1 de mayo de 2010

de trovas y trovadores

Por Carlos Platero Fernández



En la presente ocasión pretendo acceder a la solicitud de algunos/as anónimos/as lectores/as “virtuales” de estos mis distendidos “Relatos” que de una u otra forma aplauden o critican y aún censuran y que alguno de los cuales me recuerdan que a fuer de considerarme “acanariado” no por ello olvide que, ya que en todo momento presumo de mis raíces gallegas, invoque aunque sea de cuando en cuando el mundo espiritual y material de mis ancestros.

Para ellos y como viejo rapsoda aficionado que de joven he sido, van pues los dos siguientes romances, el uno trovadoresco, en gallego clásico y el otro, jocoso y que espero que así se me entienda, en una especie de “castrapo” de feria, de las de finales del siglo XIX y principios del XX que uno conoció en su niñez.

Va el primero el titulado como “Romance de Don Gaiferos”, propio para el presente Año Jacobeo. Según cuentan las historias, este romance jacobeo es o corresponde al ciclo carolingio o medieval. En ellas se dice que Guillermo X, último duque de Aquitania una basta región histórica de Francia, peregrinó a Compostela en 1137, falleciendo ante el altar del apóstol el día de Viernes Santo de dicho año. En el famoso códice denominado “Calixtino” se cita la peregrinación del duque bajo el nombre caballeresco de Gaiferos de Mormaltán., hecho del que arrancó el trovadoresco romance que, con acompañamiento de música de zanfoña se interpreta por el Camino de Santiago y en Compostela en la actualidad y que, entre otros rapsodas eminentes del pasado supo rescatar del polvo del olvido de los siglos el gran folclorista gallego Faustino Santalices, que, acompañado de música de la zanfoña que él también revitalizó, interpretó muchas veces allá a mediados del siglo XX en el transcurso de ágapes arzobispales en palacios santiagueses y que traigo aquí como sentido homenaje a la efeméride del presente Año Santo Compostelano



I onde vai aquil romeiro, meu romeiro a donde irá,
camiño de Compostela, non sei se alí chegará.
Os pés leva cheos de sangue, xa non pode máis andar,
malpocado, probe vello, non sei se alí chegará.
Ten longas e brancas barbas, ollos de doce mirar,
ollos garzos leonados, verdes como a auga do mar.
- ¿I onde ides meu Romeiro; onde queredes chegar?
- Camiño de Compostela donde teño o meu fogar.
Compostela é miña terra, deixeina sete anos hai,
relucinte en sete soles, brillante como un altar.
Cóllase a min meu velliño, vamos xuntos camiñar,
eu son trobeiro das trobas da Virxe de Bonaval.
I eu chámome don Gaiferos, Gaiferos de Mormaltán,
se agora non teño forzas, meu Santiago mas dará.
Chegaron a Compostela; foron á Catedral,
Ali, desta maneira falou Gaiferos de Mormaltán:
-Gracias meu señor Santiago, aos vosos pés me tes xa;

si queres tirarme a vida, pódesma señor tirar,
porque morrerei contento nesta santa Catedral.
E o vello das brancas barbas caíu tendido no chan,
Pechou os seus ollos verdes, verdes como a auga do mar.
O bispo que esto oíu, alí o mandou enterrar
E así morreu señores, Gaiferos de Mormaltán.
¡Iste é un dos moito miragres que Santiago Apóstol fai ¡





(que, traducido al castellano dice así:)

Adónde va aquel romero, mi romero adónde irá,

camino de Compostela, no sé si allí llegará.

Los pies cubiertos de sangre, ya no puede más andar.

Pobrecito, pobre viejo, no sé si allí llegará.

De largas y blancas barbas, ojos de dulce mirar,

ojos tristes, leonados, verdes como agua de mar.

“¿Adónde vas, peregrino, adónde quieres llegar?”

“Camino de Compostela, donde yo tengo mi hogar.”

“Compostela, esa es mi tierra, la dejé siete años ha,

reluciente en siete soles, brillante como un altar.

