28 de diciembre de 2009

Cabalgatas de Reyes en Las Palmas de Gran Canaria

DIA DE REYES Y LAS CABALGATAS DE ANTAÑO
por Carlos Platero

.- ..."Yo me deleito en recordar el tie­mpo -¡cuan lejano, ay de mí, y cuan fugaz también!- en que toda mi felicidad estuvo encerra­da en un zapato: en el zapato de los Reyes Magos. Ese zapatito puesto al balcón por las manos de las madres para que los dadivosos monarcas viajeros lo llenasen de ofrendas, constituye y es, en su prosaica bajeza, el más bello de los símbolos.
"A pesar de su pequeñez, puede guardar todo lo que anhelan y todo lo que atesoran las imaginaciones infantiles: deseos vagos, codicias sencillas, aspiraciones indetermi­nadas a algo que por lo pronto se cifra en un juguete, en una golosina, en un muñeco, en un gracioso e inofensivo capricho satis­fecho; pero que aumentará en capacidad con­forme aumente la ambición en germen, cuya medida ha colmado. ...¿Quien no recuerda como el tránsito rápido por un paraíso el paso de aquellos años en que los Reyes ma­gos acudían a la cita de nuestra niñez sen­cillamente codiciosa y nos dejaban lleno de regalos nuestro zapatito?...

"Los Reyes Magos tenían para nosotros rostros conocidos y bené­volos, vestíamos de galas orientales a tres individuos de nues­tra mayor familiaridad. Y éstos eran los Magos que venían a custodiar nuestro sueño la noche de Reyes"...

Francis­co González Díaz

"El vi­raje de la vida"

1913.



"Termina a xeira de Ani­novo cos Santos Reises. Os Reises non acostuman a ser tan bós cos pi­cariños da aldeia coma cos nenos que viven en vilas e cibda­des. Os nenos das cib­dades póñen­lle seus zapatos os Reises en cuartos requenta­dos pola ca­le­fau­ción. Na al­deia, cando eu era neno, dei­xábamos un zoco ou cicais unha cesti­ña, na solaina ou ao pé da fiestra. Durmiá­mo­nos co anceio da mañán seguinte, e cando iba­mos a mirar na cestiña era posibel que atopá­se­mos algunha zugade­la de figos ou rosqui­llas, ou ci­cais unha onza de chicula­te; pro aquil pequeno gasallo -que de iso se trataba-, facíanos tanta ledicia coma os xugue­tes caros que receben os nenos ricos.

"Era a costume que o día dos Reises saí­sen coros de rapazas e rapa­ces, acompaña­dos con pan­deretas e cun­cas, que ían cantan­do os Reises polas portas...

"O coro dos Reises, pe­día a venia pra escomenzar o canto: "¿Ca­ntámoslle os Rei­ses?".

Moitas veces, pra que non can­ta­sen, dá­ba­selles o aguinaldo coma pre­zo do silen­zo. Ou­tras veces deixá­banse cantar:

"San José e mais Ma­ría / eles van para Be­lén,

"eles van cantalos Reises, / canté­molos nós tamén".

Luis Moure-Mariño

“Entre Nadal e Ani­no­vo"

1970.



Así se festejaban los Reyes Magos en Canarias y en Galicia, todavía sin las cabalga­tas. Eran otros tiempos.

Así eran antaño y poco más o menos, la víspera o noche de Reyes y el propio día de la festividad tanto en tierras canarias como gallegas, en una modalidad convertida en costumbre entre el pueblo y que tuvo sus inicios en España muy posible­mente en el transcurso del siglo XIX o, más bien, a finales del mismo.

No obstante, con respecto a la costumbre de celebrar en Canarias y en España en general la festividad de los Reyes Magos siguiendo determinadas ideas foráneas cuales la de colocar el zapato en el bal­cón, parece que no contó con una gran tradición, a pesar de ser indudablemente el "leitmotiv", el tema conductor de la aparición de los tres legendarios coronados monarcas de Oriente que si una vez lleva­ron y ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra, tradicional­mente ya hubieron de hacerlo con todos los niños del mundo que los esperaban, los esperan siempre con gran ilusión.

Y durante muchos, muchísimos años se estuvo entremezclando lo religio­so con lo profano en esta singular festividad. Ciertamente, desde muy antiguo y según atestiguaron algunos fidedignos y escru­pulosos cronistas grancana­rios cuales primero Isidoro Romero Ceba­llos y más tarde Eduardo Benítez Inglot o Sebastián Jiménez Sán­chez, se ha venido celebrando en Las Palmas de Gran Canaria la fiesta de los Reyes con "fiestas de calle" solemnes novenarios y no menos solem­nes procesiones, ello alrededor de la ermita que se conoció primero como de San Marcos, luego de Los Reyes y de San Marcos y final­mente tan solo como "de los Reyes" localizada en el extremo sur de la ciudad.

También fue por estas tierras y por mucho tiempo recordada la efeméride por un asolador "temporal de Reyes" desatado precisamente un día 6 de enero, del año de 1766 y que, parece ser se repitió posteriormente con cierta cíclica periodicidad.

Aparece asimismo escrito el dato de que en tales fiestas los camellos se traían del campo isleño para ser montados por los Reyes Magos de turno en las procesiones; y, refiriéndose la noticia al siglo XVIII, figuraban también uno o varios "tamburi­leros" y "cla­rineros", en un espectáculo cívico religioso que muy bien pudiese ser el precedente de las cabalgatas en la isla.

Luego, habrían de ir surgiendo los desfiles de los Reyes Magos, monta­dos en sus clásicos camellos, en caballos o motorizados, precedidos de pajes y heraldos y rodeados y seguidos de vistosos cortejos cargados de juguetes para los niños que se hubiese­n porta­do bien durante el año precedente y con sacos de negro carbón tan solo para los que se comporta­ran mal. Y con aquellos cortejos y desfiles la fastuosidad y parafernalia que les serían inherentes. Llegaron las Cabalgatas.



PRECEDENTES.-
El precedente, quizás único y, desde luego más inmediato de las Cabal­gatas de Reyes organizadas ininterrumpidamente por la Casa de Galicia en Las Palmas de Gran Canaria desde hace ahora mismo cin­cuenta años, es indudable que habrá de encontrarse en aquellas, aquella fastuosa que formó parte de una Gran Fiesta Pascual de la Isla, planificadas con todo detalle por el genio del sensible artista que fue Néstor Martín Fernández de la Torre, pintor granca­nario de renombre interna­cional en su momento y de recuerdo impere­cedero entre sus paisanos.

Con respecto a lo que fueran antaño en la ciudad de Las Palmas las Fiestas de Reyes, dejó dicho el ameno y enjundioso autor gran­canario Domingo J. Navarro en su celebrada obra "Recuerdos de un noventón", que, al menos hasta finales del siglo XIX "ranchos de cantadores",..."en toda la temporada de Pascuas estaba la ciudad día y noche atormentada con los que solían cantar en todas partes bajo el pretexto de pedir para las ánimas benditas"... y que "el día de Reyes había que calafatear los oídos para sufrir los infernales redobles con que la banda de tambores del regimiento felicitaba a los ciudadanos, tocando hasta que recibían la propina".

La costumbre, en principio burguesa de poner los niños el zapato en el balcón o en la sala, para que los Reyes Magos dejasen en el su regalo, se extendió con posterioridad también a las clases bajas y más menesterosas de la sociedad de finales del siglo XIX y prin­cipios del XX. Y a la par la altruista de reunir y adquirir jugue­tes y otros obsequios, principalmente a través de personas de talante y espíritu bondadosos que, de una u otra forma estuvieron repartiéndolos luego en colectivas y multitudinarias meriendas infantiles.

Porque, al menos desde las primeras décadas del siglo XX había en Las Palmas caritativas gentes de la emergente y adinerada bur­guesía local que se dedicaban de manera altruista a reunir senci­llos juguetes para luego, en la festividad de los Reyes distribuir­los en el transcurso de alegres meriendas como quedó así indicado en algún suelto o gacetilla periodística cual aquella de "La Pro­vincia" correspondiente al 7 de enero del año 1914 en la que se indicaba que, "como en años anteriores tuvo lugar en el jardín de la casa de don Emilio Ley Arata, el reparto de juguetes de Reyes a los niños del Asilo de San Antonio. La casa de los señores de Ley se vio muy concurrida y la fiesta resultó agradabilí­sima".

Y en el periódico correspondiente al día 6 de enero de 1917 se decía también que se repartirían juguetes a distintos colegios de gente humilde de la ciudad, Asilo, San Antonio, en los jardines o casa de los Ley como ya era habitual, etc.

Por cierto que, y al hilo de estas referencias que habrán de atañer a la Casa de Galicia de Las Palmas, se estuvo dando el caso de que, al igual que en los últimos precedentes años, en enero de 1936 y el señalado día 6 en el Parque de Doramas hubo reparto de juguetes a muchos niños pobres de la ciudad y aquel simpático y laudable acto fuera y fue organizado por la dama grancanaria Rosa­rio Benítez que era entonces inspectora honoraria de los estable­ci­mientos benéficos insulares y esposa del gallego F. Carcaba direc­tor de la sucursal del Banco de España en Canarias.

Pero, claro está, para llevarse a cabo aquellos benéficos actos, es de suponer que los Reyes Magos no recorrerían las calles ciuda­danas como espectáculo de cara a la grey infantil.

Aunque, hubo algún significativo precedente. Además de aquellas organi­zaciones benéfico sociales y casi de carácter particular, en el año de 1936 al menos, el establecimiento comercial "Casa Jorge" propiedad del comerciante Miguel Jorge Rodríguez organizó el mismo día 6, que fue un lunes, una "cabalgata de los Reyes Magos" que, bastante concurrida y a pie discurrió desde su sede en la calle Buenos Aires número 29 por un tramo de la calle de Viera y Clavijo y las de Bravo Murillo, Mayor de Triana, Malteses, Cano, Viera y Clavijo, Buenos Aires y Pérez Galdós hasta el benéfico estableci­miento del Asilo de Nuestra Señora de los Desamparados, amenizado el recorrido por varias agrupaciones musicales.

Pero, las cabalgatas en sí se darían a conocer en la Gran Cana­ria pasado el primer tercio del siglo XX y de la mano de Néstor, el pintor

25 de diciembre de 2009

LAS ANTIGUAS ERMITAS CANARIAS

Con respecto a las ermitas canarias en general, cabe el indicar que, debido a las características especiales de la conquista y cristianización de las islas de este archipiélago en plena Edad Media europea, las Canarias han sido un país eminente­mente eremitorio. Porque, ya a finales del siglo XIV y, al menos hasta llegar a mediados del XVIII, había un total de doscientas ochenta y ocho ermitas repartidas por las siete islas. Aunque Viera y Clavijo en alguna parte de su voluminosa y minuciosa obra ya dá para el año de 1782 la existencia en activo de doscientas noventa y seis, indicando específi­camente que había ciento veintisiete en Tenerife, ochenta y tres en Gran Canaria, veintiocho en La Palma, veintiuno en Fuerteventura, veinte en Lanzarote, diez en el Hierro y siete en la Gomera. Y con posterioridad se han llegado aidentificar hasta un total de trescien­tas treinta y ocho, lo que con alguna otra que se haya podido escapar de los recuentos habidos, dá un total aproxima­do de casi trescientas cincuenta ermitas, algunas ya ni siquiera existen­tes, otras absorbidas por expansiones urbanísticas, otras más convertidas en iglesias, como base u origen de templos parroquiales actuales y el resto, o en ruínas o restauradas y dedicadas todavía al culto de algun Cristo o alguna Vírgen o santa o santo patrón.

Por otra parte, en las Constituciones Sinodales de los obispos de Canarias Cristóbal de la Cámara y Murga, celebradas las unas en los años de 1629 y 1623 y la otra de Pedro Dávila y Cárdenas en el de 1735, de quienes es posible tomara sus datos el indicado Viera y Clavijo, es donde se facilitan algunos detalles más de las ermitas existentes en la única diócesis canaria del entonces. Algunas, no muchas más, fueron edificándose en épocas posterio­res.

En la isla de Tenerife, entre los términos de La Laguna y el luego de Santa Cruz, se localizaron hasta un total de veintitrés ermitas, entre ellas la de Nuestra Señora de la Expedición que después se conoció como de Los Remedios y las de La Concepción, de Nuestra Señora de Gracia, de San Cristóbal, de San Miguel, de San Roque, de San Sebastián, de San Juan Bautista, de Ntra. Sra. de Las Mercedes, de San Benito, de San Lázaro, de la Virgen del Rosario y de San Diego de Alcalá. Dos ermitas hubo en Valle Guerra y dos en Geneto; cinco en el término de Taganana; tres en Adeje; una en Santiago del Teide; seis en Tegueste; cuatro en Tejina; seis en Tacoronte; tres en El Sauzal; tres en La Matanza; tres en La Victoria; otras cuatro en Santa Ursula; una en El Tanque y hasta quince en el término municipaL de La Orotava y tres en el Puerto de La Cruz; cinco en Realejo Alto y otras cinco en Realejo Bajo; dos en San Juan de La Rambla; diez en el término de Icod de los Vinos; seis en Garachico y su contorno y una en Los Silos; ocho en el territorio de Buenavista; cuatro por el Valle de Santiago; tres en Adeje; cuatro entre Chasna y Vilaflor y otras cuatro en Granadilla y cuatro más por Arico; tres en Güimar y, en fin, tres más en el término de Candelaria, entre ellas la muy antigua de San Blas, "en la cueva donde estaba la santa imagen en tiempo de los infieles", con un total de ciento treinta y cuatro ermitas en toda la isla.

En la isla de La Palma, en Santa Cruz y sus alrededores hubo hasta diez ermitas, cuales las dos consecutivas de la Encarnación y las de San Miguel, San José, Santa Agueda, Santísimo Cristo del Planto, San Telmo, Santa Catalina Mártir, San Francisco Javier y San Sebastián; seis en la zona de Breña Alta y tres en la Breña Baja; una en Mazo y una en El Hoyo; una en Lomo Oscuro y una en Fuencaliente, una en Los Llanos de Aridane y tres en El Paso; dos en Tazacorte; dos en Garafía; dos en San Andrés y Sauces; una en Los Galguitos; una en Las Lomadas; una en el Barranco del Agua y dos más, una de ellas luego convento, ya desaparecidas; una en Tijarafe; una en Puntallana; dos en el término de La Galga; una en Barlovento y tres por la zona de Las Nieves, sumando hasta cuarenta ermitas..

