22 de septiembre de 2008

el fenomeno saramago

EL FENOMENO SARAMAGO
por Carlos Platero Fernández.

El escritor portugués José de Sousa "Saramago" nació en la localidad de Azinhaga, por el Ribatejo, comarca del centro de Portugal, en el año de 1922.
Contó él mismo en alguna ocasión que lo de "Saramago" que usa como seudónimo es en realidad el apodo heredado de su padre y de la familia paterna; muy corriente por otra parte el aplicar sobrenombres a las personas en las zonas rurales del país lusitano.
En Portugal y en Galicia, como "saramagal", "saramagoso" y simplemente "saramago" es un topónimo bastante abundante por las zonas rurales. Y "saramago" tanto en tierras galaicas como lusitanas es el "jaramago" o "labertro" castellano y es vocablo que, dice el filólogo Corominas, proviene muy probablemente del árabe "sarmaq", armuelle, hortaliza suave, por las propiedades medicinales que se le atribuyen; una planta anual de porte herbáceo, que puede alcanzar hasta cerca de dos metros de altura y que en algunos casos contiene en sus hojas unas saponinas que estimulan el apetito, lasantes y diureticas y son muy apreciadas en la medicina popular campesina como espectorantes. De ella, una de sus especies es el jaramago, el saramago galaico-portugués, planta herbácea de flores amarillas, pequeñas, muy común entre las ruinas de edificaciones de piedra y los escombros; es decir, en lugares influidos por la presencia del hombre o los animales domésticos cuales las calles y callejas rurales, viejas plazuelas, tapias musgosas, estercoleros, etc. Al igual que en Potugal y Galicia en las islas Canarias, con los jaramagos se hace caldo o potaje, añadiéndosele aquí papas de la tierra en lugar de coles o rábanos.
Y aquí viene a cuento lo del título del presente escrito. Porque, para mí al menos ha sido como un fenómeno el casi repentino descubrimiento a nivel popular, la eclosión de este autor portugués, prácticamente desconocido para la mayoría de los lectores españoles hasta que, de pronto, en el mes de octubre del presente año de 1998 se le ha concedido a José de Sousa Saramago el Premio Nobel de Literatura, uno de los máximos galardones de las Letras a nivel universal.
Pero antes de intentar explayarme con el tema, como quiera que estas cosas que últimamente suelo escribir cual si fuese un divertimiento íntimo mío, no son dedicadas más que a contadas personas de mi entorno afectivo familiar y amical reconozco con cierto acento vanidoso que, a fuer de gallego y aficionado a la lectura de literatura gallega, suelo presumir de que algo sé de aquellas muestras iniciales de las letras gallego-portuguesas que, por ejemplo, aún no hace muchos meses, en Galicia y fuera de ella en ambientes de la cultura gallega se habló de sus comienzos, de la etapa brillante de las Cántigas recordada en el Día das Letras Galegas correspondiente a 1998, evocando a poetas del medievo como un Mendinho de algún renombre, Martín Codax el juglar vigués del siglo XIII y al trovador Xohan de Cangas: Y se habló también por entonces de los Cancioneiros de Ajuda de la Biblioteca Vaticana y de la Biblioteca nacional de Lisboa; de cuando las raíces de las lengua gallega y del idioma portugués procedentes del latín vulgar fueron las mismas, ambas caminaron por mucho tiempo juntas. Y también lo fueron al componerse las Cántigas de Alfonso X y en los principios de la épica lusitana presente en las Crónicas Breves de Santa Cruz de Coimbra y aún el original del Amadis de Gaula, que apareció en castellano por el año de 1508 pero que había sido relatado antes por los trovadores y compuesto primero en gallego.
Luego, ya a partir del siglo XIV comenzaron a observarse notables diferencias entre la decadencia de la lengua propiamente gallega que parecía como si se fuese estancando y la de la pujante nación portuguesa que se iba ya consolidando como idioma con características propias y continuaría en su evolución hasta llegar a ser el actual fluido idioma que por mor del pasado imperio marítimo portugués hablan actualmente doscientos millones de seres humanos. Se dijo en más de una ocasión que una de las causas de que ello sucediese así fue que al morir el rey de Castilla Pedro I, seguidores de su causa perdida se estuvieron exiliando a Portugal, siendo por lo general los componentes de la flor y nata de la nobleza antigua y de los cortesanos pedristas.
Cierto fue que el lenguaje gallego se continuó hablando entre el pueblo; pero no escribiéndose, como no fuesen las excepciones de algunos autores cual Macías O Namorado, poeta medieval que escribió su notable producción en gallego y castellano indistintamente y ya perteneciente a aquella época culturalmente decadente para Galicia, que vivió a mediados del siglo XIV.
Hubo al respecto una larga y secular etapa de ausencia casi total de autores en la lengua vernácula gallega, hasta llegar a los que fueron apareciendo en el transcurso del siglo XIX con O Rexurdimento, pero que creo que de ello nada he leído. Y tampoco lo he hecho de los autores portugueses de las mismas o parecidas épocas, salvo determinadas excepciones como fueron, años ha, cuando buscaba yo mayores referencias en que apoyarme para escribir con gran entusiasmo el libro inédito todavía "Usos y costumbres de los primeros pobladores de las Canarias", por lo que conocí las "Crónicas" de Gómes Eanes de Azurara, los "Viajes" de Diogo Gómes de Cintra, los de Gonzalo Piriz y de Johan Rodrigues y el "Diario" de Hans Mayor comprendidos en "Los Manuscritos de Valentim Fernándes" de a finales del siglo XV y principios del XVI; libro publicado por primera vez en 1847 y reeditado en Lisboa en 1940 del que conservo una fotocopia en algún rincón de mi biblioteca de temas canarios. También hube de leer el "Tratado dos Descubrimentos", de Antonio Galvao o Galván, que pude manejar en una edición de 1944. Y, naturalmente; el bien conocido "Os Lusíadas" de Luis Vaz de Camóes, que canta en sentidas y líricas estrofas la gran epopeya de la expansión ultramarina portuguesa en el indicado siglo XVI y que figura entre mis libros más estimados.