Ven mi romero conmigo, juntos hemos de marchar,

yo a la Virgen canto trovas, la Virgen de Bonaval.”

“Yo me llamo don Gaiferos, Gaiferos de Mormaltán,

si ahora no tengo fuerzas, mi Santiago me las dará.”

Llegaron a Compostela, fueron a la Catedral,

y de esta manera habló Gaiferos de Mormaltán:

“Gracias mi señor Santiago, a tus pies me tienes ya,

si quieres tomar mi vida, ya me la puedes quitar,

que yo moriré contento en tu santa Catedral.”

El viejo de barbas blancas cayó mirando al altar,

y cerró los sus ojos verdes, verdes como agua de mar.

El obispo que esto oyó, allí lo mandó enterrar

Y así murió, mis señores, Gaiferos de Mormaltán.

Este es uno de los milagros que Santiago sabe obrar.





El otro, romance popular es el evocador de alguna enxebre estampa rural de la Galicia profunda del más reciente pasado, de texto para mí al menos anónimo como del pueblo que es, que fue interpretado repetidamente con singular gracejo, bis cómica y sentimiento a la vez en reuniones familiares y amicales por quien me lo facilitó, mi ya difunto hermano gemelo Fernando.



O CANTAR D E CEGO



(BERRANDO) ¡Fajan corro señores e non arrempujen, que fai un calor que abafa!... ¡Ti, rapariga, está cerca de min, que hay moito sinvergüenza do arredor!...

¡A perra jorda la hestoria completa!... (CANTANDO)

Y en la vila del Rabiño,

partido de Cortejada, habetaba un matrimonio

modelo de fé cristiana.

Y él se llamaba don Goaquine

Y su esposa doña Iana.

E estiveran nel Brasile y janaran mucha plata

Y tenían los aforos guardados en una iarca.

Vivían en una finca

de la ciudad alegada, que tenia una cancilla

de moitas afejoranzas...

(BERRANDO)

¡Oi, ti, sinvergüenza,

deixa en paz á rapariga,

que non se mete contijo!

......................................

Que barbaridade;

Que pouca aducación, hombre...



¡Ponte a outra banda de aquí!

(COMO RECITANDO)

A eso de la media noche,

cuando el jallo no cantaba,

por la puerta del gardine

los criminales entraban

y al can que estaba en la porta

y que la finca juardaba

le deron tal pontapé

que le abriron las entrañas...

Xa en el piso prencepal, la criada daba jritos,

sin que nadie le acodiera...

¡Ni los mismos angelitos!...

Aquellos hombres malvados,

cojieron a la criada,

la tiraron de los pelos,

la arrastraron por los suelos,

le quitaron las amancas,

le roubaron unas pesetas

que ella tenía guardadas...

Y no contentos con eso,

Aquellas malas calañas

la llevaron al balcón...

Y la chimpan por la ventana

indo a caer su cuerpo de fociños

donde estaba la estercada

y allí entre malos olorres

la probe entrejó su ialma...

Y van y cogen a don Guaquine

y a su esposa doña Iana,

les metieron a uno y otra en la boca

un colchón y una almohada,

un mantón de ocho puntas,

un cobertor y dos mantas...

Con una cuerda de mirtos,

les apretaron las espaldas

y allí mallaron en eles

y les escopieron en las caras

...........................................

(DECLAMANDO)

¡ Madres que tenendes hijos,!...

¡ Hijos que vais a la escuela,...!

no olvideis que es necesario,

tener siempre en casa a la suejra,

que si a las veces nos riñe,

nos araña y nos peja,

¡tambien nos juarda la casa

como un buen perro de presa!

