tag:blogger.com,1999:blog-26862359949547840992024-03-13T01:58:09.639+00:00Los relatos de Carlos PlateroHistorias,anécdotas y cuentosCarlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.comBlogger82125tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-85788799711924157242011-08-30T22:21:00.000+01:002011-08-30T22:22:04.685+01:00Isla de Lobos
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<br />EN LA ISLA DE LOBOS
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<br />Por Carlos Platero Fernández
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<br />Hace ya años, cuando, arrastrado por mi inextinguible entusiasmo de indagar y a ser posible luego divulgar todo lo que fuese concerniente al interesante pasado canario, andaba yo en busca y demanda de documentación varia con que reforzar unos trabajos míos al respecto cuales “La Historia de Canarias en episodios”que con prólogo de Luis García de Vegueta se me publicó aquí, en Las Palmas de Gran Canaria en el año de 1971 y el siguiente, más esmerado si cabe que titulé “Los aborígenes canarios”y trata de sus usos y costumbres según las diversas noticias hasta nosotros llegadas por diversas fuentes históricas, extenso trabajo de investigación que todavía está inédito en su conjunto aunque sí publicados hace tiempo en capítulos o amplios reportajes en la prensa local grancanaria, hube de tropezarme en más de una ocasión con citas sueltas y aún algún que otro relato acerca del islote mas bien conocido como Isla de Lobos localizado junto a la costa nordeste de la isla de Fuerteventura y enfrente a la de Lanzarote, que muy pronto encendieron mi imaginación siempre presta a ello.
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<br />Porque, citado este islote y reflejado en algún derrotero marítimo de la época ya antes de la conquista betancuriana del siglo XV, en los primeros planisferios o mapas conocidos trazado en una especie de atlas catalán figuraba con la denominación de “Megi Mari” como así se le citó al principio en aquella especie de diario con reseñas de la conquista de algunas de las islas del archipiélago por el normando Juan de Bethencourt, compuesto por los religiosos franceses Bontier y Le Verrier. Aunque, a partir de entonces ya así se la vino denominando, Isla de Lobos, como se la continúa llamando en la actualidad.
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<br />Poco después de mi primera visita a la isla de Fuerteventura, cayó en mis manos un curioso libro del que era autor aquel Julio Verne, escritor francés del siglo XIX, geógrafo de países fabulosos, creador de personajes enigmáticos, inventor de islas misteriosas y de originales máquinas, autor de extraordinarias novelas e iniciador preferido de mis fogosas lecturas juveniles de fascinantes aventuras, la mayoría de ellas encuadradas en sugeridores ambientes futuristas. Pero en aquella ocasión me encontré con que no era el tema de las surgidas de su fértil imaginación sino de las aventuras reales, de la vida misma, englobadas en el sugeridor título de “Historia de los grandes viajes y los grandes viajeros” que se publicó por primera vez en el año 1878 y en el que dedica todo un capítulo dividido en dos partes a su paisano el conquistador Juan de Bethencourt (1339-1425), si vida y su obra de conquista de las islas Canarias, siguiendo para ello casi al pie de la letra una de las versiones de “Le Canarien”, en este caso el códice favorable al parecer al caballero Gadifer de La Salle que fue compañero e inicial socio en la empresa; de cuyo texto he extraído yo los fragmentos más significativos acerca de Fuerteventura y especialmente los que conciernen a la isla de Lobos que en realidad fueron las primeras noticias fehacientes que de ella se tienen, reproducidas luego por cronistas e historiadores con más o menos fidelidad y que decían así:
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<br />“Allá por el año 1339, nació en el condado de Eu (Normandía), Juan de Bethencourt, barón de Saint-Martin-le-Gaillard. Juan de Bethencourt era de muy buena familia, y habiéndose distinguido en la Guerra y la navegación fue nombrado chambelán de Carlos VI. Tenía afan por los descubrimientos y así es que, fatigado del servicio de la coirte durante la demencia del rey, poco feliz por otra parte en el hogar doméstico, resolvió abandonar su país e ilustrarse por medio de alguna aventurera conquista”
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<br />“Hay en la costa africana un grupo de islas llamadas Canarias, que llevaron en otro tiempo el nombre de islas Afortunadas. Juba, un rey de Numidia, las había explorado, según dicen, hacia el año 776 de Roma. En la Edad Media, si se han de creer ciertas relaciones, los árabes, los genoveses, los portugueses, los españoles y los vizcaínos visitaron en parte este grupo interesante. Finalmente, hacia el año 1393, un caballero español, llamado Almonaster, que mandaba una expedición, efectuó un desembarco en Lanzarote, y trajo con cierto número de prisioneros, productos que atestiguaban la gran fertilidad del archipiélago.
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<br />“Este hecho llamó la atención del caballero normando. La conquista de las Canarias le alentó y como hombre piadoso, resolvió convertir a sus habitantes a la fe católica. Era un caballero valeroso, inteligente, recto y rico en recursos. Dejó su palacio de Grainville-la-Teinturiere, en Caux y se fue a La Rochela. Allí hizo conocimiento con el buen caballero Gadifer de la Salle, que iba en busca de aventuras. Juan de Bethencourt le refirió sus proyectos de expedición a Gadifer, y éste le manifestó deseos de ir en su compañía. Cruzáronse entre los dos muy “bellas palabras”, largas de referir, y el asunto quedó arreglado”.
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<br />“El buque del barón fue detenido durante tres días por la calma, que él lla “la bonanza”; después, mejorando el tiempo, llegó en cinco días a una de las pequeñas islas del grupo de las Canarias, la Graciosa; y finalmente, a una isla importante, Lanzarote, cuya longitud es de 44 kilómetros por 16 de latitud, teniendo casi la magnitud y la forma de la isla de Rodas. Lanzarote abunda en pastos y en buenas tierras de labor, propias para la producción de cebada. Las fuentes y las cisternas que son muy numerosas, suministran allí un agua excelente. La planta tintórea llamada orchilla crece allí en abundancia. En cuanto a los habitantes de esta isla, que tienen por costumbre ir a casa desnudos, son altos, bien formados y sus mujeres, que visten largas sayas de cuero que van arrastrando hasta el suelo son hermosas y honestas.”...Se continuaba diciendo en lo que aquí parece fue una mala traspolación del manuscrito original, del que, no obstante, yo segregué más trozos cuales:
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<br />“El rey de la isla, Guadarfía, se puso en relaciones con él y le juró al fin obediencia como amigo, mas no como súbdito. Juan de Bethencourt hizo construir un castillo, o mejor, un fuerte en la parte sudeste de la isla, dejó en el algunos hombres bajo el mando de Berthin de Berneval, hombre diligente y partió con su tropa a conquistar la isla de Erbania, que no es otra que Fuerteventura.”...
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<br />“Gadifer, falto de víveres, tuvo que regresar y marcharse al islote de los Lobos, situado entre Lanzarote y Fuerteventura; pero allí se revolvió contra él su jefe de la marina, y no sin dificultad volvió Gadifer con el barón al fuerte de la isla de Lanzarote”...
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<br />“Se recordará que Juan de Bethencourt había hecho a Berthin de Berneval comandante del fuerte de la isla de Lanzarote. Este Berneval era enemigo personal de Gadifer. Apenas había partido el caballero normando, cuando Berneval trató de ganarse a sus compañeros y consiguió arrastrar a algunos de ellos, particularmente a los gascones, a rebelarse contra el gobernador. Este, no sospechando en manera alguna
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<br />de la conducta de Berneval, ocupábase en la caza de los lobos marinos en el islote de Lobos, acompañado de su amigo Remonnet de Leveden y otros muchos. Este Remonnet habiendo sido enviado a Lanzarote a proveerse de víveres, no encontró a Berneval, porque había abandonado la isla con sus cómplices para ir a un puerto de la isla de Graciosa, donde un patrón de un barco, engañado por sus promesas, había puesto el buque a su disposición.”
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<br />“Después no escasearon los insultos al gobernador y el mismo Berneval exclamó: “Quiero que Gadifer de la Salle sepa que, si fuese tan joven como yo, iría a matarle; pero ya que por dicha suya no lo es, no quiero tomarme ese trabajo. Y si aún seme antoja, tal vez vaya a hacerle nadar en la isla de Lobos y a ver como pesca los lobos marinos”.
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<br />“Entre tanto, Gadifer y diez de sus compañeros estaban en grave peligro de morir en la isla de Lobos. Afortunadamente los dos capellanes del fuerte de Lanzarote, habiendo marchado al puerto de la Graciosa, lograron enternecer a un patrón de barco, víctima ya de la traición de Berneval, el cual les dio uno de sus compañeros llamado Ximénez, quien regresó al fuerte de Lanzarote. Allí había una frágil barquilla que Ximénez cargó de víveres; después embarcándose con cuatro hombres a Gadifer, se aventuró a ganar el islote de Lobos, que distaba cuatro leguas, en las que era preciso franquear “el paso más horrible de todos los que hay en esta parte del mar”.
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<br />“Entre tanto, Gadifer y los suyos estaban próximos a los tormentos más horribles de hambre y sed. Ximénez llegó a tiempo para impedir que sucumbieran. Habiendo sabido Gadifer la traición de Berneval, se embarcó en la canoa para regresar al fuerte de Lanzarote. Hallábase indignado por la conducta de Berneval con los pobres canarios, a quienes el señor de Bethencourt y él habían jurado protección. ¡Nunca hubiese creído que traición semejante hubiese podido maquinarse por uno de aquellos en quienes se había depositado mayor confianza! ¿Qué hacía Berneval durante ese tiempo?. Después de haber hecho traición a su señor, la hizo también a los compañeros que le habían auxiliado en sus maldades; abandonó en tierra a doce entre ellos y fuese a España, con la intención de avistarse con Juan de Bethencourt y hacerle aprobar su conducta, contándole los hechos como a él le conviniera. Tenía, pues, interés en deshacerse de testigos embarazosos y los abandonó. Estos desgraciados tuvieron al principio la idea de implorar la generosidad del gobernador y se confesaron con el capellán, que les animó a llevarla a efecto. Pero ellos, temiendo la venganza de Gadifer, se apoderaron de una embarcación y en un momento de desesperación huyeron a tierra de moros. El buque se estrelló en la costa de Berbería. Diez de los fugitivos se ahogaron y los otros dos cayeron en manos de los moros y fueron reducidos a la esclavitud”.
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<br />“El barón de Bethencourt, bien abastecido y mejor armado se hizo a la vela para Fuerteventura, donde permaneció tres meses y al marcharse se apoderó de gran número de indígenas que hizo trasportar a la isla Lanzarote. No debe de causar extrañeza este modo de proceder, que era muy natural en aquella época en que todos los exploradores obraban de esa suerte. Durante su permanencia, el barón recorrió toda la isla, después de haberse fortificado contra los ataques de los indígenas, que eran gentes de gran estatura, fuertes y muy aferradas a su ley. Edificó pues en la pendiente de una elevada montaña una ciudadela llamada Richeroque, cuyos restos se ven todavía en medio de una aldea”.
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<br />Y a este tenor continuaban las peripecias del caballero que llegó a ser proclamado como Rey de las Canarias, que ya anciano, dejando al frente de su conquistado reino insular a su sobrino Maciot de Bethencourt, retornó a sus posesiones de Grainville de Teinturiere con su mujer, joven y hermosa. Falleció por el año de 1425 y está enterrado en la iglesia de dicha población normanda, delante del altar mayor.
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<br />A mí, después de haber leído lo precedente referente a la isla de Lobos, me continuó fascinando, más si cabe la idea de indagar más en la historia de la conquista de las islas, lo que como a continuación explico fui logrando, especialmente en lo concerniente a esta minúscula isla, su historia y sus leyendas, episodios reales y misteriosos, de piraterías y posibles tesoros allí ocultos, en relatos verídicos y también de ficción, contados por gentes marineras canarias y, sobre todo majoreras.
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<br />Y la consecuencia fue que después de haber estado yo por primera vez en el pueblecito marinero de Corralejo, anhelase en mi interior el poder trasladarme al mítico islote en la primera ocasión futura que se me presentase. Seguí en el ínterin indagando, leyendo, escuchando y tomando nota de cuanto concerniese a la Isla de Lobos y sus contornos, el paraje marítimo terrestre que me tenía subyugado. Llegando así a disponer de una especie de “dossier” o carpeta archivadora con recortes de prensa, copia manuscrita o fotografiada y fichas y más fichas que por fin pude refrendar, allá por el año de 1981 y con motivo de la estancia de mi esposa y yo en Corralejo, con el deseado proyecto de desplazarnos al islote en la primera ocasión que se presentase.
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<br />Y allá que nos fuimos en uno de los vaporcitos o lanchas motoras apenas adecuados para pasaje que surcaban entonces el Río en trayectos de apenas media hora, en una apacible mañana de finales del verano, en septiembre que es cuando, creo yo por el cambio de dirección de los vientos alisios de la zona cuando más plácidamente se puede recorrer aquel reducido territorio insular de unos cinco kilómetros cuadrados de extensión poco más o menos libre de los vientos casi constantes de la zona, bañarse en las bonancibles aguas de transparentes tonalidades azul turquesa en sus reducidas y recónditas playas y caletas.
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<br />En tanto que Margarita, imitando a la mayoría de los excursionistas, gente joven por lo general que con nosotros se acaban de desembarcar en el muelle artificial de cemento y recorrieran desde allí el ancho sendero que a unos cuantos minutos de caminata conducía a la singular y acogedora playa de blancas arenas de La Caleta, se disponía a bañarse, a pasar el resto de la mañana tostándose bajo el cálido sol septembrino, yo decidí continuar el paseo iniciado, en solitario por aquel sendero pedregoso y polvoriento pero aparentemente bastante transitable que debía de formar parte de la red de caminos que recorrían en gran parte el perímetro del por lo demás desértico territorio de superficie eminentemente volcánica, recubierta en parte por raquítica vegetación a la sazón mustia y requemada por la inclemencia del estío... Entre la que fui identificando distintas matas de tabaibas, aulagas, matamoros, etc., pero ni un solo tipo de frondoso arbusto que pudiese facilitar algún asomo de sombra en las horas diarias de más calor.
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<br />También reconocí al paso huidizos lagartos y escarabajos cruzando parsimoniosos el sendero, abejorros zumbantes y saltamontes de tonos verdosos como iba a comprobar luego a la hora de un campestre almuerzo la abundancia de diversos insectos entre los que destacaban las moscas, pegajosas, pesadas y zumbonas a las que había que estar “ajuliando”, espantando o tratando de “arredar” de uno en forma constante agitando ora una ora otra las manos con el sombrero o gorra destocado y apuñado, o algún periódico o revista doblado haciendo el servicio de ventilador o apropiado “espantamoscas”.
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<br />Según ya tenía yo haber leído la fauna del islote, que en el pasado abundó en los lobos marinos que le dieron nombre y que acabaron siendo exterminados, en la actualidad se compone del petrel, la pardela chica cenicienta y el paiño común aunque yo no logré en la ocasión de mi visita avistar o cuanto menos reconocer cualquiera de dichas especies de avifauna marina que pudiesen efectuar algún corto y raudo vuelo delante de mí aunque si se podían observar en lontananza, sobre todo por los bordes del jable de dunas y los acantilados que daban al mar abierto, allá por el nordeste.
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<br />En cuanto a la fauna marina, en alguna ocasión y al respecto he oído o leído que las diferencias de salinidad y temperatura de las aguas que rodean al islote, merced a las continuas corrientes de la zona permiten la presencia en sus proximidades de diversas especies peces pertenecientes, en realidad a otras regiones atlánticas y que la parte de barlovento azotada por la mar bravía de fondo es más rica en plancton y por resultar más fría ofrece más variedad y abundancia para el pescado de las brecas, samas, bogas, etc.
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<br />En mi solitaria caminada desdoblé un ya muy manoseado pero útil plano militar del islote que había guardado previsoramente en mis pertenencias para ocasiones como la presente. Por lo que me fue fácil localizar sobre él los distintos topónimos del sitio, desde la hermosa concha que quedaba detrás a mi izquierda y que era formada por la acogedora playa semi circular de La Calera y a mi derecha unas antiguas hoyas salitrosas a las que siguieron los definidos pozos de las salinas y unas edificaciones muy elementales en ruinas o a medio construir un despejado campo de mustias plantas y flores que me parecieron un remedo de siemprevivas y, según iba andando vi unos aljibes secos y abandonados al parecer, así como tabaibas o diferentes clases de dichas euforbias, en tanto llegué hasta cerca de otros pozos de las salinas ya casi al pié de la pendiente de la caldera, resto indudable del volcán que muy posiblemente fue el origen del islote y el punto geodésico de mayor altitud de la isla, y que yo, siguiendo un estrecho sendero transitable fui bordeando hasta llegar a otro antiguo pozo de las salinas, donde hube de darme la vuelta en la caminata pues el terreno por allí se tornaba más agreste aunque, por el contrario, se disfrutaba desde él de una más amplia panorámica y, si avanzaba un poco más a mi izquierda podía descender sin grandes dificultades por una especie de barranquera hasta la misma punta o Morro Felipe, por donde me pareció distinguir las ruinas de algunas chozas habitadas acaso en el pasado por grupos de pescadores o que fueron tan solo refugio ocasional de algún pastor si es que antaño lo hubo o todavía lo había y que de alguna forma cuidaba a aquellas cabras huidizas como “guaniles” o salvajes que por aquellas soledades desérticas se observaban de cuando en cuando.
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<br />Aunque yo no alcancé a ver su interior, pienso que era aquel lugar o recóndita playa de cantos rodados el que según alguien ya me había informado único lugar en que, por su especial configuración de litoral se
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<br />Originaban y desarrollaban unas olas fenomenales muy buscadas y apropiadas para que los más arriesgados bañistas que visitaban a Lobos las “cebasen” a placer.
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<br />Después, para mi sorpresa aún pude divisar, y ya recortados por los acantilados del noroeste unas conformaciones del terreno típicamente dunares que parecían estar en continuo movimiento a causa del viento intermitente que soplaba como encajonado sobre el Río y allá al otro extremo donde parece ser que
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<br />también había varias hoyas o bolsas de tierra salitrosas y restos de aljibes y habitáculos humanos que fueron pastoriles o de pescadores y desde luego empleados para diversos usos por quienes vivieron en las
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<br />recias dependencias de la edificación más antigua de quienes atendieron antaño al funcionamiento correcto del faro de navegación marítima alzado en el extremo norte de Punta Martiño.
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<br />Y fue el momento adecuado para que por unos instantes evocase la ficha técnica, lo que yo sé, por haberlo leído y anotado en su día, acerca de el faro de Punta Martiño, uno de los más renombrados de las islas Canarias, instalado como eficaz ayuda a la navegación marítima en la Isla de Lobos, de acuerdo con una Real Orden de 1857 sobre el Plan de Alumbrado Marítimo de las Islas Canarias, sucesor del Plan General para todo el territorio nacional que había sido editado diez años antes. Y por el cual, entre otros ingenieros, el grancanario Juan de León y Castillo trazó los planos precisos en 1864 para el que resultó ser uno de los pioneros que se fueron alzando en determinadas rutas costeras del archipiélago, en estructuras que acabaron siendo clásicas que se desarrollaban en derredor o en una esquina adyacente a la torre del faro en sí, siempre de recia cantería y que fueron además de residencia para el farero de turno y su familia si la tuviese, necesarios almacenes para el material preciso del mantenimiento del conjunto mecánico-óptico del faro en sí.
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<br />Aquel que yo contemplaba allá en la lejanía y al extremo de una reducida plataforma estaba localizado al norte de la denominada Punta de Martiño, de donde tomó el nombre oficial, en el extremo del Morro Colorado, sobre lo alto del acantilado a una treintena de metros sobre el nivel del mar, teniendo por el oeste, con sus cantiles correspondientes las caletillas de El Vino y La Madera y por el este el mar abierto de barlovento, el Bajo de la Perra y el Roque del Este que cobija a la minúscula playa de la Arena, batida de continuo por las olas hoy solitaria y olvidada, pero en el pasado, por lo que se contaba, seguro refugio y escondite idóneo para los piratas berberiscos que rondaron las islas y atacaron más de una vez, inclementes sus costas. Y también apreciado lugar para carenados de los navíos de piratas y corsarios europeos .
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<br />Aunque no intenté en aquella ocasión que relato el aproximarme a la aplanada plataforma donde se alzaban a ambos extremos el faro en sí y la vivienda y almacén si sabía, por haberlo ya leído en algún sitio que ambas construcciones estaban en la línea del estilo neoclásico civil utilizado para todos los faros y dependencias afines del territorio español. Planta cuadrada o rectangular y torre octogonal con escalera de caracol interior. Lienzos de paredes y muros exteriores de mampostería repartida entre las pilastras de sillería en los ángulos o esquinas y dinteles y umbrales de puertas y ventanas, habiéndose empleado preferentemente las piedras de basalto trasladas hasta allí desde las canteras de La Vega, primero a lomos de camellos y luego en los barquillos de doble proa propios de la vela latina y al final sobre los sufridos burros de pequeña `pero resistente talla de raigambre majorera. La cal, de las propias caleras del islote, de las caleras de Fuerteventura y alguna de la vecina isla de Lanzarote. Y para los techos, puertas, ventanas, tragaluces y pisos se usó la dura madera de tea de los pinos de los bosques cumbreros grancanarios, habiendo llegado de la península y aún en algún determinado caso que sirviese de Europa toda la maquinaria, óptica e instrumentos para la precisa y necesaria luminaria para guía de la navegación marítima.
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<br />En los alrededores del aislado conjunto había restos de algunos aljibes, rudimentarios corrales y de abandonados campos que sin duda fueron huertos de cultivos porque, al menos en su primer medio siglo de existencia y funcionamiento del faro fue obligada la residencia en el remoto lugar, del farero y de la familia si la hubiese. Y tengo entendido que en este ignoto faro nació o al menos residió por algún tiempo
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<br />La madre del escritor de novelas de aventuras Alberto Vázquez Figueroa y, con anterioridad la familia de
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<br />una así mismo escritora o poeta hispanoamericana, etc., pero, claro aquello era para mi como otra historia.
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<br />En las fechas de aquella mi personal exploración del terreno ya estaban solitarias las instalaciones del Faro de Punta Martiño aunque su último titular como luego pude comprobar, continuaba residiendo en Lobos, en unas edificaciones que hacía poco se levantaran en el seno de la entrada de La Rasca, en uno de cuyos extremos estaba ya construido por medio de algunos bloques de cemento armado un espigón o muelle desembarcadero conocido como El Puertito.
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<br />Continuando con la descripción del paisaje que estaba contemplando en horas ya de medio mañana, pude observar también como se extendía el terreno más o menos llano, de entre treinta y cincuenta metros de altitud sobre el nivel del mar, hasta los bordes recortados por acantilados que descendían en rápido declive hacia playas o superficies rocosas, de lajas o marisco, lamidas ya por el continuo refluir del oleaje del mar abierto. Y en donde se insinuaban algunas minúsculas calas o caletas
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<br />Las llanuras y las colinas que se sucedían estaban recubiertas o por las dunas de blanquecinas arenas o por una vegetación raquítica que se desarrollaba más en horizontal que verticalmente, de marcado tipo desértico pero al parecer bien aceptada por las cabras salvajes o asilvestradas que dispersas por allí triscaban.
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<br />Yo que contemplaba todo aquello entusiasmado, tras mirar la hora de mi reloj de pulsera, hube de re emprender presto la vuelta del camino hasta aquella mi circunstancial atalaya seguido y llegarme a la increíble playa que en forma de herradura era La Caleta de aguas transparentes en tonalidades azul verdosas, un tanto movidas a la sazón por los rizos formados de minúsculas olas y a la sazón bastante concurrida de excursionistas que o se bañaban o se tendían al sol y entre los que se apreciaban a las mas jovencitas que practicaban la advenediza moda del exhibirse en tanga, con el pecho al aire.
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<br />Me desvestí, quedándome en el indispensable bañador o bermudas e imitando a Margarita que no parecía querer salir del refrescante líquido me dí los correspondientes chapuzones y aún nadé unas brazas, por más que de toda mi gente es sabido el que, a pesar de haber nacido en puerto demás, a la vera del mar nunca he sido muy aficionado que digamos a meterme en la mar salada.
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<br />Ya de regreso al terreno de las hoyas salitrosas donde aún se alzaban algunas chozas de los pescadores junto a un edificio a medio construir de trazado semicircular que se nos dijo que estaba previsto para una futura instalación turística, después de apuntarnos para comer en lo que era la única taberna o rústico restaurante
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<br />Un poco más allá, en la pedregosa costa ya se alzaban los rudimentos de una construcción semicircular que en el futuro constituiría una especie de sencillo parador u oficinas de turismo, con dos o tres viviendas de casas de un solo piso o terreras adyacentes, una de ellas la ocupada por la familia del que fuera último farero de Punta Martriño, Antonio Hernández Páez, conocido precisamente por Antoñito el farero y que fue el que, después del almuerzo me facilitó amablemente ciertos datos técnicos del Faro en sí y me hizo descripción, un tanto pintoresca del entorno, aunque no pudo confirmarme nada de las leyendas de piratas y tesoros que yo estaba deseando conocer, confirmar.