Pues, como antes indiqué, salvo las precedentes excepciones en mis largos años de lector infatigable y entusiasta, creo que apenas he trabado contacto con las letras portuguesas hasta llegar a los novelistas post románticos cuales Castelo Branco y Julio Diniz y el que fue gran escritor en el tránsito del realismo al modernismo Eca de Queirós, leídos en mi mocedad.
De Camilo Castelo o Castello Branco leí la que quizás fuese su obra más celebrada "Amor de perdición" y, me parece que "Novellas do Minho" en las que intentaba, y conseguía creo yo, facilitar una visión lo más objetiva posible del primitivismo rural portugués y "La mayorazga de Romariz" que incidía en el mismo tema y "El Comendador", libros que todavía se conservan en la biblioteca familiar de Chaín, en Galicia. De Julio Diniz o Dinis, que fue el seudónimo de Joaquím Guilherme Gomes Cohelo, de profesión médico, que falleció aun no cumplidos los cuarenta años de edad, leí también por la misma o parecida época y que me produjeron grande impresión por sus acendrado regionalismo y tono romántico las novelas "Las pupilas del señor rector" y "La mayorazga de los cañaverales" editadas en la socorrida colección de Novelas y Cuentos de la década de los años 40, ambas construidas con un vigoroso poder imaginativo y, se dijo, un liberalismo armonioso de estirpe rousseauniana; ejemplares custodiados también en la Casa de La Vila de Chaín. Y de el notable escritor luso de finales del siglo XIX y principios del XX José María Eca de Queirós he leído "El crimen del Padre Amaro", "El mandarín" y su obra quizás más célebre "La reliquia", de todas las cuales hace tanto tiempo que fueron leídas que apenas me acuerdo de sus temas aunque no haya olvidado titulares, más recientemente un volumen de "Cuentos" y, del mismo autor, "La ilustre casa de los Ramírez", que tanto me agrada al releerla de cuando en cuando, pues la poseo entre mis libros. Y de un autor cuyo nombre no recuerdo ahora, un volumen de "Cuentos"; así como gran parte de un "Memorial Lusitano" de Antonio Machado de Feria que se me facilitara cuando anduve recogiendo datos genealógicos y heráldicos para mi libro "Los apellidos en Canarias". Y "Saudades da terra" de Gaspar Fructuoso, interesante para la historia de Canarias y, salvo la fotocopia de algún opúsculo de linajes y árboles genealógicos diversos, creo que nada más tengo en portugués. ¡Ah, si!,... Como curiosidad, conservo un novela de vaqueros que cierta vez me regaló el librero "de lance" mi buen amigo Pedro Castejón, ya fallecido, de aquel Fidel Prado de mi adolescencia, traducida al portugués.
Bastantes años más tarde he leído algo del poeta Fernando Pessoa y,... muy poco más puedo decir de mis lecturas de autores portugueses, en tanto no llegué a conocimiento de quien hasta hace doce o catorce años era por completo desconocido para, incluido yo naturalmente, el común de los lectores españoles, José de Sousa, de segundo apellido o seudónimo Saramago.
Veamos como llegué a tal conocimiento. Supongo que algún día, aún no sé cuando, terminaré sentándome ante mi escritorio y el ordenador para escribir "largo y tendido" acerca de mi afición a los libros; en los últimos tiempos, reconozco que más hacia los títulos y autores, que a su lectura más o menos pausada o rápida, esa es la verdad.
Cuando en alguno de mis paseos, de mi deambular callejero, tanto en esta mi ciudad habitual como en localidades distintas en que pueda encontrarme circunstancialmente paso ante el escaparate de una librería, inevitablemente he de detenerme aunque sea tan solo unos instantes para echar una ojeada a los títulos y autores de los libros que se muestran en los escaparates; y, a veces, si se me ofrecen sugestivos aún suelo imaginarme algo sobre su contenido. Y si se tercia, penetro en el local, miro y remiro y si me es monetariamente factible el momento adquiero éste o aquél ejemplar, cuyo precio no me resulte oneroso para el modesto contenido de mi monedero. Si me tropiezo al azar, o quizás buscándola a propósito, con alguna "librería de viejo", "de lance" o "de ocasión", entonces sí que, tenga o no prisa, hago un hueco en las posibles hipotéticas urgencias y no prosigo mi caminar hasta tanto no haya echado al menos un vistazo a algo de lo que se exponga o se venda como almoneda.
