23 de septiembre de 2008

LA CALLE DE PÉREZ GALDÓS
Por Carlos Platero Fernández

Es curioso lo que ocurre en esta ciudad con respecto a la aplicación de distintos epónimos o aportadores de nombres a algunas de sus calles. Un ejemplo típico es el que concurre con la calle Pérez Galdós, localizada en el Distrito II de Triana, barriada homónima, que se abrió a finales del siglo pasado como prolongación de la historiada de San Francisco, actualmente General Bravo, hasta su confluencia con el Camino Nuevo o Paseo de los Castillos, hoy Bravo Murillo. El pueblo llano y sencillo que apenas lee algo más que periódicos y revistas deportivas y de las llamadas "del corazón", que nada sabe de nomenclátores ni de biografías de la mayoría de personalidades locales y foráneas que hayan tenido que ver con el pasado isleño supone, y si se le pregunta lo suelta sin más, que la rotulación de la calle Pérez Galdós es así por el escritor canario que se afincó en Madrid y allí vivió y murió; y si el interrogado conoce algo más de su biografía, más y mejor divulgada en estos últimos tiempos merced a la labor de personas de la cultura isleña como el profesor Alfonso de Armas, añade lo de que es el que se hizo famoso con unos nombrados Episodios Nacionales y distintas novelas, cuentos y obras de teatro. Pero muchos de quienes son o se tienen por intelectuales, cultos, con estudios, escritores, periodistas o artistas coinciden, y yo no sé por qué, al ser interrogados al respecto en afirmar que, en realidad, los tales conocidos apellidos se le aplicaron a la nueva vía urbana en honor a su hermano Ignacio Pérez Galdós (1835-1905) de profesión militar, que llegó a ser Capitán General de Canarias a partir del año de 1890, con residencia oficial en Santa Cruz de Tenerife.
Aquí es preciso el hacer un inciso aclaratorio pues, por el año de 1893, es decir, 10 años después de haberse rotulado oficialmente la calle dedicada a Benito Pérez Galdós, Ignacio su hermano de entonces 48 años era segundo cabo brigadier, destinado en el castillo santacrucero de San Cristóbal, sede del Gobierno Militar de Tenerife; desde donde, por cierto, ayudó cuanto pudo a los diputados y compromisarios políticos grancanarios el Viernes Santo del citado año, en un sonado episodio político social interinsular.
Y volviendo a que gran parte del ciudadano palmense supone que el nombre de esta historiada calle corresponde a este militar hermano del escritor, diré aquí lo siguiente:
¡Pues no señor!. Este error de interpretación ha sido escrito y publicado por distintos autores que de ello se hayan ocupado, aunque bien es verdad que otros, después de las investigaciones pertinentes, hayan acertado. Y la verdad es que ello ya había quedado nítidamente reflejado en el acta del Ayuntamiento de Las Palmas, de fecha de 5 de octubre de 1883 en la que, en uno de sus apartados se dice textualmente: "Acto seguido y teniendo en consideración la Excma. Municipalidad que carezca de nombre la nueva calle prolongación de la de San Francisco cuyo empalme con la carretera del Norte se ha de verificar en breve se acordó unánimemente denominarla "Pérez Galdós" en honor al eminente novelista hijo de Las Palmas y gloria de la literatura patria". Si después se ha rectificado ésto, yo ya no lo sé. Calles próximas o paseos como el de Tomas Morales se abrieron al público y rotularon más de medio siglo después.
Casi al comienzo de esta calle se alza el palacete decimonónico que uno de los hermanos Rodríguez Quegles, Domingo, mandara construir como promesa hecha a la que luego fue su esposa y que, reformado o convenientemente restaurado, en los últimos tiempos ha acogido de forma provisional al Conservatorio de Música, antes de su instalación definitiva en la cercana calle de General Bravo, esquina a la de Maninidra, edificado en el solar del antiguo convento y luego cuartel de San Francisco.