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<br />Supo facilitarme datos que yo apunté de inmediato en mis blocs de notas. Sobre todo del faro moderno, instalado sobre las primitivas dependencias y cuyas características, a su decir son las siguientes:
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<br />Figura en las cartas marítimas más modernas de la zona con el número internacional de D-2786 y marítimo de fomento 12140. Se trata de una torre cilindro-cónica pintada de color amarillo de unos seis metros de alta y linterna blanca, siendo su situación exacta 13º 48´8´´ longitud oeste y28º 45´8” latitud norte con una altura de toda la instalación sobre el nivel del mar de 29 m. Sobre la instalación primitiva se sobrepuso la nueva óptica y demás elementos precisos, conjunto que se inauguró oficialmente el día 7 de febrero de 1905. Este faro, según se me dijo posteriormente ha sido restaurado y actualizado y hoy en día funciona como todos los de su especie por medio de sistemas automáticos.
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<br />No obstante, y tal como renglones más arriba indico, en los tiempos de mi exploración, el farero y su familia continuaban residiendo en la isla, por la zona sur, junto al Puertito, atendiendo al restaurante existente en donde se pueden degustar a satisfacción diversos platos de pescado y mariscos “del día”.
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<br />Allí, al aire libre pero a la sombra de un toldo enramado almorzamos los excursionistas o expedicionarios del día, degustando sabroso pescado fresco con papas del país arrugadas y mojo verde, regado todo con un buen vino isleño.
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<br />El único inconveniente en aquel ágape marítimo-campestre lo pusieron las moscas que las había a mansalva y acudían golosas a nosotros después de merodear zumbonas por un cercano desagüe entre rocas marinas en donde parecía ser que escamaban y limpiaban el pescado que luego de frito nosotros degullíamos..
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<br />Aquel día, después de comer aún dispusimos de tiempo, hasta la llegada del vaporcito que nos recogería
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<br />para devolvernos al atardecer a Corralejo, para recorrer la montañeta más cercana a nosotros denominada
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<br />La Atalaya Grande, caminamos como pudimos sobre las rocas musgosas por donde había, cosa sorprendente para nosotros, unas cuantas gallinas picoteando en los mismos charcos en que nos niños vivas mustias a la sazón pero que parecían estar allí fuera de lugar y bordeando con cuidado unas pequeñas pozas al caminar sobre lajas resbaladizas y húmedas observamos que más allá había como unas lagunillas de agua del mar y una playa, pero de cantos rodados y marisco tan solo. Y enfrente de nosotros, allá en el cercano horizonte del norte la plataforma sobre el acantilado donde destacaba la maciza construcción del faro primitivo y la tortea moderna pintada en franjas rojo y blanco del faro de Punta Martiño.
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<br />Por lo que yo, con mi viejo plano militar de nuevo desplegado aún traté de localizar las posibles radas o caletas donde se decía que se habían alojado, ocultado y residido temporalmente aquellos piratas, corsarios o berberiscos que en el pasado lejano infestaron los mares canarios, ejecutando toda clase de tropelías sobre todo en las desguarnecidas costas majoreras y conejeras hasta que, en pleno siglo XVI fueron de allí desalojados por unas naves canarias armadas y bien pertrechadas de hombres que al efecto y de su propio peculio armó en corso el prohombre grancanario Bernardino de Lezcano y Muxica y que limpió por mucho tiempo el archipiélago de tan terrible plaga humana.
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<br />Y recordé que, según el investigador Alejandro Cioranescu, en dos puntos de las islas Canarias solían converger los navíos de los aventureros del mar en el tráfico de las islas, sobre todo de los piratas de los siglos más inmediatos a la conquista de las mismas y del descubrimiento de América. Por un lado la isla de Lobos, entonces desierta pero no del todo inhóspita, que ofrecía aquella ralea de maleantes un buen puesto de espera y vigilancia desde donde observar el movimiento de los distintos barcos que traficaban con las costas africanas y las naves del sur americano con independencia de las operaciones de interés local y de la pesca de cabotaje entre las islas y la costa sahariana. Por otro lado, numerosos eran los piratas y corsarios que solían navegar al pairo o a poca distancia del cabo tinerfeño de Anaga, manteniéndose en aquellos parajes por espacio de varias jornadas, acechando las entradas y salidas del Puerto de Santa Cruz, el importante tráfico de este puerto con el del Puerto de La Cruz y más allá la navegación rumbo a las Indias y aún del regreso de ellas, sobre todo a principios del crucial siglo XVIII
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<br />Y el historiador Agustín Millares Torres en su obra “Biografías de canarios célebres” en la que correspondió al grancanario Bernardino de Lezcano y Muxica, escribió que:
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<br />“Hay entre las islas de Lanzarote y Fuerteventura un brazo de mar que la separa, llamado la Bocaina, cuya extensión en su parte O. Es de seis millas de ancho y cuatro y media a su salida, o sea a su extremidad oriental. Los cabos de Pechiquera y del Papagayo en Lanzarote, y las Puntas Gorda y de Martino en Fuerteventura, forman sus demarcaciones naturales y señalan este estrecho al marino que quiera atravesarlo. Una pequeña isla, conocida con el nombre de Lobos, divide en dos partes la Bocaina. Hállase situada esta isleta cerca de la punta N.E. de Fuerteventura y mide de N. a S. dos millas y de E. a O. una y tercia. En otro tiempo, la abundancia de lobos marinos que en ella se encontraban, le dio ese sobrenombre que aún conserva. Ahora bien, en la época que vamos describiendo, era esa isla el punto de reunión de los corsarios que infestaban estos mares y en ella desembarcaban y custodiaban sus presas, componían y carenaban sus buques. Desde allí se derramaban por estas latitudes y, cruzando sin cesar en todas direcciones, conseguían casi diariamente capturar, ya una pequeña nave del país, Ya un galeón de América, ya un navío que de España hacía rumbo a las Indias. Si el buque lograba escapar a tan activa persecución, los corsarios se vengaban en los indefensos insulares, haciendo desembarcos en sus abiertas playas, proveyéndose a su costa de víveres y aguada o poniendo fuego a los sembrados y caseríos cuando se les oponía alguna resistencia”
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<br />El Bernardino Lezcano y Muxica, nacido en Las Palmas a finales del siglo XV y fallecido en la misma ciudad en el año 1553 era hijo de un vasco conquistador de Gran Canaria, “opulento en riquezas y gran patriota” como de él se dijo en alguno de sus viajes comerciales a Lanzarote y Fuerteventura fue testigo de las calamidades que aquel foco de maleantes anidado en la isla de Lobos estaba produciendo a los isleños y se propuso enmendar en lo que pudiese la lamentable situación. Viajó a Vizcaya la patria de sus ancestros y en astilleros de Guipúzcoa encargó la construcción de hasta tres naves, el de mayor tonelaje bautizado con el nombre de “Galeón Almirante” y los más pequeños el uno “Pintadilla” y el otro “San Juan Bautista” que armó con pertrechos y tripulaciones adecuadas, formando con ellos una flotilla temible poniendo a su frente al experto marino portugués Simón Lorenzo que alrededor del año 1540 hizo un detallado recorrido de reconocimiento por las costas de Lanzarote y Fuerteventura limpiando las aguas del archipiélago de forma expeditiva de los malvados piratas y deteniéndose la expedición armada con particular interés en la isla de Lobos escudriñando todos los posibles refugios en las playas y calas usadas para refugio, descanso de tripulaciones y aún trabajos especiales de mantenimiento como el carenado de los navíos.
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<br />Pero resultó que los piratas, advertidos del peligro que se le venía encima desaparecieron como por ensalmo aunque, antes de la fuga tuvieron tiempo de destruir almacenes y chozas, incendiando el resto de cuanto no se pudieron llevar con ellos, encontrándose la flotilla canaria con la soledad más completa deshabitada, desérticas sus calas, playas y hasta las cuevas que se decía había por algunas parte de las costas. Costas que también se exploraron lo mejor posible pues cundiera la noticia que luego se convirtió en leyenda, que por aquellos agrestes parajes se habían ocultado algunos tesoros producto de las rapiñas de los tiempos pasados. Tesoros que jamás se logró dar con ellos, si en realidad existieron alguna vez.
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<br />Durante largos años la isla de Lobos permaneció desierta, completamente abandonada, aunque, con el paso del tiempo volvió a ser accidental refugio de diversos bandoleros del mar, al menos hasta los primeros años del siglo XIX pues se ha contado que en 1805, unos viajeros entre los que se encontraban James Swahston escocés y Francois Gurié francés al pasar su nave a la altura del nordeste de Fuerteventura. Por la Bocaina fueron atacados por unos feroces piratas, en este caso americanos, que por aquellos solitarios parajes invernaban y que después de despojarlos de todas sus pertenencias los abandonaron en las costas majoreras de donde después de muchas peripecias se pudieron trasladar a Gran Canaria afincándose como comerciantes en la ciudad de Las Palmas y siendo aquí los troncos de importantes sagas familiares.
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<br />Aunque la isla continua siendo, por herencias y diversas compras y ventas de propiedad particular, parece ser que está en trance de su adquisición por parte del Gobierno Canario para incluir tan llamativo y atrayente paraje en un futuro Parque Natural Protegido con las Dunas de CorralejoCarlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-67014289213754532202011-04-03T17:39:00.002+01:002011-04-03T17:40:21.594+01:00BEN FARROUCKH Y LOS MAGHRUINOS.Cuando el poderío musulmán se extendió tumultuoso por mas del medio mundo conocido entonces se tambalearon anteriores civilizaciones y los árabes absorbieron culturas arcaicas, inyectándolas con sus innovaciones religiosas, militares y culturales. <br /><br /> Ellos conocieron las Canarias, tanto a través de escritos legados por Grecia y Roma como merced a la proximidad real de sus costas. Y con frecuencia se ocuparon de las islas.<br /><br /> I n v a d i d a y conquistada la Península Ibérica, los musulmanes mantenían una fuerte escuadra armada capaz de defender sus dilatadas costas atlánticas y mediterráneas de saqueos de piratas, algaradas de cristianos y sorpresas piráticas de normandos. <br /><br /> Aquella escuadra también servía para estrechar los vínculos de raza, religión y costumbres entre los árabes españoles y los de África.<br /><br /> Febrero del año 999. El capitán árabe Ben Farrouckh se hallaba en el estuario de Lisboa vigilando con su potente navío los movimientos de los audaces piratas normandos y hasta él hubieron de llegar reiteradas noticias acerca de la existencia de unas islas llamadas Afortunadas, hacia las costas líbicas, por donde se levantaba el monte Atlas. <br /><br /> Deseando conocerlas y aprovechando un viento que sopló favorable, hizo rumbo en su dirección y a los pocos días descubrió la isla de Canaria, en cuya rada de Gando echó el ancla; afirmando los cronistas que citan y comentan el episodio, ser la dicha fecha cuando recibió este paraje canario su nombre actual que significó “roca” o “montaña rocosa”.<br /><br /> Al frente de ciento treinta hombres atravesó Ben Farrouckh la isla de Sureste a Noroeste, venciendo para ello los obstáculos casi insuperables que ofrecían el continuo,y enmarañado bosque desarrollado desde las mismas orillas del mar hasta las más elevadas cumbres por lo que los expedicionarios la definieron como la de las selvas tenebrosas.<br /><br /> Parece que los indígenas, cuyo número no era muy crecido sin duda entonces, si nos atenemos al estado inculto del país, se hallaban ya un tanto familiarizados con la presencia de extranjeros, porque los árabes españoles y africanos solían frecuentar sus costas y dejar olvidados en ellas a alguno de sus tripulantes. Esta circunstancia favoreció al atrevido capitán que pudo llegar, sin otra oposición que la ofrecida por la Naturaleza, hasta las llanuras de Gáldar, en donde residía ya entonces el rey de la isla con sus consejeros; y a quien allí, por medio de intérpretes, le manifestó que, enviado por un poderoso monarca a aquellas remotas playas arrastrando grandes peligros venía para solicitar su amistad y alianza, pues deseaba que se entablasen desde aquel día benévolas relaciones entre ambos soberanos.<br /><br /> Guanariga, que este era el nombre del jefe isleño según dice la crónica, oyó con orgullosa satisfacción tan inesperada solicitud y llevando a los audaces árabes a su propio palacio adornado con flores y hojas de palma les obsequió con una abundante comida compuesta de leche, frutas, carnes y harina de cebada que eran los productos naturales fundamentales de su parca cocina aborigen.<br /><br /> Desde Canaria dirigió Ben Farrouckh su rumbo hacia el Poniente y reconoció cuatro islas más que designó con los nombres de Ningaria, Aprósitus, Junonia y Hero, de las cuales la primera tocaba a las nubes, la segunda era pequeña y se levantaba muy cerca de la anterior, estando las dos restantes más distantes, siendo Hero la más occidental.<br /><br /> Retrocediendo luego el capitán árabe hacia el Naciente encontró las islas Capraria y Pliutana que se alzaban ya frente a las costas de La Mauritania y, con todo lo cual, dio por terminada la curiosa exploración, regresando a la Península Ibérica en el mes de mayo del mismo año del marítimo periplo.<br /><br /> De las observaciones que el caudillo árabe recogió durante tan audaz viaje, resulta comprobado que en las islas de Canaria y de Capraria vegetaban algunas tribus de aborígenes regidas por jefes determinados, siendo en la de Capraria independientes y varios que se hacían entre si crudas guerras o peleas; que en Ningaria existían quince distritos aunque todos subordinados a un solo jefe, como en Canaria, que ejercía sobre ellos un poder absoluto. Y que las islas en donde se presentaban mejores vestigios de cultura eran Canaria y Tenerife, lo cual se revelaba tanto en la afabilidad de sus moradores como en sus instituciones civiles y religiosas.<br /><br /> Estuvieron facilitando algunas noticias más los escritores árabes, haciendo expresa mención de las islas a las que denominaban Al-Kaledat, o sea, Eternas. Y fue el célebre escritor Edrisi el que relató más cumplidamente algunos seudo episodios cuales aquel que narró la expedición salida de Lisboa por tales épocas todavía remotas, con el objeto de desentrañar algo más los misterios que para ellos ocultaba el Océano.<br /><br /> El célebre escritor Edrisi habló extensamente acerca de las islas; él fue quien primeramente relató una expedición salida al efecto de Lisboa por aquellas épocas remotas con objeto de penetrar los misterios que ocultaba el océano.<br /><br /> Se refirió a ella de la siguiente forma:<br /><br /> Salieron los Maghruinos de Lisboa, deseosos de averiguar los arcanos del Atlántico y sus límites. Reuniéronse previamente en número de ocho, todos primos hermanos. Y después de haber construido un buque al efecto, se embarcaron llevando agua y víveres en abundancia para prolongar<br /><br />su navegación muchos meses, dándose a la vela al primer soplo del viento del Norte. De este modo navegaron once días, poco más o menos, hasta llegar a una parte del océano cuyas aguas espesas exhalaban un olor fétido, ocultando numerosos arrecifes casi a flor de agua. Temiendo naufragar, cambiaron el rumbo y se dirigieron al Sur durante doce días, abordando por fin a l a i s la de los Carneros, así llamada por los abundantes rebaños que allí pastaban sin que nadie los guardase. Al desembarcar en esta isla encontraron un manantial de agua cristalina e higueras salvajes. Cogieron y mataron algunos carneros cuya carne era tan amarga que les fue imposible comerla, de modo que solo aprovecharon las pieles, Seguidamente navegaron varios días más, descubriendo al fin una isla que parecía habitada y en cultivo, a la que se aproximaron para averiguar lo que hubiese de curioso en ella, pero de pronto se vieron rodeados de lanchas, quedando todos prisioneros y siendo conducidos a una población que se levantaba a orillas del mar. Lleváronlos para mayor seguridad a una casa en donde había hombres de gran estatura, de color rojo y caldeado y cabello lacio y mujeres de extraordinaria belleza. En aquella casa estuvieron t re s días y llegando al cuarto se les acercó un hombre que hablaba l a lengua árabe.<br /><br />-Salud, extranjeros . ¿Quien sois vosotros ?. . .<br /><br /> Los Maghruinos contemplaron admirados a aquél que los interpelaba<br /><br />-¿ Cómo? . . . ¿Hablas nuestra lengua? . . . ¿ Eres acaso nuestro hermano y estás también prisionero?. . .<br /><br />-Soy natural de este país, pero conozco vuestro 1enguaje pues otros extranjeros han estado aquí antes. Pero, contesta ami pregunta.<br /><br />-Somos árabes de Lisboa. Todos descendientes del Gran Salem Al-Medick .<br /><br />-¿Y a que habéis venido a esta tierra? . . .<br /><br />-Salimos de nuestra patria con deseo de conocer parte del mundo desconocido.. . Y los vientos nos<br /><br />trajeron hasta aquí.<br /><br />-Bien. Pues ahora, nuestro señor el guanarteme quiere conoceros y hablaros; pero nada temáis de él, que es noble y generoso.<br /><br /> Dos días después eran l os extranjeros presentados al rey del país, quien los trató al principio benévolamente.<br /><br />-¿Conque, sois árabes de lejanas tierras? . . . Pregúntales, Guaniter, que fines persiguen.<br /><br /> Uno de los Maghruinos, al ser traducida la pregunta, contestó:<br /><br />-Ya lo dijimos el otro día, ! oh, intérprete! . . . Nos hemos lanzado al mar con el deseo de averiguar lo que en él de raro y curioso pueda haber, así como para intentar conocer sus límites.<br /><br /> Cuando el guanarteme escuchó la traducción de la respuesta del árabe, soltó a reír . Luego habló al intérprete:<br /><br />-Dile a esa gente que mi padre envió en otro tiempo a algunos de sus esclavos a reconocer el océano y en habiendo embarcado y navegado durante un mes, les faltó la luz de los cielos, viéndose obligados a renunciar en su inútil tentativa. Diles también que aquí serán tratados con cariño, porque deseo que formen una buena opinión de mi carácter y del de los nuestros.<br /><br /> Y así fue hecho, en parte. Volvieron los árabes a su prisión y allí permanecieron hasta que, soplando vientos del Oeste, se les vendó los ojos, los colocaron en una lancha y les obligaron a bogar durante largas horas.<br /><br /> Continuando de este modo tres días y tres noches llegaron a una tierra en donde fueron desembarcados con las manos ligadas a la espalda y se les abandonó en el más triste y lastimoso de los estados, en la orilla. Así permanecieron hasta el amanecer, atormentados con las ataduras que les atenazaban los brazos. <br /><br /> Y entonces, oyendo cerca risas y voces de hombres, comenzaron a gritar:<br /><br />-!Auxilio! . . . !Socorro! . . .<br /><br />-!Aquí, aquí!. . .<br /><br />- !Ayuda, por Alá! . . .<br /><br /> Las voces de los viandantes se aproximaron.<br /><br />-Pero, ¿qué es esto?. . . ¿Cómo aparecen así estos hombres?. . . Ayudémoslos, desatándolos primeramente.<br /><br /> Los habitantes de aquellas tierras, viendo a los extranjeros en tan miserable estado, les prestaron la ayuda que necesitaban, haciéndoles así mismo diferentes preguntas; a las que contestaron ellos con la relación de su viaje y sus desventuras.<br /><br /> Aquéllos que tan caritativamente socorrieron a los Maghruinos eran bereberes y uno de ellos les dijo al fin:<br /><br />-¿ Sabéis vosotros a que distancia os encontráis de vuestra patria? . . . Entre este lugar en que nos hallamos y el vuestro hay dos meses de camino.<br /><br />- ! Oh , Alá! . . . ! Wasafi !. . . ! Wasafi !. . . ! Wasafi !. . .. .<br /><br />El repetido lamento quería decir: !Ay de mí! . -Y desde entonces se conoce el lugar en que dejaran a aquellos árabes los canarios, con el nombre de Asafi o Safi. Este puerto está situado al extremo de Occidente en la costa africana.<br /><br /> Tal fue el episodio de la llegada de los Maghruinos de Lisboa al archipiélago canario. Varios autores lo citan, aunque hay investigadores en la actualidad que dudan mucho de esta visita hipotética y prescinden de relato tan pintoresco que de las islas y su guanarteme y habitantes se hace, así como de las lanchas y barcas, que todavía no se ha logrado probar usasen ni conociesen los isleños.<br /><br /> Por último, aún debemos de añadir que tanto en la narración de la expedición de Ben Farrouckh como en la del accidentado viaje de los árabes lisboetas se trasluce el sabor de escritos latinos copiados libremente.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-39045519467022641282011-04-03T17:39:00.001+01:002011-04-03T17:39:30.019+01:00MiedoUn cuento o relato de los tiempos idos, de Carlos Platero para Princesa (moreply-comment@blogger.com) que, aunque en diferentes épocas, bien se observa en sus atinados escritos que ha viajado por esos entrañables rincones siempre evocados de la Galicia Profunda. Con afecto y la morriña de siempre, agradecido de sus parabienes y familiares evocaciones.<br /><br /> <br /><br /> La luz de tonalidades rojizas, procedente de las llamas que bailoteaban consumiendo unos trozos de leña seca en el centro de la gran piedra del lar recortaba las siluetas de la joven pareja que, apoyada en el quicio, bajo el dintel de la puerta de entrada dividida horizontalmente en dos mitades trataba de apartarte de ella lo más posible pretendiendo con disimulo continuado el confundirse con las tinieblas nocturnas del exterior.<br /><br /> Dentro de la ahumada cocina, alrededor del fuego de la lareira se hallaban sentados en sendos tallos o taburetes unos y otros en el asiento alargado del fondo, un viejo de patriarcales barbas que hablaba pausado, chupando al mismo tiempo la colilla de lo que había sido un cigarro de tabaco liado a mano, su mujer, de mirada velada y ausente, también muy anciana, arrebujada en un grueso mantón, otra mujer, de vestidos oscuros, más joven pero que ya se la adivinaba canosa pese al coloreado pañuelo que medio le cubría la cabeza, el fornido hombretón ya mayor que era su marido, con boina a la cabeza y chaleco de pana sobre la remendada camisa burda de lino, que con mano de áspero roce acariciaba a una niña pequeña que dormitaba sobre su hombro al tiempo que de cuando en cuando con algún gesto trataba de aquietar a los dos rapaces un poco más mayores que la niña y que, a pesar de prestar como todos los demás oído a lo que el viejo petrucio, en medio de grandes pausas estaba relatando, de cuando en cuando y con disimulo se pegaban pellizcos y empujones entre sí, retozones como las crías del ganado que rumiaba en la adyacente cuadra.<br /><br /> Casi todas las noches, sobre todo en las largas del invierno después de haber atendido la familia a la hacienda, haber cenado y si acaso rezado alguna apresurada oración en común, hubiese o no vecinos como visitantes nocturnos, cuando las horas transcurrían lentas y la oscuridad traía al frío en el exterior, se repetía poco más o menos la misma o parecida escena alrededor del lar de la cocina en la casa de labranza de José de Liñares. Y en muchas ocasiones, fuese el abuelo o alguno de los vecinos que por allí recalase el tema más tocado era el de las apariciones de almas en pena, de encantamientos, de cuentos de misterio y lúgubres episodios antaño acaecidos y a que tan dados fueran siempre los paisanos de la montaraz comarca.<br /><br /> También la juvenil pareja que permanecía un tanto alejada del grupo, en la entrada de la vivienda, hablaba de lo mismo.<br /><br />_ No debiste de reírte así como lo has hecho, de las cosas que cuenta el abuelo, Nicolás. - decía en un susurro la moza con claro acento de reconvención, en tanto que miraba una vez más en derredor hacia las tinieblas de la anochecida con un estremecimiento - A mí todo eso me da no sé qué,... Algo de miedo.<br /><br /> El joven, con gesto jactancioso, quería tranquilizarla.<br /><br />_ ¡Bah!... No me irás a decir ahora que tú crees del todo en esos cuentos de apariciones, ¿eh? ... ¿ De meigas, la santa compaña, la gallina con sus polluelos y demás bobadas?.<br /><br />_ No; no, yo no creo, que bien dice el señor cura que eso son mentira...Pero,...¿y si algún día se me apareciese algo de eso?. Te juro que a mí nunca me ha gustado el caminar de noche por el monte, entre los pinares o los tojales, ¿sabes? Y, mucho menos el pasar por junto al cementerio de la iglesia en horas de la noche.