Evoco aquí de manera fugaz los más recientes recorridos por los puestos, generalmente domingueros, además de los más habituales, de el Mercadillo del Puerto de La Luz y los de los alrededores del mercado Municipal de Vegueta, en muchos casos ilegales y perseguidos por la policía local con más o menos insistencia, aquí en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria; por los alrededores del Mercado de Nuestra Señora de Africa y la vieja Recova en Santa Cruz de Tenerife y en la calle de Herradores en La Laguna; en el Rastro, en la plaza de Tirso de Molina y por las calles de San Bernardo, travesía del Arenal y la Cuesta de Moyano madrileños; en el Mercado de San Antonio en Barcelona; por Riego de Agua, la calle del Olmo y alrededores de María Pita en La Coruña; la Plaza de La Leña en Pontevedra; las Ruas de San Pedro y del Vilar en Santiago; junto a la antañona iglesia de Santa Catalina en Valencia; cerca de los Juzgados o callejeando por el viejo San Sebastián; en las numerosas librerías de lance en las calles de Ollerías y Carretería, parte antigua en Málaga, etc., etc... Y también, si se saben buscar, se pueden encontrar libros interesantes (hace pocos días tuve en mis manos una Enciclopedia UTEHA editada en México por los años 60 del presente siglo, ¡dirigida, corregida y al cuidado de Agustín Millares Carló!, en muy buen estado de conservación y que se vendía por muy pocas pesetas) entre lo mucho populachero o ramplón y más o menos deteriorado que, al menos en esta ciudad en que resido, en algunos de esos locales que hacen de almacenes y de compra-venta de muebles y objetos usados o de segunda mano instalados a beneficio de esta o aquella asociación benemérita o de "oeneges" como ahora se las dice. Y, en fin, en ocasionales rastrillos que con fines asimismo de ayuda al más necesitado se abren al público en fechas navideñas... Bueno, bueno, bueno.
Pues bien; a veces, tanto aquí en Las Palmas de Gran Canaria como en las distintas ciudades, villas y pueblos de España, si se buscan, en estos lugares se encuentran verdaderas gangas, que yo procuro adquirir, siempre que los ejemplares de los libros que interesan estén en buen estado de conservación... ¡Y no tengan marcas, señales, huellas de sellos de tampón ostensibles e indicadoras de pertenecer el volumen a esta o aquella biblioteca pública, oficial, de determinado organismo!... Que sí que se encuentran libros usados con tales características identificadoras en muchas ocasiones.
Y no digamos ya cuando estos libros de segunda o tercera mano se venden en improvisados puestos de venta, al aire libre, colocados acaso sobre una raída manta en el suelo, en las aceras de variadas callejas y en los alrededores de iglesias, de plazas de mercado. En estos puestos callejeros "y movibles" y ocasionales en que se suelen apostar tanto los simples ropavejeros como el avispado "perista" cuya mercancía siempre es de dudosa procedencia, el vendedor ambulante que se cree que tiene verdaderas bicocas entre este especial producto que ni conoce y el clásico "chorizo" de aspecto desastrado que tal vez adquirió la mercancía que expone con malas artes, procedimientos ilegales. Y, entonces, a la mayoría de estos tipos de vendedores ambulantes, cierta íntima ética y escrúpulos aconsejan que no se les compre... ¡Salvo cuando se te ofrece a los ojos algo que consideras en verdad excepcional, algo que acaso has estado buscando inútilmente hasta entonces, que hace que disimules al máximo tus escrúpulos puritanos y acabes adquiriendo el libro ansiado que sigues suponiendo pueda haber sido adquirido de forma ilícita y cierras los ojos y te largas apretando contra tu pecho el objeto de tu deseo, sin querer pensar que con ello estas tú mismo cometiendo un posible delito como receptor!.
Confieso aquí como ejemplo que en mi caso particular fue hace no mucho tiempo, cuando por ver si encontraba algo interesante en una pausada mañana sabatina acudí al Mercado Municipal de Vegueta, en cuyos alrededores se suele organizar a veces un buen tinglado de chamarileo de artículos usados de lo más variado. Al lado de la puerta de uno de los sencillos bares que abundan por la zona, advertí a un joven sujeto de esos que tú, al observar sus ademanes huidizos y sus miradas furtivas, de reojo y, por lo común el desaseo, la mugre de rostro y manos y en la misma ropa que viste, catalogas como perteneciente a la "fauna" humana rateril. Tenía un saco abierto a sus pies y por la boca del cual asomaban algunos libros, entre los que se destacaba de inmediato por lo voluminoso y nuevo un hermoso tomo de un cierto diccionario de tema canario, que yo con fingida indiferencia recogí y examiné en rápida ojeada. ¡Estaba nuevo por completo!... y era de edición reciente; al que le faltaba, eso sí, una de las primeras páginas, precisamente la correspondiente al título y características de edición, que le había sido arrancada sin mucha delicadeza, por lo que pude apreciar.
Al percibir el nerviosismo, los tic como de ansiedad del ocasional vendedor no revolví más en el contenido del saco y le pregunté que era lo que pedía por el libro que conservaba en mis manos. Y el buen mozo, sin dejar de mirar en derredor y a uno y otro lado de la acera me dijo que dos mil pesetas; pero al apreciar doblando la cercana esquina a uno de los guardias municipales que de cuando en cuando aparecían por allí haciendo barrida de majo y limpio entre los chamarileros, añadió rápido y haciendo ademán de cerrar y recoger el saco, "Déme lo que usted quiera". Lo que motivó que yo pensase que ¡Vaya por Dios!, allí estaba un individuo que no tenía la conciencia muy tranquila, pues era de suponer que la mercancía que ofertaba había sido adquirida de mala manera.
