, ella que vá a salir de casa encarga al ratón que vigile el fuego en el que esta cocinándose la comida, pero él quiere saber que hay en el recipiente y se asoma a su borde, viendo que es cebolla, pero, perdiendo el equilibrio y cayéndose dentro, pereciendo; con lo que se termina el cuento, recitando: "El ratoncito Pérez / se cayó en la olla / por una cáscara de cebolla", o algo parecido.
Ya más mayorcito el niño, goza con su participación activa y, por lo general le suelen encantar también las canciones con sonsonetes. Como a mí me cantaran en Galicia, cuando hacíamos excursiones al campo o a la playa cantaba yo a mis hijos y a sus primitos y primitas y compañeros de su edad, ese tipo de canciones que suelen ser de letras divertidas o disparatadas. ¿Os acordáis, Margot y Carlos cuando todos hacinados viajábamos los días festivos y de vacaciones por cualquier ruta de Gran Canaria en aquel nuestro primer coche, el pequeño Fiat 500 o luego ya en el amplio Fiat 15000 que lo sustituyó y que cambió de color con los años igual que luego le sucedió al Seat 124, de azul marino originario?... Entreteníamos el tiempo del recorrido berreando, cantando a coro lo de: "Estando la rana sentada cantando debajo del agua, etc"; O "Un elefante, se encuentra con otro elefante y son dos elefantes los que se han encontrado. Dos elefantes, se encuentran con otro elefante, etc" y su variante más rotunda de "Un bombero, se encuentra con otro bombero, etc. etc.
Y ya siendo más crecidos niñas y niños, también a coro pelado la famosa canción de que "Vamos a contar mentiras, tralalá, vamos a cooontar mentiiiras",... Y "Un día en las carreras, chimpún, un día en las carreras, rompimos un cristal, parapapán, pam, pan, parapapán".
Y aquellos romances infantiles cantados asimismo a coro por niñas generalmente, al menos muy conocidos en la España peninsular y en las islas, los clásicos de "Mambrú se fue a la guerra", "Estando el señor don gato" y aún añadiría yo, pero ya cantados más bien por gente adolescente los de "¿Donde vas Alfonso Doce", "Estando una señorita a la entrada de un cuartel", "La viudita del conde Laurel", "Santa Catalina" y otros cuantos.
Pero, claro: A partir de ciertas edades comprendidas entre la infancia y la adolescencia, cuando ya se canta, sea como solista o a coro, los temas por lo común ya no suelen formar parte de los cuentos propios del mundo infantil. Y eso ya me daría a mí pie para explayarme con anécdotas o contando, cuando no ideando, relatando o escribiendo otra clase de cuentos, los literarios, digo yo; de los que, ciertamente, entre publicados ya e inéditos tengo compuesto cerca de medio centenar.
Los cuentos juveniles, propios para adolescentes ya son otros y muchos de ellos inventados, ideados para ser escritos, transmitidos a través de la lectura y entran de lleno en otro género completamente distinto de estos otros infantiles, contados a viva voz más que leídos o recitados; clásicos, antiguos, que no constan de, no tienen espacio ni tiempo definidos, generalmente muy imaginativos y apropiados para encender la fantasía en la mente en formación de los niños desde su mas tierna infancia y de los que forman parte los en alguna medida reseñados en las presentes líneas.
Carlos Platero Fernández
19 de septiembre de 2002.
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