<br /><br />_ Escúchame una vez más, rapaza...Y volvía a cogerla cariñoso por los hombros, añadiendo con firmeza: - Las personas que seamos o nos consideremos como sensatas no podemos creer en esas tonterías de fantasmas y meigallos, como bien nos lo ha dicho muchas veces el maestro castellano. Puede que haya que comprender en cierta manera a nuestros abuelos y aún a nuestros mismos padres, que han vivido, que se han criado en unos tiempos de más incultura...Pero, nosotros, que hemos ido a la escuela, que sabemos leer y escribir... ¡Bah! Quisiera yo que en alguna ocasión se me apareciese algo, se me presentase un fantasmita o lo que sea, que ya verías tú como lo pongo de vuelta y media.<br /><br /> Y, después del bravucón monólogo, se esponjaba el mozo medio abrazando a la moza, que allí a tales horas no se le resistía y lo escuchaba no sin sentir admiración hacia él.<br /><br /> Permanecieron ambos silenciosos un cierto tiempo.<br /><br /> Dentro de la vivienda, el abuelo había dado fin a las narraciones y decires y haciendo algún ademán de bostezo e irguiéndose, cogiendo con trémula mano el encendido candil de gas que reposaba sobre la artesa ante la boca del horno se encaminó con pausado andar hacia la rústica escalera que en un rincón conducía al cuarto comunal.<br /><br /> Hecho usual que valió para que los demás contertulios se fueran levantando para imitarle.<br /><br /> La madre llamó a la joven que se apoyaba en el quicio de la puerta de entrada:<br /><br />- ¡Olga!... Que nos vamos a la cama, que ya es hora.<br /><br /> Por todo ello comprendió el mozo que había ya que retirarse. Y después de aparente y silenciosa resistencia por parte de ella la se besaron larga y repetidamente. Luego, con un "¡buenas noches!" dirigido a todos, Nicolás se despidió y se internó de improviso en la oscuridad reinante, en tanto que a sus espaldas se atrancaba la puerta de la vivienda de su novia o pretendida.<br /><br /> <br /><br /> Era Nicolás, el de Otero un robusto mozancón de veintitantos años de edad, con cultura básica adquirida no solo en la escuela local sino con algunas lecturas recomendadas tanto por el señor cura como por aquel maestro, viejo castellano que se había encargado de escolarizar a los niños del contorno; que ya había cumplido la "mili" en la ciudad por lo que acrecentara en algo sus saberes por lo que, pese a su juventud ya iba siendo tenido por hombre sabido en el contorno. Y que, como labrador que era, trabajando en la cumplida heredad paterna, se hacía proyectos de casarse con Olga a no tardar mucho, a la que pretendía desde hacía tiempo con la aquiescencia de sus futuros suegros. <br /><br /> El joven, poniéndose al lado del cura párroco, del maestro y de algunas otras personas más o menos aculturizadas como él, renegaban cuanto podían de las creencias ancestrales de sus convecinos, considerando a la mayoría de las noticias extraordinarias que se relataban en las noches invernales al pie de los sacros fuegos de los hogares aldeanos como patrañas y fantasías. Nicolás se reía de aquellas leyendas tenebrosas y supercherías y aún le gustaba el decir siempre a viva voz que de tropezarse él con alguna aparición del Mas Allá si podía le daría su merecido para que no volviese a asustar a las gentes crédulas y sencillas de aquellos lugares.<br /><br /> En aquella noche de principios de invierno caminaba Nicolás en demanda de su propia aldea que estaba un poco distante de la de su novia, sin mayores aprensiones por la hora, próxima a la medianoche y sin tampoco preocuparle en demasía lo oscuro y sombrío de su camino que él conocía perfectamente. Iba un tanto ensimismado, entremezclando en su mente diversas ideas que tenían que ver con el futuro presentido a compartir con Olga y con retazos del recuerdo de las supercherías aldeanas acabadas de oír del viejo abuelo. Y haciendo entre sí proyectos alagüeños de venturoso porvenir presentido, desplazándose con familiaridad en la oscuridad reinante por caminos de sobra conocidos, fue el joven adentrándose por el frondoso pinar de El Pedroso y hasta un buen trecho no vino a caer en la cuenta de lo denso de la negrura nocturna al deslizarse entre los árboles.<br /><br /> Mala fama tenía desde siempre en el contorno el dichoso pinar y tojal pues, comúnmente en las largas noches de invierno, al calor de las llamas de los hogares aldeanos, los más viejos solían contar extrañas y aprensivas leyendas de aquel tenebroso paraje. Personas esfumadas entre su fronda en tiempos pasados... Apariciones de almas en pena, ululantes, muchas de ellas convertidas a su vez en muy diversos tipos de animales... Hasta se susurraba con estremecimientos medrosos que en varias ocasiones se vio cruzar por las noches y cerca de la madrugada hileras de misteriosas y fantasmagóricas luces... Las gentes supersticiosas juraban y aseguraban que se trataba de procesiones de la santa compaña, congregaciones de almas que venían de cuando en cuando del Mas Allá y que por sus pecados terrenales o haber muerto sin confesión estaban condenadas a errar eternamente, si antes no conseguían que otro mortal se agregase a ellas y así liberarse una a una y de tal forma habían de proseguir hasta el fin de los siglos.<br /><br /> En oyendo hablar de la santa compaña, de las almas de los inconfesos, de los esqueléticos difuntos y de sus bailoteantes luces y sus tenebrosos cánticos, los rostros de las gentes cobraban medrosa seriedad y de poco valían los razonamientos de las pocas personas cultas y sensatas que combatían tales patrañas y entre las que se encontraba Nicolás el de Otero, el que siempre solía añadir aquello de que le gustaría encontrarse de frente con alguna de aquellas apariciones si fuesen verdad, que ya sabrían lo que era bueno. <br /><br /> Pues en aquella particular noche invernal, oscura y fría, pudo al fin ver cumplido gran parte de aquel su reiteradamente expresado deseo. <br /><br /> Nicolás al cabo de un rato de haberse internado en el ominoso pinar, al fin se detuvo un instante al advertir que efectivamente estaba muy adentrado en la zona boscosa de tenebrosa fama. Todo estaba oscuro pues ni había luna y las estrellas apenas se distinguían por entre el ramaje donde las nubes no velaban el firmamento, merced acaso a una ligera brisa que se había levantado y se iba insinuando con misteriosos murmullos.<br /><br /> "¡Que negro está este monte!", pensó el joven por un instante y reanudando la marcha; poniendo, eso sí, mayor atención en su rápido desplazamiento por el sendero que seguía y que conocía suficientemente. "Buena noche para los que creen en las apariciones y meigallos", volvió a decirse entre sí, sonriéndose con ironía. Aunque, ciertamente y sin él mismo percibirlo con claridad, comenzando a sentir una ligera e imprecisa inquietud que se fue agudizando a medida que avanzaba con más atención a procurar no tropezar con algún tronco, con algún espeso matojo o alguna piedra inoportuna.<br /><br /> La fuerza del viento iba en aumento y a su impulso las copas, las ramas de los pinos al moverse rítmicamente parecieron dar comienzo a una melancólica y tristona música susurrante. Y una serie contínua de misteriosos chasquidos cuyas causas Nicolás trató de descubrir razonando para sí mismo posibles naturales causas. Pero nada de lo pensado para el caso le convencía del todo. Y seguía prestando mayor atención al constante y cada vez más creciente rumor de los pinos que le parecía que ya interpretaban fantásticas músicas sinfónicas al rozarse las ramas unas contra otras.<br /><br /> Si. Nicolás el de Otero se sabía valiente, era valeroso y nada debería de asustarlo, pero a su pesar ya iba caminando receloso, con el oído atento y notando la enervación de sus nervios.<br /><br /> ¿No eran sigilosos pasos aquellos chasquidos como acompasados que le pareció oír en un momento dado como detrás de sí?<br /><br /> Se detuvo una vez más, prestando el oído atento. El silencio, en aquel momento, a excepción del murmullo de los árboles, era casi completo, por lo que, tras andar unos metros más con paso cada vez más rápido, como quiera que aquello que le parecieron suaves pisadas o lo que fuese se percibían igual con claridad, acabó plantándose decidido en mitad del camino que seguía y alzó la voz:<br /><br />_ ¿Quien va?<br /><br /> Solo un como ligero eco respondió a la pregunta y el mozo, procurando tranquilizarse prosiguió la marcha deseando encontrarse ya fuera del boscoso paraje.<br /><br /> ¡Demonios!... Los pasos o lo que fuese seguían oyéndose perfectamente detrás de sí.<br /><br /> "¿Sería algún vecino o conocido que sabiendo de su ruta pretendía gastarle alguna broma?"... Porque, imaginar que pudiese ser algún salteador de caminos, de aquellos que solían evocar las gentes medrosas, no le parecía fuese cierto. Porque, además, si fuese alguien con el fin de asaltarlo, ya podría haberlo hecho, o al menos intentado, que tiempo había tenido desde que se internó en El Pedroso. No obstante, como precaución ante aquella remota posibilidad, pensó en detenerse y tratar de guarecerse, de refugiarse de alguna manera pegado al muro que había a trozos por allí, que bien pudo tantearlo más que verlo. Y además, si preciso fuese, coger del mismo alguna piedra con que defenderse de cualquier amago de ataque.<br /><br /> Agarrado a las musgosas piedras escuchó en medio de la oscuridad pero no percibió ya los pasos aunque si empezó a oír unos indefinidos sonidos como monótonos y tenues pero que acabaron por hacerle encoger el ánimo. Todavía lejanos unos sones que vibraban como los golpes dados a un tambor. Un tambor fantástico acaso percutido por huesos, llegó a pensar con un resquicio de su ironía habitual. Huesos humanos de esqueletos que buscaban aquella noche un trágico y fantasmagórico destino.<br /><br /> Pom,... pom-pom... Pom,... pom-pom...<br /><br /> "¡Vaya! - pensó Nicolás en plan jocoso, pretendiendo no dar entrada al temor creciente que amenazaba invadirlo- Estaría gracioso que, a pesar de todo, sea cierto algo de eso de la santa compaña y le dé ahora el pasar por aquí". Pero a pesar de la pretendida jocosidad de su pensamiento y el fugaz recuerdo de las muchas bravuconadas soltadas en todo momento al respecto en aquellos momentos no las tenía todas consigo.<br /><br /> Y casi a continuación, tornó a reflexionar: "¿Que dirían mis paisanos si me viesen aquí y ahora?"... ¿El, que tanto solía presumir de no creer en supercherías aldeanas, ocultándose, amparándose contra un muro al sentir cualquier ruido extraño o desconocido?<br /><br /> "¡Vamos, hombre!" - terminó diciéndose para darse ánimos - "Adelante y sin temor y ¡Que sea lo que Dios quiera!" ... "¡Al que me dé con un palo le doy un duro!"- Y lanzó al aire una especie de prolongado alarido de tonos ancestrales, tal vez más para darse ánimo que para pretender asustar o atemorizar al presunto o presuntos atacantes.<br /><br /> Reanudada la marcha, a medida que avanzaba parecíale percibir con mayor intensidad el monótono redoble de tambor, por lo que de nuevo detenido se inclinó tratando de recoger alguna piedra adecuada como arma con que defenderse contra cualquier clase de peligro. Como ya se alejara de aquel protector muro al que se arrimara minutos antes, tanteó el suelo con ambas manos y... ¡Un escalofrío aprensivo recorrió toda su espina dorsal al tiempo de que sentía como si literalmente todo el vello de su cuerpo se le erizaba!<br /><br /> Había tocado una cosa blanda, suave y peluda que se movía a sus pies. Exhaló un agudo respingo e irguiéndose rápido se puso a correr lo más velozmente que pudo. Ya un tanto fuera de sí, no pensó en aquellos momentos más que en alejarse del fatídico lugar, saltando el muro de construcción intermitente sin tocarlo, esquivando instintiva y milagrosamente los troncos de los árboles, librándose exasperado de las zarzas y los tojos y los helechos que pretendían atenazarlo y frenarlo en su carrera, que lo arañaban, desgarrándole las ropas con sus pinchos. En más de una vez estuvo en un trís de caer, de chocar contra lo que fuese...<br /><br /> Cuando al fin se detuvo sofocado y jadeante, a pesar de lo frío de la hora el sudor corría por su cuerpo, empapándole las ropas. Temblaba de pies a cabeza y con su alocada mirada pretendía taladrar la oscuridad que lo envolvía, en la que se hallaba inmerso. Sobreexcitado en aquellos momentos si creyó el joven aldeano en todo aquello de meigas, encantamientos y apariciones que se contaban en la comarca. Y, ya en medio de su creciente terror notó que algo más pareció petrificarlo en el instante:<br /><br /> Continuaba monótono pero en aumento en sus oídos y en su cerebro enfebrecido el seco sonido de los tambores, retumbante, obsesivo. ¡Pom,...pom-pom!. ¡Pom,... pom-pom!<br /><br /> Miró desalado en derredor, hacia atrás; y creyó percibir unas extrañas luces que se le aproximaban más,...más; que ya le pareció tenerlas mismamente encima.<br /><br /> Presa de un incontenible miedo jamás sentido hasta entonces, se arrojó de bruces al suelo, llevándose ambas manos engarfiadas a la cabeza donde le parecía que el cerebro le iba a estallar. Abatido como se encontraba, alzó a los pocos instante el rostro aunque manteniendo prietos los cerrados párpados.<br /><br /> ¡Otra vez algo suave, blando, peludo y cálido, que se movía le rozó en plena cara!... Algo o alguien que pareció pasear por encima de su derrumbado cuerpo y tornó a rasarle acariciante rostro y manos.<br /><br /> El aterrado Nicolás no se atrevía ni a moverse ni casi a respirar, pero pasados unos momentos que le parecieron eternos se atrevió a erguir la cabeza y abrir los ojos.<br /><br /> ¡Delante suyo, a escasa distancia aparecían unas pequeñas luces como fosforescentes que brillaban que brillaban intensas y que parpadearon una y otra vez. Le pareció ver asimismo a unos pequeños seres deformes, infrahumanos que lo llamaban haciéndole señales con unas manos grandes, muy grandes... <br /><br /> El joven se irguió poco a poco, fascinado. Las facciones de su rostro se le iban desencajando y los ojos saltones parecían querer salírsele de las órbitas. De rodillas todavía rompió a reír con secas y escalofriantes carcajadas, desgarrándose las ropas con los engarfiados dedos y luego manoteando frenético en el aire.<br /><br />_ ¡Ja,...ja,...ja!<br /><br /> Supuso en el momento que aquellos enanos misteriosos que parecían llamarlo acaso eran seres encantados del pinar que querían que fuese con ellos a no sabía donde.<br /><br /> Como el ruido de los tambores ya le parecía ensordecedor, miró Nicolás a sus espaldas y ya no se extrañó. La Santa Campaña se le aproximaba y la creyó reconocer compuesta por el sin número de seres cubiertos por fantasmales sábanas blancas, alumbrados por imprecisas pero chisporroteantes luces, lúgubres esqueletos que avanzaban al compás de los tambores a los que se incorporaron los espaciados toques de unas campanillas y que de pronto rompieron a entonar cantando con cavernosas voces como una salmodia de extraños rezos. Las calaveras fosforescentes parecieron sonreírle y las esqueléticas manos parecían llamarlo también como para que se incorporase a la procesión para errar eternamente con el grupo por aquellos agros, campos y montes como almas en pena que eran.<br /><br /> Con voz ronca y salvaje gritó ya en pleno delirio de terror Nicolás:<br /><br />_ ¡Voy,...! ¡Voy con vosotros, compañeros! - y aún agregó enloquecido - Pero, antes quiero despedirme de estos dos amigos enanos que pretendieron asustarme.<br /><br /> Y revolcándose con frenesí en el suelo cogió, pretendió apresar entre sus manos a aquello que él había tomado como dos enanos.<br /><br /> Un aullante y prolongado alarido resonó por el pinar. Nicolás acababa de apresar con frenética y enloquecida maniobra el brazo peludo, blando y cálido de uno de aquellos pequeños seres que, entre revolcones de protesta y escalofriantes aullidos de dolor le golpeaba el rostro, le clavó uno como fino puñal en un ojo y<br /><br />con el que aún le cortó en las orejas, el rostro y el cuello<br /><br /> Pero el enfurecido joven pareció salirse en parte con la suya y uno de los brazos aquellos quedó en sus manos y los diabólicos enanos se alejaron al fin chillando y gruñendo con dolorida fiereza.<br /><br />_ ¡Vencí!...Dejé a ese maldito... muñeco, manco...-gritó jadeante Nicolás el de Otero que se fue levantando y luego, tambaleante avanzó sin rumbo unos pasos; mas, observando que aquellos seres de ultratumba de la santa compaña, entre cánticos y luces bailantes lo rodeaban ofreciéndole los descarnados miembros y pareciendo sonreír con las bocas sin carne se abalanzó a ellos riendo, con un postrer y espeluznante alarido de absoluta locura.<br /><br /> <br /><br /> A la mañana siguiente, a plena luz de un plomizo día caminaban dos labradores del contorno por el sendero que atravesaba el tenebroso Pinar de El Pedroso y comentaban entre ellos el temporal que a últimas horas de la pasada noche había azotado la comarca.<br /><br /> Decía uno de ellos:<br /><br />- El viento de anoche también causó algunos estragos por aquí. Fíjate sino en las muchas ramas esparcidas que han estado cayendo... Y esa grande, medio desgajada todavía que continua balanceándose y rebotando una y otra vez contra el tronco...<br /><br /> Pro fue interrumpido por la detención súbita del andar de su compañero que lo detenía a su vez poniéndole una mano en el hombro.<br /><br />_ !Juan!...Repara, mira allí, junto al muro, a ver si ves lo mismo que yo...¡Dios mío!<br /><br /> En medio de un charco de sangre yacía caído de lado, con las manos como engarfiadas contra el suelo el hombre que de inmediato reconocieron como Nicolás el de Otero, el que fuera últimamente uno de los jóvenes más valientes, cabales y de bien de la aldea.<br /><br /> Por lo que pudieron observar tenía las ropas hechas jirones y su rostro ensangrentado, con uno de sus ojos fuera de su órbita mostrando sanguinolento y viscoso líquido, gran parte de sus cabellos arrancados brutalmente, la nariz aplastada y sangrante, la boca con los labios partidos y aún entreabierta en lo que parecía una sardónica o enloquecida sonrisa. Y, en fin todo el cuerpo magullado, arañado, golpeado.<br /><br /> Después del primer y somero reconocimiento, uno de los dos labradores se quedó velándolo mientras el otro corría a la aldea cercana a dar la triste noticia de la tragedia y avisar luego al Juzgado del ayuntamiento y a la Guardia Civil de la villa.<br /><br /> Acudió la Autoridad y la Justicia en medio de la consternación general del vecindario.<br /><br /> El cadáver fue reconocido y examinado por el médico forense del término pero, a decir verdad, nadie encontró la más ínfima pista que pudiese conducir a un esclarecimiento del indudable crimen, las causas de aquella trágica muerte. Salvo, eso sí, semioculto entre la maleza del lugar un miembro extraño y sangrante, lo que según la opinión de algunos parecía ser un trozo de la cola de algún animal. Pero nada más aclaró el hallazgo y no se le pudo ni remotamente relacionar con el luctuoso suceso, por más que numerosas y persistentes indagaciones se estuvieron luego haciendo. Fueron interrogadas todas las personas que pudieran haber visto por última vez al joven, los que pudiesen ser acaso ocultos enemigos, pero A Nicolás se le tenía por buen hombre, incapaz de hacer daño a nadie y, desde luego ni se le sabían ni siquiera suponían potenciales enemigos que le pudiesen desear la muerte y mucho menos llevarla a cabo de aquella atroz y aparentemente ensañada manera.<br /><br /> Entre los aldeanos del contorno comenzó al poco del trágico suceso a cundir el rumor de que aquello no era más que cosa propia de las meigas y de las ánimas en pena de las que el finado se reía al repudiarlas como realmente existentes y que sin duda acabaron por vengarse de él tan sañuda y salvajemente.<br /><br /> El pinar de El Pedroso acrecentó así su mala fama ya proveniente de los tiempos pasados y a partir de entonces nadie de la comarca fue tan osado o valiente como para cruzarlo, aunque el no hacerlo significase dar un buen rodeo a los caminantes.<br /><br /> Los pocos que nunca creyeron en fantasmadas y supercherías, si pasaban por el término bien era verdad que lo hacían con cierto íntimo recelo y nunca jamás después de anochecido.<br /><br /> Así pues, al decir de la mayoría de los lugareños, Nicolás el de Otero acabó pagando tributo de una u otra forma a las meigas y a la santa compaña que supieron vengarse de sus muchas burlas y baladronadas.<br /><br /> El epitafio del trágico suceso fue el motivado porque en la misma mañana en que apareció sin vida el joven Nicolás, una vecina suya, con muchos años a las espaldas y sola en el mundo, al abrir la puerta de su reducida vivienda se topó con algo que la alegró sobremanera.<br /><br /> "Miquirrin", el negro gato que le hacía compañía, tan querido por ella y que tan cariñoso se mostraba con la gente estaba allí en la entrada, mirándola como siempre fijamente con sus luminosos y enigmáticos ojos. Lo recogió y con él en el regazo, acariciándolo lo introdujo hasta la cocina para facilitarle su platillo de leche.<br /><br />_ ¡Ah, pillo! - le reconvenía al tiempo que le acariciaba junto a las orejas -¡Por fin vuelves al hogar, ingrato!... Claro; por ahí nadie te sirve las sopitas de leche como lo hace tu amita, ¿verdad?.<br /><br /> De pronto advirtió unas amplias manchas de sangre ya seca sobre la sedosa piel del felino y murmuró consternada:<br /><br />- Diablos... ¿Estas herido, mi bien?... Vamos a ver...<br /><br /> Entonces, al examinarlo más detalladamente con cariñosa solicitud comprobó angustiada que a su querido gato le habían cercenado casi por completo aquella bonita y sedosa cola que a él le gustaba frotar ronroneando contra las piernas de quien le acariciase o conociese.<br /><br />_ ¿Quien habrá sido el salvaje...? - murmuró la anciana indignada - ¿Quien te ha hecho tamaña maldad, mi querido "Miquirrin"?...¡Ojalá las meigas y la santa compaña se lleven al condenado que te lo ha hecho!...¡Amen!<br /><br /> Y curó con tierna solicitud al felino que ronroneaba al verse tan bien atendido y acariciado por su dueña.<br /><br /> <br /><br /> En el cementerio de la parroquia aldeana, entre otras, hay una sencilla tumba con los restos del hombre que presumió de no temer a la superchería y pereció presa de su propio miedo e imaginación.<br /><br /> .-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-. F I N .-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-69566385070971655352011-04-03T17:36:00.000+01:002011-04-03T17:37:33.451+01:00la prueba del humoUna bella Leyenda Canaria<br /><br /> Allá por el último cuarto del siglo XIV, reinando en Lanzarote el noble y legendario Zonzamas, arribó a la isla un navío castellano, el cual, debido a fuertes borrascas y corrientes contrarias, se vió obligado a torcer su normal rumbo hacia las costas gallegas. Venía al mando de la embarcación el hidalgo vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño.<br /><br /> Asombrados los isleños, admirados tal vez con aquella inesperada arribada, recibieron no obstante cortés y agradablemente a los castellanos, agasajándoles y atendiéndolos dentro de la proverbial nobleza y simpatía de que eran poseedores todos los naturales del archipiélago canario.<br /><br /> Zonzamas rogó al hidalgo vizcaíno que se sirviese aposentarse en su propio palacio, un soberbio y enorme castillo construido con duras maderas y grandes trozos de rocas, cediéndole también, en ritual obsequio, a su mujer, la reina Fayna.<br /><br /> Convivieron cierto tiempo los castellanos con los nativos de Lanzarote, colmados siempre aquéllos de atenciones y deferencias.<br /><br /> Martín Ruiz de Avendaño era apuesto y gozaba entre los suyos de galán; también la reina Fayna era joven y hermosa. Así es que no resulta demasiado descabellado el imaginar un romántico idilio entre ambos, bajo la protectora mirada del viejo Zonzamas.<br /><br /> Partió por fin de regreso a la civilización la nave, cargada de productos de la isla, transportando a unos hombres contentos de su aventura, que iban a relatar cosas increíbles acerca de las míticas Afortunadas.<br /><br /> A los nueve meses de la fortuita estancia de los castellanos en Tite-Roga-Kaet, Fayna daba a luz una niña blanca y rubia, . . . como el gallardo vizcaíno todavía recordado con añoranza. Siendo las demás isleñas más bien morenas de color, todos los vasallos de Zonzamas reputaron de extranjera a a q u e l l a niña que se llamó Ico, negándola, en secreto, - pertenencia a la nobleza.<br /><br /> A la muerte de Zonzamas le sucedió en el trono su hijo Timanfaya. Cuéntase que por los últimos<br /><br />años del siglo invadió la isla una armada de piratas vizcaínos y sevillanos, en cuyaocasi6n sufrieron los desprevenidos indígenas l a más severa derrota de su historia porque aquellos piratas recogieron abundante botín en frutos de la tierra, ganados y hombres, llevándose triunfantes a Castilla como<br /><br />prisioneros al mismo rey Timanfaya y a la reina, su esposa entre las otras ciento y pico personas que iban a ser vendidas como esclavos. <br /><br /> Aquella batida de los piratas dio paso al trono al hermano del rey, Guanareme, casado con Ico. Pasados unos años y muerto Guanareme, le sucedió en el trono su hijo Guadarfía. Mas este derecho al trono y legitima sucesión fue discutido apasionadamente. La mayoría del pueblo, conservando latente el recuerdo de los amores habidos entre la reina Fayna y el extranjero Martín Ruiz de Avendaño, censurando el supuesto mestizaje de Ico, se inclinaba al partido de la oposición, considerando sumamente endeble la nobleza dinástica de Guadarfia y nulo su derecho de posesionarse de la corona. Esta denodada y dura oposición que dividía a los isleños y hubiese degenerado sin duda en fratricida guerra si el Consejo de Nobles del reino no terminara tomando una decisión inapelable.