En la calle Pérez Galdós, hoy convertida en peatonal con su piso adoquinado seudo primitivo, estuvo instalado, entre otros edificios notables, el asilo de ancianos de Las Hermanas de los Desamparados e iglesia adjunta, más conocido como el Asilo de Nuestra Señora del Pino, hasta su traslado a las nuevas y acogedoras dependencias que se alzan cercanas a la entrada de Tafira Baja. Había sido construido el señero edificio según los planos del arquitecto Laureano Arroyo que se presentaron al Ayuntamiento por el año de 1893 pero que se vino a terminar en el de 1923. Hoy en día, muy reformadas o transformadas sus estructuras internas lo ocupan las dependencias del Centro Insular de Cultura dependiente del Cabildo.
Y en su confluencia con la calle de Bravo Murillo, conveniente será el recordar que se alzan sendos edificios característicos del estilo arquitectònico racionalista en las islas introducido, entre otros por los arquitectos el grancanario Miguel Martín Fernández de la Torre y su colaborador y cuñado el alemán Richard von Oppel; el uno el palacio del Cabildo Insular de Gran Canaria entre los años de 1938 y 1940, y el otro, la vivienda unifamiliar particular frontera.
También en esta calle dedicada al insigne escritor grancanario, esquina a la de Buenos Aires estuvieron las instalaciones del "Diario de Las Palmas" desde el año 1902 hasta el de 1939. Haciendo esquina a la calle de Perdomo en esta de Pérez Galdós se construyó la iglesia-convento de San Antonio de Padua o "de los franciscanos de Las Palmas", comenzando las obras en el año de 1947 merced a las limosnas y donativos de los fieles y parroquianos e inaugurándose y bendiciéndose de manera oficial el 13 de junio de 1956
Y, en fin, según en su día informó el investigador José Rivero al comentar sobre los principios del juego del golf en Gran Canaria, la tradición oral recogida por los más viejos o antiguos jugadores isleños se situaban las primeras reuniones de los entusiastas golfistas de Las Palmas en el Club Inglés, una institución ubicada allá por la década de los años ochenta del siglo XIX, en una casa situada precisamente en la incipiente calle Pérez Galdós.




LA CALLE DE PEROJO
Por Carlos Platero Fernández
Calle localizada en el Distrito III de Arenales, por la Barriada de Canalejas.
En el año de 1900 en la ciudad de Las Palmas que urbanísticamente se desbordaba por su parte norte más allá de los restos de la vieja muralla defensiva sobre lo que se trazara la calle de Bravo Murillo, ya se iba conformando el futuro distrito de Arenales que comprendía el barrio de la Plaza de la Feria con la finca de Los Tarahales, las huertas diversas, portón de El Bosque, calles y callejones de Cebrián, Murga, Los Perules, Sagrado Corazón de María y transversal de la misma y Cercados o Vega de Los Arenales casi a la vera de la marea del litoral por el este.
Por fechas de 1905 ya se proyectaba el urbanizar la finca rústica denominada Los Tarahales en los documentos de la época, comprendida en esta concreta zona del extrarradio que se conocía popularmente como Fuera de la Portada y que se componía de tierras de labranza, cuadras para ganado ovino y cabrío y algunas casas-viviendas por allí diseminadas, entre las que se contaba la de María García Valladares con una de sus alas dando a la ya citada calle de Bravo Murillo o paseo de los Castillos.
En dicho proyecto firmado por el arquitecto municipal Fernando Navarro se disponía que el ancho de la calle designada de manera provisional con la letra "e" y era la trazada como continuación de la frontera calle de Viera y Clavijo tuviese el mismo ancho que ésta, al menos hasta..."su salida sobre la prolongación de la de Cebrián" y asimismo interrumpir en la encrucijada subsiguiente los cuadrantes de las calles ascendentes para que todos quedasen al mismo nivel; y también se disponía que las casas-viviendas que en esta calle se alzasen deberían de ser, por lo menos de dos pisos. El inicial proyecto se vió mermado porque el Ayuntamiento no llevó a cabo algunas de las expropiaciones precisas de terrenos y edificaciones rústicas a los vecinos y terratenientes afectados.
En aquellos años de principios del siglo XX la idea expuesta en distintos planos y documentos municipales era la de llegar las dos calles proyectadas, "d" y "e" que muy luego se iban a rotular como de Canalejas y Perojo respectivamente, hasta la misma Plaza de la Feria; lo que si se realizó al fin con la una pero no con la otra, la "e" que quedó truncada en su avance o desarrollo por una especie de callejón o servidumbre más tarde identificada como de Núñez de la Peña y, sobre todo por la oposición de los habitantes de la antigua "ciudadela", "corral" o "portón" conocido como la calle Bosque, que todavía subsiste. En el extremo allí originado se conformó una reducida plazuela de traza triangular, de uno de cuyos vértices arrancó la calle de Pedro de Vera.