En la villa de San Sebastián de La Gomera y sus aledaños hubo hasta cuatro ermitas, las de San Sebastián, San Telmo, Santa Ana y San Antonio por el barranco; una en Jerdime; una en Punta Llana; una en Tejiade; una en Alajeró y otra por el Valle de Santiago; dos en Arure y otras dos en Chipude; una en el Valle de Hermigua y otra en el Valle Alto del mismo término y otra en Los Gomeros; una en Agulo; una en Vallehermo­so; una en el Barranco de Ingenio y otra entre Tazo y Cababria y otra más por tierras de Arguamul, lo que sumó hasta veintiuna ermitas y oratorios.

En la isla de el Hierro se citaron en el pasado hasta diez ermitas, pero hubo y hay más. En Valverde localizadas cuatro que son las de San Sebastián, de Santiago, de Santa Catalina y de San Lázaro; en Frontera una; una en Altamayote; una en Puerto de La Estaca; una en El Mocanal y otra en El Pinar; dos en El Golfo; una en Azofa y una en La Dehesa y tres más, haciendo la suma de trece ermitas en la isla.

En Lanzarote, en Arrecife o El Puerto la de San Ginés, la de la Vera Cruz y la de San Rafael Arcángel en las afueras de la villa; dos en Femés y otra en Yaiza; una en Tías; una en Tinajo y otra en el Paraje de Yuco; dos en Teguise; dos en Teseguite, una en Tao y otra más en Tiagua; dos en Soo; una en La Caleta; dos en Haría y una en Famara; una en Los Valles y las de San Salvador y San Bartolomé y dos más, que sumaron un total de veintidos.

En la isla de Fuerteventura hubo bastantes ermitas, ya desapareci­das algunas de ellas. En el antiguo Puerto Cabras, hoy Puerto del Rosario y por sus contornos hubo ermitas como la localizada en Ampuyenta dedicada a San Pedro de Alcántara, la de San Andrés en Tetir, la de la Concepción, la de San Agustín en Tefía y una en La Matilla. Y dos en Pájara; una en Tuineje; una en El Valle; dos en Betancuria y dos en Valle Rio Palmas; una en Antigua; una en Triquivi­jaste; una en Las Pocetas; una en Valles de Ortega y otra en Agua de Bueyes; una en La Oliva y una en Vallebrón; una en Tindaya; una en Lajares; una en Corralejos y dos más, una de ellas desaparecida ya; una en el Valle de Santa Inés y la dedicada a Nuestra Señora de Candelaria y hasta cuatro más, en un total de veinticin­co ermitas distribuidas por la isla.

De las ochenta y tres que Viera atribuye a la isla de Gran Canaria, el autor anónimo de un manuscrito de mediados del siglo XIX que trata sobre la situación eclesiástica en esta isla y que, en lo concerniente a las susodichas ermitas copia casi literal­mente al indicado autor, informa en términos bastante genéricos que solo hay ochenta y dos, señalando once en el perímetro de Las Palmas y seis en sus aledaños.

En el "Diccionario..." de Madoz que se componía alrededor del año de 1845 se detallan las ermitas de Las Palmas de Gran Canaria de la forma siguiente: "Hay 10 dentro de la c. denominadas de San Antonio Abad, Espíritu Santo, Los Reyes, Santos Justo y Pastor, San Telmo, San Nicolás, San Roque, San Juan, San Lázaro y San Martín y 8 fuera tituladas San Cristóbal, San José, Santa Catalina, Ntra. Sra. de La Luz, de La Asunción, La Concepción de Salvago, San Francisco de Paula y Santa María la Blanca (o de Las Nieves, como se la solía conocer también). Parece ser que hubo asimismo la de La Concepción Pura de Santa María y las de San Sebastián y de Las Angustias así como la de La Vera Cruz. Y repartidas por el resto de Gran Canaria, seis en Telde, cuatro en Agüimes, tres en Tirajana, una en Agaete, seis en Gáldar, cinco en Guía, dos en Moya, cuatro en Teror, seis en la Vega de San Mateo, cuatro en San Lorenzo, seis en Firgas y una en Santa Brígida, quedando sin especificar las restantes quince.

ALGUNAS CALLES Y CALLEJONES PALMENSES QUE COMIENZAN POR “V”

textos de Carlos Platero Fernandez





VACAGUARE

Es una calle localizada en el Distrito V, La Isleta, por el centro de la Barriada del mismo nombre.

¡Vacaguare!, con el significado de "¡Me quiero morir!", en el lenguaje indígena benahoarita de la isla de La Palma, era la fata­lista despedida de este mundo de los aborígenes, sobre todos los ancianos, que, se dice, se recluían en unas cuevas que se tapiaban y allí melancólicamente se dejaban morir.



VALENCIA
Calle en el Distrito III, Arenales, en la barriada de Las Alcaravaneras.

Valencia es una región histórica española, hoy Comunidad Autó­noma del país Valenciano, de unos 23.305 km2 de extensión, que comprende gran parte del levante peninsular.

La población de la región costera y de parte de las tierras altas del Maestrazgo habla el valenciano que tiene muchas concomi­tancias con el catalán. Además de su capital, otras ciudades impor­tantes son Sagunto, Sueca, Alcira, Carcagente, Albaida, Játiva, Cullera, Carlet, etc. Riquísi­mas huertas en las cuencas del Turia y del Júcar, industria muy desarrolla­da y activo comercio. Mucho turismo.

La capital Valencia es la tercera ciudad española por su pobla­ción. con variada industria agrícola, químico-farmacéutica, de maquinaria, de construcción naval, etc. Monumentos las Torres de Serrano y puertas de Quart, la Catedral con el campanario "el Miquelet", la Lonja gótica, etc.

Fundada por los romanos sobre una población ibérica, cabeza de un reino de taifas, conquistada por el Cid que la poseyó desde 1094 a 1102 y definitivamente reconquistada por Jaime I en 1238, que la repobló con catalanes de Lérida y Tarragona, los cuales aportaron su lengua. Gran apogeo en el siglo XV bajo Alfonso V con floreci­miento económico e intelec­tual. Durante la primera República se erigió en cantón independiente en 1873, aunque el movimiento fue sofocado con rapidez. Gran resurgimiento y desarrollo económico a partir del último tercio del siglo XIX.



VALENTINA LA SABINOSA
Callejón localizado en el Distrito I de Vegueta, por la parte más alta de la ladera en la Barriada de San José.

Folclorista natural de La Sabinosa, en la isla del Hierro, no hace muchos años fallecida, animadora constante durante sus luengos años de vida, de mantener vivas las tradiciones folclóricas de su tierra; a la que se le pudo ver siempre percutiendo una tambora y cantando con típico sonsonete los romances de la isla, dando colo­rido y animación a cuanta participación festera típica pudiese.



VALPARAISO
Calle en el Distrito IV, de Santa Catalina, Barriada de Guanarte­me.

Valparaiso es una ciudad de Chile, capital de la provincia homó­nima, la segunda en importancia del país y su puerto principal. Industria variada­.Exporta­ción activa. Universidad industrial y Escuela naval.

Fundada en 1544 por el conquistador y explorador español Pedro de Valdivia.



VALSENDERO
Es una calle localizada en el Distrito V, La Isleta, por la Barriada del mismo nombre.

Valsendero es un topónimo en Gran Canaria, en el término munici­pal de Vallese­co y se refiere a un pequeño núcleo de viviendas en las laderas del Barranco de la Virgen que allí se inicia.



VALLADOLID
Calle en el Distrito I de Vegueta, por la Barriada de Pedro Hidalgo.

Valladolid son una provincia de 8.200 km2 de extensión y su capital homónima de la Comunidad Autonómica de Castilla-León, en el centro de la meseta norte de España. Segundo centro industrial de la llamada España interior: química, automovilística, textil, papelera y de aluminio. Obispado. Catedral. Universidad. Conjunto monumental.

De probable origen árabe, hasta la baja Edad Media no adquirió verdade­ro relieve. En los siglos XV y XVI fue con frecuencia sede de las Cortes Castellanas y residencia real. Durante el reinado de los Reyes Católicos fue centro del Renacimiento español



VALLE INCLAN

Calle localizada en el Distrito VII, Escaleritas, en la Barriada del mismo nombre.

Ramón María del Valle Inclán (1866 - 1936) fue un novelista español nacido en Villanueva de Arosa, Pontevedra.

En su copiosa producción literaria se distinguen dos estilos; en el primero, típicamente modernista, acentúa la nota melancólica y señorial, asi como los colores esfumados y la musicalidad cadencio­sa; en el segundo dominan los rasgos satíricos y caricaturescos, el colorido chillón.

Entre las novelas de Valle Inclán destacan las cuatro "Sonatas" de Primavera, Estío, Otoño e Invierno, "Flor de santidad", "Come­dias bárba­ras", "La guerra carlista", "El ruedo ibérico", "Tirano Bande­ras", etc. Y entre sus obras teatra­les, "Voces de gesta", "Divinas palabras”, "El Marqués de Bradomín", "Farsa y licencia de la reina castiza" y "Esperpentos" y entre sus libros de versos "Aromas de leyenda", "El pasajero" y "La pipa de Kif".

Valle Inclán fue ante todo un gran estilista pues así lo confirma la exquisita belleza de su decorativa prosa modernista y el garbo y la gracia expresiva de sus posteriores cuadros satíricos.



VASCO DE GAMA

Calle localizada en el Distrito V, La Isleta, en la barriada del mismo nombre.

Vasco de Gama (1469 - 1524) fue un navegante y explorador portugués que en 1497 , llevando como piloto al castellano Bartolomé Díaz dobló con sus tres naves y una barcaza por primera vez el cabo de Buena Esperanza al sur del continen­te africa­no. Con el piloto Díaz al frente de la flotilla recorrió Mozambi­que y Mombasa hasta llegar a Melinde y luego, dirigiéndole pilotos árabes llegó a Calicut, en la India por el año de 1498, quedando de este modo abierta la ruta marítima directa a aquel país.

Vasco de Gama murió siendo virrey de la India portuguesa. Fue el protagonis­ta de "Os Lusiadas" del poeta Camoens.



VEINTIDOS DE MAYO DE 1986.

Esta calle localizada en el Distrito V de La Isleta, por la Barriada homónima, se estuvo denominando "Lazareto", con referencia al Lazareto sanitario que hubo por los alrededores.

Se le cambió por el de "Veintidos de mayo de 1986" como homenaje póstumo a cuatro bomberos que fallecieron en acto de servicio en un trágico accidente acaecido en la indicada fecha en las inmediaciones del lugar y que fueron José Juan Medina Domín­guez, Enrique González Crespo, Juan José Llamas Mateo y José Manuel Pérez Hernández.



VEINTINUEVE DE ABRIL

Calle localizada en el Distrito IV de Santa Catalina, por la Barriada del mismo nombre.

Dijo Carlos Navarro Ruiz en una Trigésima Propuesta que en su día hizo al Ayuntamiento como justificación de tal rotulación, que "El 29 de Abril de 1483 es día señalado para Gran Canaria porque en él las tropas de Pedro de Vera elevaron el Pendón de la Conquista, quedando la isla bajo el poder de los Reyes Católicos. Fecha memo­rable que olvida los hechos sangrientos ocurridos en uno y otro bando y deja la estela luminosa del progreso y de la civilización".



VEINTISIETE
En el Distrito II, de Triana, es este uno de los varios típicos callejo­nes que conforman la singular red viaria peatonal de la carismática Barriada de San Nicolás.



VELARDE
Calle localizada en el Distrito IV de Santa Catalina, por la Barriada de Guanarteme.

Pedro Velarde (1779 - 1808), fue un capitán de artillería espa­ñol, héroe con Daoíz de la jornada del Dos de Mayo de 1808 en Madrid con lo que dió comienzo nuestra Guerra de la Independencia.



VELÁZQUEZ
Calle localizada en el Distrito III de Arenales, por la Barriada de la Ciudad Jardín.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599 - 1660), pintor español, uno de los artistas más grandes de todos los tiempos.

Empezó sus estudios de pintura en Sevilla, pasó a Madrid en 1622 y al año siguiente fue nombrado pintor de Corte. Era la época de os retratos y de "Los borrachos". Viajó a Italia y pintó "La fragua de Vulcano". Volvió a Madrid y pintó uno de sus más destacados cua­dros: "La rendición de Breda", así como en "Cristo de San Plácido" y numerosos retratos de personajes cortesanos. Retorno a Italia de 1648 a 1681 y pintó el famoso retrato de Inocencio X. De vuelta a España produjo grandes obras cuales "Las Meninas", "Las hilanderas" y "La coronación de la Virgen"

Se ha dicho de Velázquez que su pintura representa la protesta del realismo frente al abrumador conceptismo a que habían llegado los maestros italianos del Renacimiento.





VENEGAS
Con respecto a la nominación de esta calle que se encuentra en el Distrito III, Arenales, Barriada de Canalejas, el paladín de la rotulación correcta de las calles de Las Palmas, Carlos Navarro Ruiz contó en 1939 que,...” en tiempos no muy lejanos se propuso al Ayuntamien­to de Las Palmas por un Señor Concejal en plena sesión variar el nombre de la calle de Venegas, ignorando seguramente que el teniente Alonso de Venegas, a quién está dedicada, fue en la invasión holandesa el valiente defensor del Castillo de Santa Ana, situado en el Muelle de Las Palmas y en mal hora desaparecido y que al llegar el momento de faltarle balas, metralla y municiones mandó cerrar las puertas del castillo y con las llaves y lo demás que pudo conseguir cargó uno de los cañones e hizo su último disparo, esperando luego el auxilio de sus compañeros. Para que este caso no se repita es conveniente denominar la calle "Capitán Venegas". Lo que no se hizo.



VENEGUERA
Calle localizada en el Distrito V, La Isleta, por la Barriada del mismo nombre.

La Veneguera es un topónimo conocido en Gran Canaria, uno en el término municipal de Valleseco que señala una depresión del terreno y abundante en el municipio de Mogán, por la costa

como barranco, playa, depresión del terreno, pequeño asentamiento, etc. Como vocablo, es de origen incierto.



VENEZUELA
Calle localizada en el Distrito IV de Santa Catalina, por la Barriada de Guanarteme.

Venezuela es un Estado de Sudamérica al nordeste del continente, junto al mar Caribe, de una extensión de 912.050 km2.

