30 de marzo de 2009

Auscultación prodigiosa

Hace algún tiempo, como quiera que viniese sintiendo unas pequeñas punzadas o molestias abdominales, tras solicitar previamente la cita correspondiente acudí a la consulta de mi médico de familia de la Seguridad Social, atendiéndome un doctor nuevo para mí, que, muy serio y parco en palabras pero a lo que observé, atento profesional me indicó que me desnudase descalzándome y quitándome los pantalones y me tumbase boca arriba en la camilla allí existente.
A otra indicación suya me recogí y sujeté sobre el pecho los faldones de la camisa. Y aquel doctor, con manos cálidas y firmes me presionaba, ora a un lado ora al otro todo el vientre, sobre los intestinos y alrededor del ombligo, deteniéndose sobre algún punto definido de hígado, bazo o apéndice en aquella especie de mezcla de presiones y masajeo. Lo que a mí me tenía expectante.
En un momento dado me pareció que el doctor presionaba con más fuerza e insistencia en un punto determinado de mi abdomen, acaso sobre el apéndice y, de pronto me espetó:
_ ¡Usted fuma mucho!.
Mi sobresalto fue tremendo. Como quiera que en aquella época yo fumaba casi dos paquetes de cigarrillos krüger blanco al día, el que sin decir yo nada al respecto lo descubriera tan solo con las palpaciones aquel hombre, me asustó. Y en tanto él continuaba con su suave toqueteo de reconocimiento de mis tripas yo empecé a imaginarme que algo muy grave y gordo debía de tener en ellas. ¡Acaso, una verdadera pelota de uno o varios kilogramos de peso que se me había estado formando en los intestinos, en el esófago, el estómago o yo que sé y que se me acababa de detectar!
Con mi angustia creciente, en silencio terminó el doctor sus expertas palpaciones; me indicó que me levantase de la camilla y me vistiese y calzase. Anotó luego algo en mi ficha médica que tenía ante sí y me dijo que ya podía marcharme, que las molestias que yo decía sentir se me pasarían y que carecían de importancia.
Cuando me marchaba, me atreví a preguntarle con un hilo de voz:
_ Y lo de fumar mucho... ¿Como,...como lo adivinó usted?... ¿Que es lo que encontró en su exploración?...
Y mi médico de familia, con una media sonrisa, me aclaró:
- Váyase tranquilo, que nada le encontré anormal. Lo supuse al verle las manchas de nicotina que tiene en sus dedos pulgar, índice y corazón, sobre todo los de la mano con que se sujetaba la camisa.

Carlos Platero Fernández
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