Algo de RAPSODIAS y rapsodas (por ejemplo: yo en mis tiempos mozos)

Por Carlos Platero Fernández



Ser o no ser.-

"Existir o no existir, esta es la cuestión", decía Hamlet, creyéndose solo en una de las salas del castillo medieval de sus padres, en tanto que la bella y muy luego desdichada Ofelia, su jovencita amada, leía algún apergaminado libro en el otro extremo de la estancia y escenario. Y proseguía el atormentado joven:

"¿Cual es más digna acción del ánimo: sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darles fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza...? Este es un término que debían de solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Si, y ver aquí el grande obstáculo; porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quien, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito, de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios, cuando el que esto sufre pudiera procurar su quietud solo con un puñal. ¿Quien podría tolerar opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta, si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la muerte, aquel país desconocido, de cuyos límites ningún caminante torna, nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento?. Esta previsión nos hace a todos cobardes; así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia; las empresas de mayor importancia por esa sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. (ADVIRITIENDO LAPRESENCIA DE SU AMADA) Pero... ¡La hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones." Y así remató su soliloquio el príncipe que se hacía pasar por loco.

Aquel "Tubi o no tubi", muy macarrónicamente pronunciado, del desgraciado personaje shakesperiano, desde los tiempos de la adolescencia estudiantil, siempre me ha hecho pensar, cavilar sobre su significado, logrando que por lo menos haya yo llegado a conocer bastante bien, al menos, la trama de la obra y aún me arriesgue alguna vez a filosofar un tanto sobre lo que el autor inglés quiso decir con ello.

Resumiendo lo más posible lo que yo conozca sobre la vida y la obra de William Shakespeare por demás interesantes ambas, a pesar de persistir una especie de bruma en torno a su existencia, hoy en día ya se sabe que nació en la localidad del interior de Inglaterra conocida como de Strat-ford-on-Avón, "la tierra de Shakespeare" como actualmente asimismo se conoce a la comarca. Y fue un día 26 de abril: y que muy joven, a los diecinueve años hubo de casarse apresuradamente con su vecina la joven Anne Hathaway ya embarazada pues a los seis meses escasos tuvo, en 1583 a su hija Susana y en 1585 a los gemelos Judith y Hamlet; familia a la que muy pronto dejó el inquieto joven, trasladándose él a Londres que fue allí donde dio comienzo trabajando como una especie de factotum de una compañía de cómicos de la legua, haciendo de actor y autor dramático y contando tan solo 28 años de edad ya estuvo viajando muy pronto por todo el país y aún saliendo a fuera de Inglaterra cuando tuvo oportunidad, en animada "troupe", trabajando con su propia compañía teatral y casi siempre de forma regular en los teatros londinenses, el "Blackfriars" y "The Globe" que era de la compañía de los servidores del Lord Chambelán.

En los últimos años, no obstante se dedicó con mayor intensidad a su faceta de autor y fue cuando salieron las más destacadas obras de su fecunda y privilegiada pluma. Está documentado que en plena fiebre o inspiración, en la primera década del siglo XVII se retiró, rico y famoso a su pueblo de origen donde convivió con sus hijas ya casadas Susana y Judith hasta que falleció, en la cúspide de su gloria, a los 52 años de edad, el día 23 de abril de 1616. Curiosamente, según se dice, los mismos día, mes y año que en la Castilla imperial fenecía nuestro Príncipe de los Ingenios Miguel de Cervantes Saavedra.

Como actor, se sabe que estuvo interpretando a casi todos los personajes de su propio repertorio; por ejemplo, en "Hamlet" le encantaba el hacer el papel de la sombra del rey asesinado que se aparece a los soldados y a su propio hijo.

En cuanto a su extensa y variada obra escrita como poeta, como tragicómico o como dramaturgo, la primera que apareció en Londres firmada con su nombre fue la que comprendía el largo poema titulado "Venus y Adonis" en el año de 1593, seguida de "La violación (o el rapto) de Lucrecia" en 1594, dedicadas ambas a su mecenas y amigo Henry Wrioothesley, conde de Southampton; tiempo por el que compuso asimismo una serie de sonetos que, no obstante, no se publicarían al menos hasta unos cinco años más tarde.

