por Carlos Platero
.- ..."Yo me deleito en recordar el tiempo -¡cuan lejano, ay de mí, y cuan fugaz también!- en que toda mi felicidad estuvo encerrada en un zapato: en el zapato de los Reyes Magos. Ese zapatito puesto al balcón por las manos de las madres para que los dadivosos monarcas viajeros lo llenasen de ofrendas, constituye y es, en su prosaica bajeza, el más bello de los símbolos.
"A pesar de su pequeñez, puede guardar todo lo que anhelan y todo lo que atesoran las imaginaciones infantiles: deseos vagos, codicias sencillas, aspiraciones indeterminadas a algo que por lo pronto se cifra en un juguete, en una golosina, en un muñeco, en un gracioso e inofensivo capricho satisfecho; pero que aumentará en capacidad conforme aumente la ambición en germen, cuya medida ha colmado. ...¿Quien no recuerda como el tránsito rápido por un paraíso el paso de aquellos años en que los Reyes magos acudían a la cita de nuestra niñez sencillamente codiciosa y nos dejaban lleno de regalos nuestro zapatito?...
"Los Reyes Magos tenían para nosotros rostros conocidos y benévolos, vestíamos de galas orientales a tres individuos de nuestra mayor familiaridad. Y éstos eran los Magos que venían a custodiar nuestro sueño la noche de Reyes"...
Francisco González Díaz
"El viraje de la vida"
1913.
"Termina a xeira de Aninovo cos Santos Reises. Os Reises non acostuman a ser tan bós cos picariños da aldeia coma cos nenos que viven en vilas e cibdades. Os nenos das cibdades póñenlle seus zapatos os Reises en cuartos requentados pola calefaución. Na aldeia, cando eu era neno, deixábamos un zoco ou cicais unha cestiña, na solaina ou ao pé da fiestra. Durmiámonos co anceio da mañán seguinte, e cando ibamos a mirar na cestiña era posibel que atopásemos algunha zugadela de figos ou rosquillas, ou cicais unha onza de chiculate; pro aquil pequeno gasallo -que de iso se trataba-, facíanos tanta ledicia coma os xuguetes caros que receben os nenos ricos.
"Era a costume que o día dos Reises saísen coros de rapazas e rapaces, acompañados con panderetas e cuncas, que ían cantando os Reises polas portas...
"O coro dos Reises, pedía a venia pra escomenzar o canto: "¿Cantámoslle os Reises?".
Moitas veces, pra que non cantasen, dábaselles o aguinaldo coma prezo do silenzo. Outras veces deixábanse cantar:
"San José e mais María / eles van para Belén,
"eles van cantalos Reises, / cantémolos nós tamén".
Luis Moure-Mariño
“Entre Nadal e Aninovo"
1970.
Así se festejaban los Reyes Magos en Canarias y en Galicia, todavía sin las cabalgatas. Eran otros tiempos.
Así eran antaño y poco más o menos, la víspera o noche de Reyes y el propio día de la festividad tanto en tierras canarias como gallegas, en una modalidad convertida en costumbre entre el pueblo y que tuvo sus inicios en España muy posiblemente en el transcurso del siglo XIX o, más bien, a finales del mismo.
No obstante, con respecto a la costumbre de celebrar en Canarias y en España en general la festividad de los Reyes Magos siguiendo determinadas ideas foráneas cuales la de colocar el zapato en el balcón, parece que no contó con una gran tradición, a pesar de ser indudablemente el "leitmotiv", el tema conductor de la aparición de los tres legendarios coronados monarcas de Oriente que si una vez llevaron y ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra, tradicionalmente ya hubieron de hacerlo con todos los niños del mundo que los esperaban, los esperan siempre con gran ilusión.
Y durante muchos, muchísimos años se estuvo entremezclando lo religioso con lo profano en esta singular festividad. Ciertamente, desde muy antiguo y según atestiguaron algunos fidedignos y escrupulosos cronistas grancanarios cuales primero Isidoro Romero Ceballos y más tarde Eduardo Benítez Inglot o Sebastián Jiménez Sánchez, se ha venido celebrando en Las Palmas de Gran Canaria la fiesta de los Reyes con "fiestas de calle" solemnes novenarios y no menos solemnes procesiones, ello alrededor de la ermita que se conoció primero como de San Marcos, luego de Los Reyes y de San Marcos y finalmente tan solo como "de los Reyes" localizada en el extremo sur de la ciudad.
También fue por estas tierras y por mucho tiempo recordada la efeméride por un asolador "temporal de Reyes" desatado precisamente un día 6 de enero, del año de 1766 y que, parece ser se repitió posteriormente con cierta cíclica periodicidad.