Tales han sido los orígenes de esta calle que poco después del año de 1908 fue rotulada con el nombre del político Perojo. Y de la plazuela en que se remató la nueva vía urbana, que al principio se la consideró como prolongación de ésta y veinticinco años después fue dedicada al religioso Padre Hilario.

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PLAZA DE DON BENITO
Por Carlos Platero Fernández

En el Distrito VI de Schamann, por la Barriada del mismo nombre, es la plaza por excelencia dedicada al genial escritor grancanario, de renombre universal Benito Pérez Galdós.
Por el año de 1920 gran parte de la zona de la futura ciudad Alta era una simple lometa, erial desértico en declive, de piedras, cantos rodados y tierra rojiza con escasa vegetación compuesta de tabaibas, cardones, aulagas, tuneras, etc., recorrida de lagartos. Y Apenas transitada. Y el resto estaba recubierto de tomateros y algunas plataneras que se llegaban a las fincas de Joaquín Apolinario por Las Rehoyas.
La barriada de Schamann, ya desde las dos primeras décadas del siglo XX, siguiendo para ello un plan o idea modernista, hubo de tener el embrión de su origen al pretenderse urbanizar el sector como un complejo turístico residencial y de ocio inglés según proyecto de Constant Martín de 1910 que se malogró, revertido luego en una "Barriada de Carló" que tampoco prosperó, por lo que su postrero dueño y promotor Juan Bautista Carló Guersi vendió los terrenos al comerciante grancanario descendiente de suizos Alfredo Schamann; el que, en definitiva fue el epónimo del lugar. Los terrenos comprendidos entre los barranquillos de Don Zoilo y de Viera, el paseo de Chil y las Rehoyas Bajas junto a la incipiente barriada de San Antonio se fueron vendiendo en pequeños lotes, muy poco a poco pues por lo general no seducían a nadie aquellas tierras rojizas, pedregosas y polvorientas escasas de agua; aunque, ya a partir de los años treinta fueron surgiendo algunas viviendas modestas y aisladas en su parte más alta, cercanas a “los estanques de barro” de la cabecera del barranco de La Ballena y Cuevas Torres.
El barrio alto de Schamann en sí comenzó a conformarse realmente a partir del año 1943, cuando lo del Mando Económico de Canarias. En poco más de seis meses y sobre la cresta de una ladera que descendía hacia el contiguo barrio de San Antonio, con hermosas vistas a la ciudad y al mar, en un novedoso estilo eclético y racionalista lo que se denominó barriada del Generalísimo Franco o Casas de García Escámez, con colegio y mercados públicos y que entregó a sus usufructarios el propio Capitán General García Escámez el 15 de marzo de 1945. Y, a partir de la década de los años cincuenta fue cuando, comprendida dentro de una novedosa “arquitectura de turismo” se edificó la iglesia de Schamann bajo la advocación de Ntra. Sra. de los Dolores, decorada entre los años de 1958 y 1959 por el gran pintor-muralista de Tamaraceite Jesús Arencibia. Y fue a partir de entonces cuando con la construcción de edificios emblemáticos de su entorno, por los años sesenta se creó y bautizó la Plaza de Don Benito, refiriéndose al eximio escritor grancanario.
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PLAZA DEL PADRE HILARIO
Por Carlos Platero Fernández
En el Distrito III de Los Arenales, Barriada de Canalejas.