Y sucumbí a la fuerte tentación. ¡Diablo de estupendo diccionario!... Con rapidez volví a cerciorarme de que, a la vista al menos no tenía el dichoso libro señal alguna de identificación de propiedad determinada, metí luego la mano en el bolsillo, saqué el monedero y le enseñé las tres monedas que contenía, una de quinientas y dos de cien pesetas. "¡Esto es lo que tengo y esto es lo que te doy!". Aquel desharrapado individuo me arrebató las monedas de la mano, empujó el tomo hacia mí y cargando al hombro el saco salió de estampida aunque procurando disimular sus prisas ante el guardia municipal que, bloc y bolígrafo en una mano ya andaba cerca de nosotros, imponiendo alguna multa. Y como este caso tan minuciosamente detallado, muchos más.
Pero, bueno. Me acabo de enrollar bien con ésto de los libros de ocasión, que es uno de mis vicios, cuando en realidad lo que pretendo decir aquí es que, en una de mis incursiones por el Mercadillo del Puerto, hace aún escasos años que adquirí a cien pesetas cada uno y en muy buen estado los libros del autor portugués José Saramago titulados "Memorial del convento" y "El año de la muerte de Ricardo Reis", ambos, naturalmente, traducidos al español y editados por Seix Barral, el uno en 1982 y el otro en 1984, y los adquirí realmente, porque el autor me sonaba de algo, lo que ya fue suficiente en la ocasión para desear poseer aquellos dos libros. Aunque luego, como me sucede con la mayoría de los que en análoga situación o parecida manera voy adquiriendo y que también me ocurre con los que amigos o familiares me regalan envían de cuando en cuando, no los leí aunque si los inscribí en el registro imprescindible y correspondiente. Y me olvidé un tanto de ellos.
Ahora, en el transcurso de lo que va de este presente año de 1998 ya me interesé, no tanto por su obra que aún todavía desconozco en su mayoría como por el autor en sí, sus peripecias vivenciales, su trayectoria vital que se nos ha estado contando de alguna manera en periódicos y revistas y en la radio y la televisión. Pues desde el principio de saber algo de su bio-bibliografía, me ha resultado simpático este personaje, este escritor ya mayor pero en la cúspide de su excepcional producción literaria, como en plena sazón. Escritor hecho a si mismo, sin más universidad ni títulos académicos que los que la misma vida va facilitando; que fue por muchos años como un escritor anodino, de los del montón, con tremenda afición a escribir pero sin lograr salir del corsé que los formulismos gramaticales al uso le imponían y le amordazaban en lo mucho que quería decir a los demás. Y que, un buen día, después de publicar una novela que no tuvo éxito al pasar desapercibida para la crítica y el público, como él mismo explicó luego, se zafó de toda atadura de cariz academicista y con un estilo barroco y frondoso y técnica diferente de lo que hasta entonces había hecho, tras dejar pasar más de veinte años en "el dique seco de las ideas" dedicado su intelecto a actividades políticas de su ideología comunista y practicante agosticimo religioso, a finales de la década de los años setenta resurgió cual el ave fénix de sus propias cenizas literarias pero con una interpretación más libre e independiente de la gramática de su idioma materno al uso. Y publicó uno, otro y otros importantes libros hasta llegar a uno, "El Evangelio según Jesucristo" que pareció molestar a la Iglesia y a una fracción pacata de la sociedad portuguesa, posiblemente influida por su siempre confesado ideal comunista de la vida. Y, parece ser, fue vetado oficialmente para no figurar en una propuesta de escritores portugueses optando al Premio Nobel de Literatura. José Saramago, cabreado con el Portugal oficial y demócrata de aquel momento, que por otra parter ya había dado entrada en su vida a la joven periodista española Pilar del Río, casado con ella, se vino a residenciar a la isla de Lanzarote buscando la paz y la tranquilidad de este rincón isleño en el océano Atlántico.
A partir de este episodio, al ser citado de alguna manera en la prensa isleña, comencé yo a tener más conciencia de quien es este estupendo escritor portugués que, sin renunciar ni un ápice de sus orígenes y de su nacionalidad, habla siempre tan bien y tan a gusto de España, de las islas Canarias y de sus habitantes.
Al haberle sido concedido con todo merecimiento el Premio Nobel de Literatura correspondiente al año de 1998, he podido, como un lector y un espectador más, leerlo en la prensa y en las revistas, oírlo hablar por la radio y verlo en diferentes reportajes televisivos a él dedicados.
Y al leerle, al seguirle a través de los medios de comunicación social puedo afirmar que continua siendo para mí lo que ya desde un principio me había parecido: Un hombre sencillo, de nobles pensamientos, sincero en lo que dice y hace y en lo que escribe; un comunista puro, ingenuo y convencido de lo que cree y quizás no tan agnóstico como quiere aparentar; que sostiene un cierto resquemor que ya le viene de lo humilde de su infancia mantenido contra la Iglesia católica, más la preponderante de Roma que la emanada de los Evangelios, del mismo Jesucristo; como así se ha observado a través de los tiempos en muchos otros seres humanos que han declarado que alguna vez en sus vidas, cuando lo necesitaron, no se vieron atendidos como de lo que se predicaba se esperaba.
Para mí es curioso el que, entre su inconmensurable altura y mi insignificante bajura, y no me refiero tan solo a lo físico sinó también o precisamente a lo intelectual, hay ciertas similitudes, por más que en cuanto a idearios y filosofías no sean exactamente los mismos; y a edades, él me lleve exactamente diez años. Tuvo unos abuelos maternos analfabetos, aldeanos; el Melrinho y la Caixinha, en castellano el "mirlo pequeño" y la "cajita de reducido tamaño", de vida miserable por la pobreza de medios materiales en que se movían, amantes de los animales domésticos y de la naturaleza que los rodeaba, porque contribuían a su magro sustento. En una entrevista dejó dicho que aprendió a leer, más bien a practicar y perfeccionar la lectura con los trozos de periódicos que recogía del suelo. Sus padres se trasladaron a la gran ciudad buscando un mejor acomodo y parece ser que su progenitor llegó a ser un mando en la Policía Municipal.