Aparece asimismo escrito el dato de que en tales fiestas los camellos se traían del campo isleño para ser montados por los Reyes Magos de turno en las procesiones; y, refiriéndose la noticia al siglo XVIII, figuraban también uno o varios "tamburileros" y "clarineros", en un espectáculo cívico religioso que muy bien pudiese ser el precedente de las cabalgatas en la isla.
Luego, habrían de ir surgiendo los desfiles de los Reyes Magos, montados en sus clásicos camellos, en caballos o motorizados, precedidos de pajes y heraldos y rodeados y seguidos de vistosos cortejos cargados de juguetes para los niños que se hubiesen portado bien durante el año precedente y con sacos de negro carbón tan solo para los que se comportaran mal. Y con aquellos cortejos y desfiles la fastuosidad y parafernalia que les serían inherentes. Llegaron las Cabalgatas.
PRECEDENTES.-
El precedente, quizás único y, desde luego más inmediato de las Cabalgatas de Reyes organizadas ininterrumpidamente por la Casa de Galicia en Las Palmas de Gran Canaria desde hace ahora mismo cincuenta años, es indudable que habrá de encontrarse en aquellas, aquella fastuosa que formó parte de una Gran Fiesta Pascual de la Isla, planificadas con todo detalle por el genio del sensible artista que fue Néstor Martín Fernández de la Torre, pintor grancanario de renombre internacional en su momento y de recuerdo imperecedero entre sus paisanos.
Con respecto a lo que fueran antaño en la ciudad de Las Palmas las Fiestas de Reyes, dejó dicho el ameno y enjundioso autor grancanario Domingo J. Navarro en su celebrada obra "Recuerdos de un noventón", que, al menos hasta finales del siglo XIX "ranchos de cantadores",..."en toda la temporada de Pascuas estaba la ciudad día y noche atormentada con los que solían cantar en todas partes bajo el pretexto de pedir para las ánimas benditas"... y que "el día de Reyes había que calafatear los oídos para sufrir los infernales redobles con que la banda de tambores del regimiento felicitaba a los ciudadanos, tocando hasta que recibían la propina".
La costumbre, en principio burguesa de poner los niños el zapato en el balcón o en la sala, para que los Reyes Magos dejasen en el su regalo, se extendió con posterioridad también a las clases bajas y más menesterosas de la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX. Y a la par la altruista de reunir y adquirir juguetes y otros obsequios, principalmente a través de personas de talante y espíritu bondadosos que, de una u otra forma estuvieron repartiéndolos luego en colectivas y multitudinarias meriendas infantiles.
Porque, al menos desde las primeras décadas del siglo XX había en Las Palmas caritativas gentes de la emergente y adinerada burguesía local que se dedicaban de manera altruista a reunir sencillos juguetes para luego, en la festividad de los Reyes distribuirlos en el transcurso de alegres meriendas como quedó así indicado en algún suelto o gacetilla periodística cual aquella de "La Provincia" correspondiente al 7 de enero del año 1914 en la que se indicaba que, "como en años anteriores tuvo lugar en el jardín de la casa de don Emilio Ley Arata, el reparto de juguetes de Reyes a los niños del Asilo de San Antonio. La casa de los señores de Ley se vio muy concurrida y la fiesta resultó agradabilísima".
Y en el periódico correspondiente al día 6 de enero de 1917 se decía también que se repartirían juguetes a distintos colegios de gente humilde de la ciudad, Asilo, San Antonio, en los jardines o casa de los Ley como ya era habitual, etc.
Por cierto que, y al hilo de estas referencias que habrán de atañer a la Casa de Galicia de Las Palmas, se estuvo dando el caso de que, al igual que en los últimos precedentes años, en enero de 1936 y el señalado día 6 en el Parque de Doramas hubo reparto de juguetes a muchos niños pobres de la ciudad y aquel simpático y laudable acto fuera y fue organizado por la dama grancanaria Rosario Benítez que era entonces inspectora honoraria de los establecimientos benéficos insulares y esposa del gallego F. Carcaba director de la sucursal del Banco de España en Canarias.
Pero, claro está, para llevarse a cabo aquellos benéficos actos, es de suponer que los Reyes Magos no recorrerían las calles ciudadanas como espectáculo de cara a la grey infantil.
Aunque, hubo algún significativo precedente. Además de aquellas organizaciones benéfico sociales y casi de carácter particular, en el año de 1936 al menos, el establecimiento comercial "Casa Jorge" propiedad del comerciante Miguel Jorge Rodríguez organizó el mismo día 6, que fue un lunes, una "cabalgata de los Reyes Magos" que, bastante concurrida y a pie discurrió desde su sede en la calle Buenos Aires número 29 por un tramo de la calle de Viera y Clavijo y las de Bravo Murillo, Mayor de Triana, Malteses, Cano, Viera y Clavijo, Buenos Aires y Pérez Galdós hasta el benéfico establecimiento del Asilo de Nuestra Señora de los Desamparados, amenizado el recorrido por varias agrupaciones musicales.