Entre los años de 1589 y 1600, W. Shakespeare, en plena y fecunda fiebre creativa, escribió un promedio de dos obras dramáticas por año, aunque, a partir de la última indicada fecha fue reduciendo paulatinamente aquella especie de frenética actividad literaria, considerándose al efecto que debió de ser el drama "Enrique VIII", compuesto entre 1612 y 1613 y al parecer escrito en colaboración, por primera y última vez, la postrera de sus obras.

La tragedia de "Hamlet" fue compuesta seguramente entre los años de 1600 a 1601, como refundición de una antigua pieza escénica.

Pero, antes de proseguir, necesario es el indicar que, según opinión de algunos concienzudos críticos e investigadores de la obra shakesperiana antes de finales de aquel siglo ya se citó a un Hamlet trágico varias veces, encontrándose con un Hamlet que fue representado en 1594; y en 1596 en cierta obra se describía al demonio vagando con negras vestiduras, grave "y tan pálido como la sombra de Hamlet que tan lastimosamente gritaba en el teatro" pidiendo venganza. Según el traductor Astrana Martín, por el año de 1603 se representaba en los teatros de Alemania un drama traducido del inglés con el título de Hamlet precisamente, sugiriendo ello que algún otro autor dramático escribió el libreto antes que nuestro autor, del que éste quizás se inspirase, plagiándolo. Otros autores suponen, no obstante, que aquel Hamlet fue obra del mismo Shakespeare que lo escribió en 1598 y luego refundió en nueva versión definitiva del drama del príncipe danés.

Hamlet fue indudablemente una de las principales tragedias del extraordinario poeta y dramaturgo inglés, pasando a formar parte de sus seis más importantes que le hicieron alcanzar renombre, celebridad e inmortalidad. Aquel personaje mítico y fabuloso o real aunque arcaico o antiguo, de estirpe principesca cuya existencia se ha hecho remontar unas veces hasta mediados del siglo I de nuestra era y otras al siglo V de los remotos tiempos cuando no al X, en plena Edad Media o feudal europea, ha hecho derramar mucha tinta y sobre él se han escrito leyendas, poemas, tragedias y una ópera, además del inmortal drama shakesperiano.

Con el título original completo de "Hamlet, príncipe de Dinamarca", es clásica pieza teatral de la Edad Moderna en la que acontece en tiempos remotos feudales, en una indeterminada localidad danesa, el fantasma del difunto rey de Dinamarca se le aparece como una sombra a su hijo Hamlet y le invoca a que vengue su muerte, ocasionada alevosamente por su propio hermano Claudio que se ha casado con la reina Gertrudis, usurpando el trono. Hamlet, espantado, promete y proyecta justiciera venganza, lo que comunica a sus dos amigos de la infancia Horacio y Marcelo y simula haberse vuelto loco.

Ciertamente, según la crítica lo ha juzgado, el personaje del príncipe danés es como un espíritu metafísico en busca de una realidad segura y su mente conoce ya todos los recursos de una dialéctica propia de la época de quien escribe el libreto. Hamlet puede parecer un loco y él mismo tiene buena conciencia de ello y, por tanto, de ahí había de provenir la habitual actitud melancólica del personaje. Y, sin embargo, él no es un filósofo ni un mero contemplador de la vida que en su derredor discurre, por cuanto los problemas le son presentados con una necesidad práctica de acción puesto que debe de vengar como sea a su padre, al hermano del fratricida. Y, de tal suerte el "Ser o no ser" del razonamiento filosófico transciende a un plano moral político. El va a ser el vengador de su padre, de la honra familiar mancillada y obrará con grande y maquiavélica astucia. Sobre todo cuando consigue hablar a solas con su madre, a la que, arrepentida ella del daño que haya podido causar con su negligencia, el príncipe, con un sentimiento a la vez de piedad comprensiva, confiesa su estrategia y parte de sus proyectos justicieros más inmediatos. Ante su madre mata al servidor Polonio, que espiaba la escena y que es el padre de la hermosa Ofelia, virgen adolescente de la que el príncipe está enamorado. Ofelia es el personaje central femenino, ama a su vez a Hamlet y resulta ser el personaje shakesperiano en el que parecen estar encerrados todos los frutos de la inocencia, la gracia y la belleza núbil; criatura etérea y realista al mismo tiempo que constituye una clara representación del amor en sus varios aspectos, desde la devoción hasta la locura y que acaba resultando la víctima inocente de aquel sentimiento.