Yo, nacido en la ciudad de La Coruña en 1932, estando circunstancialmente mi padre destinado en Oviedo, cuando estalló la guerra civil del 36 con mi madre y mis cuatro hermanos hube de refugiarme en una aldea perdida por el interior de Galicia, residiendo allí varios años con la abuela paterna, ya viuda a la sazón. Que, como los abuelos, en este caso maternos de Saramago, era practicamente analfabeta pero naturalmente inteligente, poseedora de una sólida sabiduría campesina, con grandes conocimientos de curandera, "madiciñeira" se les decía por allí y de psicología práctica y rural, además de crédula tanto en las cosas de religión cristiana como de superchería ancestral, labradora que trabajaba infatigable de sol a sol en el campo al igual que cualquier hombre, consejera y asesora de muchas materias entre sus paisanos y que nos animaba entusiasta y aún disciplinaria para que estudiásemos, teniendo a nuestra madre como ideal maestra en tan tristes épocas; y con mamá esmeradamente educada en la ciudad aprendimos a leer mi hermano gemelo Fernando y yo y refrendaron conocimientos Elena con sus siete u ocho años y Alberto con cinco o seis, pero no entonces el benjamín Toñito que a la sazón contaba tan solo con un año de edad. En aquella pequeña casa de "La Camposa", la de la abuela, supe lo que era dormir juntamente con mi inseparable gemelo sobre un áspero jergón de secas y chirrriantes hojas de la espiga de maíz, en un cuarto de piso de madera bajo el cual estaba la cuadra que había sido antaño alojamiento de una caballería propiedad del difunto abuelo y en la que por aquellas épocas siempre solía rebullir y gruñir algún cerdo, que se iba criando para la matanza otoñal que incrementaría algo más la entonces bastante exigua despensa doméstica. Por cierto que uno de mis más ingratos recuerdos de tan difíciles tiempos que alguna vez todavía evoco fue que en cierta ocasión en el transcurso de mi estancia en casa de la abuela, yo, de cinco o seis años de edad, quise coger entre mis brazos el marrano lechón juguetón que con sus gritos más que gruñidos pretendía subir los tramos de la escalera que desde la entrada de aquella pequeña y lóbrega estancia que también hacía servicio de leñera, conducía al susodicho cuarto dormitorio; yo lo cogí con tal impericia y mala fortuna que se me resbaló de las manos, se escapó en un salto y cayó de cabeza contra las duras losas del suelo, dio una vertiginosa voltereta, chilló de una forma escandalosa y escalofriante y se quedó inerte en el suelo, muerto. Y la consecuencia fue de inmediato un enérgico castigo, adecuado a mi edad e imprudencia o ignorancia, además del pánico que me invadió y me duró por algún tiempo, aun sin alcanzar a comprender lo agudo de la tragedia que en aquellas fechas para nosotros significaba la muerte del cerdito a cebar... que, eso sí, se aprovechó del todo pese a su poco tamaño. Cuando se acabó la contienda nacional, ya reunida de nuevo la familia, pasamos a vivir a diferentes localidades de la provincia de La Coruña, pudiendo yo leer más y más hasta quedarme ya de por vida "enganchado a este vicio de leer", pretender siempre saber algo más o disfrutar momentos plácidos de apasionante lectura.
El escritor portugués que aquí me ocupa, que dijo alguna vez que en realidad aprendió a leer, al menos a perfeccionar sus conocimientos de las letras con los trozos de papeles impresos, de periódicos encontrados por las calles, llegado el momento en la adolescencia de buscarse un porvenir, ingresó o lo ingresaron en una Escuela de Artes y Oficios en donde aprendió el artesanal de cerrajero, forjador del hierro. Oficio que en alguna etapa de su vida debió de abandonar para iniciarse en la política del entonces ingresando en el partido comunista portugués, desde donde es de suponer que arrancase su formación literaria, pues según su propia confesión estuvo acudiendo siempre que pudo a las bibliotecas públicas y a sus préstamos para leer y leer, en principio muy posible a autores eminentemente teóricos cuales Marx, Lénin, Trosky, Mao, etc., pero conociendo a la vez a los clásicos literatos más destacados portugueses y españoles, a los autores más destacados de la literatura universal, a los escritores renombrados del momento...
Contando quince años de edad, yo ingresé en una Escuela de Formación Profesional, en este caso de Aviación Militar, radicada en León, siendo una de mis etapas de más abundante y desordenada lectura de lo más diverso; y de donde, después de cursar allí los dos años de oficialía perceptivos salí destinado a las islas Canarias, al Aeródromo, luego Base Aérea de Gando en cuyo destino, después de cumplido el servicio militar, quedé hasta acabar mi dilatada vida laboral profesional de más de cuarenta y cinco años en activo siempre en el mismo lugar, habiendo empezado por la categoría laboral más inferior y terminado ostentando la máxima, ambas de nuestro particular escalafón.