El territorio comprende tres regiones muy diferenciadas siendo la primera, montañosa, al norte y oeste; rama andina formada por la Sierra de Perijá y una gran cadena de montañas. La segunda es la Región de los Llanos, en el centro, llanura que se extiende desde los plegamientos andinos y costeros hasta las márgenes del río Orinoco. Y la tercera la Guayana venezolana, al sur; conjunto de sierras y altiplanicies en parte aún desconocidas, tierras cubier­tas por selva virgen o sabana, según la altura.

El río Orinoco, el mayor del país, recoge en Venezuela varios afluentes cuales el Apure, Arauca, Caroni y Caura. Predomina la vegetación de sabana y selva ecuatorial.

Aunque no es ya un país subdesarrollado a causa de su riqueza petrolífera por lo que se la considera el 3º país productor, por la desigual distribu­ción de la renta conserva muchas de las caracte­rísti­cas del subdesarrollo. El 90 % de las exportaciones correspon­de al petróleo.

Su capital es Caracas, con más de 2.500.000 habitantes.

Políticamente Venezuela está constituido como República federal de tipo presidencial.

Existen testimonios de presencia humana en el territorio venezo­lano a partir de 15.000 años a.C. La conquista española se centró en las islas de Cubagua fundando Nueva Cádiz y Margarita y en Cumaná que se llamó Nueva Córdoba.

Después de la fundación de Santiago de León de Caracas en 1567 la colonización tuvo allí su punto de partida. La fundación de la Universidad de Caracas en 1725 dió impulso a la evolución cultural del país, que más tarde cristalizaría en la obra eminente de Andrés bello y Simón Rodríguez. Tras diversos intentos indepen­dientes, se produjo el derrocamiento del capitán general por una sublevación dirigida por el Cabildo de caracas el 19 de abril de 1810. Sin embargo, la acción militar española logró resta­blecer su dominio sobre el territorio en julio de 1812. Una nueva revolu­ción fue comandada por Simón Bolívar quien logró conquistar Caracas el 6 de agosto de 1813. Más adelante el Congreso aprobó la fundación de la Gran República de Colombia en diciembre de 1819. Tras la muerte de Bolívar en 1830 el general Páez ejerció el poder hasta 1848. Tras la guerra Federal de 1859 a 1863, que terminó con el triunfo de los federalistas se sancionó la Constitu­ción de 1864 que es la que hoy rige.



VENUS

Es un pequeño callejón en el Distrito II de Triana, por la Barriada de San Lázaro.

Es el nombre latino de Afrodita, diosa de la belleza, del amor, de la genera­ción y de la vida.

En astronomía Venus es el segundo de los grandes planetas por su proximi­dad al Sol, de volumen ligeramente inferior al de la Tierra. De brillo muy intenso, siempre es visible antes de la salida y después del ocaso del Sol, por lo que se le conoce como el "lucero matutino" y lucero vespertino" respectivamente.



VERDI
Calle localizada en el Distrito VII de Escaleritas, por la Urbaniza­ción Industrial de Las Torres.

Giuseppe Verdi nació en Roncole, Parma el 10 de octubre de 1813 y murió en Milán el 27 de enero de 1901.

La primera obra que escribió Verdi fue "Oberto", en 1839, estre­nada en el Scala de Milán. Continuó escribiendo y estrenando óperas que valoraban poco la reputación del autor, hasta que apareció "Rigolet­to", que fue el que encabezó el libro de su fama; fue estrenada en Milán con gran éxito. Y le siguieron "Il Trovato­re" y "La Traviata" con igual fortuna y, a ellas "Un ballo en maschera", "La forza del destino" y "Don Carlos" en la que se inicia una evolución en el estilo del compositor, notándose más aún en "Aida", ópera estrenada en El Cairo con éxito ruidosísimo, que fue en aumento al estrenarse luego en Milán. en ella y, sobre todo en las que la siguieron, se nota la influencia wagneriana, ganado en procedimientos armónicos y en composición. "Otelo" en 1887 y "Falstaff" en 1892 fueron las últimas operas que compuso Verdi, aunque compuso asimismo un famoso "Requiem" y cuatro "peezzi sa­cri"; un nocturno; un cuarteto para instru­men­tos de arco; algunas romanzas, etc.



VERGARA
Calle localizada en el Distrito IV, Santa Catalina, Barrio de Guanar­teme.

El motivo de la rotulación con el nombre de Vergara, ya lo expuso Carlos Navarro Ruíz en su Propuesta Setenta y Siete al Ayuntamiento capitalino y que firmaba por el año de 1943, aunque se estaba refiriendo a otra calle y no a la actual.

"El consabido "abrazo de Vergara" tan beneficioso para España, consig­nado en la revuelta historia de aquellos tiempos, dió renom­bre a este pueblo, a Don Baldomero Espartero el título de Príncipe de Vergara otorgado por el Rey Don Amadeo, y en Las Palmas se recuerda hecho de tanta trascen­dencia con su nombre en la calle del distrito de Triana, sector de San Bernardo." Efectivamente, Vergara es una villa española en la provincia de Guipuz­coa, en el País Vasco.



VEROL
Calle localizada en el Distrito VII de Escaleritas, por la Urba­niza­ción Industrial de Las Torres.

El verol, más comúnmente escrito "berol" es el nombre de diferen­tes especies de crasuláceas y de compuestas, con hojas carnosas. Suelen crecer en los tejados de las casas.



VERONICA
Calle localizada en el Distrito V de La Isleta, por la Urbaniza­ción de Las Coloradas.

La verónica es una planta escrofulariácea, de flores azules en espigas axila­res, propia de bosques secos; usada contra los cata­rros.

Verónica fue una matrona de Jerusalén que, según la tradición, limpió el rostro sudoroso de Jesucristo cuando éste se dirigía al Calvario. Aunque no ha sido canonizada por la Iglesia, se la conme­mora el 27 de febrero.



VERONA
Una de las estrechas calles que se localizan en el Distrito II de Triana, por el Risco de San Lázaro.

Verona es un apellido bastante corriente actualmente en las islas, oriundo de la italiana localidad homónima, al que se le considera de nuevo origen canario al haberse establecido en este archipiélago en los pasados siglos.



VICENTE ALEIXANDRE

Calle localizada en el Distrito VII de Escaleritas, por la zona barrial denominada de Altavista.

Vicente Aleixandre (1898 - 1984), poeta lírico español de la generación de García Lorca. La crítica ha destacado de este autor que fué miembro de la Real Academia de la Lengua y recibió el Premio Nobel de Literatura en 1977, por su apasionada violencia de tipo romántico y gusto por la metáfora y la imagen visionaria.

Publicó numerosas obras entre las que destacan "Ámbito", "Espadas como labios", "La destrucción o el amor", "Historia del corazón", "Sombra del Paraíso", "En un basto dominio", "Poemas de la consuma­ción”, "Diálogo del conocimiento", etc.



VICTOR DORESTE
Calle en el Distrito VII de Escaleritas, en la Barriada homóni­ma.

Victor Doreste Grande nació en Las Palmas en el año 1902. Era hijo del funcio­nario de la administración, secretario de Juzgado Domingo Doreste y Rodríguez que, como literato y periodista se firmó siempre con el seudónimo de "Fray Lesco".

Debido a la profesión de su padre, Victor de niño vivió algún tiempo en La Península, concretamente en Salamanca. De regreso a Las Palmas, a la edad de 17 años compuso la música o, al menos puso ilustraciones musicales originales suyas para el estreno del poema dramático "La Llanura", versión sobre la obra del mismo título del poeta canario Alonso Quesada.

Luego, de jóven, en el período de entre guerras viajó por Alema­nia, llegando a prestar su voz como locutor en alguna emisora de radio berlinesa y estudiando piano en la ciudad de Leipzig, colabo­ran­do de manera esporádi­ca en la prensa insular del momento, en la que se le publicarían algunos artículos de marcado carácter humo­rístico y escribiendo por aquellas fechas y editando en 1937 una obra en alemán, catalogada como didáctica-cabalisti­ca que tituló "Einfürwas in die spanische sprache".

Otra vez en su tierra natal, además de colaborar en la prensa local con esporádicos artículos de evidente vena humorística, compuso y estrenó la zarzuela de ambiente costumbrista canario "La Zahorina" sobre un libreto original de "Fray Lesco", su padre. Y escribió y estrenó las obras teatra­les "Una limonada para el señor" y la por aquel entonces muy celebrada "Ven aquí, vino tintillo", que se habría de reponer una y otra vez, con crecien­te éxito popu­lar y de crítica. En el año de 1945 dió a la luz pública su celebé­rrima obra "Faycán", novela en la que los protagonistas son los ocho perros estáticos de la Plaza de Santa Ana que filosofan y pululan por el hoy ya desapare­cido o tragado por el cemento del progreso barranco Guini­guada. También publicó en 1949 el poemario "Once sonetos" en los que destacan un "soneto a mi madre" y "roman­ce de Pancho Marrero". Y en 1965 el que sería su postrero libro que tituló "Narraciones canarias" y se componía de recuerdos de niñez y juventud.

Este poeta y dramaturgo canario, por lo demás polifacético pues fue ensayista, novelista, compositor, músico, guitarrista, pintor y dibujante, con gran agudeza de ingenio y originales decires, fue considerado en su tiempo como el último bohemio canario, que tuvo su cátedra vivencial más popular en el "Café Polo" ubicado sobre el historiado y hoy también desaparecido Puente de Palo o de López Botas que unió en el pasado los barrios de Vegueta y Triana.

El intelectual grancanario Victor Doreste falleció en Las Palmas de Gran Canaria el 28 de noviembre de 1966.



VICTOR HUGO

Calle localizada en el Distrito III de Arenales, por la Barriada de Las Alcaravaneras.

Victor Hugo (1082 - 1885), escritor francés que nació en Besan­zón.

Poeta clásico en sus principios, adoptó posteriormente los metros románticos, que se reflejó en sus obras "Odas", "Baladas". "Las Orienta­les", "Las hojas de otoño", "Los cantos del crepúscu­lo", "Los castigos", "Contemplaciones", "La leyenda de los siglos", "Las voces interiores", etc. Cultivó el teatro con "Cromwell", "Hernani", "Ruy Blas", "Los Burgraves", "Marlon Delorme", "María Tudor", etc. Y escribió las novelas "Los misera­bles", "Nuestra Señora de París" y "Los trabajadores del mar".



VICTOR PÉREZ
Calle localizada en el Distrito II de Triana, por la Barriada de San Roque.



VIERA Y CLAVIJO

Calle localizada en el Distrito II de Triana y zona barrial homónima.

José de Viera y Clavijo nació en Realejo Alto, Tenerife en 1731 y falleció en Las Palmas en 1813. Sacerdote, historiador, polígrafo y académico de la Historia. Viera y Clavijo estudió en el convento de los dominicos del Puerto de La Cruz, consagrándose de sacerdote y en 1757 pasó a residir en La Laguna, donde su fama de orador sagrado y escritor le permitió un lugar destacado en la tertulia del marqués de Villanue­va del Prado, Tomás de Nava Grimón, de gran influencia innovadora en la cultura tinerfeña. A finales del año 1770 pasó el erudito sacerdote a Madrid con objeto de publicar su Historia de Canarias y entro como ayo del marqués del Viso, hijo del marqués de Santa Cruz, en cuya casa estuvo unos catorce años y viajó por Europa con su valedor, viajes que dejó reflejados en sus "Escritos".

A finales de 1784 pasó a residir en Las Palmas a ocupar el arcedianato de Fuerteventura en la Catedral. Desde entonces, vi­vien­do en una de las principales casas de la Plaza de Santa Ana, dedicado de lleno a los estudios de ciencia y botánica que alterna­ba con otras aficiones de su espíritu enciclopédico y racionalista pasó el resto de su vida en Gran Canaria.

Con ser toda ella interesante, destacan en la obra literaria de este culto sacerdote su valiosa aportación a la historia del Archipiélago "Noticias de la Historia de Canarias" que vio la luz pública por primera vez en varios volúmenes entre los años de 1772 y 1783, que ha sido reedita­da varias reces, así como su "Dicciona­rio de Historia Natural de las Islas Canarias", editado por primera vez en Las Palmas en 1866. Sin embargo su obra poética, de la que él se sentía muy orgulloso, se ha dicho que se resiente del pro­saísmo de la época, que le llevó a escribir un poema sobre los "Aires fijos". Dejó escritas numerosas memorias sobre temas diver­sos, algunas todavía inéditas.



VIGILANTE GARCIA CABELLO
Calle localizada en el Distrito III de Arenales, por la Barriada de Fincas Unidas.

Miguel García Cabello, funcionario municipal como componente de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria, murió en el cumpli­miento de su deber, en acto de servicio, asesinado el día 5 de enero de 1979 junto al Paseo de Las Canteras, concediéndosele a título póstumo y años más tarde la Medalla de Plata de la ciudad.



VILLA ZARAUZ
Calle localizada en el Distrito I de Vegueta, por el Polígono de San José- San Cristóbal.

Zarauz es un municipio de la provincia de Guipúzcoa en el País Vasco, en la zona cantábrica, a unos 26 km al suroeste de la ciudad de San Sebastián. Su principal monumento es el Palacio Narros, tipo de vivienda señorial de principios del siglo XV y la Torre Lucea, casa medieval gótica del mismo siglo. Es un centro turístico.

El municipio produce cereales y legumbres, ganado vacuno, pesca y tiene industrias metalúrgicas y alimentarias y manufacturas de la madera.



VILLAVICENCIO

La calle de Villavicencio en el Distrito II de Triana, se estuvo conociendo durante mucho tiempo como la de "El Diablito" o "Diabli­llo"; y antes lo fue "de Baltasar Núñez", nombre del personaje que en ella tuvo su morada y que fue, según se deduce de algún documen­to de la época, uno de los pasantes que trabajaron en la Escribanía de Cristóbal de San Clemente, a mediados del siglo XVI.

En el callejero que aparece como Apéndice nº 1 en unas "Ordenan­zas Municipa­les" publicadas en Las Palmas en 1887, todavía figura en el Distrito de San telmo, barrio de San bernardo, la calle Diablito, clasifi­cada allí como de tercer orden, puesto que mide menos de seis metros "de latitud". Sin embargo si se la reseña como de Villavicencio en la siguiente clasificación callejera también efectuada por el Ayuntamiento entre los años de 1900 y 1901.