Pero, las cabalgatas en sí se darían a conocer en la Gran Canaria pasado el primer tercio del siglo XX y de la mano de Néstor, el pintor
"A pesar de su pequeñez, puede guardar todo lo que anhelan y todo lo que atesoran las imaginaciones infantiles: deseos vagos, codicias sencillas, aspiraciones indeterminadas a algo que por lo pronto se cifra en un juguete, en una golosina, en un muñeco, en un gracioso e inofensivo capricho satisfecho; pero que aumentará en capacidad conforme aumente la ambición en germen, cuya medida ha colmado. ...¿Quien no recuerda como el tránsito rápido por un paraíso el paso de aquellos años en que los Reyes magos acudían a la cita de nuestra niñez sencillamente codiciosa y nos dejaban lleno de regalos nuestro zapatito?...
"Los Reyes Magos tenían para nosotros rostros conocidos y benévolos, vestíamos de galas orientales a tres individuos de nuestra mayor familiaridad. Y éstos eran los Magos que venían a custodiar nuestro sueño la noche de Reyes"...
Francisco González Díaz
"El viraje de la vida"
1913.
"Termina a xeira de Aninovo cos Santos Reises. Os Reises non acostuman a ser tan bós cos picariños da aldeia coma cos nenos que viven en vilas e cibdades. Os nenos das cibdades póñenlle seus zapatos os Reises en cuartos requentados pola calefaución. Na aldeia, cando eu era neno, deixábamos un zoco ou cicais unha cestiña, na solaina ou ao pé da fiestra. Durmiámonos co anceio da mañán seguinte, e cando ibamos a mirar na cestiña era posibel que atopásemos algunha zugadela de figos ou rosquillas, ou cicais unha onza de chiculate; pro aquil pequeno gasallo -que de iso se trataba-, facíanos tanta ledicia coma os xuguetes caros que receben os nenos ricos.
"Era a costume que o día dos Reises saísen coros de rapazas e rapaces, acompañados con panderetas e cuncas, que ían cantando os Reises polas portas...
"O coro dos Reises, pedía a venia pra escomenzar o canto: "¿Cantámoslle os Reises?".
Moitas veces, pra que non cantasen, dábaselles o aguinaldo coma prezo do silenzo. Outras veces deixábanse cantar:
"San José e mais María / eles van para Belén,
"eles van cantalos Reises, / cantémolos nós tamén".
Luis Moure-Mariño
“Entre Nadal e Aninovo"
1970.
Así se festejaban los Reyes Magos en Canarias y en Galicia, todavía sin las cabalgatas. Eran otros tiempos.
Así eran antaño y poco más o menos, la víspera o noche de Reyes y el propio día de la festividad tanto en tierras canarias como gallegas, en una modalidad convertida en costumbre entre el pueblo y que tuvo sus inicios en España muy posiblemente en el transcurso del siglo XIX o, más bien, a finales del mismo.
No obstante, con respecto a la costumbre de celebrar en Canarias y en España en general la festividad de los Reyes Magos siguiendo determinadas ideas foráneas cuales la de colocar el zapato en el balcón, parece que no contó con una gran tradición, a pesar de ser indudablemente el "leitmotiv", el tema conductor de la aparición de los tres legendarios coronados monarcas de Oriente que si una vez llevaron y ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra, tradicionalmente ya hubieron de hacerlo con todos los niños del mundo que los esperaban, los esperan siempre con gran ilusión.
Y durante muchos, muchísimos años se estuvo entremezclando lo religioso con lo profano en esta singular festividad. Ciertamente, desde muy antiguo y según atestiguaron algunos fidedignos y escrupulosos cronistas grancanarios cuales primero Isidoro Romero Ceballos y más tarde Eduardo Benítez Inglot o Sebastián Jiménez Sánchez, se ha venido celebrando en Las Palmas de Gran Canaria la fiesta de los Reyes con "fiestas de calle" solemnes novenarios y no menos solemnes procesiones, ello alrededor de la ermita que se conoció primero como de San Marcos, luego de Los Reyes y de San Marcos y finalmente tan solo como "de los Reyes" localizada en el extremo sur de la ciudad.
También fue por estas tierras y por mucho tiempo recordada la efeméride por un asolador "temporal de Reyes" desatado precisamente un día 6 de enero, del año de 1766 y que, parece ser se repitió posteriormente con cierta cíclica periodicidad.
Aparece asimismo escrito el dato de que en tales fiestas los camellos se traían del campo isleño para ser montados por los Reyes Magos de turno en las procesiones; y, refiriéndose la noticia al siglo XVIII, figuraban también uno o varios "tamburileros" y "clarineros", en un espectáculo cívico religioso que muy bien pudiese ser el precedente de las cabalgatas en la isla.