Intrigas, enredos, conjuras, perfidias, la locura repentina y el fallecimiento de Ofelia que enardece más la situación creada en el castillo, sepulcros con huesos y calaveras al descubierto, traiciones y duelos y, planeando siempre, la locura fingida, la locura real y la sed de venganza.

El final es de lo más tradicional y propio de este teatro clásico; el que tan bien supo en su día retratar en su parodia romántica "La venganza de Don Mendo" el comediógrafo Pedro Muñoz Seca a principios del siglo XX, en la que las traiciones, los enredos, las intrigas, los duelos y las muertes se suceden, con el consabido final en que, según expresión muy popular, muere hasta el apuntador.

Personalmente, yo he pasado en mi juventud muy agradables y plácidas horas leyendo gran parte de la bibliografía shakesperiana, en castellano naturalmente, sobre todo en aquellas versiones que procedían del buen quehacer del traductor Luis Astrana Marín, alguna de las que conservo entre mis libros. Y, claro está, recitando su monólogo del “Ser o no ser” con más entusiasmo que aciertos, esta es la verdad.

Todavía recuerdo lo que un buen amigo, profesor de literatura o filología inglesa me dijo en cierta ocasión al respecto y que, poco más o menos venía a decir que en la obra de William Shakespeare el verso endecasílabo destacó por su fuerza, su densidad, su registro melódico; la riqueza de las imágenes y del vocabulario que fueron inagotables y el estilo tan flexible se plegaba a la pluralidad de los temas y que en las buenas traducciones al español al convertirse en prosa poética no desmerecieron en nada.



Rapsoda, juvenil recitador de poemas.

Además de "Hamlet", en aquellos mis ya lejanos tiempos de lecturas a mansalva, apasionantes y a veces voraces y revestidas de cierto frenesí e impaciencia por conocer los finales de los temas, disfruté asimismo de la lectura de obras shakesperianas cuales "Romeo y Julieta", "Julio César", "Antonio y Cleopatra", "Macbeth", "Otelo", "El Rey Lear", Ricardo III", "Enrique VI" y "Los dos caballeros de Verona", "El sueño de una noche de verano", "La fierecilla domada" y algunos otros cuyos títulos ahora se me escapan. Pero, confieso que no todas me han gustado por igual y, realmente, a las que yo he prestado más entusiasmo y atención han sido a las de su ciclo del género de drama histórico dadas mis aficiones de siempre al tema y que, como ya dijo en su día un crítico, “a W. Shakespeare le permitieron recuperar el pasado nacional, exaltar la grandeza del presente de su época y aún meditar y hacer meditar sobre un futuro incierto pero que ya se anunciaba prometedor”. A algunas de estas obras citadas, además de leerlas, he tenido la satisfacción de poder verlas, más que en teatro, en algún teatrillo de provincias en todo caso, llevadas al cine y en televisión, en la pantalla grande y en la pantalla chica como vulgarmente se dice; claro está que con lo que ello supone y conlleva de alteraciones, omisiones, añadidos o cambios, a gusto de quienes las dirigen y también de quienes las interpreten.

Pero siempre, indiscutiblemente, de la producción literaria shakesperiana la que más me ha impresionado e interesado ha sido la de Hamlet, príncipe de Dinamarca.