<br /><br /> El venerable anciano que presidía el Consejo, habló ante una multitud de indígenas inquietos.<br /><br />-!Está decidido! . . . Si ha de reinar el joven Guadarfía, Ico su madre deberá someterse a una prueba concluyente que aclare todos los recelos y suposiciones creados.<br /><br /> Y la multitud rugió, con disparidad de opiniones: <br /><br />-!Muy bien! . . .<br /><br />-!Que así se haga! . . .<br /><br />-!Eso no es necesario! . . .<br /><br />-!No, no! . . .<br /><br />-!Sí, si! . . . !Que se pruebe su legitimidad! . . .<br /><br /> El Gran Sacerdote habló a Ico:<br /><br />-¿Aceptas pues, reina, la prueba que nosotros, los nobles del Consejo y en nombre del pueblo de Tite-Roga-Kaet te designemos?. . .<br /><br /> La desgraciada Ico, con temblores en la voz, asintió.<br /><br />-Si, . . . Si acepto. Mi verdadero padre fue el gran Zonzamas y no ningún otro, por más que lenguas sucias y malignas hayan comentado siempre lo contrario .<br /><br />-Bien; en ese caso nosotros, los que componemos el Sagrado Consejo, ordenamos que justifiques tu nacimiento y calidad de noble,. . . !Sometiéndote a l a prueba del humo!<br /><br /> Entre los asistentes, de nuevo y entremezclados, surgieron clamores de protesta y asentimiento.<br /><br /> Ico, reprimiendo un sollozo de terror, apenas pudo hablar.<br /><br />-!Ah! . . Haré, . . . haré lo que el Sagrado Consejo dispone.. .<br /><br /> Pero Guadarfía, el joven pretendiente al trono de la isla, saltó indignado al lado de su madre.<br /><br />-!No! . . . !No aceptes esa crueldad, madre!<br /><br />-!Guadarfia! . . . Tengo que proclamar lo limpio de mi nacimiento. Por ti sobre todo, hijo mío.<br /><br />-Te suplico que te niegues a ello. Lo que estos hombres piden es tu muerte. Prefiero no ceñir la corona de un pueblo que desea tal tortura para la que es su reina.<br /><br />-No te aflijas, Guadarfía. El espíritu de Zonzamas me ayudará en este trance.. . !Tengo que pasar por el! . . . Por la memoria de mis padres y por t i . . .<br /><br />-Sea así entonces, si esa es tu voluntad. Pero, madre; con mi gánigo, yo derramaré la leche de las cabras blancas en lo alto de la Montaña Sagrada, rogando para que salgas triunfante de esta gran injusticia.<br /><br /> Aceptado el sacrificio, introdujeron a la desdichada Ico, acompañada de tres villanas, doncellas suyas, en un reducido y lóbrego aposento del mismo castillo real.<br /><br /> Ya iban los verdugos a cerrar la puerta para dar comienzo a la inundación de la mazmorra con humo a través de unos agujeros practicados en el techo, cuando se aproximó por allí una vieja mujer.<br /><br />-No cerréis todavía; dejadme que me despida de mi buena reina y señora.. .<br /><br /> Uno de los centinelas que cuidaban la operación, trató de oponerse.<br /><br />-Ya es la hora, buena anciana. No se debe. . .<br /><br />-!Es mi señora! . . .<br /><br />-Es que las órdenes que.. .<br /><br /> La vieja continuaba, implorante:<br /><br />-Por favor.. . !Te lo suplico, muchacho! . . .<br /><br />-Bien, . . . Pasa. Pero t e ruego que termines pronto. No vayan a sorprenderte ahí mis compañeros y yo pague esta debilidad.<br /><br /> Penetró la mujer en la oscura cámara del suplicio. Ico la miró, sorprendida. Las tres doncellas acompañantes permanecían aterrorizadas en un rincón. Y la visitante habló aprisa, con voz contenida:<br /><br />-Señora; no hay tiempo que perder. Yo no dudo de que saldrás con bien de este absurdo juicio pues se que eres hija de mi llorado señor Zonzamas. Mas, por si acaso, toma esta esponja y este gánigo con agua fresca que he ocultado entre los pliegues de mi tamarco . Cada vez que den esos hombres<br /><br />de ahí afuera humo, moja la esponja y llévatela a la boca. No pases cuidado y sigue mis consejos. . . !Hasta pronto, señora!<br /><br />-Gracias, buena mujer. Haré lo que me indicas.<br /><br /> La utilidad de la esponja pronto quedó demostrada cuando, al cabo de cierto tiempo, fue abierta la puerta del aposento. Las tres doncellas yacían en el sue1o, sin vida. Mas Ico salió como si acabasen de introducirla momentos antes en aquella cámara de la muerte. <br /><br /> Y el Sumo Sacerdote habló al pueb1o, convencido :<br /><br />-!Es verdaderamente la hija legítima de Zonzamas! . . . El humo lo ha demostrado al respetarla! . . . Pertenece a la realeza y por tanto así debe de ser considerada y tenida en adelante. Y Guadarfia, el bondadoso Guadarfia, será nuestro rey, puesto que de clara estirpe real desciende.<br /><br /> Quedó de tal manera indiscutiblemente aclarada la nobleza de Ico. Y con todos los honores fue impuesta a su hijo la corona o diadema de cuero de macho cabrío adornada con variadas y lucientes conchas marinas.<br /><br /> El historiador Viera y C1avijo termina la relación de este episodio con la siguiente reflexión: “Guadarfía fue rey. ¿ Pero, no le hubiera estado mejor e1 no haber reinado ? . . .<br /><br /> “Guadarfía fue tan infeliz, según el mundo, que vio invadidos sus dominios, sus vasallos rebeldes, su persona presa y atropellada y por último, su reino reducido a una parte de las conquistas de Juan de Bethencourt. Aunque de estos mismos infortunios se sirvió la Divina Providencia para hacerle, con preferencia a otros, el beneficio de atraerle a la verdadera religión, tomando el nombre de Luis, cuando dejaba el de Guadarfía con la corona.”. .<br /><br />(del libro inédito MAS LEYENDAS CANARIAS de Carlos Platero Fernández)Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-87643801001785267862011-01-15T10:26:00.000+00:002011-01-15T10:27:18.545+00:00Body en perro labradorY ahora, sabiéndonos a estas horas solos en el piso, la casa en silencio, bien arrellanada yo sobre un cojín en el cálido y acogedor rincón del sofá familiar, con las cortinas del salón corridas de forma que creen un ambiente apacible y tú, encaramado como siempre sobre esa consola, mirándome fijo con esos tus enigmáticos ojos felinos, te haré el relato de las peripecias de un perro grande, mi amigo el “chicharrero”, como aquí les dicen a los de la isla de enfrente. Escucha, Micifuz: <br /><br /> “BOBY”, EL PERRO LABRADOR<br /><br /> (fragmento de la novela MILADY LA PIZPIRETA, todavía en borrador.<br /><br /> por Carlos Platero Fernández <br /><br /> En una de las pocas veces que he bajado aquí en la ciudad con Sandra hasta la orilla del mar, fue por la bonita playa que dá de cara al gigantesco Puerto de La Luz. Y una vez en la fina arena, ella me soltó de la obligatoria correa o arnés de cuero para que yo corriese a mis anchas, saltase y retozase a gusto, que allí tenía libre espacio para ello. <br /><br /> Cosa que hice despues de lanzar al aire salitroso de la mañana reiterados ladridos de contento.<br /><br /> Pero, apenas pasados unos minutos, yo ya sola, olisqueaba unos arbustos en uno de los extremos del paraje, cuando, de repente, una como tenebrosa sombra me cubrió por un instante, asustándome mucho y regñando los dientes como es mi costumbre.Y cuando, temerosa levanté la vista ví que quien la producía era un enorme perro albicastaño que me miraba con curiosidad, meneando brioso la cola en gesto de amistad, queriendo a continuación, tumbarme supongo, cosa que yo logré esquivar . Aquel enorme congénero llevaba el preceptivo collar, pero como yo, estaba libre pues dos mujeres, una algo mayor y la otra una niña o adolescente, después de advertirle alguna orden por encima del hombro, se alejaban paseando lentamente hacia las cercanías del Muelle Deportivo, acaso para admirar una vez más a las embarcaciones engalanadas con mil y una banderas y banderolas que parecía como si se mecieran en sus pantalanes, en el acotado recinto marino.<br /><br /> Aquel perro tan grandote, era realmente inofensivo, bien pronto me dijo que era de la raza conocida como labrador, nativo de la isla de enfrente, de los que se les llamaba”chichas” por que a los humanos de allí, aún siendo canarios como toda la gente del archipiélago se les conoce popularmente como los “chicharreros”, se dice que por que les gusta mucho esa especie de pescado.<br /><br /> Después de corretear algo, de jugar el uno con la otra, con amagos de ataques, olisqueos mutuos y alguna caricia, como el sol picaba ya lo suyo, “Boby”, como me dijo que se llamaba y yo nos acogimos a la sombra generosa de unos arbustos y matos que crecían al límite de la playa, junto a las instalaciones del Real Club Nautico, teniendo enfrente la amplia panorámica de la bahía, con los muelles de atraque y fabriles al fondo, enormes grúas que semejaban los esqueletos de fantásticas girafas, algún que otro trasatlántico amarrado a ellos y diversas embarcaciones surcando las azules y grasientas aguas de la dársena, que allí parecían aquella mañana llanas como en un plato, al decir de los humanos.<br /><br /> Boby era un perro de la raza Labrador, oriunda de Terranova en donde fue desde hace siglos muy popular entre los pescadores de esa zona del Atlántico; y digo lo que él mismo al respecto me confió muy ufano.<br /><br /> Aunque él, y lo pregonaba con orgullo, era isleño, “chicharrero” nacido en “la isla de enfrente, la del Teide gigante”, en donde había vivido toda su vida que ya era actualmente de unos nueve años o más, equivalentes a unos sesenta y tres según el cómputo de los humanos. Y desde luego, en el gran rato que aquella mañana pasamos juntos y por la conversación que tuvimos bien pude comprobar que era un adulto, serio y noble, algo filósofo y sabio.<br /><br /> Recuerdo ahora que una de las primeras máximas o sentencias que me endilgó y de las que a lo que bien pronto advertí le encantaba intercalar en cualquier conato de conversación, fue la de que nosotros, los mascotas de los humanos hemos resultado ser una de las mejores opciones para los hombres, bueno y mujeres y niños y, sobre todo personas ancianas, saber sobrellevar la soledad, el aislamiento de sus congéneres puesto que estimulamos como un claro sentimiento de compañía, les escuchamos en sus cuitas, les aportamos confianza y seguridad y hasta, a veces, ¡mira por donde! somos fuente o motivación de su salud puesto que si la residencia mutua es en las abigarradas ciudades, para ellos atendernos en nuestras necesidades fisiológicas les obligamos muchas veces a relaizar cotidianos paseos siempre saludables, por calles, por parques y jardines y se saludan o hablan unos con otros con las amistades que se encuentren y que en muchas ocasiones han surgido en dichos paseos. <br /><br /> Y nosotros a su vez, sintiéndonos libres de las obligatotrias correas aunque sujetos y atentos a sus llamadas, correteamos, olisqueamos, nos limpiamos las patas frotándolas contra el cesped, saltamos y ocasionalmente, si es preciso ladramos meneamos la cola y jugamos con los de nuestra raza que nos podamos encontrar...Y también gruñimos y enseñamos los dientes si presentimos con nuestra especial percepción de oído y olfato algun posible peligro y aún nos estremecemos de miedo ante lo desconocido o cuando, a mí al menos, me aterrorizan los estampidos de los cohetes y de los petardos y tracas con que temerariamente juegan a veces los niños.<br /><br /> A mí por lo menos me molestan mucho, tanto el olor de la pólvora quemada como ese olor caraccterístico que, unos más que otros exhalan los humanos por una de las glándulas de su cuerpo, la llamada timo, creo, la adrenalina que sueltan, se dice, porque cogen repentino miedo ante nuestra presencia perruna y por desgracia esa sustancia es pero que muy irritable para nuestro perfeccionado olfato. Y de vosotros, los gatos, aún es más, porque algunas personas son alérgicas a esos pelillos como electrizados que vais soltando en abundancia por donde quiera que paseis o esteis y que provocan reiterados e incontenibles estornudos. Aunque, si bien se mira, no sé de que se quejan, porque, en realidad, bien saben que al estornudar alivian de forma considerable sus respectivas vías respiratorias...<br /><br /> Pues de estas y parecidas consideraciones intercambiamos opiniones Boby y yo, al tiempo que íbamos jadeando más pausada y ritmicamente tumbados a la sombra de aquellos lentiscos, pinos marítimos o lo que fuese que crecían en uno de los extremos de la playa. Tuvimos suerte y no se arrimaron a nosotros otros perros con sus correspondientes collares y aún algunos con el chip de identidad adosado a su cuerpo.<br /><br /> Y aún pudo Boby el “chicha” hacerme en síntesis relato de su vida, quedando yo para lo mismo de la mía bien azarosa y aventurera, en posible futura ocasión.<br /><br /> Boby vivía con quienes llamaba cariñosamente “Miama” a la mayor y “Miamita”a la jovencita, en una bonita casa-chalet por la barriada de Ciudad Jardín y solía ir con ellas callejeando hasta las cercanáias del Parque en donde se encontraba el piso de “La señora”, madre de la una y abuela de la otra, que siempre tenía para él alguna golosina despues de que se dejase acariciar por aquellas arrugadas y sarmentosas manos que años atrás, le decían, a veces, cuando enviudó y vivió sola en esta isla supieron presionar, golpear y acariciar las teclas marfileñas, blancas y negras de una vieja pianola. Tambien tenía en la solana o en el balcón y a veces en alguna otra habitaciónes como la cocina o la sala en una jaula pintada de verde una cotorra o loro tambien de color verde, que comenzaba a chillar y decir palabras raras cuando entraba el pastor alemán en la casa y que hacía reir a las mujeres y a él ladrar con su tono más bronco. <br /><br /> Cierto que a aquel perro grande que era Boby pareció al principio no hacerle mucha gracia el contar cosas de su vida pasada en la isla de enfrente, porque según luego me aclaró tuvo una infancia y primera juventud bastante accidentada como perro vagabundo que fue casi desde sus principios, formando parte de una famélica cuadrilla perruna que tenía su asiento por debajo del Puente Galceran en el historiado Barranco de Santos, que dividió por muchos años a la ciudad santacrucera al igual que sucedió con el Barranco Guiniguada en esta palmense.<br /><br /> Nació en un hogar confortable por la zona del Hospital en la barriada de El Cabo, zona comercial administrativa de mucho futuro. Sus padres, de lo que presumía mucho fueron de la selecta raza del perro labrador oriundos de Terranova, pero a los pocos meses, siendo el un cachorro y por causas que no supo especificar bien, aquel hogar de buena gente se deshizo de la noche a la mañana y se vió de repente en la calle, sin más cobijo que en el mundo agreste del tramo del Barranco sin urbanizar. Y así anduvo en tanto que crecía recorriendo los tramos comprendidos entre los Puentes de Zurita, pasando por el Galcerán y el del General Serrano hasta el de hierro de El Cabo, ya cerca de la marea, sin nunca atreverse a introducirse en el gran colector que desembocaba, subterráneo, fuera de la bahía En aquella su etapa de vagabundeo fue el cachorro de raza preclara creciendo hasta convertirse en un espléndido ejemplar que llamaba la atención de cuantos lo veían, a pesar de que él huía de los seres humanos como de la peste porque ya había sido castigado con algun que otro garrotazo o certera pedrada de la chiquillería del contorno en que se desarrollaba su vida de vagabundo en compañía a veces de otros canes tan sucios, llenos de mataduras y siempre famélicos como él mismo y que, por lo general, solían merodear por los alrededores del Mercado Municipal de Nuestra Señora de Africa en demanda de algún hueso de res y otros restos sanguinolentos e inmundicias que se pudiesen encontrar por las puertas de la parte trasera del señero edificio, cuando no recorría, siempre a la búsqueda de algún bocado, las aceras y las entradas ajardinadas de las casas terreras que todavía se resistían a desaparecer bajo la pica del progreso, por la antigua Recova y por los cercanos Plaza de Toros o .el campo de fútbol Heliodoro López<br /><br /> Boby, que por aquel entonces todavía no tenía nombre conocido, aunque entre los de la cuadrilla le apodaban ya “el Labrador”, aprendió pronto a atacar a los demás y asi mismo a defenderse con eficacia a dentelladas; y más de un perro de aquellos acabó aullando y pidiendo cuartel bajo sus recias patas y potente torax con algúno que otro buen mordisco en cuello y orejas y arañazos en el hocico. Por algún tiempo, su gesto más característico era mantener las largas orejas en posición de alerta, el rabo tieso y las fauces abiertas y babeantes, con la lengua fuera, enseñando los poderosos colmillos y un prolongado y amenazador ronquido en la garganta. Cuando alguna persona, sobre todo algún niño, pretendía acercásele con intención de acariciarlo, el enseñaba los dientes y gruñía tan amenazador que hacía desistir de todo intento.<br /><br /> Así pasó algun tiempo en aquella vida verdaderamente perruna de vagabundeo y de hambre nunca saciada del todo, flaco y enjuto de cuerpo, lleno de pulgas y garrapatas, moscas zumbando tenaces a su alrededor, con mataduras y heridas mal curadas como dolorida muestra de peleas más o menos sangrientas con otros perros, algunas veces por celos en sus periódicos arrumacos amorosos; harto de recibir golpes con heridas que tenía que lamerse escondido en lo más intrincado del barranco. Y, claro, al fin acabó como muchos de sus compañeros le prevenían: En las redes de los funcionarios municipales o perreros del ayuntamiento capitalino, dedicados a la caza y captura de todo bicho viviente que vagabundease por la calle, sobre todo, los perros y los gatos.<br /><br /> Bien cierto que en aquella ocasión lo cogieron completamente despistado en tanto que degluía los restos de un conejo, trincado en una de las puertas de acceso al Mercado, junto a uno de los puestos de la carne y el pescado.<br /><br /> Por más que se revolvió enfurecido, indignado tanto por que lo sorprendiesen como por privarle de tan esquisito bocado, intentando avalanzarse sobre quienes, alborotadores, sujetaban la red que lo apresaba, nada consiguió y gruñendo colérico, no tuvo más remedio que dejarse conducir a rastras hasta el vehículo enrejado llamado “la perrera” y con otros muchos animales, furiosos como él o temerosdos y aterrados, fue llevado por la zona empinada de La Cuesta hasta el punto, entre Santa Cruz y La Laguna en donde se alzaba la que luego supo que se conocía como La Perrera Benis Pelusa y en donde, al decir de los torturados animales prisioneros, a veces se hacía espedita limpieza, ejecutando o icinerando a los más viejos, enfermos o rabiosos.<br /><br /> Pasado el inicial cabreo, Boby, que aún no se llamaba así, hubo de reconocer luego que aquel suceso fue realmente su salvación, porque, apenas pasados unos días en el dicho albergue y en los que una vez más hubo de imponer su jerarquía a la jauria prisionera, aparecieron por allí una mujer joven y una linda niña que buscaban un buen perro que les sirviese de guardían y de mascota a la vez, eligiendo sin pensarlo mucho al torturado pastor aleman y amablemente desoyeron las advertencias de los funcionarios sobre su muy posible agresividad, diciendo la mujer que con cariño, ella lo educaría. <br /><br /> Fue bautizado, y él nunca supo realmente por qué, con el nombre de “Boby” que la niña, Miamita le puso desde el principio. Y, como quiera que se le trataba muy bien, se domesticó sin gran esfuerzo, fue cogiendo confianza y se dejaba asear a gusto de manos de Miama y estaba siempre muy limpio y aseado y bien alimentado, pues, como era listo de naturaleza, pronto aprendió a obedecer las órdenes que se le daban, a hacer sus necesidades en donde se le indacaba y, mejor aún en algún rincon de los parques a donde se le llevaba, obligando, eso si, a que ellas recogiesen la caca con un papel o un plástico, si la deponía en lugar indiscreto. Perdió su salvaje libertad, si pero no le importaba llevar collar o arnés de cuero, al que se sujetaba la correa para cuando salían de casa; y aún alguna vez hubo de llevar, fastidiado, eso sí, el molesto bozal <br /><br /> A Boby, libre ya de pulgas, garrapatas y otros molestos parásitos, le gustaba sobremanera que lo bañasen y acicalasen y una de las labores que más le regocijaban, aunque gruñera, era cuando con un cepillo de dientes en el que estaba escrito “Boby” y pasta dentífica le limpiaban la dentadura que luego relucía y era su mayor orgullo entre sus ocasionales amigos. Hubo de aprender a hacer sus necesidades fisiológicas en determinados sitios, tanto en casa en un rincón de la solana como en la calle, que él se arrimaba a todo rincón a hacer como los demas, marca de que había pasado por allí y, sobre todo en los Parques y Plazas de la ciudad, que presumía de conocerlos todos, tanto de su época de vagabundeo como en la de diligente mascota y guardián y me los recitó todos de golpe, de los que recuerdo los hermosos parques de García Sanabria, Marítimo, Recreativo, de don Quijote, de La Granja y el de Viera y Clavijo y más de treinta plazas, pequeñas y grandes,importantes y recoletas que abundan en el callejero santacrucero. Aunque tuvo alguna casi necesaria aventura amorosa perruna, estaba bastante contento al respecto<br /><br /> Pues a base de reprimendas cariñosas de Miama y Miamita, que así acabó llamando a la pareja que le demostró afecto, algún que otro golpe en el hocico con un periódico doblado, olisqueo forzoso de orines y escrementos, etc., que fueron suficientes para ser aprendidos por el inteligente can y que a mi me recordaron a la vez el proceso, los procesos de mis aprendizajes al respecto, primero en York y Yorksire, luego en Londres, después, en forzada autoenseñanza cuando mi estancia en Gui-Gui y en los pinares de Tamadaba, de Pajonales, de Lima y Acusa y al fin, ya en Las Palmas de Gran Canaria, por la Avenida de Escaleritas, las sabias enseñanzas del Señor militar retirado y de su hija Sandra, mi actual y queridísima dueña.<br /><br /> A cambio, por su obediencia pronto dispuso de su propia caseta de madera pintada de alegres colores y colocada en la solana, junto a la cocina, con su cojín para descansar, platos especiales para el agua y la comida propia para perros con que se le regalaba, etc.. Habitáculo al que le encantaba retirarse a descansar si era la hora impuesta por Miama y, despues de rebullir dando algunas vueltas sobre simismo para buscar la postura más propicia, dormir en el silencio del acogedor domicilio, silencio que, si de alguna forma era interrumpido le despertaba y si presentía algo extraño ladraba con fuerza hasta que se le hacía callar, en su papel de fiel guardian de la casa. Y Miamita, la niña de la casa, a la que Boby en verdad idolatraba, como si presintiese que el encontrarse él allí era precisamente por ella, si lo dejaban juqueteaba todo el día con ella aguantándole lo mismo las caricias que las “perrerías” que le quisiese hacer. Pensaba que la quería tanto, bueno y a Miama también, que por ellas daría gustoso la vida si preciso fuese; por lo que había que ver lo atento que a su seguridad iba cuando sujeto por la consabida correa las acompañaba en sus paseos por la calle y, sobre todo, al hermoso y frondoso Parque García Sanabria, a la Plaza Wailer o a Las Ramblas donde ocasionalmente se encontraban con algunas amistades que, por lo general, siempre tenían un saludo, una afectuosa caricia para él, que se dejaba querer, lo mismo que cuando iban de visita a casa.<br /><br /> Boby disfrutaba mucho cuando los tres salían a algún punto determinado de la ciudad o de sus alrededores, en ocasiones a almorzar con gentes amigas, algunas de la otra isla pero estudiantes o trabajadoras en la isla del Teide y otras veces a merendar, tomar algún café “capuchino”, saborear algunos dulces y pasteles en locales esparcidos muy turisticamente por toda la isla. En realidad, con ellas estuvo recorriendo la casi totalidad de Tenerife, desde más allá del pueblecito de Taganana y su playa de piedras o aún más al norte, por el mismísimo faro marítimo de Punta Anaga o llegándose a la misma Punta Teno por el sur, y de oeste a este por Los Silos o Icod, Santiago del Teide y la Playa de las Americas, El Médano y La Candelaria y, desde luego por La Laguna, Tacoronte , La Orotava y Puerto de La Cruz, él siempre gozoso recibiendo el aire originado por la marcha, con la ventanilla de su lado, en la parte trasera bajada, sentado en el asiento corrido pero alzado de las patas delanteras, ladrando de cuando en cuando solo por puro gozo.<br /><br /> A donde no le gustaba que lo llevasen y era reacio a encaminar hacia allí sus pasos era en la capital a los alrededores más inmediatos del Barranco de Santos, donde se desarrollara su calamitosa infancia.<br /><br /> Y Boby era realmente feliz, tratando de relegar al olvido su mísero pasado transcurrido en el Barranco de Santos y se sentía seguro, querido, bien tratado, hasta por aquel señor bigotudo que le decían veterinario, que de cuando en cuando lo examinaba, le ponía alguna dolorosa pero necesaria inyección, le instaló un chip bajo el cuero de junto a las orejas y le recortaba las uñas, cosa que hasta entonces él había hecho siempre a si mismo frotando las pezuñas sobre alguna acera o los guijarros sueltos arrastrados por las aguas cuando corrían libremente hacia el mar de la vieja farola.<br /><br />........................................