Dice al respecto Carlos Navarro Ruiz por el año de 1939,..."hoy dedicada al farmacéutico don Manuel López Villavicencio que trajo a Gran Canaria la cochini­lla, insecto que se cría en los nopales produciendo inmensos beneficios y progresivo desarrollo agrícola, con aumento de la riqueza del país". Y añade que,..."el nombre a que me vengo refiriendo debe ser variado para evitar confu­siones por el de "López Villavicencio".

Manuel Fernando López de Villavicencio nació en La Laguna el 6 de noviembre de 1784 y falleció en la ciudad de Las Palmas, a donde se había trasladado a vivir contando 33 años de edad, en 1874.

Boticario de profesión, además de dedicarse asimismo a la expe­ri­menta­ción de aclimatación y cultivo de la cochinilla en Canarias fue regidor del ayuntamiento capitalino en 1836 con el alcalde Manuel Verdugo y en 1839 con el alcalde primero Leonardo Sánchez y vivió casi toda su vida en la calle del Pilar del Perro o de Los Mayorazgos, en el número 1.



VIOLETA
Calle localizada en el Distrito VII de Escaleritas, en la Urbani­za­ción Indus­trial de Las Torres.

La violeta es una planta de la familia de las violáceas, con tallo rastrero y flores espolonadas de color morado claro, alguna vez blancas; se cultiva en jardines y la infusión de sus flores se usa como pectoral y sudorífica.

Se dice así también de una sustancia colorante de tinte viola­do.



VIRGEN DE BEGOÑA

Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

Begoña es un nombre de origen vasco muy popular, compuesto de "Beg-oin-a", que significa "lugar del cerro dominante", aplicado a la situación topográfica del santuario de la Virgen correspon­dien­te.

En el antiguo ayuntamiento de Begoña, agregado al de Bilbao entre 1920 y 1930, se alza, originada en una ermita del siglo XIV, la basílica de este nombre que fue construida por Sancho Martínez de Asego en el año 1519, con tres naves de estilo gótico final. Su portada principal es de transición del renacimiento, y en ella se conserva una imagen gótica de la Virgen de Begoña, de los siglos XIII o XIV



VIRGEN DE FATIMA
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

Fátima es nombre árabe con el significado de "doncella", por "falta", "joven", extendido en Europa desde las apariciones de la Virgen, en la localidad homónima, junto a Leiría, Extremadura, en Portugal. Las aparicio­nes tuvieron lugar el día 13 del mes, desde mayo hasta octubre de 1917 a los tres pastorcitos Lucía, Francisco y Jacinta.

La fiesta onomástica el 13 de mayo.



VIRGEN DE GUADALUPE
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

La Virgen de Guadalupe es una imagen de gran popularidad venera­da en Cáceres, que en 1330 la halló Gil Cordero de Santa María. La devoción pasó a México con hernán Cortés. Pero el santuario mexica­no en Guadalupe Hidalgo, tiene su origen en las apariciones de la Virgen al indio Juan Diego en 1531. Como sello de su voluntad de que se construyera el templo florecieron los rosales el 12 de diciembre, y en la capa con que el indio recogió las flores para mostrarlas al obispo fray Juan de Zumárraga apareció reproducida la efigie de la Virgen, que es la patrona de México.

Se conmemora el 12 de diciembre.



VIRGEN DE LA MACARENA
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la barriada de su nombre.

Es una advocación a la Virgen maría muy popular en sevilla, alusi­va a un barrio cuyo nombre procede de un antiguo edificio proba­blemente relaciona­do con un viejo santo de la tradición hispalense, san Macario, anacoreta martirizado en Sevilla a finales del siglo III.

Su fiesta es el 15 de enero.



VIRGEN DE LA CANDELARIA
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, en la Barriada del mismo nombre.

Según las tradiciones más antiguas, a finales del siglo XIV apareció en el litoral de la isla tinerfeña todavía sin conquis­tar, por Chimisay, una imagen de la Virgen, portada milagrosamen­te por las olas del mar. Aparte de unos hechos milagrosos acaecidos con los pastores guanches que la descu­brieron, el caso es que el mencey de Güimar la llevó a una cueva habitación que engalanó con pieles y en donde permaneció por más de medio siglo, venerada por los guan­ches, sin saber quien era. Ya a finales del siglo XV la veneraron en la cueva de Achbinico que luego se conoció como la Cueva de San Blas y que fue así el primer templo cristiano de Tenerife. Por unas candelas ­como de cera que aparecían alrededor de la imagen se le acabó llamando de la Candelaria.

En 1526, por orden del adelantado Alonso Fernández de Lugo se edificó el primitivo santuario para acoger a Nuestra Señora de la Candelaria, al cuidado de los padres dominicos. Ya en 1803 se edificó el convento adyacen­te a la basílica. La primitiva y venera­da imagen desapareció en una fuerte tormenta en el año 1826, pero pudo ser reproducida con bastante fidelidad en 1827 por el escultor Fernando Estévez.

Su fiesta se celebra el día 2 de febrero.



VIRGEN DE LA PALOMA

Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

Paloma es nombre alegórico de la dulzura y suavidad femeninas, aplicado por ello a una de las muchas advocaciones marianas.

La fiesta onomástica de la Virgen de la Paloma se celebra el día 31 de diciem­bre.



VIRGEN DE LA PEÑA
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, en la Barriada de su nombre.

En Fuerteventura, cerca del paraje conocido como la Vega de Río Palmas se alza la antigua ermita en la que se venera la Virgen de la Peña, patrona de la isla. Según la tradicional y arraigada leyenda local, la imagen tallada en alabastro de la Virgen la trajo Juan de Bethencourt al inicio de la conquista de la isla en 1404 y que, desaparecida durante mucho tiempo, se apareció de forma mila­grosa por los años de 1440 a 1450 a los frailes del convento fran­ciscano de Betancuria, siendo su prior el famoso fray Diego de Alcalá. Hoy en día se venera en un santuario de líneas clásicas con frontis labrado de cantería del país, levantado en el siglo XVIII.

Su fiesta se celebra el día 5 de agosto.



VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

Es una advocación granadina de la Virgen María, Nuestra Señora de las Angus­tias, alusiva a la aflicción de María durante la Pasión de su hijo. Del latín "angustus", angosto, difícil. Es también sinónimo de Dolores.

Su onomástica se festeja el 15 de agosto.



VIRGEN DE LORETO

Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

Loreto es una ciudad italiana de las Marcas, Ancona, a 5 km del mar, en donde se encuentra un santuario de los siglos XV o XVI, que encierra la supuesta casa de la Virgen en Nazaret, transpor­tada, según tradición, por ministerio angélico, primero a Dalmacia y después allí, a Loreto por el año de 1294.

En España la Virgen de Loreto es la Patrona del Ejército del Aire. Y en Las Palmas de Gran Canaria una imagen de esta advocación se venera desde hace bastantes años en la iglesia de San Nicolás.

Su fiesta onomástica es el 10 de diciembre.



VIRGEN DE LOURDES
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

La Virgen de Lourdes es una advocación mariana francesa, alusiva a las apari­ciones de la Virgen a la vidente Bernardette Soubirous en la localidad homónima por el año de 1858.

La forma original del topónimo es "Lorde", palabra vasca que significa "altura prolongada en pendiente".

Su fiesta onomástica se celebra el 11 de febrero.



VIRGEN DE LOS VOLCANES
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, en la Barriada de su mismo nombre.

El pueblo lanzaroteño de Tinajo es eminentemente volcánico con origen en volcán de Tinguatón y una historia de vulcanismo aureola­da de leyenda, condensada en la popular devoción a la Virgen de los Dolores que allí se conoce como la Virgen de los Volcanes por haber salvado al vecindario de la acción destructo­ra producida por las corrientes de lava de las Montañas Quemadas por el siglo XVIII. En su honor se levantó una ermita en el mismo supuesto lugar donde se notó la desviación de la candente corriente de la lava en aquellas aciagas jornadas.

En el retablo de la Virgen de Los Volcanes hay expuestos innume­ra­bles ex-votos que hablan elocuentemente de gracias, de mercedes, de milagros...

Su fiesta es el día 15 de septiembre.



VIRGEN DE MONTSERRAT
Calle localizada en el Distrito VI, Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

El culto mariano en Montserrat, "el monte aserrado o en forma de sierra", tuvo su origen en la primitiva ermita pre-románica de Santa María, que el abad Oliba de Ripoll transformó en cenobio en el siglo XI y ya a finales del siguiente una nueva iglesia la sustituyó y sirvió de marco a la imagen de traza románica y com­prendida dentro de las "vírgenes negras" o muy morenas de la Virgen María, trasladada en el año de 1599 a la iglesia actual.

La noticia del culto que a María se tributaba en Montserrat se extendió más allá de las fronteras catalanas y, en tiempos de la casa de los Austria su devoción penetró en Europa. En América fue introdu­cido pronto por los descubrido­res y los misioneros.

Disturbios habidos por el año de 1835 provocaron la clausura del santua­rio, abierto nuevamente en 1844. La Virgen de Montse­rrat, "la moreneta" fue proclamada por el papa León XIII patrona de Cataluña.

Su onomástica es el 27 de abril.



VIRGEN DEL SAGRARIO
Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre.

Virgen del Sagrario es la advocación mariana del nombre femenino cristia­no místico, alusivo al receptáculo del Santísimo Sacramento, de "sacra­rium", sagrado.



VIRGO

Es uno de los callejones en el Distrito I de Vegueta por la Barriada de San Juan.

Virgo es la sexta constelación del Zodíaco, que el Sol recorre aparente­mente en el último tercio del verano. Su estrella principal es la Espiga.



VIRIATO
Calle localizada en el Distrito IV de Santa Catalina, por la Barriada de Guanarteme.

Viriato fue un caudillo lusitano que luchó victoriosamente contra los romanos de 147 a 139 a. C.

Era pastor y escapó de una matanza ordenada por el cónsul Galba, tras de lo cual acaudilló la rebelión de sus connacionales, pero acabó siendo asesinado a traición por dos de sus propios oficiales, vendidos al cónsul Cepión.



VOLUNTAD
Calle del Distrito VI, en la Ciudad Alta, barrio de Schamann.

Voluntad es el título de la comedia en tres actos y en prosa, estrenada el 20 de diciembre de 1895 en el Teatro Español de Ma­drid, escrita por el ya laureado autor canario Benito Pérez Galdós.

19 de octubre de 2009

Cousas que pasan

A fuer de sincero, debo de confesar aquí, ahora que tanto se airea el tema pero por claras ideas políticas, que yo soy uno de los muchos españoles nativos de Galicia voluntariamente trasterrados desde la adolescencia, residente habitual en Canarias, de siempre bilingüe, es decir gallego-castellano que al residir fuera de mi tierra nativa sin olvidarla nunca, me ha placido siempre el hablar y escribir tanto en una lengua como la otra, el castellano sencillo del pueblo llano y el gallego coloquial de mis abuelos y de mis padres.Por lo que, en estos relatos de mis vivencias que tantos buenos ratos pasé al escribirlos para que Vdes. mis virtuales lectores con ello se entretengan, intencionadamente volví a mi lengua vernácula.cpf.
COUSAS QUE PASAN POR MIRÓN E REMIRÓN
Un dós meus irmans, de paso pola anterga e evocadora cibdade episcopal de Tuy, entretúvose percorrendo detidamente a sua catedral, comenzada a facer ós principios dó século XII e termiñada nó 1232, que recorda lonxanas e cercás eirexias dó gótico normando. A solitaria e espaciada visita era ó fío dó mediodía e o absorto espectador non se percibía dó sacristán ou celareiro dó templo que o seguía a poucos pasos, desexioso de marcharse e sacudindo de maneira ostensible o nutrido chaveiro que levaba ná man. Cando ó fin meu irmán rematou o percorrido, ó despedirse alargou unhas monedas de propina ó vello celareiro que, sin agradecérsello gardóunas nó peto rosmando ó tempo entre dentes, pero audible: - ¡Xa ó pode levar todo ben mirado, xá! ..+..

DA ALDEA Fai unhos cantos anos, ainda vivo meu pai, atopábase él có meu irman maior nún día de feira pola bisbarra de Melide, detidos diante dún dós postos de venta, pretendendo mercar algo; pero releaba tanto, ó estilo dó país meu pai có seu acompañante, nunha broma qu´entreles era costume, reprendeulle:- Veña, meu pai, decídete xa... ¡Pareces dá aldea! E o dependente, volvendo polos foros dó paisanaxe, mirando con severidá a meu irmán, espetoulle moi serio:- ¡Oiga! ... Que aunque le sea de la aldea, le puede ser bueno, ¿sabe?

POR PERGUNTARNún dós, diríase que case perióricos desprazamentos á miña terra natía galega andaba eu recoñocendo unha ves máis o interior dá medieval eirexa de Vilar de Donas acarón dó Camiño de Santiago ná provincia de Lugo, contemprando ademirativo a sua planta de crus latina, cós tres ousos e fermosa portada, baldaquinño de pedra labrada, pinturas murales, sartegos varios de cabaleiros santiaguistas, etc. E, claro éstá, perguntando isto e aquélo, có tono de voce adecuado a unha ou duas paisanas, xa maiores que andaban por alí adecentando altares, limpando imáxenes e barrendo o historiado enlousado piso. E unha d´aquelas donas, quizais xa un tanto cansada ou aburrida dás miñas inquisitivas perguntas, ó responderme por último, acabou espetándome de maneira rotunda: - Elle de San Salvador...¡Pra có sepa pra outra ves! ..+..

¡BOA VIDA! Certa mañán atopábame eu có meu irmán maior, insinante profesio nal de Geografía e Historia él e entón entusiasta publicista eu e, naquel intre desligados ambos dó resto dá familia, mulleres e fillos, nó lugar coñecido como Ponte Campaña dá parroquia e aldea de Mato, Palas de Rey, Lugo, percorrendo, recoñecendo o terreo, buscando algún posible dato adicioal máis, toponímico, oral ou tradicioal có que reforzar algo millor un extenso traballo xornalista e revisteiro que eu estaba a perxeñar sober dá decisiva batalla do Porto de Bois por alí acontecida nás épocas medievales e que se publicaría logo nún dos números dó "Boletín Terra de Melide". Un home de mediana edade, vestido de pana, con boina rúcia e zocos enlamados, apoiado cás calosas mans no longo mango dunha sacha, contestou o millor que soupo ás nosas perguntas sober dá toponimia dó contorno. O curtido labrego, ó tempo que nos informaba como boamente sabía ó respeuto, examinaba con olleada crítica a aqueles pra él curiosos e parlanchís forasteiros, cincoentones e, ó que se vía de corpos rechonchos, de caras parecidas unha a outra, ambos los dous tocados con negra boina, vestidos con semellantes xerseis escuros de pescozo alto, pantalós arrugados e calzados con zapatos mocasín. E, indudablemente, sacou o home as suas propias conclusiós. Porque, o fín, sin podérese conter, mirando e remirando ós nosos roupaxes oscuros e ainda de reollo ás cámaras fotográficas e os seus estuches, prismáticos, coadernos de notas e algún mapa dá rexión mesturados no asento derradeiro dó coche e unha ves xa nós acomodados nél, meteu o brazo pola ventanilla dó lado dó conductor, palmeóume confianzudo nó lombo e excramou nun tono entre malicioso e ademirativo: - ¡Que boa vida levades os cregos, carallo! ..+..