En cuanto a esta plazoleta que al principio se conoció como de Perojo pero que luego, veinticinco años más tarde, o sea, en el año de 1933 se rebautizó con el nombre de el Padre Hilario (que algunas gentes aún confunden con un anónimo o seudo Padre Hidalgo), con dicha nueva rotulación se quiso indudablemente el honrar al religioso misionero del Inmaculado Corazón de María Hilario Brososa que por el año de 1880 llegó a Las Palmas en compañía del también misionero José María Prim y ambos estuvieron residiendo durante unos seis años en el Seminario Conciliar, dedicando todos sus afanes, unas veces a predicar misionando por toda la isla siguiendo los surcos sembrados por el beato Padre Claret años atrás, y otras a crear en el mismo seminario o en sus aledaños una escuela de enseñanza gratuita para los niños isleños pobres que ellos mismos solían recoger de la calle con mucho cariño y gran habilidad. Sin embargo, parece que aquellas labores socio-religioso-docentes no llegaron a agradar al entonces gobernador eclesiástico de la diócesis José López Martín que, en ausencia del obispo Pozuelo echó a ambos de aquellos locales. Los dos misioneros, pesarosos por el trato recibido decidieron regresar a la Península Ibérica pero, ocurrió que al despedirse de las gentes canarias que los admiraban y aplaudían en su benemérita labor, de entre ellos un comerciante local llamado Juan Ramírez López y apodado "El Manco" no solo les animó a que desistiesen de su partida y se quedasen sinó que aún les facilitó unos solares y una casa que había construido hacía poco en pleno barrio de Los Arenales para que aquí continuasen con su digna obra.
Y teniendo como firmes benefactores a personas canarias pudientes y de gran corazón cuales el citado comerciante José Ramírez y el político José Franchy Roca, fue el propio Padre Hilario el que, sin abandonar su principal labor de enseñanza gratuita acometió la tarea de construir una iglesia y un amplio edificio que iban a regir en adelante los "padritos" misioneros creados por el beato Padre Claret.

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EL PERIMETRO DE LA CIUDAD DE LAS PALMAS A FINALES DEL SIGLO XVI
Por Carlos Platero Fernández
Como ya es bien sabido, alrededor del día 24 de junio del año 1478, el capitán castellano Juan Rejón, después de haber desembarcado con sus tropas, se dice que por la bahía del Confital y concretamente por el Puerto del Arrecife, haber oído mañanera misa en las playas de Las Isletas, rocerrer los arenales bordeando las dunas y, en fin, despues de haber pernoctado en la ladera oriental de la montañeta de San Francisco, atravesó el cauce del riachuelo Guiniguada y, se dice que milagrosa o sabiamente aconsejado, levantó lo que fue campamento militar fijo, cerca de la costa, en un altozano recubierto de profusa vegetación entre la que descollaban tres airosas palmeras, por lo que a aquel blocao hecho de tapiales y maderos, recinto atrincherado, con un torreón de defensa y almacen de ármas y víveres se le denominó El Real de las Tres Palmas. Que desde el final de la conquista de la Gran Canaria, el embrión urbano del caserío formado fue la Villa del Real de Las Palmas y, a partir del año 1515, la Muy Noble y Leal Ciudad de Las Palmas, como rezó en el escudo heráldico oportuno.
Después de aquel comienzo, con el primer reparto de tierras y aguas efectuado por Pedro de Vera al finalizar la conquista, el incipiente casco urbano se fue desarrollando pronto alrededor de una sencilla ermita levantada en honor de Santa Ana y que muy pronto pasó a denominarse de San Antón, bajo la advocación de San Antonio Abad, al iniciarse los cimientos de la futura Catedral de Santa Ana o iglesia del Sagrario a la vera de la plazuela de Los Alamos, que con el tiempo ha desaparecido a causa de diversas reformas y urbanizaciones de la zona. Y la futura ciudad empezó a conformarse a ambos lados del Guiniguada, primero en la loma de las palmeras y luego por la vega adyacente que se extendía hacia la montaña de Santo Domingo y que se conoció como La Vegueta de Hernán de Porras, en donde pasó a residir la nueva nobleza o aristocracia de los conquistadores, los mercaderes y la curia eclesiástica, tales como los Fontana, Vega, Lezcano, Cerpa, Padilla, Mujica, Peñalosa, Pello, Riberol, Sotomayor, Vachicao, Vera, etc. Y, salvando el cauce del anchuroso barranco, ya a principios del siglo XVI, el nuevo barrio de Triana, más modesto, ocupado al principio tan solo por los religiosos y servidores del monasterio de San Francisco y un grupo de labradores y marineros que, parece ser, eran de procedencia andaluza.