Al igual que este buen escritor luso, que actualmente para bien convivir da la impresión de que debe de disimular sus afectos a España y a lo español para no herir la susceptibilidad de sus paisanos, yo a veces me veo en la obligación de mantener un delicado y escrupuloso equilibrio entre mis afectos por Galicia y por Canarias, por todas las islas al igual y por España y lo español en general, huyendo aquí tanto de posibles "godismos" peninsulares como de nefastos "chauvinismos" insulares, de regionalismos trasnochados y nacionalismos utópicos.
Bueno, aun me parece que hay otra faceta que nos iguala. Me da la impresión de que José Saramago, al igual que yo, se incorporó siendo ya muy mayor al mundo del ordenador personal. Y desde luego que ambos no podremos jamás presumir de dominar la mecanografía puesto que, por lo que he visto en algún reportaje, tanto él como yo escribimos, hemos escrito miles y miles de folios mecanografiados o tecleados, primero en las convencionales máquinas de escribir y luego en el PC... ¡con tan solo un dedo de cada mano!
Y aquí se acaban las posibles similitudes que establecieron la providencia, el azar, el destino, la vida misma. Porque en lo de escribir y publicar...
José Saramago, en tanto vivía sobre todo para y por el partido comunista portugués, opción en la que creía y que libremente había elegido en su juventud, en el interín formó pareja, tuvo una hija, luego, por lo que se deduce de los escasos datos que se conocían de su biografía vivió en soledad afectiva por mucho tiempo, dedicado a sus actividades políticas y, como cliente asiduo de las bibliotecas públicas leyendo mucho, escribiendo páginas y páginas que luego rompía, porque se sentía atado, sin lograr expresar a su gusto lo que quería contarse a si mismo y a los demás. En 1977 publicó su "Manual de Pintura y caligrafía" que se tradujo al español ya en 1989, año en que publicó "Historia del cerco de Lisboa", traducida en 1990. Se publicó su novela "Levantado do Chao" en 1980, traducida al español con el título de "Alzado del suelo" en 1988...
Ya mayor, en la edad madura, como solemos decir, dió entrada en su vida a la curiosa periodista española que después de haber leído la primera edición en castellano de "Memorial del convento" de 1982 traducida al español en 1986 quiso conocer a su autor. Le conoció, trabaron estrecha amistad y se casaron. Y fueron apareciendo una tras otra, "El año de la muerte de Ricardo Reis" en 1984, traducida al español en 1985, "La balsa de piedra" en 1986, en español en 1987, "El Evangelio según Jesucristo" en 1891, en español 1992, "Ensayo sobre la ceguera" en 1995, "Viaje a Portugal" también en 1995 y traducción al español en el presente 1998, "Todos los nombres" en 1997, "Cuadernos de Lanzarote" asimismo en 1997, "El libro de las tentaciones" en 1998, etc. Y, cuando estoy escribiendo ésto, parece que ya tiene preparada para próxima publicación "La caverna". Y, además, numerosos artículos periodísticos, aparecidos últimamente también en la prensa española, el cuento "La isla desconocida". Para teatro escribió "Que furci con este livro?" ("¿Que haré con este libro?"), "In nomine Dei" ("En nombre de Dios"), etc. Actulmente es su mejor traductora al español, que él habla fluida y perfectamente, su propia esposa.
Y aquí viene a cuento lo del título con que he encabezado el presente escrito. Porque, además de que, según mi opinión así hay que considerar a quien con una escasa docena de libros publicados en su haber, pero traducidos ya a varios idiomas en el espacio de apenas veinte años, ha merecido el alto galardón del Nobel, para mí al menos ha sido como un fenómeno el casi repentino descubrimiento a nivel popular, la especie de eclosión si aquí vale tal vocablo, de este autor portugués, prácticamente desconocido para la mayoría de nosotros los lectores españoles.
Particularmente aquí en Canarias el nombre del escritor Saramago ha estado sonando con algo más de insistencia en estos últimos tiempos porque, casado no ha muchos años con la periodista española, creo que andaluza de naturaleza o residente en Andalucía, Pilar del Río a partir del año 1994 y con el asesoramiento de una hermana de ella que ya por aquí reside se vino el matrimonio a vivir de forma estable al entrañable pueblo o villa de Haría, en la isla de Lanzarote.
Cierto que en estas últimas décadas y de un año para otro se ha estado citando a este escritor portugués ya más que sesentón en los círculos literarios como a uno de los autores favoritos para optar al prestigioso galardón de la Academia sueca, premio que le fue negado en repetidas convocatorias, porque, además, un gobierno democrático portugués de hace años se opuso a que el comunista José de Sousa fuese oficialmente propuesto para aspirar al máximo galardón literario sueco; lo que motivó su voluntario exilio pasando a residir al archipiélago canario en la isla volcánica de lanzarote. Naturalmente, cuando se supo que, pese a todas las trabas puestas por un sector político determinado de sus paisanos se le concedió el Nobel, el actual gobierno de su patria, tratando de enmendar de alguna manera el incuo fallo del pasado presurosamente le concedió el gran collar de la Orden de la Torre de Santiago de Espada, la máxima distinción de Portugal para que pudiese lucirla en la corte sueca al recibir el Nobel. Y el galardonado escritor, tal como él mismo confesó posteriormente, no guarda rencor a quienes lo trataron de ignorar por su definida ideología de izquierdas aunque, lógicamente, no podrá olvidar el hecho; y en el transcurso de poco tiempo va a ser investido doctor "honoris causa" de la Universidad de Evora, en el Alentejo del sur portugués, como uno más de los innúmeros homenajes que bien merecidamente le están ofreciendo en su país muchos de los que le admiran y los que por no comulgar con sus ideas políticas en el pasado lo ignoraron o detractaron. Y también ha sido Saramago homenajeado en tierras españolas, donde por lo general se le admira y quiere bien. Donde, aunque ya reconciliado con su patria, de la que jamás ha renegado sinó todo lo contrario, este portugués internacional la enaltece cuanto puede en sus escritos, en su estimada Lanzarote, en la bucólica villa de Haría piensa seguir residiendo para siempre, como en más de una ocasión últimamente ha dicho.