O MILLOR PAÍS Estabamos a miña muller e eu pasando unhos días en Málaga, cun dós nosos fillos. Non era a primeira ves que visitaba eu esta fermosa cibidade andaluza e mediterránea, pero a verdade é que seguíame despistando bastante cando transitaba as suas avenidas, rúas e calexós, fora do seu "casco urbán histórico" mais coñecido por mín. Aquela mañán de finales de primaveira, ná que despois de haber transcurrido case todo o día anterior no medio de fortes chuvias, deixábase sentir o aire cálido, "terral" ou "terralillo" típico, procedente dás montañas dá serranía do poniente, acudira ás cercanías dás respeutivas estaciós de Autobuses e Ferrocarriles, a unha determinada axencia de viaxes ná demanda de informaciós pra poder efectuar algunha curta visita turística, tanto ó Peñón de Xibraltar como a Tánxer. E, convencido de que sabería como dirixirme o máis recto posible á céntrica Alameda donde debería de coller un dós autobuses urbans, metínme por unas ruas trasversaes, pero acabei percebíndome de que non atinaba a dar có popular paseo indicado; polo que, desorentado, atrevínme a perguntar como chegar hasta alí a un señor maior que, moi amablemente me indicou, un tanto solprendido que estabamos casi acarón, que seguise a direitura que levaba durante unhos pasos máis e, frente dós locales dunha emisora de radio que alí anunciabase, baixar unhs escalons a miña direita, cruzar ó calexón e así xa salía á dita Alameda; como efectivamente así foi instantes despois Pero, en denantes de reiniciar o meu camiño tan ben amostrado, aquel servicial ciudadán, vista a miña iñoranza dó nomenclator calexeiro malaguista, díxome, afirmando máis que perguntando:- Por su forma de hablar, me parece que usted es de mi tierra. E eu, sonrinte, advertindo que non tiña acento andalús, moi no papel de nativo de Galicia que són e o pregono, pregunteille a miña ves:- Y usted, ¿de donde es?- De Zaragoza.- respondeume Entonces, cargando o parlamento o máis posible e inda exaxerándolo un pouco có meu dexe característico dó galego coloquial de trasterrado de moitos anos, pra que se dera de conta, díxenlle:- ¡Pois éu sónlle dá terra millor dó mundo! E aquel bón señor rematou o episodio con aire de convencimento:- ¡Ustéd es de Portugal! ..+..