Luego, habrían de ir surgiendo los desfiles de los Reyes Magos, montados en sus clásicos camellos, en caballos o motorizados, precedidos de pajes y heraldos y rodeados y seguidos de vistosos cortejos cargados de juguetes para los niños que se hubiesen portado bien durante el año precedente y con sacos de negro carbón tan solo para los que se comportaran mal. Y con aquellos cortejos y desfiles la fastuosidad y parafernalia que les serían inherentes. Llegaron las Cabalgatas.
PRECEDENTES.-
El precedente, quizás único y, desde luego más inmediato de las Cabalgatas de Reyes organizadas ininterrumpidamente por la Casa de Galicia en Las Palmas de Gran Canaria desde hace ahora mismo cincuenta años, es indudable que habrá de encontrarse en aquellas, aquella fastuosa que formó parte de una Gran Fiesta Pascual de la Isla, planificadas con todo detalle por el genio del sensible artista que fue Néstor Martín Fernández de la Torre, pintor grancanario de renombre internacional en su momento y de recuerdo imperecedero entre sus paisanos.
Con respecto a lo que fueran antaño en la ciudad de Las Palmas las Fiestas de Reyes, dejó dicho el ameno y enjundioso autor grancanario Domingo J. Navarro en su celebrada obra "Recuerdos de un noventón", que, al menos hasta finales del siglo XIX "ranchos de cantadores",..."en toda la temporada de Pascuas estaba la ciudad día y noche atormentada con los que solían cantar en todas partes bajo el pretexto de pedir para las ánimas benditas"... y que "el día de Reyes había que calafatear los oídos para sufrir los infernales redobles con que la banda de tambores del regimiento felicitaba a los ciudadanos, tocando hasta que recibían la propina".
La costumbre, en principio burguesa de poner los niños el zapato en el balcón o en la sala, para que los Reyes Magos dejasen en el su regalo, se extendió con posterioridad también a las clases bajas y más menesterosas de la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX. Y a la par la altruista de reunir y adquirir juguetes y otros obsequios, principalmente a través de personas de talante y espíritu bondadosos que, de una u otra forma estuvieron repartiéndolos luego en colectivas y multitudinarias meriendas infantiles.
Porque, al menos desde las primeras décadas del siglo XX había en Las Palmas caritativas gentes de la emergente y adinerada burguesía local que se dedicaban de manera altruista a reunir sencillos juguetes para luego, en la festividad de los Reyes distribuirlos en el transcurso de alegres meriendas como quedó así indicado en algún suelto o gacetilla periodística cual aquella de "La Provincia" correspondiente al 7 de enero del año 1914 en la que se indicaba que, "como en años anteriores tuvo lugar en el jardín de la casa de don Emilio Ley Arata, el reparto de juguetes de Reyes a los niños del Asilo de San Antonio. La casa de los señores de Ley se vio muy concurrida y la fiesta resultó agradabilísima".
Y en el periódico correspondiente al día 6 de enero de 1917 se decía también que se repartirían juguetes a distintos colegios de gente humilde de la ciudad, Asilo, San Antonio, en los jardines o casa de los Ley como ya era habitual, etc.
Por cierto que, y al hilo de estas referencias que habrán de atañer a la Casa de Galicia de Las Palmas, se estuvo dando el caso de que, al igual que en los últimos precedentes años, en enero de 1936 y el señalado día 6 en el Parque de Doramas hubo reparto de juguetes a muchos niños pobres de la ciudad y aquel simpático y laudable acto fuera y fue organizado por la dama grancanaria Rosario Benítez que era entonces inspectora honoraria de los establecimientos benéficos insulares y esposa del gallego F. Carcaba director de la sucursal del Banco de España en Canarias.
Pero, claro está, para llevarse a cabo aquellos benéficos actos, es de suponer que los Reyes Magos no recorrerían las calles ciudadanas como espectáculo de cara a la grey infantil.
Aunque, hubo algún significativo precedente. Además de aquellas organizaciones benéfico sociales y casi de carácter particular, en el año de 1936 al menos, el establecimiento comercial "Casa Jorge" propiedad del comerciante Miguel Jorge Rodríguez organizó el mismo día 6, que fue un lunes, una "cabalgata de los Reyes Magos" que, bastante concurrida y a pie discurrió desde su sede en la calle Buenos Aires número 29 por un tramo de la calle de Viera y Clavijo y las de Bravo Murillo, Mayor de Triana, Malteses, Cano, Viera y Clavijo, Buenos Aires y Pérez Galdós hasta el benéfico establecimiento del Asilo de Nuestra Señora de los Desamparados, amenizado el recorrido por varias agrupaciones musicales.
Pero, las cabalgatas en sí se darían a conocer en la Gran Canaria pasado el primer tercio del siglo XX y de la mano de Néstor, el pintor