Como al principio indiqué, yo he sido uno de los muchos españoles que nada sabía del escritor portugués Saramago. Creo recordar, sí, que en alguna de las tertulias radiofónicas a que se nos tiene acostumbrados a los españoles en estos bonancibles tiempos de democracia, una vez oí por la radio el chiste aquel de que un periodista le preguntaba a la Ministra de Cultura Sra. Aguirre si conocía a Saramago y ella contestaba que sí, que Sara era muy simpática y que había almorzado con ella aún no hacia mucho; pero parece que es apócrifo.
Cuando supe que era un buen escritor portugués, que había elegido la placidez de la isla de Lanzarote como residencia habitual, la verdad es que me resultó altamente simpática la persona que así obrara. Y, recordando los dos libros adquiridos en el mercadillo del Puerto los localicé en los atestados estantes y pronto me vi inmerso en su lectura, primero de "Memorial del convento". ¡Que atrayente hallazgo! ¡Que mundo de fábula entremezclada con un barroquismo realista iba descubriendo!. Su lectura me enganchó de inmediato y en principio ya me hizo recordar entre otros, a varios de mis admirados autores gallegos, a alguna obra de Gonzalo Torrente Ballester cual "El rey pasmado" que con su fina ironía satírica se acabó llevando con notable acierto al cine. Claro que también me suena a veces a mi otro paisano el genial fabulador Alvaro Cunqueiro y, si leído en el gallego original, mejor; quizás, aunque no con tanta intensidad, al Camilo José Cela de los primeros tiempos y, si se me apura, si no tan perceptible en el estilo, si en la elección de temáticas, al sin par, "el de las barbas de chivo", ínclito don Ramón del Valle-Inclán, impresión y regusto que prosiguieron con la lectura, a continución de "El año de la muerte de Ricardo Reis", con variaciones estilísticas notables y luego "El Evangelio según Jesucristo".
Llegado hasta aquí, bien comprendo que acaso no sean de lo más certero estas suposiciones y apreciaciones mías porque, en realidad, a pesar de haber sido yo antaño un empedernido y contumaz lector, por mor de los muchos años no esté ahora ya de lo más actualizado, puesto al día en cuanto a obras literarias y autores de este último cuarto de siglo, tiempo en el que me he estado dedicando más a la investigación y documentación de temas esencialmente canarios para los últimos libros míos publicados "El cine en Canarias", "Los apellidos en Canarias", "Calles de Las Palmas" y el todavía inédito "Nuevo nomenclator callejero de Las Palmas de Gran Canaria", amén de los aún no terminados "Escaleritas" y "Casa de Galicia", sin contar las etapas en que estuve colaborando asiduo en la prensa isleña con temas históricos y de artesanía canarios.
Hasta que, de pronto, en el mes de octubre del presente año de 1998 me entero, nos enteramos todos de que se le ha concedido a José de Sousa Saramago el Premio Nobel de Literatura, en reconocimiento a su densa obra narrativa y de fabulación.
Y me puse a leer a este escritor portugués con verdadero interés y curiosidad en los libros que tenía en casa; descubriendo al mismo tiempo que tanto mi hija Margot en Santa Cruz de Tenerife como mi hijo Carlos en Málaga y Melilla ya lo conocían y saborearan habiendo leído casi todas sus obras traducidas al castellano. Ha sido Margot la que al enterarse de este mi repentino interés se ha ofrecido para traerme todo lo que de Saramago tenga entre sus libros, me parece que en principio el titulado "Historia del cerco de Lisboa" y algún otro más.
Compartiendo opiniones al respecto sobre este autor revelación portugués, vale el decir que, según se puede observar en las fotografías que últimamente se le han hecho para prensa y revistas y en los documentales de televisión que de el se han rodado de octubre del presente año para acá, hay en su fisonomía de hombre ya mayor pero bien conservado y con cierto aire de sabio distraído al uso, como un cierto cinismo sugestivo en su mirada que es la de quien observa lo que le rodea con cierto o bastante escepticismo. Otra cosa es sin duda lo que el autor piensa y sabe transmitir de manera tan brillante al papel a través de la escritura, en su peculiar estilo.
Y es que este moderno autor portugués sabe desgranar la intriga con singulares estilo y eficacia, recurriendo a un bien pensado reparto de sucesos diversos, riesgos y temores, en una escritura escrupulosa y mesurada que exprime tanto lo escenarios como lo argumentos, conducido el hilo de la idea por medio de un proceso metódico, racional que trata de descubrir las posibilidades reales o fantásticas más sorprendentes; a la alabanza del arte de razonar y a la concatenación de los sucesos que narra en un campo novelístico y fabuloso solo delimitado por la imaginación portentosa y casi inagotable del autor.
Por lo general, para mí al menos, pienso que es gozosa y atrayente en grado sumo si se hace concienzuda y pausada la lectura de la obra de José Saramago, tanto para la vista como para el oído si alguien de nuestro entorno nos lee algún trozo.