ASCULTACIÓN PRODIXOSA Aló po-los anos noventa do derradeiro século, estando de vacaciós ná aldea de Chaín, como queira que viñese sintindo unhas pequenas punzadas ou molestias abdominales viaxei a Coruña e pedín consulta nó hospital Juan Canalejo, atendéndome alí un xóven doutor que, moi serio e pouco falador ainda que, ó que observei bón profesional, indicoume que medio me desnuase, desabotonándome a camisa, descalzándome, baixándome os pantalós e me tumbase boca arriba na camilla que alí había, todo o que así fíxen. A outra indicación sua recollinme e suxeteime sober o peito os faldós dá dita camisa. E aquel médeco, con mans cálidas e firmes presionábame ora a un lado ora ó outro o ventre, encol dós intestinos e ó redor dó ombligo, deténdose sober algún punto definido dó fígado, bazo ou apéndice naquela mestura de presiós e masaxéo. O que a mín tíñame espectante. Nun intre dado pareceume có doutor presoaba con máis forza e insistenza nún punto determinado do meu abdomen, quizais sobre o dichoso apéndice e, de pronto, espetoume:- ¡Usted fuma moito! O meu sobresalto foi tremendo. Como quera que naquela época eu fumaba case dous paquetes de pitos ó día, o que sin decir eu nada ó respecto ó descubrira tan solo cas palpaciós aquel home, asustoume. E en tanto él continuaba co seu suave toqueteo de reconocemento dás miñas tripas eu empecei a imaxinarme que algo moi grave e gordo debía de ter nelas. ¡Quizais unha verdadeira pelota de un ou varios kilogramos de peso que se me había estado formando nós intestinos, nó esófago, nó estómago ou eu que sei e que se me acababa de detectar! Cá miña angustia crecente, en silencio rematou o doutor a suas expertas palpaciós; indicóume que me erguese dá camilla e me vestise e calzase. Anotou algo nunha ficha médeca que tiña diante de sí ná mesa ó tempo que me decía cás molestias que eu dixen sentir se me pasarían e que carecían de importancia pero, que, por si acaso tomase tres veces ó día unhos selos que me recetaba. Cando, despois de pagarlle xa me iba, atrevínme a preguntárlle con un fío de voz.- E o de fumar moito...¿Como,...como o adiviñou usté?...¿Que foi o que encontrou ná sua exploración, doutor? E aquel serio médeco, con unha medio sonrisa aclaróumo.-Váyase tranquilo, ó, que nada lle encontrei anormal. Supúxeno ó verlle as manchas de nicotina que tén nós dedos pulgar, índice e corazón, sober todo ós dá man coa que se suxetaba a camisa.
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SABER BAIXARSE Denantes dá xubilación, traballando eu cós militares no mantenimento de aeronaves ná Base Aérea de Gando instalada ó este dá illa de Gran Canaria, como quera que o área ou superficie de ditas instalaciós íbase agrandando según as necesidades e nos desplazamentos necesarios de uns a outros angares, ó ser mais distantes entre sí supoñían unha apreciable pérdida de tempo nás horas laborales, habilitáronse alguns vehículos lixeiros pra quenes ná posesión de carnet de conducir estivésemos autorizados a usalos. Ó mismo tempo, o persoal có quixese podía dispoñer tamén de certo número de bicicletas; sober todo prós máis xóvenes, máis áxiles ou máis "deportistas". Eu, entón xa ben cumplido cincuentón e con bastantes kilos máis de peso no corpo cós deseados pra unha bóa salud, obtei non obstante por usar a bici sempre que me fora posible. Así pois, certo día, tendo que me desplazar a outras alexadas dependenzas collín un daqueles socorridos velocípedos, comprobei cá altura dó sillín e a distancia dós pedales era a adecuada á miña rechocha humanidade e ¡hala!, a pedalear ledo, añoirando anos xuveniles nós que a miña pericia e destreza cá bicicleta foran bastante aceptables. Pero, ¡ay!, houben de baixar dás nubes do recordo morriñoso pois, nunha dás moitas bifurcaciós dá pista ou estrada asfaltada que seguía, non vín ó automóvil de color café con leite que lentamente doblaba unha esquina e, antes de desaparecer dá miña vista foi a causa de que eu frenase o meu transporte de duas rodas con tal brusquedade que, inevitablemente dín có meu corpo ná terra, cá dichosa bicicleta entre as pernas, naturalmente. En tal crítica ocasión, máis que algunha dás así maltreitas partes blandas dó meu corpo, doeume o amor propio. E erguéndome como millor puiden, sacudíndome o polvo e a area, mirei en derredor meu pra saber si álguen había sido testigo dá torpe acción, d´aquela miña tonta caída. Pero como non percibira a nadie, arrimei a malhadada máquina a unha parede cá idea de recollela á volta e, renqueando un pouco, ainda delorido dó porrazo, seguín a pé hacia meu destino inmediato, decidido a non volver xamais a subirme nún d´aqueles trastos. E, realmente sentinme aliviado de que nadie me houbera visto en tan ridícula situación. Polo tanto, nó resto da xornada procurei olvidalo ingrato episodio. Pero, entre tanta xente militar e civil destinada en Gando non podíamos faltar un fato, unha boa representación de natives de Galicia que, renovándonos as veces por mor de destiños ou ascensos, formábamos polo xeral como unha pequena pero destacada colonia galega, "a masonería branca" nos dicían. E sucedeu que por aqueles tempos que estou aquí a recordar houbo ná Base Aérea un veterano oficial especialista, natural de Lalín, "¡con razón ou sin ela e o que me dé un pau doulle un peso!", como decía o home aquel tatexando, cás veces era un pouco tatexo. Pois xusto a mañán seguinte daquel meu bó talegazo cá bicicleta, meu paisano de Lalín, que era precisamente dono dún turismo de color de café con leite, cando estaba eu departindo cun grupo de compañeiros ná cantina, acercóuseme e có seu lixeiro e simpático tatexamento que, as veces pra noso regocixo exaxeraba como naquela ocasión, púxome unha mán no lombo e dixo, mirando ó tendido e con tono entre sentencioso e paternal, na nosa lingua materna:- ¡Óes, mey rei! Ca... ca... cando queiras de aprender a,... a baixarte dá... bici, ¡Chámame... a mín, ooou...ou a quen sepa!
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¡USTÉ É SACERDOTE! Non é a primeira ves que a ún meu familiar, e non sei si pola sua presencia, vestiduras ou afabilidade natural do trato, ó confunden cún "padre cura", un crego, máis ben dós de antes. Moitas e saladísmas son as anécdotas que tanto a él como á sua direita familia hanlle sucedido ó respecto. Ténme contado alguna ves como, por exemplo, fay xa anos dá bondo, (¡éranlle outros tempos, politicamente falando!) nalgún pobo dá montaña galega donde estivera destinada por un tempo como mestra nacional a súa muller, él que exercía a sua profesión ná cibdade iba por alí solo de cando en cando e ocurriu có entrar en certa ocasión en determinada taberna dó lugar pra preguntar algo, advertíu como de repente calábanse as conversas entabladas entre os clientes que alí había; e tan solo, no intre que él estivo presente inquirindo o que precisaba se ouían apenas unhs apagados tonos de bisbiseos como susurros ou marmullos discretos. Ó salir non puido menos de advertir que subían moitos decibelios de novo as voces dás interrumpidas chalras. E exactamente ocurríu o mismo cando nos seguintes días en que polas horas dó serán, en tanto esperaba a sua muller entraba ná dichosa taberna que sería como o casino e local social dó pobiño. Hasta que, por fín alcanzou a comprender ó siificado daquélo ó ouir decir á muller que lle atendía detrás do manoseado mostrador: -¡Non ó é!... ¡Non ó é, que é o home dá mestra, que o conosco eu! Aqueles lugareños montañeses habíano tomado por un crego e, como debían de ser bastante mal falados no seu discurrir e discutir coloquial, por respeto á sua presencia e cargo, calábanse. Outra ves, o meu home entrou n´algunha dáquelas gratas librerías ciudadás de lance e preguntou por enésima ves e ocasión polo "El Padrenuestro de Fenelón", aquel dichoso libriño de lecturas dá primeira escola nosa nenés que infructuosamente a familia estivemos buscándolo anos e anos e que, por certo, foi meu irmán Alberto o que o fín dou conel. Pois ben, ó dependente que o atendeu, moi cumplido anque sin saber ben de que iba a cousa, díxolle que nón tiña aquel, pero sí outros libros que podían interesarlle. E, solícito e sorrinte levóuno a mostrarlle unhos vellos e monumentás misales de cubertas aforradas de pergamiño. O noso parente, rindo, rehusou nos dicindo ó tempo que, ¿que iba él a facer con aqueles enormes volúmenes?. E o dependente, entre deferente e reverenzal, extrañóuse:-¿E logo?... ¿O señor non lle é cura?. Tamén resultou chusco o feito aquel cando de madrugada, como solía facer, viaxaba en coche desde a aldea paterna hasta a cibdade, donde estaban a sua residenza, muller e fillos e o posto de traballo como profesor. No camiño detúvose nunha estación de servicio de combustible para repostar o vehículo. Como amostrase certa presa ou urxenza ó adevertir a parsimonia dó empleado que lle atendía, éste, o tempo que lle devolvía ó cambeo dó abonado, murmurou sonrrinte e zalameiro: - Ay, ¡O señor cura debe de ter hoxe a misa cedo! E ainda, aquela outra ocasión ná que, no tocante o seu peculiar físico, unha alumna sua de bachillerato, incorporada facía pouco tempo á sua aula, ó salir de clase comentoulle algo dó recen impartido e o recibir adecuada resposta, moi solícita e atenta quíxollo agradecer así:- ¡Muchísimas gracias, reverendo!- ¿Como que reverendo, jovencita? - houbo de dicir él.E a rapaza, enrubiándose toda, extrañouse:- Pero, luego,...¿No es usted cura? Pois o que me sucedeu a mín o outro día nás Palmas de Gran Canaria, o meu modo de velo igoala ou ainda supera a estos graciosos sucedidos, sindo distinta a causa có motivou. Baixaba eu pola rua de Domingo J. Navarro de cara á Maior de Triana donde en aqueles días e con motivo dá Festa do Libro había instaladas unhas casetas brancas nás que se amostraba o máis novedoso ou derradeiro de diversas ofertas editoriás. Camiñaba en solitario, un tanto distraído, cando, pouco mais ou menos a altura do edificio en que hasta fai pouco estiveron as oficinas dá Telefónica observei diante de mín a unha señora moi periposta, xa maior, cega ou cuase cega que tanteaba ó frente seu co recoñocible e imprescindible bastonciño branco. Como me pareceu que pretendía atravesala rua pra acceder a acera de enfrente, apresuréime a tomala con delicadeza dún brazo e ó tanto que oteei en rápida mirada si viña dá parte darriba algún vehículo por esta por demáis tranquila rua dunha sola dirección rodada. Na mentras dimos os correspondentes curtos pasos éla díxome que prefería camiñar por aquela outra acera que lle parecía máis segura ó estar flanqueada á sua esquerda polos coches aparcados ná zona azul. E eu recoñocinllo así Cando a boa señora se dispoñía a reanudar a marcha, titubeou un intre, volveuse de cara a mín có xesto un tanto ausente característico dós invidentes e, en lugar de darme ás gracias como supuxen que iba a facer, espetóume en moi feminea curiosidade, aseverando máis que interrogando e con un peculiar acento que captei de contado:- Usted es gallego, me parece. Yo le soy también.- Vaya. Pues me alegro, paisana. - non poiden menos de decirllo. E aquela boa paisana, có parecer quería de seguir a conversa, díxome de repente, continuando con fala castelán:- Usted es sacerdote, ¿no verdad?. ¡Vaya por Deus!... Caracho cá ceguiña.- ¡No, señora, no!. - houben de contestarlle sonrrindo. E ela, moi amable, recolleu velas:- Ay, perdone. - e xá en galego - Mó pareceu pola sua amabilidá, e polo seu lixeiro acento galego... Porque parecéuseme a sua vos á dó abade ou superior dós franciscanos de ahí, dá calle de Perdomo.- Señora,... Pra axudar ó próximo a cruza-la rua non creo que sea necesario precisamente ser crego e galego, digo eu. Galego si són, que ben se me nota, pero estóulle casado e teño dous fillos. E alexéime dalí rindo pra mín mesmo dá disculpable confusión daquela boa señora invidente, miña paisaniña.
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¡SI ES DE MADRID! Fai xá moitos anos, tantos que debería de andar eu rondado ósvinte e pico, residindo xa por aquelas calendas ná entón recoleta localidá grancanaria de Telde, soía desplazarme polas tardes á cidade de Gran Canaria, ou por unhas clases de radiofonismo ás que asistía en días alternos ou, siascaso cando xa empezara a rondar á que hoxe e a miña muller e nai dos meus fillos. O caso era que, sí ainda fora cedo pra o ún ou pra o outro entretíame adentrándome ná fronda de entón dó Parque de San Telmo e camiñando pola veira que daba ó mar; tamén acodía ó outro cabo da cidade, ó cosmopolita Parque de Santa Catalina pra tomar un café ou un refresco sentado diante dalgún dós veladores dos bares alí abertos. Ou chegábame ó mismo Porto pra pasear polo Muelle Grande entre as tartanas, os automóviles, os numarosos postos de venta ambulante colocados a carón dós trasatlánticos que xa iban aportando o incipente turismo extranxeiro e donde me entretiña e distraía ó ver ós inxeniosos e activos cambulloneiros que traxinaban intercambiando artigos e toda clase de moeda cós pasaxeiros, turistas e tripulaciós. E ós rechamantes vendedores que se esmeraban en vender mercancías formadas por productos dás illas e artigos dó máis variopinto, chamativo e exótico que un se poidese imaxinar. E alí, tamén a nós os paseantes e mirós nos tomaban ás veces como potenciás clientes pra as suas tansaciós. Nún daqueles distendidos paseos, en certa ocasión acercóuseme un individuo dún moreno cetrino, como axitanado pero que, indudabelemente era un bón mozo de raixame illea e que o notar a miña aparente curosidade pola mercancía que amostraba nunha especie de taboeiro con rodas, como queira que entón non habia cercán outro posible cliente empezou a ofertarme bonecas e bonecos vestidos de típicos, cadros de marinas feitas con cortiza, reloxios e outros productos polo estilo. E eu, por facer algo, fixen como que me interesaba por unha relucente navalla dás de "moitouso" que me foi pregoada de contado.- Navaja chachi, pura de acero, very güey... Eu cenaba cá cachola, decindo que ná quería, entre dentes, adivertido. E, como unha gracia pensei alí en facerme pasar por turista extranxeiro, polo que acabéi por decirlle un rotundo ¡"nao", "non"!. Tomándome o mozo, máis que coma galego quizais por portuxés ou brasileiro, inda insistíu nó chalaneo:- Boa navalla... ¡Apruébela vostede, siñore!...- ¡Non, non! - tan solo larpexaba eu. E o illeo insistía, porque á venta dó día hasta entón fora case nula.- Pero, moito bunita la navalla, la cheira...¡Presiosísima, se lo digo eu! Xa un pouco canso de tanta insistenza termiñei por dicirlle en ton buscado chulesco:- ¡Que te digo que no quiero la navaja, tío! E o bo dó hombre aquel, solprendido, non tivo mais remedio que deixarme marchar sin haber feito a venta, en tanto que mirando de reollo a outro compañeiro de cambalache que se acercaba, decía con acento de ademirazón e a un tempo como decepcionado.- ¡Anda!... ¡Pero si es de Madrí!.
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INTELECTUALIDADE Meu irmán xémeo ténme contado que, debido a sua profesión de axente comercial, como veterán viaxante de comercio houbo de percorrer durante anos e anos, non solo Galicia senón tamén a maioría dó resto dó territorio peninsular ibérico. E polo tanto, debido a elo houbo de ser natural usuario dós coartos de baño nos locales públicos, establecimentos comerciás, etc., nós que, como él ben decía e sin querer discernir si por incultura ou discutible xenialidade, o inxenio, a musa, a "chispa" dó noso pobo español e galego quedaba reflexado nós innúmeros e inmundos letreiros escritos por mán anónima con finezas, sarcasmos, inxúrias, brutalidades, obscenidades e groserías de moi groso calibre. De todo o cal, él cando se lle ocurría e sempre que lle fose posible transcribíaos confeccioando ó paso dós anos unha extensa antoloxía daquelas sentencias, refráns e decires, moitas veces ixeniosos anque escatolóxicos e indecentes a máis non poder e outras como mostra de elucubraciós mentales poéticas. Cando se trataba deste tema en informás conversaciós o meu xémeo non tardaba en mencioar cun dós ditos letreiros daqueles que máis gracia lle fixera fora xa fai anos o topado nalgunha dás paredes duns coartos de baño ná Plaza dó Mercado de Melide. Alí, entre moitos toscos e obscenos dibuxos a tinta, a lápis ou con rotulador e chocarreiras frases dó mais variado dó xénero, desenrolada ná parte mais alta, escrita cunha pulcra caligrafía, descollaba a sesuda sentenza: "La poca cultura de los pueblos se demuestra, más que nada, en los muchos escritos groseros de las paredes". E debaixo seu, cunhas letras infames, de trazos grosos e desigoales que ben denunciaban como casi analfabeto ó seu asimesmo anónimo autor, a lapidaria frase: "¡Inteletual dó carallo!"
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¡O "NENO"! Estábamos a miña muller e mais eu en Grecia, no transcurso dunhas curtas pero intensas e ben aprobeitadas vacaciós que por fin poidemos disfrutar, salvando dunha ou otra forma os varios inconvenientes que hasta entronces se opuxeran a elo. Habíamos chegado a Atenas nunha calurosa xornada de vran o día anterior. E procurando cinguirnos o máis posible ás consabidas ofertas de excursiós opcionás cá axencia contratadora nos propuxo, despois da inicial "visita a la ciudad" ná que poidemos ademirar entre outors puntos o Estadio panaténeo e os exteiriores do que fora palacio real agora custodiado por unhos soldados uniformados á anterga usanza, a Academia e a Biblioteca Nacional, as ruinas dó Arco de Adriano, Templo dó deus Zeus, Teatro de Dionisio, Odeán de Herodes Ático, etc, coa culminazón dún amplio percorrido polo Museo Nacional de Arqueoloxía e a sin par Acrópolis nó Partenón, sabendo que nos agardaban unhas pretas xornadas en visita ó Oráculo e Templo de Apolo nás faldas sacras dó Monte Parnaso, xira completa despois de cruzar o golfo de Lepanto pola arcaica península dó Peloponeso, Olimpia, Trípoli, Micenas, Nauplia e Corinto incluidos e logo ainda un curto pero intenso cruceiro polo Mar Egeo con arribadas a Efesos, Casa dá Vírxen María e Kusadasi en Turquía e visitas ás illas de Rodas, Creta e o Minotauro, Mikonos e Santorini, etc., decidimos asistir tamén a unha típica "noche griega" en Kasapi, rexión afamada polos seus viñedos nás aforas de Atenas. A guía que nos tocou naquela ocasión, mira por donde, resultou que era española, ¡e galega, dá Coruña, con ascendenza familiar por Rendal, Boimorto ou Corredoiras, parecéume entenderlle! Pois bén, aquela ciceirone ou guía paisana, no traecto e ó tempo que como é norma nestos casos íbanos co seu ben entonado e cantarín acento dá terra meiga ilustrando un tanto dás costumbres griegas e ainda dó seu folclore, que parecía coñocer moi profesionalmente, fíxonos un especial incapé en que atendéramos a uns nenos có chegar ó noso inmediato e circunstancial destiño íbanos agasallar co´ algún licor típico dó país; pois polo visto, as propinas que nós lles déramos servirían pra continuar fomentando, mantendo vivas as costumes griegas de cara ó turismo que tantiño agradecían alí, como eran as de agasallar dalgunha maneira a todo canto lles visitaba. Despois de percorrer unhos bós vintecinco kilómetros, primeiro por ruas e avenidas logo pola autopista e ó fin por unha estrada local, acabándolo facendo por unha estreeita pista terrea entre fincas agrícolas chegamos a unha casa de campo ó estilo dó país, en cuios xardís ofrecéusenos copiosa cea regada abondo con viños blancos e tintos, o tempo que poidemos ademirar un amplio repertorio de danzas folclóricas griegas, coa oportunidá de participar nelas, cousa que moita xente xoven dó grupo de turistas fixo, ainda que nón nos, os menos mozos. Por certo que foi Margarida, a milla muller a que nun determinado intre comentou a media vos cún daqueles músicos que tañía un instrumento de corda típico dó país, con xeito pero cara moi tristeira, era tal cal o noso popular reporteiro deportivo José María García, o que ouido por algunhas parexas españolas xóvenes e bulidoras que nos acompañaban ná longa mesa asumírono; e os aplausos e bravos ó "Butanito" foron estruendosos no transcurso daquela cena-espectáculo. Pois ben; cando foi que entrábamos ná finca restaurante e despois de negarnos de forma amable alguns que outros matrimonios maiores a facernos fotos ó carón dunha grosa, rubicunda e sonrinte campesina e un xigantesco mozo, ataviados ambolos dous cós traxes típicos, deixamos unhos billetes de dracmas ná bandexa que se nos pasaba, como se nos había pedido. Logo, eu, intrigado fixen un aparte coa miña paisana cascarilleira, guía que en todo momento nos acompañaba e atendía o millor que podía, e pregunteille que donde estaban os nenos, o neno que nos dixera. E ela, sonrinte, aclaróume:- ¿O neno?... O neno elle este mozo que se chama Dimitrius Stractus ou algo así e é o que dirixe a todo o grupo folclórico que esta noite actúa pra vostedes. E chamou ó interfeuto aquel pra mó presentar. E o "neno" que estaba sentado nún como rústico tallo alí cerca, sonrinte e deferente erxéuse,...¡Foise erxendo o condanado!. Porque, o xuro, o neno aquel medía mais de dous metros de altor, tiña brazos e pernas como grosas polas de albre, vestía o típico traxe griego, có seu roxo fés e pendurante bolra, camisa branca e chaleque azul oscuro ribeteado de roxo profusamente bordados, faldetín tamén branco como almidoado, con "pantys" ou medias brancas e calzaba esos curiosos zapatos roxos con meirante pom-pom ná punta, que serían, digo eu, ó menos dá talla cincuenta.
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¡JÚRGUELE EN LA CRUSETA! O que vou a referir ocurreume fai xa bastantes anos. ¡Ou!, como que inda estaba en servicio o vello aeródromo dos Estancos, entre as localidás maxoreras de Tetir e Puerto de Cabras ou Portocabras que tal era entón o topónimo dó que hoxe é Puerto del Rosario, capital adeministrativa dá illa de Fuerteventura, nás Canarias. Eu houben de desplazarme o dito campo de aviación que, á verdá, entón apenas si rexistraba movimento aéreo comercial; e fou elo por mor de asuntos laborales propios da miña profesión e destino ná Aviación. E unha vez resolto o tema que alí me levou tiven que permanecer ná illa varios días antes de poder emprender o regreso ás Palmas de Gran Canaria. O que me veu moi ben pra, con todo o tempo libre, facérlle de novo visita a un José Luis, mozo natural dó concello de Santiso e que alí facía a mili nó entón; ruar algo pola vila aquela que soportaba un ambiente moi pacato, aburrido e pueblerino, adicarme a percorrer e recoñocer algunhas outras zonas dá illa. E unha dás que mais me chamaba a curiosidade era á lexana península de Xandía, a dás confusas noticias ou leendas sobre submnarinos alemans de cando o dá Segunda Guerra mundial; dós misterios dás plaias de Barlovento e sober todo dá dó Cofete cá solitaria e intrigante Casa de Winter e a solprendente pista de aterrizaxe pra aviós xunto ó faro de Punta Xandía e que tan ben se apreciaba dende ó aire, como puden comprobar ó viaxar no avión militar que asta alí me levara. E acaso ainda máis motivada a miña curiosida de pola lectura mais o menos recente dunha novela titulada "Cerco de Arena", "El cerco amarillo" ou algo semellante cuia interesante trama desenrolábase precisamente no pequerrecho pobo mariñeiro de Morro Xable; e todo en dirección ó sur, máis aló dá mítica "Pared" que según ás lendas dós primitivos "majos" separara os dous reinos insuares de Maxorata e Jandía. Partín pois nunha daquelas placenteiras e aburridas tardes pra a localidadade de Gran Taraxal nún destartalado e vello autobús ou coche de línea que moito se me pareceu ós dá miña nenez ná terra galega e que, curiosamente, nún pais solitario como aquel, iba repleto de pasaxeiros, polo xeral personas maiores, elas vestidas de negro dós pes á cachola e eles, fornidos homes dó campo ou recios mariñeiros, cá colilla dún pito apagado ná comisura dos beizos e cubertos ou con rucia e mugrenta boina ou descolorido sombreiro, "cachorro" como alí se lle decía. Si non fora por unha parexa de xente moza e un neno bastante argalleiro, diríase que aquela troupa iba ou viña dún enterro ou dún funeral. Ná baca dó vehículo pintado e repintado e recuberto de polvo tamén iban alguns pasaxeiros máis que tiñan que compartir espacio cunhas galiñas e galos, duas cabuxas e un porqiño gruñón e amenazador. A mín habíaseme dito que xa por enton habería en marcha un plan de carreteras pra illa; e ainda tiña ouído falar en vos baixa e contida, de ton confidencial acerca de certos reclutamentos forzosos de persoal determiñado pra traballar nelas, pero, a verdá era que á que iba desde Portocabras a Gran Taraxal, dende logo que ainda nón houbera recibido mostras dá dita execución e os baches eran constantes e o polvo espeso e seguido, cousas que parecían tolerar con resiñación cristiana os ocupantes dá vella guagua, como alí se lle decía. E eu conéles, que remedio. O ditoso viaxe de varias horas de duración foi todo unha peripecia e nó seu transcurso máis dunha ves creín que íbamonos quedar tirados o caron dá estrada, cando non completamente accidentados debido ós frenazos bruscos, ás arrancadas estrepitosas eses e bamboleos case de banda a banda dó camiño, motivados todos sin dúbeda dás duras e vencidas ballestas, dó volante demasiado xiratorio e dó mesmo conductor, un campesín apenas trastocado en mecánico ó que parecía e que apenas fixo algunha parada ná routa, có cargamento completo como xa iba. En Gran Taraxal, entón pequeno caserío a mitá agrícola e a mitá mariñeiro, aloxéime nunha especie de fonda que debía de ser a única dó pobo e formaba parte dunha cantina ou timbeque donde ó parecer atendíase ós escasos clientes hasta ben entrada a noite, os que coas suas veces, gritos, toses e palabrotas sin conto non me deixaron pegar ollo, polo que houben de adicarme nó entretanto a pasear pola veciña e solitaria praia de finas areas rubias, nún cabo dá cal un tosco malecón improvisado con meirande amontonamento de pedras facía as veces de muelle de carga ou descarga pra o único vapor correiño que de forma bastante períodica pero non con moita asiduidá por alí recalaba, e tamén facilitaba o atraque dós veleiros que levaban o cal pra construcción a outras illas dó archipiélago. Ó día seguinte, de mañá cedo púxeme no camiño dás longas praias dó sur dá illa, despois de que se me informase que non habería ningún medio regular de transporte por aquela estrada terrea que levaba ás Praias de Sotavento, a Morro Xable e a Punta Xandía. Si se me dixo asimesmo, cá única posibilidá de chegar aló sin ter que botarme ás costas unha longa e agotadora camiñata era a de que me atoupase con algún dós gardas xurados ou algo parecido que facían caseque diario percorrido dá ruta nunha especie de auto todoterreo; e que accedesen a levarme, claro está. Pois, pese a todolos inconvenientes púxenme ó camiño animoso, pensando que, boeno, si o vía todo negro, con volverme polo mismo camiño estaba o tema resolto. Cubríame a cachola unha vella boina toda descolorida que se me facilitara e ná mau levaba tan soio un cartucho de papel destraza con unhos bocadillos de pan de matalahuga e sabroso queixo dó país con unha botella dauga. Cando xa habería camiñado un bó anaco, cerca d´unha hora, sin presa pero sin pausa e axudado d´algunha maneira dún tosco caiado que axiña improvisei cá pola medio seca dún arbusto, como de cando en cando volvíame inquisitivo por si vise acercarse ó dichosoa land-rover ou a calquer outro vehículo de catro rodas ó que facer stop, atinei a divisar ún regular rebaño de cabras e cabuxos coidado por unhos cás e seguido de tres ou catro burros dós típicos dó país, de pequena alzada, todos eles guiados dó pastor, que salían dunha barranqueira dó pedregoso terreo e incorporábanse á polvorenta estrada. Cando aquel pastor illeno de pel atezada se puxo a miña altura eu saludéino e, de contado preguntéille acerca do posible tránsito rodado e, desde logo, dos gardas xurados, por si houbese visto algún deles aquela mañán. Aquel bon home, dunha edade indefinida, de rasgos toscos que mesmamente parecían habérselle sido forxados a puñadas, de pouco e crespo cabelo que non gardaba o mugrento sombreiro sober dél, de pescozo groso, ombreiros fortes, torada amplia e membros máis ben curtos, en poucas verbas case que me convenceu dó traballoso por non decir imposible de que eu poidese levar a bon fin a proietada expedición aquela de carácter exploratorio ou de recoñocimento. Non obstante, ó darse de conta dá miña teima, acabou por recoñocer que "Juanito el guarda", poidera que pasase por alí, pero bastante máis tarde, polo que me suxiriu có seguise a él xa que iba ná mesma dirección. E entón foi cando, nún xesto de boa voluntade, anque daba a impresión de que mestaba tomando por un tonto "pinsular", ofrecéuse aquel pastor maxoreiro pra que, si quería e xa que iba a facer un anaco dó camiño ná sua compaña, o fixese montado a cabalo dún dós pollinos, desiñándome o máis acarón de mín; ó que sin meirandes dificultades me subín pois e ben sabido dó cativos, dó pequerrechos de corpo que son os orixinarios de Fuerteventura.
Montéime a pelo, si, e ainda percurei adoutar a millor airosa figura de avezado xinete, queixo alzado ó frente, corpo erguido, nunha man a bolsa contendo o modesto "picnic" e ná outra a corda de empleita ou esparto que facía de renda ou ramal e as pernas colgando a ambolos dous lados dó peludo ventre dó animal, case arrastrando ós pés, pois, anque pola miña parte endexamais fun considerado como un zanquilargo senón todo o contrario, como xa dixen, aquela miña improvisada montura era de moi curta alzada. Cós talós dos zapatos empecei a lle dar lixeiros toqueciños ó burro aquel; paleáballe o pescozo e as direitas orellas e ainda lle facía o millor que sabía o consabido chasquido cá lingua pegada ó paladar, rematando por lle decir con vos sorda e contida: "¡Arre, arre!" ... "¡Arre borriquiño, arre!", pero, coma si ren. O xumento dás narices permanecía como cravado nó chan, nin se inmutaba nin se movía, por máis cós seus outros conxéneres, as cabras e cabuxos, os cás e o pastor que reemprenderan a camiñata xa iban un tanto adiante. Impacientéime, apeéime sin dificultá e tratei, primeiro de empuxalo por un costado e non por detrás, non fose a suceder que me soltase un couce e me desgraciase do todo. Nada. Logo, poñéndome diante, murmurando xa algunha maldició entre dentes, tratei de tirar dél por medio dá corda que facía de bocado e renda. O testarudo xumento creo eu que nin parpadeaba, nin se movía e solo respiraba pausada e rítmicamente e, eso sí, columpiaba como si tal cousa o rabo de longas crins pra espantar a algunhas dás moscas que ó atosigaban nás enxutas ancas. O pastor maxoreiro, quizais impacente, ó fin reviróuse ná sua montura e ó ver o cadro có borrico e eu facíamos votóume un estentóreo "¡Pero, ande, cristiano!", ó que tamen a voces respondinlle có burro aquél parecía non querer camiñar conmigo."¡Júrguele en la cruseta, consio!", volvéu a berrar él. "¿El qué?", foi a miña resposta. E él, ¡"Que le jurgue, ya verá como vá!". Aquelo mais parecía un diálogo de pailás ou parvos, pois eu non entendía o que quería decirme, o que me berraba aquel bon home que, o fín e ó cabo, quizás comprendendo a miña iñoranza fixo recuar á sua cabalgadura e, sin apearse dela, púxose a carón meu mirándome como de lástima e remeneando a cachola cún sospiro de resiñación nós seus beizos "¿Usté no sabe jurgar al burro?", preguntóume. "Pois, non", houben de recoñocer con humildá, sentíndome un tanto abichornado. O home, có ceño engurrado indicóume que me subise de novo ó lustroso lombo dó burro e que suxetase ben a renda; o que fixen moi obedente. Logo, él alargou a callosa mán, trincóu ben trincado un puñado dá crín dó animal e dóulle un bon estarricón ó tempo que lle retorcía o apresado. ¡Santo Remedio! ... O testán borricán arrancou de súpeto cún trotiño bastante airoso, deixándose guiar sin máis impedimentos por mín, que ademirado e ruboroso ante a media sorrisa socarrona dó illeo cara ó iñorante "pinsular", comprendín por fin o que siñificaba a frase maxoreira de "jurgar en la cruseta" dún xumento. Pra terminar có conto, efectivamente, ó cabo d´algún rato pasou o deseiado garda xurado e paréceme que tamén lagoeiro, nún polvorento land-rover ou similar, accedendo amable a levarme ata o remoto pobiño pesquero de Morro Xable. E ainda, dous días despois me habería de devolver a Gran Taraxal. En canto ó resto dá proetada excursión de recoñecemento, puden chegarme ó mismo faro marítimo de Punta Xandía de cara ó lugar axeito prá pesca chamado "o Banquete" ou "o Guinchete" que se dí que é o cráter dún pequeno volcán submariño, inactivo claro está. E percorrín libremente parte dá abandoada pero entodavía útil pista de aterrizaxe estatéxicamente situada próxima ás abruptas ladeiras escarpadas e acantilados dó Cofete, dás praias de Barlovento e non moi lonxe dá solitaria vivenda residencial dá familia Winter, que no seu estilo colonial destacábase ná ladeira dunha montaña. Pasadolos anos, coa illa de Fuerteventura incorporada xa de cheo á civilización, ben coñocida por certo por os moitos galegos que a éla han acodido a traballar nestos últimos anos, a bisbarra eminentemente turística de Xandía completamente urbanizá, có moderno muelle de atraque pra os "ferrys" que diariamente alí recalan, habendo estado noutras ocasiós, nunca podrei esquecer aquela miña simpática vivenza aventureira ocurrida alá polos derradeiros anos dá década dós cincuenta dó siglo XX. ..+..