<br /><br /> Hasta aquí fue lo que me contó de su variopinta vida Boby, el “chicha”, porque, en aquella veraniega mañana, pasado un buen rato regresó Sandra de sus gestiones en el Real Club Náutico, coincidiendo con Miama y Miamita que también daban por terminado el plácido y prolongado paseo mañanero y nosotros hubimos de separarnos; confiando, eso sí en que pudiésemos encontrarnos de nuevo pues se dio la estupenda coincidencia de que Sandra y la llamada Miama eran profesoras, la una de geografía e historia y la otra de música y habían sido compañeras de Instituto años atrás. Porque, no si lo he dicho ya, aquella Miama era natural de esta isla aunque vivió muchos años en la de enfrente<br /><br /> Al observar lo bien que parecíamos llevarnos Boby y yo, quedaron de verse en aquella misma playa en próxima ocasión.<br /><br /> Lo que efectivamente,sucedió, no se yo si con previo acuerdo telefónico.Y volvi con Sandra a Las Alcaravaneras en donde estaban ya Miama y Miamita con Boby. Y los dos juntos y correteamos y jugamos hasta que recurrimos de nuevo a la sombra de los lentiscos en donde él me contó las últimas peripecias de su vida, demostrándome que era todo un filósofo perruno y un narrador excelente...<br /><br /> Pero, ¡escucha! Oigo el llavín introduciéndose en la cerradura de la puerta de entrada, por lo que sé que regresan Sandra y su padre, así es que me despido de ti por hoy para acudir a agasajarlos y atenderlos como siempre.<br /><br /> Aclarándote como colofón y con un tanto de rubor por mi parte que, en realidad, lo que Boby me había estado contando en la playa fue con un relato más sencillo, escueto y directo al tema si se quiere, pero, como ya habrás observado, yo que soy de por sí una perrita curiosa y novelera, suelo extenderme en detalles, a veces, lo confieso, supuestos o ideados e inventados pues mi imaginación es mucha. Te diré, en fin mi querido Micifuz que si hubiese nacido con el dón del habla y de escribir de los humanos yo sería irremisiblemente escritoria, no lo dudes...¡Voy, voy, voy, mi dueña! ... mis amos. <br /><br />.................................................<br /><br /> Bueno, bueno, querido y silencioso Micifuz: Aquí estamos de nuevo solos, frente a frente, al igual que hace escasos días cuando te conté algo de la interesante vida de mi amigo Boby, el perro labrador chicharrero.<br /><br /> Y es que Sandra, nuestra dueña se fue, como acostumbra, a impartir sus clases de geografía e historia, a un colegio religioso, creo. Y su anciano padre, por lo que les oí esta mañana, ha ido a pasear y luego a hacer de ratón de biblioteca como él mismo se dice, a la Pública o a la Insular o, en todo caso a las hemerotecas locales, cosa que a mí, por mis ancestros, en cuanto a lo ratonil me hace mucha gracia, pero que en realidad se refiere a que es un buen y concienzudo documentalista, al decir de sus amistades y que indica un determinado tipo de historiadores e investigadores natos. Aunque es ya mayor de edad y, a mi modo de ver le falla algo la memoria, por lo que lleva siempre en el bolsillo lápices o bolígrafos y un bloc de notas o unas cuartillas en blanco dobladas para apuntar todo lo que pueda interesarle, continúa investigando en documentos y escribiendo unas buenas horas todos los días.<br /><br /> Al padre de Sandra, parece ser que, ya viudo desde hace tiempo, se le vé que es hombre muy inteligente, de carácter más bien seco y adusto para con los demás, con reminiscencias indudables de cuando ejerció un alto cargo, me parece que de coronel del ejército; pero amable y educado y hasta cariñoso a su manera cuando se trate de su hija Sandra. Tiene también un hijo, militar como él, casado y con dos niños gemelos, que yo no conozco porque viven en la Península, cuyas fotos son esas que estan detrás de ti, en la consola y que se hablan con cierta regularidad los unos con los otros a través del teléfono y se escriben cartas de vez en cuando. Ha colaborado con diversos artículos en la prensa y en alguna revista y en los estantes de su despacho-escritorio y biblioteca casera figuran algún que otro libros de los que es autor.<br /><br /> Pues bien, a mí y por ruegos de su hija, parece que a acabado por aceptarme y aún me hace alguna que otra carantoña cuando anda como distraido, pensando en sus escritos, si bien, al principio de entrar yo en sus vidas no aceptaba de buen grado mi presencia en el piso de la Avenida de Escaleritas, así como así... ¡Es que si vieras tú el aspecto que yo tenía cuando pasé a ser propiedad de su hija Sandra!<br /><br /> Pero, bueno; otra vez me estoy enrollando, bien lo sé, aunque tú no me digas nada al respecto.<br /><br /> Tal como ya te he relatado, Boby lograra al fin de su agitada existencia errabunda, vivir contento, feliz y sabiéndose querido con sus Miama y Miamita en Santa Cruz, en la isla de enfrente.<br /><br /> Y así fue pasando el tiempo en aquella espcie de suerte feliz, queriendo y sabiendose querido.<br /><br /> Miamita, a la que adoraba, cuando estaban acomodados en el salón solía leer algún cuento en voz alta, para ella y para él, que escuchaba atento, procurando no babear, ronroneando, alzando las orejas, meneando la cola o con el hocico a ras de alfombra y tapado al desgaire por una de sus patas delanteras. Otras en la propia alcoba de la jovencita en la que imperaba el color rosa, con pósteres y fotografías diversas en las paredes y esparcidos juguetes de peluche y libros de texto de sus estudios primarios sobre la mesita, la silla o el cojin y aún por el suelo.<br /><br /> Cuentos que, a pesar de no entenderlos él bien, a veces fue conociendo de tanto oirlos; por lo que Boby supo de Blanca Nieves y los siete enanitos, de la Bella Durmiente del Bosque, de Caperucita Roja, de la Casita de Chocolate, de La Cenicienta, de Pulgarcito y sus siete hermanos, del Gato con Botas, del Enano Bailarín, del Soldadito de plomo, de la Sirenita y del Patito Feo y más delante de las aventuras de Pinocho, del Mago de Oz, de Alicia en el País de las Maravillas, de Peter Pan, etc etc., que luego habrían de ser sustituidos por los relatos de Celia, sus hermanos, sus primos y sus amigos, que habían sido ya leidos por Miama cuando a su vez fue niña, tebeos o comic de colores y aún alguno que otro graciosos cuentos propios canarios<br /><br /> Boby nunca más volvió a los parajes y rincones del Barranco de Santos ni siquiera a los alrededores de El Cabo donde vivieran sus antecesores y había sido su cuna. Y se le erizaba el cuero cabelludo y sentía auténtico terror cuando por algún acaso caminaba con Miama y Miamita por los alrededores del Puente Garcelan, del MercadoMunicipal de Nuestra Señora de Africa o por donde estuviera la Recova, donde las casas terreras antiguas habían ido desapareciendo y con ellas un púbico alborotador y eterogéneo, muy aficionado a las peleas, tanto entre humanos como entre perros en las que alguna vez, a fuerza de cadenas, palos y privaciones de todo tipo él mismo tuvo que luchar defendiendo su propia vida, pues en cierta ocasión gentes golfantes y vagabundas como él y los de su pandilla habían intentado convertirlo en verdadero perro de presa y de pelea a base de palos y cadenas, cuando lo atraparan en una trampa unos golfantes, borrachos y pendencieros de los que supo al fin librarse a dentelladas y mordiscos con gestos amenazadores, ladrando, aullando, roncando agresivo de tal forma que llegaron a asustarse aquellos hombres innobles y salvajes.<br /><br /> Y al cabo de algunos años de aquel su actual apacible modo de vivir, queriendo y sintiéndose querido, despues de observar las cabilaciones de Miama, sus conferencias telefónicas y algún que otro comentario a Miamita, advirtió que ambas estaban preparandose para alguno de sus anuales viajes fuera de la isla y temió que fuesen a dejarle como otras veces al cuidado de Juanito, el viejo jardinero del ayuntamiento, ya jubilado, que por algún dinero se hacía cargo de él y lo atendía en sus necesidades alimenticias pero lo mantenía siempre encerrado en un patio de altas paredes que para él era como una cárcel.<br /><br /> Pero, no; en aquella ocasión se trataba de un viaje marítimo, de traslado de hogar en toda regla, a lo que presentía ya con destino definitivo en la otra isla, la de enfrente, por donde salía diariamente el sol.<br /><br />Y así, después de un agitado trasiego de despedidas de las muchas amistades que tenían, de llamadas telefónicas y de hacer las maletas y embalar otros bultos, despues de él haber dormido toda la noche con un profundo sopor se vino a despertar sujeto al asiento posterior del coche familiar que aparecía completamente abarrotado de cajas con ropas, libros, revistas y otros muy variados objetos, además de las maletas que imaginaba en el portabultos, sin Miama y Miamita a la vista, con otros muchos vehículos diversos aparcados a su alrededor, en penumbra, en lo que parecía un enorme garaje, que se movía en rítmico y continuo valanceo lo que de momento lo asustó, aunque volvió al poco a amodorrarse. <br /><br /> Al regresar la señora y la jovecinta, sentadas ya una al volante y la otra en el asiento del copiloto y salir con el coche, unos tras otros y en fila al exterior, respiró más tranquilo, sobre todo al ya correr libremente el vehículo que salió presto de los muelles marítimos y después de raudo viaje a traves de paisajes de amplia panorámica con el mar al costado y el firmamento azul puro sobe ellos entraron en la gran ciudad de los altos edificios que parecían torres, arribando al poco a una linda barriada en la que abundaban las casas chalet con jardines de frondosos árboles y algunas con piscinas, que pronto entendió el labrador que una de aquellas casas iba a ser su nuevo domicilio en la Gran Canaria.<br /><br /> Precisamente en Las Palmas de Gran Canaria vivía La Señora, madre de la una y abuela de la otra recién llegadas, a la vera del historiado Parque de Santa Catalina, con el fabril Puerto de La Luz y los transitados muelles de atraque al fondo y barcos de carga o de pasaje, de contenedores o trasatlánticos que entraban o salían de la bahía constantemente.<br /><br /> La Señora, Miama y Miamita, cuando no había clases y en los días festivos se veían con frecuencia y pronto Boby aprendió a respetar y querer a la más anciana de las mujeres de la saga y con ella mas de una vez lo dejaron mañanas o tardes en las que, él a sus pies y ella acomodada en una mecedora, en apacibles horas en tanto que obillaba hilos de distintos colores y con la ayuda de unas finas agujas bien manejadas confeccionaba lindos tapetes, calcetines no se sabía para quien, y hasta, una vez le hizo al enorme perro, una especie de horroroso chaleco de lana que se empeñó en que se lo pusiese y que él odiaba, por lo que sigiloso y pidiendo por ello en su interior perdón a la calcetera, logró medio desacer con sus agudos caninos, la Señora, que, por lo visto era muy “canariona”, o “grancanariona” como así se les decía a los nativos de Gran Canaria, le estuvo contando la historia o leyenda de un perro que vivió por el Barranco de Guiniguada, llamado Faycán y era descendiente directo, a pesar de las muchas, muchísimas generaciones de aquellos que al principio de los tiempos dieran el nombre a la isla, del “can” latino, que quería decir precisamente de “canaria”, tierra de canes y que un hombre conquistador procedente de Francia, por la valentía de sus salvajes habitantes llamó “Gran Canaria”, nombre que le quedó ya para siempre.<br /><br /> La anciana le contó que realmente eran siete las islas que con otros seis islotes constituían en medio del Océano Atlántico que bañaba sus costas el archipiélago Canario, como lo conocían los humanos. Siempre hubo en todo relato, legendario o real, alguna mención a los canes que en estas islas hubo. Los perros de presa, también llamados “bardinos” de Fuerteventura, los “cancha” pequeños y feroces perros, buen bocado en la gastronomía de Echeide que era al principio Tenerife, y que por cierto , tal como en una ocasión le informó un famoso historiador isleño fueron similares a unos que en la América prehispánica y según las crónicas tuvieron los aztecas como alimento favorito, de pequeño tamaño, cebados y a los que al parecer les cortaban la lengua para que no ladraran y que recordaban a los “gareaguas” tinerfeños que eran perros especialmente alimentados y a los “haguayan” pequeños perros beneahoritas de La Palma y aún los “tibicenas” perros negros y lanudos que, se decía, se aparecían a los aborígenes canarios. También, que alguien o algo, hacía ya mucho tiempo y en esta Gran Canaria cogió a ocho de los más famosos perros de la isla y por algún encantamiento los convirtió en ocho estatuas de bronce para colocarlos en la Plaza Mayor, mismo enfrente de la majestuosa catedral de Santa Ana, allá por el barrio de Vegueta que estuvo separado de siempre del deTriana por el Barranco de Guiniguada que dividia en el pasado a la ciudad vieja de la moderna. Y que un escritor local muy inteligente y singular y grande bohemio en su día escribió para la posteridad la historia de los ocho perros y perras, contando sus peripecias y andanzas perrunas de aquellos Faycán, Cicerón, Pluto, Rebenque, Caifás, Catalejo, Neron y uno que por ser de la isla de enfrente como él le llamaron precisamente Chicharro; y las dos hembras queridas de todos ellos Marquesa y Linda. Por lo visto, el libro-novela de aquel escritor grancanario llamado Victor Doreste fue muy celebrado en su tiempo y reiteradamente reeditado<br /><br /> En fin; todo aquello que mi nuevo amigo Boby me contó bajo la sombra de unos arbustos, al lado de las isntalaciones del Real Club Náutico en la Playa de Las Alcaravaneras me gustó mucho y siempre lo he recordado cuando él y yo, muy de cuando en cuando nos hemos vuelto a ver.<br /><br /> Para concluir con el relato de la vida del perro labrador Boby, que llegué a conocer, debo de añadir que aún no hace mucho tiempo, Sandra, en uno de esos paseos que a ella ya mí tanto nos agradan por el señorial barrio de Vegueta, alrededores de la Catedral y Plaza de Santa Ana, en tan histórica Plaza Mayor me condujo a la vera de unas estatuas de varios perros en posturas sedentes y como de espíritu ausente, a las que, despues de la inicial sorpresa acudí zalamera a saludar. Pero bien pronto me dí cuenta de que aquellos grandes animales de airosas y estáticas aposturas no exhalaban olor alguno de sus glándulas odoríferas... ¡Porque eran tan solo unas figuras, las famosas efigies broncíneas de bellos ejemplares de perros, de los perros que me contara Boby!. Los reconocí olisqueándolos uno a uno y bien pude comprobar que tal como allí mismo me indicó Sandra, no solo eran como moldes o vaciados de esculturas de hierro fundido, de hierro colado y no de bronce, como la mayoría de la gente cree y me indicó mi ama, haciéndome advertir como la oreja de uno de ellos estaba a medio asserrar o cortar por algún anónimo admirador o recolector de material férrico para vender y que la creyó de broncíneo material. <br /><br />Habían sido los ocho canes traídos de Europa por encargo de un alcalde progresista a finales del siglo XIX y allí colocados enfrente de la majestuosa catedral, teniendo a un costado los palacios episcopal y regental y allá atrás, al final de la plaza, el señero edificio del Ayuntamiento, justamente cuatro o cinco años antes de que se instalase en el emblemático contorno la luz eléctrica que sustituiría a los añejos y ahumados faroles de petróleo o “belmontina” como también se les llamó.<br /><br /> Y Sandra, divertida, ya luego en casa, tomando uno de los muchos libros escritos de su padre, me leyó aquello de: <br /><br /> “LOS PERROS DE LA PLAZA DE SANTA ANA”<br /><br /> En el barrio de Vegueta,<br /><br /> corazón de la ciudad,<br /><br />la plaza de Santa Ana,<br /><br />¡que acogedora está!<br /><br />con sus palacios<br /><br />y nobles casas<br /><br />y la hermosa catedral.<br /><br />Palmeras, macetones y flores;<br /><br />Farolas y bancos de colores...<br /><br />Palomas, niños y mayores.<br /><br />Y los ocho perros<br /><br />en fundidos hierros<br /><br />pintados de verde, <br /><br />cuyo origen se pierde<br /><br />en la tradición popular.<br /><br />Perros con fama,<br /><br />perros de caza;<br /><br />perros en la plaza<br /><br />de Santa Ana.<br /><br /> <br /><br />Dicen los abuelos<br /><br />que en los siglos pasados<br /><br />se compraron e instalaron<br /><br />y para siempre se quedaron<br /><br /> <br /><br />Y ya lo certificó un día<br /><br />La vieja “Perejila” poetisa <br /><br />con su mucha picardía<br /><br />y haciéndolo de esta guisa:<br /><br /> <br /><br />“Vaya, vaya!... ¡Vaya, vaya!<br /><br />El mundo se va a acabar.<br /><br />¿Dónde se han visto ocho perros<br /><br />Cuidando la Catedral?”<br /><br /> <br /><br />También Roque Morera, <br /><br />vate bohemio y popular <br /><br />con voz sincera<br /><br />asi los llegó a cantar:<br /><br /> <br /><br />“Aunque me cueste el destierro, <br /><br />diré con mi frente ufana<br /><br />que la Plaza de Santa Ana<br /><br />hoy es plaza de los perros”<br /><br /> <br /><br />Y aún, aquel mauro viejo, <br /><br />que dijo con mucho gracejo<br /><br />y un tanto de guasa<br /><br />al llegar a su casa:<br /><br /> <br /><br />“Hoy vengo “asorimbrado”<br /><br />de lo que “vide”en la “siudán”:<br /><br />Ocho perros sentados<br /><br />enfrente de la “catedrán.”<br /><br />.....................................................................<br /><br /> Pero, bueno; hoy ya es un poco tarde, están al llegar Sandra y su padre que fueron a un acto artístico cultural por lo que les entendí; así que tú quedate aquí tranquilo, amigo Micifuz, en tanto que yo me preparo para recibirlos con la alegría y zalamerías de costumbre para luego pasar a la cocina, comer algo, tomar unos tragos de agua y luego, ya en la solana, tenderme sobre mi mullido cojín, dar varias vueltas sobre mi misma y en la última quedarme perfectamente dormida, libre de posibles sustos o preocupaciones, a pierna suelta, como suelen decir los humanos; pero, con un sexto sentido alerta, por si algo o alguien pueda de alguna forma amenazar a mis seres queridos,... y advertirlos.<br /><br /> Y te prometo que en otro momento propicio continuaré contándote de mi perruna e interesante y aventurera vida. ¿Vale?.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-44613737539245783862011-01-15T10:22:00.000+00:002011-01-15T10:23:48.703+00:00San Borondón y la ballena(una Leyenda Canaria)<br /><br /> <br /><br /> Un San Avito, a principios del siglo 11 de nuestra Era, hallándose en peregrinación por varias ciudades de la Bética, llegó a orillas del Atlántico y sabiendo que una nave se disponía a levar anclas con rumbo a las costas mauritanas e islas cercanas, determinó embarcar y predicar la fe de C Cristo en tan lejanas playas. Firme en su propósito, llegó a Canaria, eligiéndola como teatro de su predicación. Según la leyenda, hizo muchas conversiones y adquirió tan poderoso influjo en el país que se atrajo el odio de los principales magnates de la misma, temerosos de tal influencia, amotinaron al pueblo y consiguieron darle cruel muerte en medio de los tormentos del martirio, que sufrió “el 13 de las nonas de enero del año 106 de Jesucristo”, se escribió. Sus cronistas dijeron que había desembarcado por un lugar que se identifica actualmente como Arguineguin y que oficiara la primera misa en una cueva en donde posteriormente se veneró una imagen de Santa Agueda, cueva todavía existente en la actualidad. <br /><br /> Viene luego la leyenda del monje San Brandán, llamado también Branda, Brandón, Brandenes y Borondón, que vivía al mediar el siglo VI en la abadía de Cluainfor o Cluainfert, en Irlanda. Durante una visita que le hiciera San Barinto, pudo escuchar de labios de éste el relato de un fantástico y maravilloso viaje:<br /><br />-Oirás ahora, hermano, las maravillas que Dios, Nuestro Señor, me ha revelado en ese tenebroso océano, cuando, acompañado del hermano Mornoe me dirigía en una embarcación ligera hacia Occidente, en demanda de la isla de Promisión de los Bienaventurados. A poco de principiar el viaje nos vimos envueltos en densas nieblas, hasta que, pasadas unas horas brotó una luz vivísima que nos permitió descubrir una tierra espaciosa y abundante en pastos y frutas. Quince días estuvimos recorriéndola s i n encontrar sus límites y observando que no había plantas sin flores ni árboles sin fruto, siendo de un precio inestimable las piedras sembradas por el suelo. Llegamos por fin a un río que separaba la isla en dos partes, a cuya orilla nos detuvimos, no siéndonos permitido vadearlo porque Dios nos 1o había prohibido. Recorrimos de nuevo la parte de donde habíamos salido, sin sospechar siquiera que, . . . !Habíamos estado a las mismas puertas del Paraíso! . . .<br /><br /> Al escuchar tan estupenda relación, poseído el monje San Brandán de ferviente curiosidad, resolvió emprender por sí mismo un viaje a aquellos deliciosos lugares. Y después de muchas y extraordinarias aventuras, tuvo la suerte de encontrar la isla maravillosa, que recorrió también en toda su extensión, siendo detenido a orillas del río, lo mismo que San Barinto; y se le apareció allí un ángel que Dios le enviaba con tal objeto.<br /><br /> Durante aquel largo viaje, San Brandán y 1os diecisiete monjes que lo acompañaban, entre quienes se contaba el célebre San Malo o San Maclovio , descubrieron varias islas, que la crónica vá señalando de esta forma:<br /><br /> La primera era una isla escarpada, surcada por varios riachuelos, en la que fueron cariñosamente recibidos, renovando allí sus provisiones.<br /><br />Pasaron luego a otra, abundante en peces y cabras, entre las que había algunas tan grandes como novillos. Desde ella avistaron un islote llano y sin playas donde intentaron celebrar la Pascua de Resurrección, pero el islote principió a moverse y tuvieron que huir precipitadamente, revelando a todos el santo que el tal islote era una gran ballena. Desde la isla de las Cabras descubrieron otra más hermosa, cubierta de bosques y flores, donde los pájaros cantaban deliciosas melodías; Llamábanla el Paraíso de los pájaros y en ella celebraron la Pascua de Pentecostés. Vieron luego<br /><br />otra isla poblada do cenobitas. en la que descansaron los viajeros hasta la fiesta de Navidad. Este trayecto de isla a isla fue recorrido por ellos en seis años, hasta que al comenzar el séptimo, Dios les permitió ver otras islas, de las cuales una estaba llena de bosques; otra producía frutas de color rojizo y se hallaba habitada por hombres de grandes fuerzas; otra estaba perfumada con hierbas olorosas y preciosos racimos y fertilizada con fuentes cristalinas; y otra, que llamaron Pedregosa, donde los cíclopes tenían sus fraguas se veía iluminada por fuegos intensos. Más al Norte se les apareció una montaña alta y nebulosa a la que dieron el nombre de Infierno; y por último arribaron a una más pequeña donde vivía un ermitaño que les dio su bendición.<br /><br /> Este relato nos demuestra bien claramente que al forjar la fábula se tuvo presente el recuerdo de las Afortunadas, pues creemos que van envueltas en los nombres de: Isla de las Cabras, Fuerteventura; paraíso de los pájaros, Gran Canaria; y la del Infierno, Tenerife, cuyo pico Teide en ignición ya habían notado otros anteriores viajeros. Y la mayor, descrita como la que estaba separada por un río, bien podía ser la fantástica que hoy se conoce sin existir, con el nombre de San Borondon.<br /><br />(de la obra inédita MAS TRADICIONES CANARIAS por Carlos Platero Fdez.)Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-10632554000283216022010-12-22T19:22:00.000+00:002010-12-22T19:24:01.217+00:00EL ANCIANO, EL NIÑO Y EL MOVILUn cuento de Carlos Platero<br /><br />Primera parte<br /><br />_ ¡Riiin, riiin, riiin!<br /><br /> Suena reiterativo el timbre de la puerta de acceso del zaguán, en el piso, excepcionalmente bajo, en esta zona de la barriada en la que los bajos o primeros suelen estar ocupados por locales comerciales u oficinas.<br /><br /> El anciano, que se mueve con lentitud, con un principio de prevención, antes de descorrer la manilla de la cerradura echa una ojeada a través de la mirilla insertada en la puerta de recios paneles de madera.<br /><br /> Desde hace ya algún tiempo vive solo, se arregla para ello como puede pues no quiere depender de nadie, a pesar de que, hallándose en situación de viudo desde hace bastante tiempo, ya cuenta más de ochenta años de edad. Pero todavía puede atender sin grandes problemas a sus necesidades personales más perentorias y no ha aceptado la oferta reiterada de que lo visite y atienda alguna persona componente de la Asistencia Social Municipal local porque todavía se siente capaz de vivir independiente sin pasar por grandes problemas.<br /><br /> No obstante, el anciano solitario paga religiosamente a una mujer ya mayor que, al menos una o dos veces a la semana le hace limpieza de la vivienda, se ocupa del lavado y planchado de su ropa y asimismo le atiende en alguna que otra emergencia que se le ofrezca. El, como funcionario del Estado ya jubilado se considera satisfecho y hasta en cierto modo afortunado con la modesta pero segura pensión que percibe, que le da para cubrir gastos, para vivir sin grandes alharacas pero también sin estrecheces. <br /><br /> Si hay algo que en verdad lo define, aunque él no quiera reconocerlo es que siempre ha sido hombre de genio pronto, lo que con el paso de los años ha pretendido domeñar, aunque no lo ha logrado nunca del todo y de cuando en cuando “se le enciende la sangre en las venas”, como él se dice a si mismo.