Hubo un tiempo, en mi adolescencia y años mozos que, al igual que al indicado “Ser o no ser” memoricé otros trozos literarios en verso o en prosa cuales "Unha noite na eira do trigo" de Curros, "Adiós ríos, adiós fontes" de la divina Rosalía, "La canción del pirata" de Espronceda, "El Dos de Mayo" de Bernardo López, "El Piyayo" de Carlos de Luna, "La casada infiel" de Lorca, "La Nacencia" de Gabriel y Galán, "La desesperación" que se atribuye a Espronceda, "Antón y el eco" y "El conde Sisebuto" anónimos, los monólogos de Segismundo en "La vida es sueño" de Calderón de la Barca, "Noche de Reyes" de Carlos Arniches, el comienzo, solo el comienzo aquel de "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho, etc."; “El regalo de los Reyes Magos”, “El navegante solitario”, “El último canto de la cigarra”, “Los zapatos” de mi cosecha y algún que otro trozo clásico o popular más para presumir de rapsoda en las reuniones de amigos y familiares.

Y, naturalmente, al hilo de lo que estoy diciendo, aquella primera página tan bella que empieza con: "Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro", de Juan Ramón Jiménez y que memoricé siendo joven para poder recitarlo de corrido cuando, al preguntárseme mi apellido y yo darlo, se me solía mirar sonriendo, con el título de "Platero y yo" bailoteando en los labios; y que yo acababa por remachar afirmando:"¡Sí, pero yo, soy yo!"

He aquí el monólogo de Carlos Arniches:



N O C H E D E R E Y E S

(m o n ó l o g o)



(CON VOZ CONTENIDA QUE SE VA EXALTANDO)

¡Esta es la casa!.... ¡Aquí vivía él!... ¡Aquí viven los dos!

A ojos ciegos hubiera llegao... ¡Es que muchas noches en la oscuridad de mi calabozo, he visto este camino alumbrao por llamarás de calentura! Pá eso solo, pá llegas hasta aquí, quería yo la libertá...¿Pá que sino?...

¡Ye estoy libre!...¡Ya estamos cerca, Lucía!... Si; al remate llegó la hora, La hora que aguardé contando minuto a minuto los días que no acababan nunca.

Saldré, decía yo; y en cuanto salga, allí, sin torcerme ni desviarme, ¡allí!... ¡A matarla!... ¡Aunque sea en sus brazos.

En sus brazos... ¡Ojalá!. (PAUSA)

La rabia y el dolor me ahogan... Destrozaríame a mí mismo en estas ansias de muerte que me conmueven.

¡No, no es la venganza, no! ... ¡Es el querer!; Ese querer maldito que aún vive en mí y quiere tu vida; no porque no seas mía, sino por que no seas de otro, de ese otro que se atravesó en mi vida pá ser mi perdición.

¡Ella de otro!... Ella; mi afán, mi alegría, mi vida toda,... de otro.... ¡No! De otro, mientras estuve yo entre rejas, en presidio. ¡Ahora estoy libre!... ¡Libre!

Lo juré y voy a cumplirlo

(PAUSA)

Aquí está la navaja, compañera fiel que noche tras noche a compartido conmigo el ansia anhelada de este momento.

(PAUSA)

¡Pronto!...Esta es la ventana; entraré por ella pues de un golpe romperé los cristales,...¡Como un ladrón, como entró ella en mi alma pá robarme la paz de mi corazón,... pá quitarme la vía!...¡Pronto!

(PAUSA)

¡Eh!... ¿Qué es esto?... Los zapatitos de un niño...

¡Si,... esta noche es Noche de Reyes!... Los zapatitos de un niño... ¿De su hijo tal vez?...¡Su hijo!...

Pero,...¿Qué escucho ahora?... Su voz. La voz adorada que me hacía temblar de encanto...

Duerme a su hijo,... Un niño que tal vez sueña que por esta ventana van a venir y a entrar los Reyes a dejar colmada su alegría,... Como yo soñé en noches lejanas, al calor de otros brazos perdidos para siempre,... para siempre.

(SOLLOZANDO)

¡Si, madre mía, si!... ¡Tú hiciste esto!...¡Tu hiciste esto porque también velas por mí en esta Noche de Reyes,... llena de negrura y desamparo para mí!

(LLORANDO)

¡No, no puedo matarla!... ¡No puedo!

Por donde un niño espera la entrada de los Reyes para ver colmada su alegría, no puede entrar la muerte...