21 de septiembre de 2009

Alfredo Kraus : uno de mis dilectos personajes

(Contactos amistosos, personales o epistolares, más o menos efímeros o amplios con personas, personajes que hayan sido, que son mis congéneres preferidos).



Ha sido desde hace años un proyecto que ahora pretendo materializar, más bien uno de esos "divertimentos" en los que yo mismo me pongo a prueba en esto de escribir, de tratar de reflejar en el papel todo lo que piense o sienta, de contarme a mí mismo más que a algún ocasional lector de mis escritos las mil y una "batallitas" que se me ocurren en estos dorados días de placentero vivir de hombre jubilado que rebasa los setenta años de edad y ya sin ambiciones pero también sin mucha carga de obligaciones, el de componer unas cuantas páginas, un libro, un volumen con la extensión que se me ocurra y que contenga los variados relatos de como conocí, que contactos mantuve en determinadas ocasiones con diversas personas de mi entorno o de mis predilecciones de lector empedernido y que de alguna forma hayan destacado con luz propia en el mundo que me rodea y en el vivo.

Uno de estos personajes de los que debo de indicar que conocí de forma personal acaso tangencialmente, con los que, admirándolos siempre tan solo tuve la oportunidad de haber acaso intercambiado unas cuantas frases en distintas pero para mi siempre gratamente recordadas ocasiones fue el gran tenor lírico canario de fama mundial Alfredo Kraus.

Alfredo Kraus Trujillo nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1927. Tenor, cantante de ópera de fama mundial. Estudió el bachillerato y Comercio en su ciudad natal y se inició en el canto siguiendo las clases de la profesora María Suarez Fiol, marchando luego a Barcelona para perfeccionar su técnica de canto; haciéndolo también en Valencia y luego en Milán con el maestro Llompart. Alfredo Kraus, en el año 1956 debutó en El Cairo y a partir de entonces ascendió rápida y exitosamente a la posición de divo e intérprete operístico de primera línea, contratándosele para cantar en los más renombrados teatros y ante los más diversos y exigentes públicos.

También protagonizó las películas españolas “Gayarre” rodada en 1960 y “El vagabundo y la estrella” en 1961.

Ya se dijo de él en alguna ocasión, "que a su voz lírica de muy bello metal une Alfredo Kraus una dicción perfecta y una técnica bellcantística sin par, lo que le ha permitido mantener una posición hegemónica en el mundo de la ópera inusualmente dilatada, desde su debut hasta hoy. Cultiva un repertorio de más de treinta óperas y zarzuelas habiendo realizado innumerables grabaciones discográficas y videográficas en las que su voz y su talento felizmente perdurarán".

A lo largo de su carrera, Alfredo Kraus ha sido objeto de numerosos homenajes y distinciones y en las islas se le ha concedido el Premio Canarias del Gobierno Autónomo, los nombramientos de "doctor honoris causa" en las Universidades de San Fernando de La Laguna y de Las Palmas de Gran Canaria, así como se le ha impuesto su nombre al Auditorio de esta capital. A los pocos años de enviudar falleció este excepcional artista en Madrid el día 6 de septiembre de 1999. En esta su ciudad natal hay una pequeña plaza rotulada con su nombre, localizada en el Distrito VII de Escaleritas, por la barriada del mismo nombre, en los aledaños de la iglesia parroquial de San Antonio María Claret, "la iglesia redonda".



La primera ocasión que yo tuve de conversar con tan afamado personaje isleño fue allá por los comienzos de lo que iba a ser andando el tiempo una carrera profesional plena de agasajos y reconocimientos hacia su talento artístico como cantante lírico extraordinario.

Sucedió ello cuando, sin poder yo ahora precisar mucho las fechas, pero que para ello puede servirme como punto de partida y referencia la anécdota que relato a continuación y que debió de suceder el caso, o bien al final de la década de los años cincuenta o principios de los sesenta del pasado siglo, (creo que, por algunas referencias que más adelante sugiero, debió de ser en el año 1961) cuando de alguna forma aún estaba ligado a un cierto Grupo de Arte Radiofónico de Las Palmas, del que fui, además de alumno en los tres cursos perceptivos luego secretario casi perpetuo del mismo y además, por necesidades varias director en funciones en distintas puntuales etapas en que ello fue preciso para su supervivencia.

En la ocasión a que me refiero se anunció por conducto oficial unos cursos de iniciación de Prensa y Radio que se iban a desarrollar en Madrid y aquí en Las Palmas, en la entonces Delegación del Frente de Juventudes de la que de algún modo los componentes del Grupo, sin pertenecer a dicho organismo, dependíamos se estimó como buen método de necesario reciclaje radiofonista y allá se me envió con todos los gastos pagados pero muy exiguos para una estancia de los diez o doce días como mínimo que era lo que duraría el dicho curso acelerado.

Fue el hecho, repito, hace tantos años que ahora mismo no recuerdo con precisión si me desplacé desde estas tierras grancanarias a los madriles en barco y tren o en avión.