<br /><br /> Por ejemplo, en este día de la Festividad de Reyes, como en fechas parecidas anteriores ha salido con su hijo y su nuera a comer en alguno de los restaurantes de las afueras de la ciudad, invitado por ellos como viene siendo, si no habitual si de cuando en cuando y en fechas festivas.<br /><br /> ¡Que calzonazos es Adrián, el hijo y como lo domina y hasta humilla Marta, su esposa! <br /><br /> Lamentablemente para el anciano que en los últimos tiempos sobre todo ha añorado la existencia de algún nieto, heredero de su carne y de su sangre, la pareja no ha logrado tener hijos, lo que, según piensa el anciano aún ha agriado más si cabe el mal carácter de que ella suele hacer gala cuando quiere.<br /><br /> Y ha convertido en más mansurrón y acomodaticio a Adrián que en la actualidad, alrededor de los cincuenta años de edad parece pasar ya de todo en esta vida. Antes, cuando todavía vivía la madre, el solo y a veces los dos solían acudir de cuando en cuando a visitar a los ancianos y viajaban algo, pero ahora, ni visitas ni viajes y tan solo, de pascuas a ramos lo hacen, aunque si siguen invitando a padre y suegro el seis de enero. Adrián, empleado de banca, en los ratos de ocio, más que a visiteos se dedica a la colombofilia, la cría y cuidado de unas cuantas palomas mensajeras que mantiene en un rústico palomar en el ático de su vivienda; y Marta, criticona de todo y contra todo, lo mismo acude con asiduidad al cine de la vecindad y parece disfrutar con su soledad, que se queda en su casa, sin apenas rozarse con los conocidos o vecinos, pasando horas y horas ante la televisión viendo alguna rancia película o escuchando la radio hasta que se queda dormida pues, desde luego, apenas si tiene trato con alguna persona amiga o familiares cercanos que la aguanten impertérritos. <br /><br /> Y dado el carácter fuerte y arisco de nuera y suegro, bastantes han sido las trifulcas verbales entre ellos, en cuanto ha surgido la más mínima chispa de discordia, siempre ante la pasividad del hijo y marido, aunque últimamente han sido menos.<br /><br /> La doctora del Centro Médico de la Salud que atiende al anciano le ha recomendado reiterativa que procure evitar todo acto de violencia reprimida, de enfurecimiento contenido y aún de simple enojo con los demás si no quiere sufrir alguna mala consecuencia puesto que tiene el corazón algo debilitado. Que sin quererlo le puede sobrevenir una angina de pecho, un ataque cardíaco o una isquemia, por lo que debe de huir de hacer mucho ejercicio, de pasar frío, de tensiones emocionales o de comidas copiosas.<br /><br /> Es por lo que el anciano evita también él el contactar con el matrimonio pese a que a veces sienta un tanto entristecido la soledad de viudez en que vive. Por tal motivo aunque a regañadientes accede a salir con ellos a comer; “aunque sea una sola vez al año”, se dice al claudicar. Como ha ocurrido en la presente ocasión en la que el anciano evoca un tanto enternecido aquellos tiempos cada vez más lejanos pero presentes en el recuerdo en los que la madre, ahora ya difunta y él invariablemente, después de la Noche de Reyes agregaban a los posibles regalos de los Magos entre los tres, un almuerzo o en la ciudad o en las cercanías. Padres e hijo alrededor de una mesa bien surtida de variadas viandas, con lo que, a su manera se sentían felices y contentos en aquellos momentos.<br /><br /> Pero Adrián, siendo ya algo mayor, al fin se casó con una compañera de tareas laborales,... un poco a disgusto de sus padres que nunca congeniaron con la novia, la prometida y al fin nuera que se les adentró en sus vidas y que pronto se descubrió como una mujer adusta, de fuerte y agrio carácter, de mal genio constante que se acrecentó cuando la pareja supo que no podrían tener hijos: que motivaba más y más enfrentamientos y discusiones, lo que inevitablemente alejó a los dos ancianos, pues nunca hubo posibles avenencias entre nuera y suegros. <br /><br /> Aunque ocurrió que como única concesión a la costumbre paterno filial establecida desde años atrás, el Día de Reyes, un matrimonio unas veces y el otro otras se invitaban a comer y pasar el mediodía juntos, en un almuerzo comunal que pretendía ser referencia de mutuo buen querer. Y sucedió que la esposa, madre y suegra en una pieza, falleció en plena madurez y el matrimonio joven por una u otra causa se fue distanciando del viudo, por lo cual tan solo de cuando en cuando el hijo lo llamaba por teléfono para saber como se encontraba de salud. Marta no lo llamó nunca y de tal modo tan solo el vínculo del rito establecido de la comida conjunta en el Día de Reyes los unía al mantenerse a través de los años.<br /><br /> Pues todo lo expuesto es el motivo de que el matrimonio y el anciano se hayan encontrado esta tarde en el interior del automóvil conducido por Marta al tiempo que, como casi siempre discute con su marido acomodado a su lado en el asiento delantero derecho. <br /><br /> Detrás, un tanto encogido sobre si mismo, apoyando las sarmentosas manos en la empuñadura del bastón que ya es su habitual sostén como necesaria ayuda de cualquier tipo de movimiento corporal, el anciano, callado, parece dormitar como aletargado pero sintiendo en su interior como una ligera molestia, localizada en el plexo del tórax y siguiendo como sin querer la discusión, una más desatada entre Adrián y Marta, que masculla:<br /><br />_ ¡No me digas más!... Siempre serás un derrochón y un Simplicio... No tenías que haberle dado esa propina al camarero.<br /><br />_ Pero, mujer, -trataba de defenderse él – Que no fue para tanto, tres euros más o menos...<br /><br />- ¿Que no fue para tanto...? Ni siquiera tuvo la delicadeza de ahuyentar aquella mosca pesada que nos estuvo rondando, que no me dejaba en paz.<br /><br />_ Bueno; la dichosa mosca se alejó zumbando en cuanto yo levanté la servilleta, ¿no? Y el camarero, uno solo para los clientes que allí estábamos, yo creo que hacía lo que podía...<br /><br />_ ¡Si!... Metiendo el dedo en la tacita del consomé, que yo bien que lo ví. <br /><br />_ Pues yo no ví nada. – y medio volviendo el rostro hacia su padre, -Papá, ¿Qué dices tú del camarero?<br /><br /> Pero antes de que el aludido respondiera, volvió a la carga la enojada Marta<br /><br />_ Hacía lo que podía... Tampoco supo traer otra servilleta para tu padre cuando le estaba cayendo la baba...<br /><br /> Aquí, el anciano se consideró activo para intervenir a su vez, e hizo como que se despertaba del sopor.<br /><br />_ ¡Oye, Marta!... Que yo no me babeé, contra... Me salió algo de saliva de entre los labios, nada más.. ¡Pues no me falta más que me llamen baboso!<br /><br /> Y la mujer, espoleado su natural genio, insistía en tanto seguía aferrada al volante, conduciendo:<br /><br />_ Si; baboso... No lo niegue. Que bien que se babea usted...Y se orina en los pantalones, que bien que se le notaba cuando regresó del cuarto de baño...<br /><br />_ Bueno, bueno... _ intentó contemporizar el pazguato de Adrián.- Deja a papá en paz. Que bastante tiene con sus achaques.<br /><br />¡Eso!... Tú llevándome la contraria siempre... Eres igualito que él... Pero es que tú, encima no tienes amor propio alguno..., _ y hubo de interrumpir su perorata al tiempo que daba un giro brusco con el volante para esquivar a otro coche que venía en dirección contraria. <br /><br />El marido la reprendió:<br /><br />_ ¡Mira como conduces ¡.. Casi nos atropellan.<br /><br /> El anciano, sobresaltado, sintió de nuevo como una aprensión, un molesto malestar en la caja del pecho. También notaba como se iba enardeciendo a medida que discurría el ambiente de crispación entre los tres pasajeros. No pudo contener un taco y una exclamación.<br /><br />¡Carajo, Marta!... No sé como han podido darte a ti el carnet de conducir. – y aún reflexionó, nervioso – Si queréis discutir los dos y pelearos todo lo que os apetezca, para el coche para yo bajarme aquí mismo y así librarme de tamaño peligro a que me estáis exponiendo.<br /><br /> La conductora frenó con brusquedad el vehículo y se volvió hacia su suegro, el rostro encendido por la ira.<br /><br />_ Si no le gusta como conduzco, quédese aquí, viejo estúpido.<br /><br /> El anciano, también enfadado de veras iba a decir algo pero su hijo, tratando de apaciguar a los dos contendientes verbales, quiso ser contemplativo.<br /><br />Anda, anda... Arranca y sigamos que ya no falta mucho para dejar a papá en su casa... Y tú, papá, contén un poco tu lengua, por favor.<br /><br /> La mujer continuaba despotricando entre dientes, enrojecido el semblante, al tiempo que reiniciaba la marcha del coche. Y murmuraba entre dientes:<br /><br />_ Tu padre se salva de que es un viejo decrépito y achacosos porque sinó, bien que me cagaba yo en todas sus barbas, por imbécil.<br /><br /> Y el aludido temblando ya de ira e impotencia, de rabia apenas contenida se reclinó más para atrás en el asiento, murmurando como para sí un audible “¡Vete a la mierda!” en tanto que a la vez se tocaba el tórax dolorido.<br /><br />¡A la mierda se va usted y el alma que tiene!... ¡Pues, habrase visto!. – y sin dejar de conducir se volvía hacia su marido - ¿Lo has oído, Adrián?... A mi nadie me manda a eso y menos un viejo grosero y malcriado.<br /><br /> Pero el anciano ya no se apercibió con claridad de que el vehículo continuaba la marcha ni veía ni oía las gesticulaciones y los exabruptos que la mujer continuaba lanzando al tiempo que profería diatribas, insultos y palabras malsonantes en catarata, sin al parecer atender a su marido que, a su vez, trataba en vano de calmarla y no se atrevía a volverse para mirar a su padre.<br /><br /> Y así, procurando respirar y espirar con lentitud el anciano observaba que iba cediendo aquella molestia más que dolor interno del tórax y que acabó por suponer, ya más relajado que bien podía ser algo de indigestión por todo lo que había comido en el almuerzo.<br /><br /> Ya en la barriada residencial, el vehículo se detuvo ante la puerta del zaguán, apeándose el anciano que tras una apenas murmurada despedida cruza a la acera y accede al portal de su vivienda y a ésta, recostándose al fin, fatigado, en uno de los sillones de la sala de la entrada, todavía molesto de la discusión habida con su nuera.<br /><br /> En rincón de la estancia, sobre una mesita auxiliar, la oscura y brillante pantalla vertical de un ordenador parece estar haciéndole rítmicos guiños en fugaces destellos.<br /><br /> “¡Vaya, hombre!, - se dice para sí el anciano – Otra vez me he dejado encendido este trasto”<br /><br /> Porque, a pesar de su edad y de pertenecer a la mayor de las generaciones vivientes, hace algún tiempo que en su intento de modernizarse algo y a pesar de ya disponer repartidos por el piso, televisores, diversos reproductores de música y grabadores y aparatos de radio a pilas y eléctricos cuando falleció su mujer y para convencerse a si mismo de que podía y sabría estar actualizado en la novedosa era de la informática adquirió un ordenador compuesto de teclado, pantalla y torre y después de la precisa instalación por un técnico, poco a poco acabó entrando en la para él todavía intrincada y novedosa era de la más rabiosa electrónica.<br /><br /> Pues bien, cuando se disponía a levantarse para apagar la instalación del aparato, fue cuando sonó insistente el timbre de la puerta desde el zaguán.<br /><br />_ ¡Riiin, riiin, riiin!<br /><br /> <br /><br />Segunda parte<br /><br /> Antes de descorrer el pestillo de la cerradura, el anciano, como tenía por costumbre, echó una ojeada al zaguán a través de la estratégica mirilla de la puerta y en principio no vio a nadie, pero luego si alcanzó a ver la parte superior de la pelambrera oscura y rizada de quien estaba oprimiendo el botón del timbre y sonrió para si al tiempo que franqueaba la entrada puesto que acababa de reconocer de inmediato al niño, hijo de la pareja que vivía en uno de los terceros pisos del inmueble.<br /><br /> Un arrapiezo de unos nueve o diez años de semblante simpático y sonriente, de tez morena y pelo rizado, ojos vivaces de escrutador mirar a través de los cristales de unas gafas cuyas patillas estaban unidas entre si por un cordón trenzado que habría de evitar cualquier pérdida por despiste de su usuario. Aunque más bien de constitución rolliza, bien se advertía que estaba en la plena edad infantil del crecimiento.<br /><br /> Aquel niño era amigo del anciano pues solía hacerle esporádicas visitas y al que, pese a su ansiada soledad, parecían no molestarle y, siempre que hubiese un natural respeto no le desagradaban aquellas muestras infantiles amistosas. En la actualidad era el único menor de las viviendas que daban al zaguán lo que le facilitaba una cierta impunidad en sus infantiles confianzas, siempre y cuando se atuviese a las normas elementales de convivencia.<br /><br /> El niño, muy modosito al principio, como solía proceder, se sentó en otro de los sillones que componían el tresillo de la sala de entrada y muy pronto le preguntó al anciano si los Reyes Magos y Papá Noel se habían portado bien con él. Luego, con la volubilidad propia de la infancia le mostró un aparato de fonía móvil de lo más moderno del mercado, a lo que parecía; aclarando que si se lo habían dejado los Reyes, aunque ya estaba algo usado pues su madre lo había pisado sin querer y al considerarlo medio estropeado para su función de comunicaciones se lo dio al niño para que jugase con él y practicase su uso, explicándole someramente como podía sacarle provecho y aún llevarlo al colegio como ya lo estaban haciendo otros condiscípulos suyos que de alguna manera le enseñaran a manejar tan provechoso juguete.<br /><br /> Y el niño, siempre dispuesto y espabilado explicó allí como con aquel móvil podía contactar inmediatamente con sus padres y aún con sus profesores, con algunos de sus compañeros, “más camaradas”, etc., etc. Y aún, contactar con la mismísima policía si lo precisase o él se propusiese, apretando así uno de los botones del artilugio como él hacía, estaba haciendo, ... Si alguien malvado se portara mal con él, queriendo abusar de su candidez e inocencia. Y al mismo tiempo que tanto decía, no cesaba de apretar botones, encender y apagar el aparato para mejor demostración gráfica y práctica, lo que acabó cansando de tanta verborrea un poco a su oyente que, con una medio sonrisa le indicó que reconocía que sí, que aquel pequeño trasto que se podía mantener o guardar en un puño era algo importante, pero que tanta “erudición infantil” acabaría por marearle.<br /><br /> Suave amonestación que al niño por un instante no pareció agradarle pero que, modoso al parecer, de inmediato abandonó aquella especie de juego. Luego, poniéndose de nuevo en pié se dirigió decidido al rincón en donde todavía permanecía encendido el ordenador y, sin más se sentó ante el teclado de mesa, dispuesto a manipularlo. Aunque, sin volverse, previamente interrogó:<br /><br />_ ¿Tu sabes encontrar aquí una calle cualquiera que quieras conocer? ... Con el Google Earth, que el otro día me dijiste que tienes instalado, podemos ver como desde el aire nuestra calle, nuestro `parque...<br /><br />_ Si; ya lo sé, chico. Pero, deja el ordenador quieto... ¿Vas a saber tú más que yo, porras? – hubo de amostazarse un tanto el anciano.<br /><br />_ Es que yo encuentro la calle mejor que tú. En el colegio,... Y en mi casa lo hago siempre que quiero.<br /><br />_ Puede que sí, pero aquí, no...¡Deja eso, te digo!... Caramba con el mocoso. – Decididamente, el anciano aún seguía de mal humor, como si todavía le quedasen dentro de sí algunos flecos de la desagradable discusión con su hijo y nuera en el coche.<br /><br /> Y entonces ocurrió lo más sorprendente del insólito episodio.<br /><br /> Aquel niño en apariencia modoso, obediente y educado se volvió a sentar decidido en el sillón que hasta entonces había ocupado. Se caló bien las gafas sobre la nariz chata, abrió una vez más la tapa del móvil que en todo momento conservara entre los dedos de una de sus manos y, por un instante pareció que se ensimismaba, que se reconcentraba en si mismo.<br /><br /> Luego, de repente el niño miró con fijeza al anciano y exclamó:<br /><br />_ Tu me has insultado. Y con ésto así se lo voy a decir a mi padre... Y a la policía, que me protegerá.<br /><br /> El anciano que una vez más después de la ligera reprimenda pareció aburrido, se sobresaltó. Y vio estupefacto que la mirada del niño a él dirigida ya no era la de un travieso pero sumiso infante sinó la dura, cínica y reconcentrada de un adulto encolerizado, de un ser maligno y cruel por lo que sintió como si un frío estilete le atravesara la espalda; como un repentino escalofrío de aprensión y miedo que le recorría todo el espinazo, desde lo más bajo de la rabadilla a lo más alto del cerebro en el cráneo, como un ramalazo de verdadero pánico cerval. No obstante, todavía intentó reaccionar, barbotando:<br /><br />_ ¿Que es lo que dices tú, crío del hinojo?...<br /><br /> Y el niño, serio frío y con acento resolutivo aún repitió:<br /><br />_ Si; tu me has insultado y maltratado. Me he puesto en comunicación con mi padre y con la policía que vá a venir a por ti.<br /><br />_ Pero, pero,... ¡Habrase visto! – ya iracundo, levantándose y señalando la puerta de entrada, bramó – Anda... ¡Lárgate, lárgate ahora mismo y que yo no te vea más!<br /><br /> Por un momento, el niño pareció titubear y como si se deshiciese de una máscara borró de su faz el gesto maligno por el del infante de tez morena recubierta de cabello negro rizado y trató de contemporizar sonriente.<br /><br /> _ Es un a broma,... Yo no quería asustarte.<br /><br />_ Pues lo has conseguido, majadero – reconoció todavía enojado del episodio el anciano, que continuó, serio. – Anda, vete; Piérdete para tu casa ya y déjame en paz.<br /><br /> Y él mismo abrió la puerta que daba al zaguán por la que el niño con su móvil apretado en una mano pasó muy modoso y comenzó a subir por la escalera que lo conducía a la vivienda de sus padres en el tercer piso . <br /><br /> En aquel mismo momento sonó con insistencia el timbre de la calle y el anciano, sin cerrar la puerta de su vivienda pero ya dentro de ella preguntó por el telefonillo interior:<br /><br />¿Quién es?<br /><br /> Y ante su repentinos sobresalto y asombro le contestaron:<br /><br />_ ¡Abra!... Somos la policía.<br /><br /> El pobre hombre con ademanes temblorosos y sin creérselo del todo, franqueó la puerta de la calle a una pareja, hombre y mujer uniformados de azul mahón y con el distintivo bien visible de la Policía Nacional. Luego, aún oyó como le llegaba desde lo alto de la escalera comunal el sonido de la risa de tonos diabólicos del niño que jugaba con el móvil su intrínseca, congénita maldad, antes de caer pesadamente al suelo por un mortal y repentino ataque cardíaco, ante el desconcierto y asombro de quienes allí acudieran por haberse recibido a través de un satélite de comunicaciones, apremiante llamada de auxilio a la Comisaría.<br /><br /> Las Palmas de Gran Canaria, marzo 2010<br /><br /> <br /><br /><br /><br /><object width="550" height="413"> <param name="flashvars" value="offsite=true&lang=es-us&page_show_url=%2Fphotos%2F11200204%40N02%2Fsets%2F72157625527949467%2Fshow%2F&page_show_back_url=%2Fphotos%2F11200204%40N02%2Fsets%2F72157625527949467%2F&set_id=72157625527949467&jump_to="></param> <param name="movie" value="http://www.flickr.com/apps/slideshow/show.swf?v=71649"></param> <param name="allowFullScreen" value="true"></param><embed type="application/x-shockwave-flash" src="http://www.flickr.com/apps/slideshow/show.swf?v=71649" allowFullScreen="true" flashvars="offsite=true&lang=es-us&page_show_url=%2Fphotos%2F11200204%40N02%2Fsets%2F72157625527949467%2Fshow%2F&page_show_back_url=%2Fphotos%2F11200204%40N02%2Fsets%2F72157625527949467%2F&set_id=72157625527949467&jump_to=" width="550" height="413"></embed></object>Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-83612618085600672002010-11-22T23:47:00.000+00:002010-11-22T23:48:40.094+00:00Algunas nociones acerca del apellido en España(fragmento del libro “LOS APELLIDOS EN CANARIAS” de Carlos Platero Fernández <br /><br /> <br /><br /> Puede afirmarse que, en términos generales, el conocer el origen del apellido que ostentamos, así como, en muchos casos, el linaje o familia de que provengamos, satisface tanto curiosidades afectivo-culturales como a nuestra particular e innata vanidad.<br /><br /> El apellido, que viene del vocablo "apellidar" o llamar, usado sobre todo en los tiempos antiguos para ir a la guerra, es el nombre de familia con que nos solemos distinguir unas personas de otras. Al respecto, es conveniente saber que el origen lingüístico de los apellidos nada tiene que ver con el étnico de las gentes que lo lleven.<br /><br /> Este sobrenombre ya fue usado en la antigüedad por judíos, griegos y romanos; a pesar de que en Europa no se generalizó su uso hasta principios de la Edad Media, en donde su iniciación o extensión no fue solo latina sino de otras procedencias cuales vasca, céltica, ibérica, indoeuropea, germánica y árabe. Hacia el final de la época medieval europea los sobrenombres empleados se hicieron hereditarios y el empleo del apellido terminó siendo obligatorio. Aunque, por lo general y durante mucho tiempo se siguió usando de forma completamente arbitraria y anárquica.<br /><br /> En la naciente Castilla comenzó a usarse del apellido en el transcurso del siglo IX, haciéndose inicialmente por las montañas y valles de Cantabria y norte de Burgos y fue agregándosele, al hasta entonces empleado nombre personal o propio, un patronímico con terminaciones en "az", "ez", "iz", "oz" y "uz", por ejemplo Díaz, de Diago o Diego; Fernández, de Fernando; Ruiz, de Rui; Muñoz, de Muño y Ferruz, de Fierro. Además de aplicarse motes o apodos, gentilicios, metonímicos, patronímicos, nombres hagiográficos, etc. Ya los judíos, mozárabes, muladíes y mudéjares solían adoptar nombres de temas religiosos, toponímicos o de lugar y también tomados de la misma Naturaleza.<br /><br /> En los siglos XV, XVI y XVII, el indiscriminado y anárquico uso de los apellidos aumentó el sentimiento nobiliario de las estirpes y los linajes de grandes familias que se habían venido conformando y consolidando. Y con ello se generalizó en España el estado y figura del hidalgo. Luego, los procedimientos de la llamada "limpieza de sangre" promovidos por la Inquisición imperante, para poder distinguir, diferenciar a los cristianos viejos de los nuevos conversos, de pureza de raza entre los de sangres mezcladas e impuras, contribuyeron en mucho al reiterado cambio o alteración de apellidos. Cristianos viejos fueron aquellos que no contaban en sus ascendientes ni con judíos, ni moros, moriscos o renegados, ni siquiera protestantes, aunque hubiesen abjurado de sus religiones y se bautizasen católicos o hiciesen pública apostasía de sus anteriores creencias. Fue necesario el probar la limpieza de la sangre con documentos diversos para poder ingresar en Ordenes Militares o Religiosas, en tribunales de la Administración, en Colegios Universitarios y Academias Militares de Guardias Marinas, así como, aún en muchos casos, para poder emigrar a las Américas. Y el ser cristiano viejo llegó a considerarse como una segunda nobleza, libre de pechos y otros tributos. No obstante, con el establecimiento efectivo de la disposición que ordenaba la inscripción en los libros parroquiales de bautismos, bodas y defunciones, establecida a mediados del siglo XVI, parecieron por fin adquirir los apellidos españoles fijeza para su transmisión hereditaria; a pesar de que se siguió por bastante tiempo con la libertad de elegir el que más acomodase, hasta que, ya en el siglo XIX aquella disposición se reforzó y encauzó con la implantación del Registro Civil en el año 1869. En la actualidad, si no hay algún muy especial motivo, no se pueden cambiar así como así, alterar o sustituir los apellidos que por ley a cada individuo correspondan.<br /><br /> No obstante, en casos excepcionales y a petición expresa paterna o materna si se puede alterar tanto en libros parroquiales como de los Juzgados el orden de imposición matronímico por patronímico.<br /><br /> Nuestro Código Civil y La Constitución vigentes contemplan y ordenan que el apellido en España sea objeto de tutela jurídica, lo que se amplía y refuerza en el Reglamento del susodicho Registro Civil español.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-43549216051465513342010-10-28T21:12:00.000+01:002010-10-28T21:13:19.966+01:00La casa de los coroneles en La Oliva,Fuerteventurapor Carlos Platero Fernandez<br /><br />(publicado en el periódico “Canarias7” el domingo, 24 de marzo de 1991)<br /><br /> <br /><br /> Una buena parte de la agitada historia de Fuerteventura es la comprendida entre los siglos XVII, XVIII y XIX, un período de casi doscientos años de dominio total, absoluto ejercido sobre el resto de la población majorera por unas pocas familias que en sucesivas alianzas de una clara endogamia impusieron y mantuvieron por largo tiempo su poder. <br /><br /> Fueron unos clanes familiares de verdaderos señores o administradores de la isla, dueños de vidas y haciendas en un feudalismo anacrónico o, si se quiere, en una forma de caciquismo absolutista como el que en parecidas épocas, más o menos acentuado imperaba en el resto de España, como característica política y social más destacada en el entonces todavía imperante antiguo régimen.