Según el primer plano que se conoce de la ciudad de Las Palmas, confeccionado por el ingeniero italiano Leonardo Torriani alrededor del año 1590, el perímetro urbano de entonces era, poco más o menos, delimitado por una línea imaginada que, arrancando en la zona de Triana desde la entonces salida al mar de la calle hoy conocida como de Constantino en la costa Este, siguiera hacia el Sur por lo que actualmente es la calle de Francisco Gourié y, cruzando la desembocadura del barranco girara levemente hacia el SE y llegara a un antiguo reducto de defensa localizado por donde hoy es la zona oriental del Mercado de Vegueta, siguiendo la actual calle del Alcalde Díaz Saavedra y entrando en la Avenida Marítima del Sur hasta llegar al final de la muralla Este del Colegio de los Jesuitas, doblando allí hacia el Oeste, hasta donde está la clínica de San Roque y luego, otra vez hacia el Sur y SO hasta la calle de Diego A Montaude, a seguir en todo su recorrido, doblando al final en dirección Norte hasta la confluencia de las calles de Hernán Pérez con Toledo y desde allí, por la parte trasera de la iglesia de Santo Domingo, hasta la confluencia de la calle actual de Sor Brígida Castelló con la de Sor Jesus, por la Portadilla de San José y, girando una vez más pasando por donde se alza el Hospital de San Martín y lo que es la calle Jordán salir al Guiniguada por el extremo Oeste de El Toril con nuevo giro aquí hacia el Este y, poco antes de llegar a la calle de Doramas, cruzar otra vez el cauce del barranco frente al Terrero, a la altura de la actual calle del Párroco Artiles, llegándose hasta la bajada de San Nicolás y descender hasta más abajo de San Justo para girar una vez más a mitad de la calle aproximadamente en la misma dirección que la calle del Doctor Déniz, bordear el campanario del antiguo convento de la iglesia de San Francisco y por los terrenos del actual Conservatorio llegar a la calle Maninidra, girar hacia la de General Bravo y seguirla hasta pasar San Bernardo y entrando en la de Pérez Galdós descender por lo que es actualmente la calle de Perdomo y con breve giro hacia el Sur acabar enlazando con la calle Constantino en su extremo occidental. Perímetro que ciertamente muy poco se alteró en las centurias siguientes, hasta mediados del siglo pasado.
En principio, tan solo dos murallas defendían a la incipiente ciudad. La de la parte Norte, que, arrancando e un torreón con pequeña plataforma para la posible artillería, que bajaba desde la montaña de San Lázaro al Oeste, hasta el mar, por lo que se conoció como el Charco de los Abades, con un trazado igual a la actual calle de Bravo Murillo, con una gran portada de acceso a la altura del comienzo hoy del Parque de San Telmo, rematada en un torreón que se denominó luego como de Santa Ana. Y la muralla del Sur, levantada por órden del Gobernador Melgarejo alrededor del año 1530 y fue reconstruída en 1565 por el Capitán General Alonso de Ávila y Guzmán, que arrancaba en lo que hoy se conoce como Placetilla de los Reyes, en Vegueta, conocido al principio el paraje como el Campo del Quemadero y también alguna vez como el de La Cruz de la Horca y que acababa en la marina pedregosa, aproximadamente a la altura del terreno en que se enclava el cementerio Municipal de Las Palmas, con las Portadillas de Los Reyes y de San José donde se iniciaban los tortuosos caminos de herradura que conducían al Sur, posteriormente, aquella muralla se llegó hasta la Montaña de Santo Domingo al Oeste. Y aquellas dos toscas murallas de apenas tres metros de altura y no mucho grosor fueron durante varios siglos las que en verdad marcaron a uno y otro lado los límites urbanizados de la ciudad. Además, desde finales del siglo XV, construido entre los años de 1492 y 1494 bajo el mandato del general gobernador Alonso Fajardo, a unos cinco kilómetros al Norte de la ciudad existía un pequeño fuerte de planta cuadrada con plataforma para la artillería y cerca del cual había unas cuantas casas conocidas como las del Corral de Henríquez.
Allá por el año de 1599, la ciudad de Las Palmas estaba conformada por unas 58 calles, callejas, callejones, plazas y plazuelas, de las cuales más de un 10 por ciento, aunque identificadas, han ido desapareciendo por mor de diversas ampliaciones y reformas urbanísticas.