Más, pensando, pensando, he logrado traer a la memoria el dato brumoso de que me parece que por lo que a continuación relato, hube de solventar telefónicamente y desde allá un inconveniente surgido y ello fue en las oficinas de la Transmediterránea sitas entonces por la calle de Alcalá o la próxima de Serrano, por lo tanto el viaje hubo de ser marítimo terrestre. Cierto que como durante muchos años del pasado, bien fuese por asuntos familiares o profesionales hube de estar desplazándome de acá para allá y de allá para acá, para mí mismo no es de extrañar que haya olvidado o confunda muchos de tales periplos, entonces tediosos, de desplazamientos lentos, de varios días de monótono y cansino viaje. Y lo cierto es que tampoco recuerdo más que trozos y no con detalle de aquella mi estancia de apenas una semana en los madriles, ciudad que yo conocía por haber ya estado en ella de paso cuando varias veces como obligatoria estancia de enlace en mis anteriores viajes como militar o ya de civil de Canarias a Galicia y viceversa desde mis primeros años de mi estancia habitual en las islas. Claro que me perdería en la grande y cosmopolita ciudad si me sacaban de los alrededores de las estaciones ferroviarias de Atocha y de El Norte, de la entonces gran Avenida de José Antonio, de la Puerta del Sol y la Plaza Mayor y del Cine Carretas, de sesión contínua habitualmente y en donde todavía recuerdo que en lo más crudo del invierno castellano, por fechas navideñas vi películas como "Bamby" y "Casablanca", haciendo tiempo para los transbordos de ferrocarril e hinchándome en el ínterin a comer manises o mondar con los dientes más y más pipas de girasol. ¡Que tiempos aquellos, que diría el cursi!.

Pero, volviendo a la intención del presente relato o comentario, añadiré que, total, al llegar a Madrid y después de presentarme, tal como se me había indicado en la Delegación de Las Palmas, en unos albergues propios para estudiantes en donde debería de alojarme, enclavados en un extremo del frondoso paraje boscoso que era por aquellas fechas la Casa de Campo, a cuatro pasos de la estación suburbana del metro de Campamentos, me encontré con la imprevista noticia o novedad de que, en realidad aquel dichoso curso era tan solo para jóvenes de la O.J.E, a la que yo no pertenecía y, evidentemente, tampoco era un "joven cadete", alumno o como se les dijese.

Después de algunas dificultades conseguí hablar con la Delegación de la Juventud de Las Palmas exponiendo la papeleta que se me había presentado, solicitando el regresar de inmediato ya que era inútil mi presencia allí. Pero, como al parecer los billetes precisos ya estaban cerrados y con fecha determinada, no cabía más que aguantarme y pasar en Madrid las fechas del desarrollo del dichoso curso, al que a pesar de que se me invitó yo rehusé asistir pues no me hacía ninguna gracia el compartir mesas y pupitres con jovenzuelos barbilampiños y uniformados de negro, rojo y azul. Que procurase pasar la semana lo mejor posible, que alojamiento y manutención se me seguían respetando.Lo que así hice, adaptándome a las escasas pesetas que contenía mi cartera.

En el albergue juvenil, decente y aseado cierto era, me encontré aquel mismo día con un estudiante grancanario, serio y atento de trato, de menos edad que yo con el que muy pronto congenié. Creo recordar que se llamaba Fernando de nombre y no sé por que me ronda que me dijo ser Sanabria o Medina de apellidos, que vivía en Las Palmas de Gran Canaria por la zona de Guanarteme en donde familiares suyos tenían un negocio de talleres mecánicos, de coches, ferretería o algo parecido. Llegara a Madrid días antes que yo para presentarse a unos exámenes u oposiciones de algo de telecomunicaciones y estaba esperando a recoger el resultado de los mismos para regresar a Canarias. Es decir; que por "lazos del destino" los dos nos hallábamos en la misma o muy parecida

situación de espera obligada o forzosa para el retorno y con notoria escasez de dinero en la cartera o los bolsillos.

Así sucedió que con el tiempo completamente libre durante aquellos días de forzosa espera, mirando nuestra maltrecha economía presupuestaria se nos ocurrió entre otros pequeños y baratos solaces, el hacer una excursión en autobús al Valle de Los Caídos, a Cuelgamuros en lo alto del Guadarrama, sierra del Escorial. Imponente monumento fúnebre del franquismo imperante cuya obra, creo recordar, o estaba para rematarse por entonces o, si acaso, se había inaugurado oficialmente no hacía mucho tiempo.

Y, tomando un desvencijado autobús de la época por las cercanías de la Plaza España allá que nos fuimos en una mañana que supongo debería de ser primaveral o, en todo caso, otoñal pues a pesar de que íbamos abrigados lo mejor posible, allá en Cuelgamuros, de tanto subir, ascender escalones, bajar, caminar, etc., pronto nos sofocamos y desabrigamos... Lo que motivó que aquel joven grancanario, compañero circunstancial en el episodio pillara un muy fuerte resfriado casi de inmediato y a continuación una pulmonía por lo que, atacado de escalofríos se metió en la cama nada más regresar a nuestro alojamiento de la Casa de Campo. Y yo, al comprobar, preocupado que le invadía una repentina fiebre alta dí pronto aviso a las asistencias sanitarias del albergue que se hicieron cargo y atendieron cumplidamente y en escasos días se recuperó el joven grancanario del percance. Por cierto que, coincidió una de aquellas tarde de guardar él cama que se desató sobre Madrid una de esas fuertes tormentas en las que en las apelotonadas nubes plomizas refulgían restallantes los chispazos cigzagueantes de los rayos o centellas y los truenos retumban poderosos, lo que hacía que el enfermo se refugiara debajo de las mantas de la cama tembloroso, no se si por la fiebre o por los estampidos y sus lívidas y lóbregas secuelas.

Así sucedió pues que, con mi posible acompañante encamado, bien escaso de dinero y con toda la jornada por delante, me dediqué alguna de aquellas mañanas a pasear por el sector de la Casa de Campo en que me encontraba, no muy lejos de donde por un lado años más tarde se instaló un amplio Parque Zoológico y por el otro un alegre Parque Infantil, antes de llegar hasta donde discurría la placidez del lago solitario y tranquilo, antes de adquirir la zona el auge que luego tuvo con la fama nefasta de resultar sus frondas, paseos y avenidas lugares frecuentados por toda clase de chusma humana, la prostitución libre, el gamberreo y la drogadicción, nido de ladronzuelos, etc, etc. como bien pude comprobarlo bastantes años más tarde.

Pues en uno de mis solitarios y tranquilos paseos por aquellos entonces casi idílicos rincones o parajes boscosos surcados por una carretera local que, según se me había dicho llevaba a una extensa finca o dehesa propiedad del célebre torero Luis Miguel Dominguín, fue cuando me dí de manos a boca con un insólito grupo de gente que, a lo que deduje casi de inmediato estaba rodando por allí los exteriores, las escenas de alguna película.

Diversos vehículos automóviles, remolques, furgones, alguna grúa portátil y equipos de cámaras, algunas montadas sobre maquinas especiales para su desplazamiento, focos de alto voltaje, planchas refractantes para la luz, etc., etc. Y por acá y por allá hombres y mujeres, gentes que con bloc y lápiz en ristre corrían de un lado para otro impartiendo o recibiendo órdenes a grito pelado, con algún altavoz de mano vociferando consignas que nadie parecía escuchar, el clásico sillón de tijera del director, tomavistas y cámaras de pequeño formato, algunas de fotografía montadas sobre trípodes... Todo lo que yo, supongo que casi en la actitud de un paleto poco menos que boquiabierto y al que nadie prestó atención que me dispuse a curiosear por allí un poco. Nunca había visto en directo el rodaje de una película o documental y el asunto me atrajo.

Y en esto, que se aproxima por la carretera asfaltada un automóvil con un individuo sentado sobre su capota y manejando una cámara de cine, cuyo vehículo venía remolcando una pequeña plataforma sobre la que iba instalado a su vez un pequeño y flamante coche deportivo, descapotable, de encendido color rojo y del que, al detenerse el conjunto a escasos metros de mí descendieron un hombre y una mujer jóvenes y rubios, ella muy elegante y guapa y él un tanto barbudo, de ropas algo desastradas, que de inmediato supuse serían los artistas, tal vez los protagonistas de lo que se había estado rodando, pensé interesado por el encuentro. Y a alguien que estaba a mi lado, me atreví con educadas formas a preguntar que era lo que allí se estaba rodando, contestándoseme escuetamente que unas cuantas tomas de exteriores para la película nacional a titular algo como "El vagabundo y la estrella".

De pronto, creí reconocer a aquel actor... ¡Anda! Si era el mismísimo Alfredo Kraus, con una barbita rubia algo crecida, que luego pude comprobar que era postiza, indudablemente motivada por exigencias del guión.

El ya entonces reconocido divo grancanario se aproximó a donde yo estaba, a recoger de manos de una joven señora sentada algo aparte una amplia toalla con la que se enjugó el sudor que perlaba su amplia frente y aceptar luego un vaso con refrescante agua. Momento que yo, decidido, aproveché para encararme con él, ignorando deliberadamente el cordón tendido entre algunas sillas con la indudable finalidad de separar al grupo de cineastas del de los mirones que detrás de mí se habían congregado poco a poco.

Y, ni corto ni perezoso, es un decir, porque un tanto acortado si que estuve yo, me dirigía al personaje que ya yo, como miles de personas francamente admiraba y, al tiempo que lo saludaba con un ¡buenos días! yo, que entonces fumaba como un carretero tabaco negro le ofrecí un cigarrillo "canario", todo reverente.

En tanto que mi hombre se acababa de enjugar el sudor y procuraba secarse las manos me miró, aunque me pareció que con mirada ausente, distraído, pero al oír la coletilla de lo de "canario", sus grandes y chispeantes ojos azules me reconocieron con risueño ademán: ¿Canario? Por lo que rápido le mostré el paquete de cigarrillos que conservaba en la mano, de la inconfundible azulada marca RUMBO. Y con su voz ciertamente atenorada o un tanto engolada e indudable acento canario me comentó risueño que él, "por la profesión" no fumaba pero que allí iba a darle con agrado una o dos chupadas al que yo le entregara y ofrecía ya la llama de mi mechero.

Después de cruzar a media voz unas palabras con la dama que le ofreciera la toalla, aun charlamos unos instantes más, diciéndome muy sonriente, que, bueno, el cigarrillo si era canario más no yo, a lo que advertía por mi pronunciación en el habla. A lo que le contesté que llevaba ya años residiendo en Gran Canaria en donde me había casado; y, aprovechando el momento, le mencioné a una de las tías de Margarita que según sabía había cantado con él en coros de aficionados. Y él, sí que se acordaba de "Isabelita", una gran voz para el "bel canto". Como tópico aún añadí que conociera algo a una su hermana que, me parece que en compañía de una joven llamada Sara Ponce que fue una de las primeras locutoras de Radio Atlántico había asistido años atrás a algunas clases del Grupo Escuela de Arte Radiofónico del que yo todavía formaba parte. Como continuase el trabajo de los artistas, me despedí y me alejé del lugar. En los siguientes jornadas de plácida estancia madrileña no observé la presencia del equipo cinematográfico en la zona aquella de la Casa de Campo.

A los pocos días, el joven Fernando ya completamente restablecido y yo ya deseoso de retornar al hogar familiar con los míos, ambos regresamos sin más incidentes a Las Palmas de Gran Canaria.

Pero hubo otras oportunidades en que pude conversar, cruzar algunas palabras con el divo grancanario que iba poco a poco extendiendo su fama, de las cuales recuerdo una años más tarde, que fue a través de los micrófonos de Radio Nacional de España en Canarias cuando todavía tenía sus instalaciones en lo alto de Almacenes Cuadrado, en plena calle mayor de Triana.

Alfredo Kraus se encontraba por aquellos días reposando en su residencia veraniega de Lanzarote y yo, a solicitud de quien iba a ser luego director, mi paisano "cascarilleiro" Federico Campos acudí a los estudios de la Emisora con motivo de alguna festividad determinada y al contar yo la anécdota de la Casa de campo me contactaron con el cantante que, luego de un ligero y natural titubeo recordó perfectamente la anécdota del cigarrillo "canario" saboreado en unas chupadas cuando lo del rodaje de aquella su segunda película de la que no estaba precisamente contento. Y a través de las ondas intercambiamos una ligera conversación.

Posteriormente, en una tarde sabatina, en compañía de mis buenos amigos pintores el ya fallecido excepcional acuarelista Comas Quesada y Vinicio Marcos asistí a la inauguración de una exposición pictórica en la calle Cano, casi esquina a Malteses y allí volvía dialogar de forma distendida, tanto con Alfredo Kraus como con su hermano el buen barítono Francisco, patrocinadores, a lo que entendí del artístico-comercial evento, recordando por cierto con vivo afecto y entusiasmo su mancomunada tentativa de llevar la zarzuela a lo más entrañable del pueblo con aquellas estupendas representaciones de Doña Francisquita, El Caserío o Marina en el anfiteatro del campo de fútbol del Insular, que, no sé yo por que, no tuvieron repetición.

La última vez que crucé unas palabras con Alfredo Kraus, ya laureado y universal cantante, fue ya más recientemente, después del fallecimiento de su esposa, en que, bastante envejecido se hallaba paseando por cerca de la Playa Chica en la Avenida de Las Canteras con un pequeño perrito, creo que pequinés en que me acerqué a saludarlo al tiempo que me decidía a murmurar un sentido pésame, que agradeció con viveza.

Especie de postdata

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Pues bien, no hace mucho hube de rescatar las cuartillas en que se contiene todo el texto precedente, que permanecían un tanto arrinconadas pero no olvidadas en alguna de mis múltiples carpetas repletas de notas de lo más dispar.

Fue el motivo que, al acaecer el fallecimiento de este personaje grancanario de renombre universal, aún en contra de mi costumbre habitual de procurar no meterme en disquisiciones, discusiones seudo culturales u otras zarandajas con el "amado pueblo" o tozudo vulgo ignorantón popular que gracias a Dios ya no abunda como antaño en las islas, hube de intervenir en directo en cierta televisión local, muy populachera, llamando por teléfono para intervenir en directo e un desdichado programa en el que bajo la socapa de la ignorancia más supina se estaban divulgando con muy mal gusto ciertas anécdotas referentes a unas noticias completamente erróneas y malévolas como luego se ha venido demostrando acerca de un cierto "no isleñismo" de mi ya para siempre admirado Alfredo Kraus Trujillo... Cuando él aún estaba de cuerpo presente en su capilla mortuoria, en Madrid.