<br /><br /> Para conocer con el máximo de detalle y rigor crítico histórico este retazo tan importante en la historia de la isla, preciso se hace el recurrir, al menos, a los estudios genealógicos del decimonónico genealogista lanzaroteño Francisco Fernández de Bethencourt, “Nobiliario de Canarias”, ampliado y puesto al día por una Junta de Especialistas, tomo II, “Casas de Cabrera y Manrique de Lara”, La Laguna, 1954; a las investigaciones del historiador actual Agustín Millares Cantero en su articulo “Sobre la gran propiedad en las Canarias Orientales” ( para una tipificación de la terratenencia contemporánea) , en el tomo V de la “Historia General de Canarias”, de Agustín Millares Torres, Las Palmas, 1977; y a los escritos del erudito profesor Vicente Martínez Encinar reunidos bajo el título de “La endogamia en Fuerteventura”, Las Palmas 1980, entre otros autores, no muchos, que se han ocupado del tema. Y un resumen de lo que estos investigadores dejaron escrito y divulgado es, poco más o menos lo que aquí he resumido para componer el presente trabajo. <br /><br /> A partir de la conquista bethencouriana, en 1405 la isla de Fuerteventura pasó a ser posesión o señorío, primero del propio normando Juan de Bethencourt, que acabó compartiendo con su sobrino Maciot como administrador, después de algunos avatares de oscuras ventas y herencias, de Diego García de Herrera y más adelante, por medio de diversos enlaces matrimoniales, dela poderosa familia Arias Saavedra , siendo en principio la residencia habitual y casa solariega del linaje en la villa de Betancuria. Cabecera administrativa, política y militar, que luego se trasladó a La Antigua y que, además, radicó mucho tiempo en La Oliva ya bajo la impuesta tutela de la dictatorial Casa de los Coroneles hasta su traslado definitivo a la costa oriental, en la naciente y pronto pujante población denominada de siempre como Puerto de Cabras, topónimo que en el año1957 se sustituyó por el más eufónico y actual de Puerto del Rosario.<br /><br /> Pues bien, desde el año de 1675, que fue la fecha en que abandonó de forma definitiva la isla su Señor por derecho hereditario, el caballero Fernando Matías Arias y Saavedra, quien desde entonces y al igual que su descendencia pasó a residir en la isla de Tenerife, el señorío efectivo de Fuerteventura recayó en manos de las poderosas familias isleñas siguientes: Desde el indicado año de 1675 hasta el de 1698 lo ostentó la familia Trujillo-Ruiz y desde entonces y hasta el año de 1708 la familia Sánchez-Dumpierrez cuyos miembros, tanto de la una como de la otra, en ausencia del señor territorial que era además el juez supremo militar de la isla con el título de Capitán a Guerra, le sustituiría en función de Sargento Mayor, que era así el jefe también supremo militar, contando al mismo tiempo con poderes políticos en toda ella.<br /><br /> El señorío de Fuerteventura como tantos otros en aquella situación jurídico-militar del Antiguo Régimen, fue abolido de derecho por el Decreto de 6 de agosto del año 1811, firmado por los componentes de las Cortes de Cádiz y se extinguió de hecho en el año 1836 aunque, doña Elena Sebastiana Benítez de Lugo Arias de Saavedra y Urtusáustegui, esposa del marqués de La Florida siguió ostentando el título de señora jurisdiccional de Fuerteventura hasta su muerte acaecida en el año 1887.<br /><br /> En el año de 1708 se creó el Regimiento de Milicias de Fuerteventura y con ello el cargo de Coronel, que así se constituyó en la máxima autoridad isleña dependiente tan solo del Capitán General de Canarias vigente.<br /><br /> Desde entonces estuvieron ejerciendo tan dicho importante cargo, además de los miembros de la familia indicada de los Sánchez-Umpierrez, que lo hicieron hasta el año 1742; a partir de entonces y hasta el año 1833 fueron los de la familia Cabrera Bethencourt y desde tal fecha hasta 1870 la familia Manrique de Lara-Cabrera.<br /><br /> Es decir, que en un período de tiempo que abarca exactamente ciento noventa y cinco años, estas indicadas cuatro familias majoreras notables ostentaron el poder más absoluto, como verdaderos señores de la isla, ocupando no solo los primeros puestos militares como capitanes y gobernadores de Lanzarote, regidores, etc. y de poder político, sino también de gran influencia en lo político-religioso en la Inquisición, con alguaciles del Santo Oficio, en lo meramente administrativo y religioso puesto que algunos de los vicarios de Fuerteventura eran miembros colaterales de tan importantes familias.<br /><br /> Fue el primer coronel, a partir de 1708 don Pedro Sánchez Umpierrez, que estuvo casado con su sobrina nieta doña María Trujillo Umpierrez; el segundo, desde 1734 don José Sánchez Umpierrez casado con doña Josefa de Cabrera Matheo; el tercero, desde 1745 don Melchor de Cabrera Bethencourt Umpierrez, casado con doña Ana de Cabrera Bethencourt; el cuarto don Gines de Cabrera Bethencourt desde el año 1764, casado con doña Sebastiana Sánchez Dumpierrez; el quinto, a partir de 1766 don Agustín de Cabrera Bethencourt Dumpierrez casado con su prima doña Magdalena de Cabrera y Cabrera; el sexto, desde el año1829, don Francisco de Asís Lorenzo Manrique de Lara y del Castillo Olivares casado con doña Sebastiana de Cabrera Bethencourt Dumpierrez, gentil dama conocida en su tiempo como “la madre de los pobres”; y el séptimo y último, desde el año 1834, don Cristóbal María de los Dolores Manrique de Lara y Cabrera, casado con su sobrina carnal doña María de las Nieves Agustina del Castillo Manrique de Lara. El día 5 de septiembre del año 1870 falleció en su casa solariega de La Oliva el citado don Cristóbal extinguiéndose por tal motivo el Coronelato ya obsoleto de Fuerteventura.<br /><br /> Valga el añadir aquí como una especie de epitafio a esta estirpe poderosa majorera lo que en el pasado siglo XIX, con referencia precisamente al ultimo de los coroneles de la isla dejó dicho la musa popular en letrilla o pareado de alguna conocida canción local:<br /><br /> “Después del Señor y de la Virgen Pura,<br /><br /> usía es el Dios de Fuerteventura”<br /><br /> En cuanto a la denominada “Casa de los Coroneles” de Fuerteventura no mucho puede facilitarse aquí como noticia historiada puesto que apenas existe bibliografía al respecto que la detalle o, cuanto menos, la cite. Salvo la que se pueda obtener últimamente de antiguas cartelas, de los pies o notas adjuntas a su reproducción gráfica de estos últimos años, cuando su ruina es notoria. Y hoy en día, cuando este texto se está componiendo sigue siendo sin duda uno de los monumentos históricos más importantes de la isla, englobado acaso con las torres de vigilancia varias veces centenarias de El Tostón en El Cotillo y la de Caleta de Fustes, además, claro está de las venerables ruinas del convento franciscano de Betancuria y su adyacente iglesia parroquial. y alguna que otra antigua ermita.<br /><br />Se dice de la señera Casa de los Coroneles que data del siglo XVIII, de construcción sólida y robusta cual si de una verdadera fortaleza roqueña se tratara, con mezclas arquitectónicas de influencias mudéjar, barroco y colonialista, además de ofrecer un cierto aire de pazo gallego solariego y fortificado dieciochesco, con su conjunto de la edificación principal flanqueado por una especie de torres almenadas y de la que se dice también que tiene, entre huecos de puertas y ventanas y balcones en cantidad de exactamente trescientos sesenta y cinco, tantos como días tiene un año.<br /><br /> Hoy en día ya han desaparecido los techos artesonados de influencia mudéjar de sus numerosas y espaciosas estancias, las pinturas y murales que adornaron y recubrieron algunas paredes, la totalidad del antiguo mobiliario y menaje doméstico allí reunido y concentrado al paso de los años y de los siglos; y aún mucha de la madera de pisos, puertas y ventanas, las nobles, talladas y torneadas de contraventanas y balcones y hasta las tejas rojizas de los tejados.<br /><br /> En el frontis de la principal entrada de acceso a la imponente casa, aquella que, según se cuenta solo era abierta para que bajo su dintel pasase en sus salidas o entradas el coronel en activo y en el que todavía campea, apenas reconocible por el gran deterioro sufrido por la constante fricción del viento y la arena, el escudo de armas del linaje, labra heráldica que, según ya dejó dicho el preclaro genealogista y heraldista Fernández de Bethencourt, es la de los Cabrera isleños: “...De plata dos cabras pasantes de sable cargadas de tres bandas de oro puestas 1 y 1. Así se ostentan al público sobre la puerta principal de la casa solariega de los coroneles de Fuerteventura en La Oliva de aquella isla y esculpidas en mármol en el panteón y enterramiento de esta familia en la iglesia parroquial del mismo pueblo”.<br /><br /> Como apostilla final aquí vaya mi particular comentario de que yo estuve por primera vez en Fuerteventura allá por la década de los años 50 y que, debido a cierta oportuna casualidad visité La Oliva y me llamó marcadamente la atención la entonces aislada, solitaria Casa de los Coroneles, pintarrajeada entonces de rojo y gualda y de cuya fugaz visita conservo una ya rancia fotografía, precisamente de la puerta principal y en la que ya apenas si se aprecia, por lo corroído y desgastado de la piedra cimera la labra heráldica linajuda que allí hubo y cuyos vestigios, al examinar con lupa la fotografía, me hacen dudar un poco de que fuesen exactamente las armas allí esculpidas en el pasado, las descriptas `por el genealogista acabadas de transcribir. Pero es tan solo una duda, sin certeza de lo contrario. <br /><br /> Opino, no obstante, que si se quiere reconstruir adecuadamente este histórico monumento isleño deberán de ser las indicadas armas de los Cabrera las que en este frontis se vuelvan a colocar. O, en todo caso, las de los Manrique de Lara y Cabrera del Castillo y Bethencourt que pintó el séptimo y último de los coroneles de Fuerteventura.<br /><br /> (Cabe el añadir aquí que, actualmente, este importante monumento histórico majorero ha sido convenientemente restaurado)Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-65143179470867742812010-10-28T21:11:00.001+01:002010-10-28T21:11:29.369+01:00CORRALEJOVaya hoy y aquí este amplio texto prometido más de una vez a mi buen amigo el majorero <a target="blank" href="http://kepake.ning.com/profile/JuanFelipeRuiz?xg_source=activity">Juan Felipe Ruíz</a><br /> <br /><br /> <br /><br /> Creen la mayoría de las personas que conocen o saben de esta localidad majorera, una de las situadas más al norte de la isla de Fuerteventura, que no es muy antigua que digamos su existencia, y suelen referirse a sus orígenes suponiéndolos poco más o menos a principios del pasado siglo XX ya que resulta muy difícil, cuando no completamente imposible el localizarla geográficamente en alguno de los escasos mapas en que de alguna forma pueda aparecer señalada. Y, ni mucho menos, documentación referida a ella en los siglos pretéritos.<br /><br /> Sin embargo, Corralejo, como entidad de población si es mencionado, por ejemplo en el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Pascual Madoz de 1845-1850, que, en la voz “Fuerteventura” dice que, “...Sobre el lado más meridional de la isla está la ensenada de Corralejo que sirve de abrigo a los que hacen el comercio de cabotaje”. Y se le vuelve a citar en otras voces de entrada cuales la de La Oliva, en donde se añade que una de las radas principales del término es, “... la de Corralejo, que se comunica con Lanzarote” <br /><br /> Según el Diccionario de Olive, por el año de 1864 ya se describía así al lugar: “Corralejo.- Caserío situado en el t.j. de La Oliva, p.j. del Arrecife, isla de Fuerteventura. Dista de la c. Del d.m. 16 km. 100 mts. Y lo componen 15 edif. de un piso habitab. 12 const.por 11 v., 45 a. Y 3 tem”. <br /><br /> Aunque, al parecer, entonces y por mucho tiempo los contactos de humanos con otros caseríos de la zona eran efectuados casi siempre por mar con los barquillos a vela empleados en la pesca por los lugareños hasta tanto que no se trazaron algunos caminos para transitar bordeando las costas y luego por el interior para comunicarse con los pagos de Majanachico, el faro de el Tostón en la zona de La Bocaina, el Cotillo y Lajares, todo ello a finales del siglo XIX y principios del XX.<br /><br /> En principio, para disertar algo aquí sobre los reales orígenes de Corralejo, decir que, en cuanto a su singular topónimo, como se vá a comprobar yo tengo mis dudas al respecto cuando de estudiarlo se trata.<br /><br /> Corralejo, (en singular, que en más de una ocasión se ha estado escribiendo impropiamente “Corralejos”, en plural), el vocablo, como diminutivo de “corral” y usado aparentemente en un tono in tanto despectivo, parece provenir precisamente de “corral”, de “corro” que, entre otras acepciones del castellano es el sitio cercado y descubierto, adosado o no a la casa de campo como establecimiento para recoger en él el ganado cabrío y lanar, (¿también de camellos?) y, además de corral se le puede llamar “corraliza”, “encierro”, “majada”, “ovil” y “redil” y “toril” si es para el ganado vacuno.<br /><br /> Ciertamente, también se le llama “corral” en pesca y marinería al cercado instalado generalmente en la costa en las desembocaduras de los ríos al mar y que se hace de piedras, cañizas, redes diversas, etc., que aísla un trozo o porción de mar con el fin de que en el queden retenidos los peces. Por otro lado, en América, una “corraleja” es una barrera, una valla.<br /><br /> Pero, sorpresivamente, esta palabra de “corralejo” en sí, es decir, en singular, no aparece reflejada en los diccionarios al uso.<br /><br /> Y es aquí donde surge mi duda. ¿Se refiere dicha voz y en este caso concreto a un corralillo que sirve para guardar el ganado por la noche o al corral o cercado marinero citado, dado que corresponde, aunque en genuino tono de familiar menosprecio, a un poblado de pescadores?...<br /><br /> El investigador y arqueólogo canario Sebastián Jiménez Sánchez, hace años, al describir la cerámica neolítica de las islas de Fuerteventura y Lanzarote hallada por él en prospecciones efectuadas por el año1946 citó ciertas vasijas que fueron encontradas, la una en las cuevas de “Coto del Coronel” y la otra en el pueblo y término de La Oliva, en el yacimiento de “Corral del Consejo”, sugeridor término, si se contrajese o deformase por el uso.<br /><br /> Pero, lo cierto es que, en realidad, a Corralejo, como localidad majorera se le ha venido citando tal cual ya desde los mismos albores de la conquista bethencuriana.<br /><br /> Según relató el ingeniero e historiador italiano Leonardo Torriani por el año de 1405 poco más o menos, el conquistador Juan de Bethencourt (que el autor escribe Letancort) ...”desde Lanzarote pasó a conquistar la isla de Fuerteventura, llevando consigo al obispo de San Marcial (del Rubicón) y a muchos lanzaroteños junto con su propia gente, que el año anterior había hecho venir de España<br /><br />Desembarcó en Corraletas (luego Corralejo), que está frente a Rubicón, a treinta millas de distancia de la villa. Allí mandó edificar con rapidez una torre a causa de la resistencia que encontró por parte de los isleños”. Y recorrió el término costero, teniendo enfrente a la isla de Lobos.<br /><br /> Varios centenares de años después ya se desconocía por completo la real situación de la mencionada torre de defensa y vigilancia, como bien hicieron notar autores cuales Elías Serra Rafols en su artículo “Castillos betancurianos de Fuerteventura” publicado en 1951 y en la cartela de una vista de Santa María de Betancuria que acompaña al texto, en que se cita textualmente a “Corralejos”. No obstante, otros autores contemporáneos o posteriores señalaron que el indicado primer desembarco fue más al sureste de la isla, exactamente por lo que hoy es Gran Tarajal.<br /><br /> El historiador fray Juan Abreu Galindo que publicó su importante obra por el año de 1632, al describir a la isla, hace también mención expresa de Corralejo al indicar que: “...Estaba dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde donde está la Villa hasta Jandía y la pared de ella; y el rey de esta parte se llamó Ayoze; y el otro desde la Villa hasta Corralejo, y éste se llamó Guize”. E indicó que, ...” el conquistador Juan Betancur pasó con sus hombres a la isla Fortuite, en el mes de junio, año de 1405, y desembarcó gente en un valle que llamaron Valtarahal por los muchos tarajales que en el hay”. Aunque tal precisión en la fecha indicada y el lugar del desembarco han sido muy discutidas por los investigadores e historiadores posteriores.<br /><br /> Es bien sabido de los investigadores del tema que fue por el año de 1593 cuando el sanguinario Xaban , Arraez, con sus corsarios berberiscos entró de lleno en la isla de Fuerteventura, arrasándola, quemando viviendas, caseríos, ermitas, asolando pagos costeros completos...<br /><br /> El cronista portugués Gaspar Fructuoso, hacia 1598 y en su obra de viajes titulada “Saudades da terra” al escribir de Fuerteventura dejó dicho que, “...tiene cuatro poblaciones pequeñas: la Villa (se refiere a Betancuria), Oliva, el Puerto y Curralejo”, añadiendo que “los moradores de la isla son criadores de ganado menudo y de camellos; y son como los españoles con quienes casan sus hijos e hijas” y que los autóctonos, ...” son grandes de buena estatura, casi morenos, bien dispuestos y derechos; y ellas blancas y bien formadas y hermosas, porque guardan bien el rostro del sol y del aire; son leales a portugueses y castellanos y enemigos de los moros de la Berbería, a donde van a hacer muchos asaltos y traen mucha presa de ellos. Entre los moradores de esta isla hay hidalgos de los Perdomos y Saavedras y de otros apellidos”.<br /><br /> Entre otros autores, cronistas o historiadores del pasado insular, cuando José de Viera y Clavijo, en su meritoria por muchos aspectos Historia de Canarias da noticia o idea de la población de Fuerteventura, al referirse alrededor del año de 1768 al lugar de La Oliva como dependiente de La Villa o Betancuria, cita como barrios, pagos o caseríos adyacentes o dependientes suyos a Tostón, Tindaya, Manta, Mastilla, Valdebrón, Lajares, Roque (donde suponen los historiadores que estuvo el antiguo y primitivo castillo o fortaleza de Rico Roque de los conquistadores bentencurianos), Caldereta, Peña erguida y Villaverde, algunos ya desaparecidos y, entre los puertos naturales, radas y caletas del contorno cita a Corralejo.<br /><br /> Varios siglos después, por el año de 1937 y en relación pormenorizada del investigador ya citado Sebastián Jiménez Sánchez, en su libro “Viaje Histórico-Anecdótico por las islas de Lanzarote y Fuerteventura”, con motivo de una visita oficial a Fuerteventura, decía el autor que, para trasladarse desde el caserío de Lajares al costero de Corralejo era preciso el hacer el viaje en camello, con duración de unas dos horas a través de terrenos recubiertos de malparís y dunas de arena pues no existía ni carretera, ni siquiera camino de herradura alguno, al tiempo que hacía el autor un canto al servicial y allí insustituible camello o dromedario majorero, y cito textualmente: “Después de un andar movido de nuestros camellos al que llaman en las islas “caminar al garete” nos encontramos frente a la playa de Corralejos. Desde se divisa en medio del estrecho de la Bocaina, la silueta negruzca del islote de Lobos y más cerca de nosotros, en la playa, el blanco caserío de pescadores de Corralejos, rodeando a su ermita de Nuestra Señora del Carmen. En este templo se dice misa muy de tarde en tarde y en él tienen lugar las bendiciones nupciales y la administración de bautismo y demás sacramentos de la Iglesia Católica en tandas y de modo especial, en la solemnidad de la Patrona de la marinería.<br /><br /> La población pesquera de este apartado pago, de gente sana y tez bermeja como las tierras de la isla, se eleva a unas doscientas cincuenta personas. Por su playa larga y de doradas arenas y junto a un pequeño malecón que hace de muelle cuando las mareas lo permiten, se embarcan en lanchas personas y mercancías para luego ser trasbordadas al velero que las conduce a Lanzarote o a otro puerto o desembarcadero de Fuerteventura.<br /><br /> Nueva emoción experimentamos al pronunciar el camellero las consabidas palabras: “¡trúchate, caamellu!”. Ya echado el animalito, nos encontramos en tierra firme.<br /><br /> El vecindario, sobre todo los niños, nos rodean. Pagamos a los camelleros unos buenos duros con sus propinas, que han agradecido mucho y nos fotografiamos nuevamente. Dos lanchas nos conducen a remo al velero “Bartolo”, que se hallaba a unos quinientos metros distante de tierra, no sin antes el señor Benítez tirar con su “Leica” varias fotografías en el preciso momento en que teníamos un pie en tierra y otro en la lancha.<br /><br /> Venciendo el oleaje de un mar bastante rizado, llegamos al célebre “Bartolo”, ascendiendo de la lancha a aquél por una escalerilla de sogas, en medio de la impresión de cada cual. Al poco rato la costa norte de Fuerteventura y el islote de Lobos, de recuerdos históricos van quedando atrás para dar paso a una nueva silueta, cada vez más `pronunciada, de la costa meridional de Lanzarote, antigua Tite-roigatra. El mar siguió movido y hubo quien se mareó de lo lindo a pesar de sus valentías náuticas. En medio de esta travesía y como cosa de visión se agolpaba en nuestra mente la idea de zozobra de la embarcación y el recuerdo de una conversación sostenida con un buenísimo amigo de excursión sobre el discutido naufragio de un velero que llevaba en el cruce de esta misma travesía, en épocas lejanas, a un obispo de Canarias” <br /><br /> Entonces no se le daba importancia alguna al extenso “jable” de blancas arenas que en numerosas dunas movidas y trasladas a capricho por el viento reinante en la zona se extendían por aquellas costas de sotavento, desde el mismo Corralejo y en varios kilómetros en dirección a Puerto Cabras.<br /><br /> A más abundancia de datos, en un “Censo de la población de España de 1940” se dan para Corralejo 351 habitantes de derecho y 342 de hecho; que en los años inmediatamente siguientes fueron a menos debido a la sangría de la sempiterna emigración que soportaba este apartado caserío de pescadores como la casi totalidad de la desafortunada Fuerteventura, causada por unas ingratas condiciones de vida físico-económicas. Hasta que, ya en la segunda mitad del siglo XX se inició la etapa del turismo de masas, lo que por ser actual ya forma parte de la historia insular más moderna.<br /><br /> Porque, apenas tres décadas después, fue el asimismo escritor grancanario Claudio de La Torre que en su obra de encargo oficial “Las Canarias Orientales: Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote”, publicada por Ediciones Destino, Barcelona 1966, el que describió el lugar de la guisa siguiente: “Corralejo es, sin duda, uno de los rincones más bellos de la isla. Está a la orilla de La Bocaina, el estrecho de mares profundos que separa a Fuerteventura de Lanzarote. <br /><br /> Brillan al fondo los caseríos... Hay ya pequeños hoteles particulares. Gente bien avenida con esta paz, lejos del mundo.”<br /><br /> Ya comenzaba a llegar el turismo de calidad a las islas...<br /><br /> Pues, asì fue poco más o menos como yo alcancé a ver por primera vez el pueblecito pesquero de Corralejo, allá en la costa nordeste de la isla de Fuerteventura, con las siluetas, más cercana de la mítica isla de Lobos separada por el brazo de mar llamado por los lugareños El Río y en el horizonte norteño, más allá del estrecho de La Bocaina la costas en parte escarpadas, en parte llanas de la isla de Lanzarote.<br /><br /> Recuerdo que entonces, todas las casas del poblado eran terreras, de planta baja al igual que lo era el edificio más destacado que albergaba a la Cofradía de pescadores local y tenía adosada una reducida taberna y fonda cuando se precisaba y que daba a una minúscula plazoleta a la que llegaban los cascajos y la arena de una playa rematada por un espigón oi muelle chico y donde parecía que se iban descuajaringando los restos de un casco de algún viejo barco con la quilla de madera al aire, no sé ahora yo si como proyecto de construcción o reparación puesto que tenían fama allí los carpinteros de ribera apellidados Hierro, creo, que trabajaron o trabajaban todavía en las curvadas cuadernas del paquebote o acaso meritorios restos de uno de los dos Bartolo I o II famosos entre la marinería que por aquellos mares, goletas de dos palos, a vela y a motor que navegaron costeando o entre islas con fletes continuos transportando cal o cargas diversas de víveres y agua potable. En un cercano altozano, con apariencia más de faro-guía como a mí en principio me lo pareció, se alzaba, un típico molino de viento, todavía en activo. Bueno, en realidad era una molina, como se me aclaró, o sea, asi llamada en la comarca porque la torre con el aspa estaba separada de cualquier otra edificación.<br /><br /> También alcancé a ver, ya en estado ruinoso pero todavía abierta al culto la humilde ermita, no muy antigua, dedicada a la Virgen del Carmen, de gran devoción local, cubierta en parte con chapas metálicas o de Uralita, con una especie de minúsculos campanario y campana procedente según se me dijo de alguno de los barcos encallados o hundidos por los acantilados cercanos y en su interior, creo recordar que alcancé a vislumbrar un cuadro, lienzo, tabla o simple lámina coloreada o estampa con la imagen de la Virgen del Carmen alumbrada por una lamparilla de cera encendida en un recipiente de cristal con aceite.