¡Ea!...¡Lejos de mí, arma infame ¡

Adiós, Lucía. Adiós para siempre...

Y tú, pobre criatura inocente, duerme ranquilo. Y mañana, cuando despiertes, ríe, ríe de gozo. Que los Reyes te dejan en tus zapatitos,...lo que vale más que nada en el mundo... Te dejan, la vida de tu madre. ¡La vida de tu madre!

F i n

EL PIYAYO
de José Carlos de Luna, inspirado poeta español (1890-1965)



¿Tú conoces al Piyayo,

un viejecillo renegro, reseco y chicuelo,

la mirada de gallo,

pendenciero

y hocico de raposo

tiñoso. . . ,

que pide limosna por " tangos "

y maldice cantando " fandangos "

gangosos. . . . .?

. . . . . . . .

¡ A chufla lo toma la gente

y a mi me da pena

y me causa un respeto imponente !



Ata a su cuerpo una guitarra,

que chilla como una corneja,

y zumba como una chicharra

y tiene arrumacos de vieja

pelleja.

Yo le he visto cantando,

babeando

de rabia y de vino,

bailando

con saltos felinos,

tocando, a zarpazos,

los acordes de un viejo " tangazo ".



Y el endeble Piyayo jadea,

y suda. . . .y renquea.

. . . . . . . .

Y a sus contorsiones de ardilla

hace son la sucia calderilla.



¡ A chufla lo toma la gente !

A mi me da pena

y me causa un respeto imponente.



Es su extraño arte

su cepo y su cruz,

su vida y su luz,

su tabaco y su aguardientillo. . . .,

y su pan y el de sus nietecillos:

" churumbeles " con greñas de alambre

y panzas de sapo,

que aúllan de hambre,

tiritando bajo los harapos;

sin madre que lave su roña,

sin padre que " afane ",

porque pena una muerte en Santoña;

sin mas sombra que la de su abuelo. . . .

. . . . . . .

¡ Poca sombra porque es tan chicuelo !



En El Altozano

tiene un cuchitril

- ¡ y a las vigas alcanza la mano ! -

y por lumbre y por luz un candil.



Vacía las alforjas

- que son sus bolsillos - .

Bostezando, los siete chiquillos

se agrupan riendo.

Y entre carantoñas les va repartiendo

pan y pescao frito,

con la parsimonia de un antiguo rito:

. . . . . . . .

- ¡ Chavales !

¡ Pan de flor de harina !. . . .

Mascarlo despasio.

Mejó no se come en palasio.

Y este pescaito ¿ no es na ?

¡ Sacao uno a uno del fondo der ma !

¡ Gloria pura e !

. . . . . . .

Así. . . .despasito.

muy remascaito.

¡ No llores, Manuela !

Tú no pués, porque no tienes muelas.

¡ Es tan chiquitita

mi niña bonita !. . . .



Así despasito,

Muy remascaíto,

migaja a migaja - que dure -,

le van dando fin

a los cinco reales que costó el festín.



Luego, entre guiñapos, durmiendo,

por matar el frío, muy apiñaditos,

la Virgen María contempla al Piyayo

riendo.



Y hay un ángel rubio que besa la frente

de cada gitano chiquito.

¡ A chufla lo toma la gente !. . . .

¡ A mi me da pena

y me causa un respeto imponente !



Y, en fin, este jocoso soneto del comediógrafo y poeta riojano Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873) , titulado

A LA PEREZA

¡Que dulce es una cama regalada ¡

¡Que necio el que madruga con la aurora,

aunque las musas digan que enamora

oír cantar a un ave la alborada!

¡Oh, que lindo, en poltrona dilatada

reposar una hora y otra hora!

Comer,...holgar....¡Que vida encantadora

Sin ser nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo

ya, tendido a la larga me acomodo!

De tus graves alumnos, el ejemplo

Arrastro bostezando; y, de tal modo

Tu estúpida modorra a entrar me empieza,

Que no acabo el soneto,.. de per...

Carlos Platero Fernández, en Las Palmas de Gran Canaria,

a 15 de abril de 2010