Despues de haber leído pues en estos últimos tiempos bastantes páginas de José Saramago, mi modesta opinión al respecto es que en su obra, cada vez más depurada, más que un realismo crítico o racionalista, que alguien me ha señalado indicándome que es aquel que pone de manifiesto las contradiciones de la vida de los burgueses, terratenientes, empresarios, etc., pero que no es capaz de mostrar la solución positiva de estas contradicciones, es el suyo un estilo de exposición, sumamente realista sí pero que a la vez actua a diferentes niveles, o sea lo que yo entiendo por un realismo mágico.
Con respecto a estilos, vocabulario, ideologías, etc., podrá estar uno de acuerdo o no con las ideas, con la filosofía que sobre la vida y la condición humana expone en su peculiar forma de narrar Saramago, pero lo que no cabe duda es de que lo sabe decir muy bien, de forma clara y contundente. Ejemplos: la contestación que no hace mucho dio al entrevistador de turno con motivo de la publicación en español de su última producción que tituló "Todos los nombres" en la que hay mucho de autobiografía, pero en tal caso discurriendo sobre la burocracia y su moral que hoy nos dominan: "Toda la burocracia, toda la jerarquía es falsa. Se trata de un sistema por el que yo acepto que una persona determinada es un superior mío, y esto lo aceptamos como una condición misma del funcionamiento de la sociedad. Si pensamos en nuestra relación con el poder, ya sea el de Dios o el de la policía, vemos que nos acomodamos a su nivel de autoridad, de forma que se supone que el superior ejerce una autoridad sobre todos los demás, y cada nivel inferior la ejerce sobre otro más inferior. Bueno, si lo vemos con una mirada crítica, todo esto es falso..."
Tan solo, este mi modesto "pero", me atrevo a añadir que yo diría que deberá de tenerse en cuenta que el premio Nobel no se lo concedieron a José Saramago precisamente por su manifiesta ideología que hace apología más de filosofías del comunismo más que del socialismo, causa precisamente de que durante muchos años, la mayor parte de su existencia fuese casi la de un desconocido en la literatura internacional, hasta que desligándose mayormente de la política de su país se puso a escribir y triunfó merced a su arte depurada de fabulación, a su barroquismo innato y a su portentoso poder de evocación de recursos literarios en donde han tenido cabida idearios tanto humanistas y, quierase o nó tradicionalmente cristianos como de una filosofía materialista y ácrata. Dada la fama adquirida con el Nobel, ha empezado nuestro autor a aparecer en determinados actos y escenarios internacionales que no tienen que ver precisamente con la literatura en sí sinó con determinados idearios, o al menos eso creo yo. Y entonces, olvidando estilos y escritos, se manifiestan simpatías o antipatías, inclinaciones y rechazos. Se olvida y deja de admirar al literato y se denosta o se aplaude con el mismo o mayor fervor al político; cuando la fama y el honor en este caso vienen de la inspiración y del poder creativo de la mente y no de la crítica y el rechazo oficial de unos sentimientos racionalistas o mterialistas de la vida por otros más o menos humnista y cristianos.
En resumen, adhiriéndome a lo que ya se ha dicho, pienso que la fortaleza de la palabra de este narrador que es José de Sousa Saramago, su determinación patente y su cualidad de saber juntar lo meticulosamente objetivista con la ofuscación soñadora son todo una impresionante y portentosa construcción verbal y literaria, bien merecedora del laurel del premio al más alto nivel que se le ha otorgado. Y al mismo tiempo, es de desear que no suceda aquí con este admirado autor portugués el vaticinio que con respecto a la mayoría de los laureados artistas y sobre todo grandes escritores un día no ha mucho le leí al excelente periodista o columnista el asturiano Carlos Luis Alvarez, de seudónimo "Cándido": "Creo que a diferencia de los científicos, por ejemplo, cuando los escritores, los poetas, alcanzan el grado de la consagración y quedan fuera de los esquemas polémicos del mérito, suelen detenerse efectivamente en su corriente de creación como si una vez lograda la cúspide empezasen no ya a descender sinó a ir quedándose quietos. Van volviéndose estatuas de sal, como la mujer de Lot, de tanto mirar hacia atrás".
Por último, pienso yo que el jaramago, saramago galaico-portugués, como al principio indicaba, es una hierba, una planta vulgar, sencilla, hasta puede decirse que creciendo en los sitios más recónditos y humildes como queriendo pasar desapercibida, pero que es socorrida y sirve generosa para remediar muchas necesidades de las gentes que la conocen y hacen uso de ella y terminan saboreándola, paladeándola por su exquisitez.
Y dígase aquí como colofón al presente comentario, que tanto de la obra de José Saramago como de los rasgos más destacados que definen la personalidad de este escritor portugués afincado y bien querido en España, en las islas Canarias, lo que más me ha impresionado en definitiva ha sido la escena final del documental de Canal Plus titulado "La vida según Saramago" recientemente rodado y televisado, en la que el laureado escritor, caminando despacio hacia el horizonte, por las tierras volcánicas de Lanzarote, se vuelve un instante a la cámara que le sigue y con un gesto en el que se transciende su forma de entender la vida y, lleno de sinceridad, mira al infinito y se despide con el expresivo ademán de una mano, diciendo: "Y todo ésto, ¿para qué?..." Algo que yo también, ya jubilado, con una familia lograda, liberado de las ataduras de mi prolongada vida laboral, leyendo y escribiendo como tanto había deseado, me he preguntado a mí mismo más de una vez en estos últimos tiempos.
Las Palmas de Gran Canaria, 31 de diciembre de 1998.-