<br /><br /> Uno de mis primeros actos en estando allí fue el buscar, para presentarme a ellos a los hermanos Rafael y Chano a los que se me había recomendado, aunque éste último andaba entonces a la pesca por la costa en el tradicional banco canario-sahariano. <br /><br /> Rafael, que resultó ser una excelente persona, que había hecho el servicio militar obligatorio precisamente en Gando, en los acuartelamientos de el Lazareto por lo que guardaba una cierta íntima animosidad hacia aquellas rancias instalaciones que habían sido penal o cárcel cuando lo de la guerra civil e inevitablemente le recordaron el caso de la penitenciaría de Tefía en el interior de la isla majorera y de lo que algo de lo que se decía de ella me contó. El corralejeño como se intitulaba sonriente, no obstante lo dicho, conservaba un buen recuerdo de aquel período vivencial de militar y fue el que con su actitud y su noble forma de ser pronto me hizo comprender que tanto las gentes marineras como sus cotidianas labores de los marineros de Corralejo eran calcados, tal cual de identidad con los del pueblecito de Gando que por aquellas fechas ya estaban siendo desterrados de la zona para ampliar las instalaciones militares del obsoleto aeródromo y convertirlas en la moderna Base Aérea actual.<br /><br /> Aún alcanzó Rafael en aquella mi primera y corta estancia en Corralejo a presentarme a algunos de sus moradores entre las pocas familias o clanes familiares allí entonces residentes y que, según anoté en algún trozo de papel en su día se apellidaban Hierro, como los dos hermanos, pescadores excelentes y más excelentes todavía carpinteros de ribera y otros apellidos que había de recordar en el futuro cuando andaba confeccionando fichas para mi libro publicado mucho más tarde titulado “Los Apellidos en Canarias”, de León, Trujillo, Perdomo, Carballo, Figueroa, Agustín, Estévez, González, Fuentes, Fajardo, García, Leal, Calero, Morera, Vera, Umpierrez, Dumpierres, Martín, Cabrera, Berriel, Santana, etc. Algunos de ellos intrépidos patrones o tripulantes de los barquillos que tanto se estuvieron distinguiendo por aquellas calendas en sus periódicas “pegas” o competiciones reñidas con sus contrincantes de Puerto Cabras y de otros puertitos de la isla en la práctica de las regatas de la vela latina canaria.<br /><br /> Aquellas gentes marineras, que vivían de y para la pesca casi exclusivamente, aun no absorbidas y casi aniquiladas ni de una u otra forma adoctrinadas para atender al turismo de masas que estaba al llegar, eran la mayoría analfabetas, vestían modestamente con ropas muchas veces astrosas y anticuadas; la mayoría tenían los pies callosos y de epidermis endurecida pues andaban por lo común descalzos o, en todo caso, calzando o botas de grueso cuero o sencillas alpargatas con piso de goma o de esparto. Los niños de uno u otro sexo correteaban por el lugar semi desnudos o con sus ropitas remendadas y emporcadas, andaban a su libre albedrío si no tenían algún mandado que cumplir ni acudían a la habitación de una de las casuchas que hacía de escuela mixta, cerrada casi siempre por falta de maestro o maestra. Y triscaban por la pequeña playa del lugar o sobre el marisco rocoso y resbaladizo, pulpeando, recogiendo burgados y entreteniéndose, siempre de cara al mar, junto al mar que era todo el ámbito de sus infantiles existencias <br /><br /> En la primera noche pasada en una pequeña habitación por la parte trasera de una típica taberna casi adosada al carismático local de la Cofradía de pescadores me gocé el espectáculo fascinante de varias luces que parecían bailar misteriosas y como rítmicas danzas en la oscuridad nocturna y eran en realidad los fanales encendidos de los barqueros faenando con sus barquillos <br /><br /> Aquel rudo y a la vez exquisito cicerone amante apasionado de su tierra majorera y sobre todo y más concretamente de su rincón isleño de Corralejo y sus inmediatos contornos, me propuso el que nos desplazásemos a la sugeridora y frontera isla de Lobos de mítica memoria histórica, leyenda viva de oscuros episodios de barqueros locales, de marinos, de piratas y aún de posibles tesoros en ella y sus grutas naturales escondidos en el pasado, pero una mar mas que rizada, picada en demasía frustró la realización del sugestivo proyecto, y además, en realidad yo no contaba con el tiempo espaciado para ello.<br /><br /> En su lugar hicimos una corta excursión por tierra, caminando por el “malpeis de los campesinos, el “malpais” isleño, por desérticos y agrestes terrenos jalonados de pequeñas montañetas de origen volcánico y sin apenas vegetación, hasta los acantilados de la Punta de la Tiñosa y el Bajo de Piedra Vera, los puntos terrestres más septentrionales de la comarca y de la isla que daban al mar de La Bocaina, los llanos de El Purgatorio con dunas de arena cubiertas de escasa y raquítica vegetación de tipo desértico en el paisaje de tierras eminentemente volcánicas de aspecto lunar rematadas por un “jable” de arenas <br /><br />ululantes por la acción del viento continuamente variantes en el paisaje. Yo iba apuntando en mi pequeño bloc de notas los topónimos que Rafael me repetía entusiasmado ante mi manifiesta curiosidad y así llegamos hasta la recóndita playita y poblado de Majanicho, en donde vivían varias familias de pescadores y algún labrador en unas acogedoras cuevas naturales y alguna que otra choza, que pronto dejamos regresando entonces por una especie de rudimentario camino de herradura en el que nos tropezamos con la estampa para mí surrealista de varios dromedarios, “camellos” de muy pausado caminar y continuo rumiar.<br /><br /> Aquel día creo que fue cuando tuve por primera vez conocimiento del misterioso y aún supersticioso episodio de la luz de Mafasca por las cercanías del pago central de dicho topónimo . Especie de combustión espontánea, aunque en aquella ocasión mi informante, con manifiesto repeluzno lo aplicó al pueblo de Lajares, cerca de La Oliva, diciéndole “la luz del carnero”, y que era como una llama oscilante y andariega de fuego en medio de la oscuridad, que como un fuego fatuo se aparecía de noche a labriegos o marineros, a caminantes y a conductores de algún vehículo de tracción animal o mecánica y que nadie sabía dar explicación racional al fenómeno.<br /><br /> Pasado el tiempo, llegué yo a conocer mejor la célebre leyenda tradicional majorera que dice que en cierta ocasión hallándose un pastor por la zona del caserío que le dio el nombre, en tiempos de intenso frío buscó por el paraje donde guardaba el ganado en un típico redil de piedra algunos ramajes secos para hacer fuego, asar su diario tasajo de cordero y calentarse, pero nada más encontró un solitario y abandonado cementerio con varias tumbas cuyas carcomidas cruces de madera arrancó y usó como combustible de calefacción. Por tal sacrílega acción es aun hoy en día que el alma en pena del pastor que murió sin confesión vaga en la tierra, siempre a ras del suelo e ilocalizable. Todos los lugareños aseguran haberla visto alguna vez, pero nadie quiere hablar de ello, <br /><br /> También me contó aquel simpático majorero otras leyendas, tradiciones y consejas tanto de la tierra como de la mar profunda que teníamos a nuestra izquierda en el regreso de la excursión y cuyo recuerdo y evocación posteriores habrían de servirme para componer como mínimo algún borrador que me darían pie para algún que otro cuento,.inéditos por lo general.<br /><br /> Siempre he guardado en mi ánimo el recuerdo de gratas vivencias de aquella para mí primera pero corta estancia en Fuerteventura, sobre todo en el Corralejo de los años cincuenta del recién pasado siglo. Y merced a ello he vuelto a la norteña localidad majorera en posteriores ocasiones, ya con parte de mi familia, residiendo en el Corralejo moderno y cosmopolita dedicado de lleno al turismo y he efectuando desde allí reiterados desplazamientos tanto a lo que es actualmente renombrado parque natural de dunas, como a la isla de Lobos, al faro de El Tostón, al pueblo pesquero de El Cotillo con visita obligada a la Torre de defensa de El Tostón, a la llanura de Lajares para fotografiar alguno de sus imponentes molinos de viento y a La Oliva en sí con amplio recorrido por la afamada Casa de Los Coroneles de lo que en su día escribí y se me publico en la prensa isleña el reportaje titulado “Los Coroneles y su Casa de Fuerteventura”.<br /><br /> Pero, y lo lamentaré siempre, ya nunca más pude contactar con los barqueros Rafael y su hermano y tampoco nadie, ni siquiera de los asociados o directivos de la carismática Cofradía de Pescadores local, me ha podido dar razón de ellos que, supongo, sin más familia en el pueblo debieron de emigrar a otros lugares, absorbidos por la moviente marea de la vida, sobre todo a raíz o como consecuencia directa de la pérdida siempre llorada de los tradicionales caladeros de pesca del banco canario-sahariano.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-64071324329514826312010-10-27T01:03:00.000+01:002010-10-27T01:04:58.503+01:00acerca de la calle CEBRIANContestación de Carlos Platero Fdez. a don Ramón Cebrián<br /><br /> <br /><br /> Acerca del nombre de la calle CEBRIAN en Las Palmas de Gran Canaria.<br /><br /> Calle en el Distrito III de Arenales, en la barriada de Canalejas.<br /><br /> Fue trazada en las últimas décadas del siglo XIX, cuando se urbanizaron y parcelaron los terrenos conocidos como de "fuera de la Portada" y que eran propiedad entonces de Rosa Quintana Llarena. Según informaciones orales, debe su nombre a un vecino de los que primero vivieron por allí.<br /><br /> Lamento no poder facilitar más datos al respecto de los que que conservo en las fichas que estuve recabando para escribir mi libro “Calles y Plazas de Las Palmas con Historia”, todavía inédito en su mayor parte.<br /><br /> - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - <br /><br /> <br /><br /> A título de curiosidad le adjunto los datos de onomástica de este apellido que conservo en la ficha correspondiente usada por mí cuando anduve recogiendo datos para mi libro “Los Apellidos en Canarias” publicado en Las Palmas de Gran Canaria en 1992.<br /><br />“CEBRIAN”. Apellido de origen aragonés, con la casa solariega del linaje en las cercanías de Jaca, prov. de Huesca, de donde una rama pasó a Valencia, creando nuevo solar. Luego se extendió por todo España.<br /><br /> Son las armas del linaje: En gules un ciprés al natural y dos leones de oro empinados al tronco; bordura de plata. Otros traen: En oro un lobo de sable surmontado de un castillo de gules. <br /><br /> Entre otras personalidades que ostentaron este apellido figuró D. Pedro Cebrian y Agustín, Conde de Fuenclara (1687-1752), notable diplomático español que en 1742 viajó a México y allí fue Virrey de Nueva España desde dicha fecha hasta 1746, regresando luego a la Patria, desde donde fue destinado como embajador a Viena aunque luego retornó a Madrid donde falleció. Parece ser que en el Nuevo Mundo dejó descendencia que allí perpetuó el apellido.<br /><br /> Otros Cebrián, cuatro hermanos, extendieron también el patronímico en aquellas tierras coloniales.<br /><br /> <em>Deseando que se cite siempre la fuente u origen de la información, reciba un afectuoso saludo de Carlos Platero Fdez. </em>Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-51972443718508970662010-10-26T09:25:00.000+01:002010-10-26T09:26:20.786+01:00ALGUNAS NOTAS REFERENTES AL “HOTEL QUINEY” EN LAS PALMAScontestando Carlos Platero Fdez. a una solicitud:<br /><br /> <br /><br />ALGUNAS NOTAS REFERENTES AL “HOTEL QUINEY” EN LAS PALMAS<br /><br /> En el año de 1884 se abrió al público isleño un nuevo o, al menos remozado, Hotel Inglés, muy posiblemente sustituto o continuación del anterior allí mismo radicado, en el número 13 de orden de viviendas de la Plaza de San Bernardo, pero ya propiedad del súbdito británico residenciado en Las Palmas, Charles Quiney, pues, según noticia que recabó al respecto la investigadora ya citada González Cruz, el 14 de enero de 1884,... “Mr. Charles Baker Quiney comparece junto con el dueño de la casa don Domingo Navarro y Pérez ante el notario Vicente Martínez para firmar la escritura de inquilinato de una casa de planta alta situada en esta ciudad, barrio de Triana y plaza de San Bernardo, sin tener número de gobierno..., tiene huerta y jardín accesorios y ocupa una superficie de novecientos treinta y ocho metros cuadrados”. Añadiéndose en la noticia que el alquiler que se firmaba por un lustro al precio de 600 pesos o 2.250 pesetas anuales a satisfacer en mensualidades de 50 pesos o 187´50 pesetas, incluía el jardín y un gallinero, ambos a la espalda de la propia casa, “pero no la huerta”, se especificaba aún. Días después, concretamente el 5 de febrero, se anunciaba en la prensa local la inauguración del nuevo hotel “Inglés”, que, en realidad fue una especie de fonda de lujo con todas las comodidades posibles de la época y estuvo dirigido por el matrimonio Quiney, aunque, a deducir por los relatos y noticias de entonces, quien llevó siempre el timón del negocio fue la esposa, atractiva y gentil “relaciones públicas”.<br /><br /> Instalación hotelera entonces modélica, de elegancia de formas, con veinticinco confortables, espaciosas y bien iluminadas habitaciones, jardín interior, baños adecuados y unas despejadas azoteas desde las que se podían contemplar magníficas vistas de la ciudad, de la amplia bahía y del incipiente puerto. En la propaganda escrita y en la prensa de la época este brillante e interesante hotel, atraía a los ingleses, germanos y franceses viajeros y en especial a los componentes de la colonia británica ya establecida en la isla; indicandose, además, que allí podía almorzarse, comer por el precio de ocho o diez chelines, las bebidas aparte.<br /><br /> Según el cronista grancanario Eduardo Benítez Inglott, aquel establecimiento, más conocido primero como la Fonda Quiney fue acogido en Las Palmas del entonces con las mismas muestras de sorpresa que pudieron causar un Astoria o un Castellana Hilton en el Madrid de a mediados del siglo XX. Porque, además ya contó con bar y local de administración que los jóvenes isleños pronto denominaron “comptoir” y aunque en el comedor se seguía haciendo uso de la amplia y tradicional mesa redonda u ovalada, se instalaron y avituallaron mesitas individuales o, a lo más, para una o dos parejas.<br /><br /> También se recordó que fue entonces cuando hizo aparición en su restaurante la carta de vinos y aún, posteriormente, fue en tal cosmopolita establecimiento donde se dio a conocer por estas tierras el novedoso whisky.<br /><br /> El éxito de aquel entrañable hotel de la Plaza San Bernardo fue ya desde el principio rotundo entre la sociedad grancanaria y terminó por ser señal de suma distinción y buen gusto el ir a comer o cenar “a Casa de Quiney”, donde la belleza, cultura y afabilidad de trato de la Sra. Administradora fue proverbial. El contrato de aquel inquilinato fue renovado varias veces con la viuda del propietario, que era doña Adela Díaz y luego con sus herederos, hasta el mes de julio del año 1907, fecha en que el establecimiento, que estaba a pleno rendimiento y ya había tenido algunas reformas y ampliaciones pasó a ser administrado por un M. Otto Netzer que iba a continuar explotándolo, pero ya con el nombre de Hotel Continental.<br /><br />(fragmento de mi monografía DE LA FONDA AL HOTEL de próxima publicación)<br /><br /><em> Por favor y por estética, cítese siempre la fuente que informa</em>Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-27288967241035454792010-10-26T09:24:00.000+01:002010-10-26T09:25:34.559+01:00ALGUNAS NOTAS REFERENTES AL “HOTEL QUINEY” EN LAS PALMAS(contestación a Adurne)<em>contestando Carlos Platero Fdez. a una solicitud, la de Adurne :</em><br /><br /> <br /><br />ALGUNAS NOTAS REFERENTES AL “HOTEL QUINEY” EN LAS PALMAS<br /><br /> En el año de 1884 se abrió al público isleño un nuevo o, al menos remozado, Hotel Inglés, muy posiblemente sustituto o continuación del anterior allí mismo radicado, en el número 13 de orden de viviendas de la Plaza de San Bernardo, pero ya propiedad del súbdito británico residenciado en Las Palmas, Charles Quiney, pues, según noticia que recabó al respecto la investigadora ya citada González Cruz, el 14 de enero de 1884,... “Mr. Charles Baker Quiney comparece junto con el dueño de la casa don Domingo Navarro y Pérez ante el notario Vicente Martínez para firmar la escritura de inquilinato de una casa de planta alta situada en esta ciudad, barrio de Triana y plaza de San Bernardo, sin tener número de gobierno..., tiene huerta y jardín accesorios y ocupa una superficie de novecientos treinta y ocho metros cuadrados”. Añadiéndose en la noticia que el alquiler que se firmaba por un lustro al precio de 600 pesos o 2.250 pesetas anuales a satisfacer en mensualidades de 50 pesos o 187´50 pesetas, incluía el jardín y un gallinero, ambos a la espalda de la propia casa, “pero no la huerta”, se especificaba aún. Días después, concretamente el 5 de febrero, se anunciaba en la prensa local la inauguración del nuevo hotel “Inglés”, que, en realidad fue una especie de fonda de lujo con todas las comodidades posibles de la época y estuvo dirigido por el matrimonio Quiney, aunque, a deducir por los relatos y noticias de entonces, quien llevó siempre el timón del negocio fue la esposa, atractiva y gentil “relaciones públicas”.<br /><br /> Instalación hotelera entonces modélica, de elegancia de formas, con veinticinco confortables, espaciosas y bien iluminadas habitaciones, jardín interior, baños adecuados y unas despejadas azoteas desde las que se podían contemplar magníficas vistas de la ciudad, de la amplia bahía y del incipiente puerto. En la propaganda escrita y en la prensa de la época este brillante e interesante hotel, atraía a los ingleses, germanos y franceses viajeros y en especial a los componentes de la colonia británica ya establecida en la isla; indicandose, además, que allí podía almorzarse, comer por el precio de ocho o diez chelines, las bebidas aparte.<br /><br /> Según el cronista grancanario Eduardo Benítez Inglott, aquel establecimiento, más conocido primero como la Fonda Quiney fue acogido en Las Palmas del entonces con las mismas muestras de sorpresa que pudieron causar un Astoria o un Castellana Hilton en el Madrid de a mediados del siglo XX. Porque, además ya contó con bar y local de administración que los jóvenes isleños pronto denominaron “comptoir” y aunque en el comedor se seguía haciendo uso de la amplia y tradicional mesa redonda u ovalada, se instalaron y avituallaron mesitas individuales o, a lo más, para una o dos parejas.<br /><br /> También se recordó que fue entonces cuando hizo aparición en su restaurante la carta de vinos y aún, posteriormente, fue en tal cosmopolita establecimiento donde se dio a conocer por estas tierras el novedoso whisky.<br /><br /> El éxito de aquel entrañable hotel de la Plaza San Bernardo fue ya desde el principio rotundo entre la sociedad grancanaria y terminó por ser señal de suma distinción y buen gusto el ir a comer o cenar “a Casa de Quiney”, donde la belleza, cultura y afabilidad de trato de la Sra. Administradora fue proverbial. El contrato de aquel inquilinato fue renovado varias veces con la viuda del propietario, que era doña Adela Díaz y luego con sus herederos, hasta el mes de julio del año 1907, fecha en que el establecimiento, que estaba a pleno rendimiento y ya había tenido algunas reformas y ampliaciones pasó a ser administrado por un M. Otto Netzer que iba a continuar explotándolo, pero ya con el nombre de Hotel Continental.<br /><br />(fragmento de mi monografía DE LA FONDA AL HOTEL de próxima publicación)<br /><br /><em> Por favor y por estética, cítese siempre la fuente que informa</em>Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-37333923619205525422010-10-01T00:29:00.000+01:002010-10-01T00:30:25.920+01:00Algunas calles y callejones de la ciudad de Las Palmas de G.C. que empiezan con la letra TTABAIBA<br /><br /> Es un estrecho callejón en el Distrito I de Vegueta, por la Barriada de San José.<br /><br /> Con respecto a esta voz, "tabaiba", dicen los filólogos que es muy posiblemente de origen prehispánico.<br /><br /> Es el nombre genérico de varias plantas de la familia de las euforbiáceas, de madera muy ligera y poco porosa. Y se le llama así al látex de esta planta, viscoso y de color blanco. El látex de la "tabaiba amarga" es venenoso y se empleaba por ello para capturar peces en los charcos. <br /><br /> Es topónimo muy común en Gran Canaria.<br /><br /> <br /><br />TABAIBAL<br /><br /> Calle localizada en el Distrito V de La Isleta, en la Barriada del mismo nombre. <br /><br /> El "tabaibal" es el terreno poblado de tabaibas. Topónimo corriente en toda la isla de Gran Canaria.<br /><br /> <br /><br />TAGOROR<br /><br /> Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, en la Urbanización de Los Tarahales.<br /><br /> Según los antiguos cronistas, así se le decía, entre los aborígenes canarios, al lugar de reunión del Sabor o Consejo, generalmente localizado en sitios adecuados, al aire libre, en Gran Canaria.<br /><br /> <br /><br />TAJARASTE<br /><br /> Calle localizada en el Distrito II de Triana, por el Barrio de San Roque.<br /><br /> Según los filólogos, es voz de origen prehispánico que puede referirse a una pandereta, aro revestido de piel y con cascabeles alrededor, que se usaba como acompañamiento con el baile.<br /><br /> Es la danza colectiva de parejas sueltas en tenerife y de parejas enfrentadas en La Gomera, que se caracteriza por el ritmo que impone el tambor y los saltos que dan los bailadores, hacia adelante y hacia atrás y apiñándose en el punto central de la rueda.<br /><br /> Es sinónimo del "baile del tambor".<br /><br /> <br /><br />TAJINASTE<br /><br /> Es un callejón localizado en el Distrito I de Vegueta, por la Barriada de San Juan. <br /><br /> Comúnmente escrito "taginaste", es voz de origen prehispánico y es el nombre genérico con que se conocen varias plantas o arbustos en Canarias. Es un arbusto borragináceo, de hasta dos metros de altura, con hojas lanceoladas, el haz con espinas cortas equitativamente distribuidas y el envés con el nervio central y espinas en los bordes. Su inflorescencia es grande, densa y en forma cónica, con la corola blanca con listas azul pálido.<br /><br /> <br /><br />TAJO<br /><br /> Callejón localizado en el Distrito II, en la Barriada de San Lázaro. Es un río de la Península Ibérica que nace en la Sierra de Albarracín, en Teruel, pasa por Aranjuez, Toledo y Talavera de la Reina, penetra en Portugal y forma en su desembocadura el estuario del "Mar de Paja", con un recorrido total de 1008 km, de los cuales 910 son por España, contando su curso con varias centrales hidroeléctricas.<br /><br /> En el año de 1979 se inauguró en España el llamado "trasvase Tajo-Segura", obra que permite que las aguas del primer río lleguen a la cuenca del segundo para irrigar las provincias de Alicante y Murcia.<br /><br /> <br /><br /> TALIARTE<br /><br /> Calle localizada en el Distrito V de La Isleta, por la Barriada del mismo nombre.<br /><br /> Taliarte es topónimo supuestamente aborigen, aunque bien es cierto que no hay, o yo no he encontrado su posible etimología canaria en la bibliografía consultada al efecto. Se le denominan así a unas lomas, acantilados, punta y playa o pequeña ensenada abierta al mar, muy próximos al puerto y playa de Melenara, en la costa este del término municipal grancanario de Telde.<br /><br /> El nombre de Taliarte a la recóndita playa le viene también de una cueva que en el lateral de ella allí hubo, bastante amplia y acogedora, que solían ocupar, al menos en la primera mitad del siglo XX algunas familias teldenses cuya propiedad usufrutaban, para pasar la temporada de los clásicos baños de mar, por el verano.<br /><br /> <br /><br />TAMADABA<br /><br /> Calle localizada en el Distrito V de La Isleta, por la parte más alta de la Barriada homónima.<br /><br /> Es la voz de un topónimo en Gran Canaria, de origen prehispánico.<br /><br /> Se refiere al extenso y frondoso pinar que a 1.450 m sobre el nivel del mar, ofrece la muestra de lo que debió de ser la mayor parte de esta isla, antes de su conquista, que en alguna crónica de navegantes que la visitaron en algún periplo de fortuna la llamaron "la de las selvas tenebrosas". Los pinos que en este paraje crecen son árboles de la familia de las abietáceas, que en este caso algunos ejemplares suelen tener cerca de cuarenta metros de altura y un metro y medio más de diámetro el tronco que es erecto y cilíndrico, con la corteza gruesa de color gris pardusco, hojas de hasta treinta centímetros de largo, en grupos de tres, conocidas por el vulgo com "pinocha", flores masculinas en amentos oblongos de hasta veinte centímetros de largo de color pardo rojizo. <br /><br /> <br /><br />TAMARAN<br /><br /> Es una calle localizada en el Distrito V de La Isleta, por la Barriada del mismo nombre.<br /><br /> Voz aborigen, con el significado de "lugar de palmas" y con la que los isleños designaban a lo que parece, o bien a una zona determinada o, más posiblemente, a toda la isla de Gran Canaria.<br /><br /> <br /><br />TAMARINDO<br /><br /> Calle localizada en el Distrito VII de Escaleritas, por la Urbanización de Las Torres.<br /><br /> Árbol papilonáceo de la familia de las leguminosas, de tronco grueso y flores amarillas, cuyo fruto, de sabor agradable, se usa como laxante. Y así se le llama también a este fruto.<br /><br /> <br /><br />TAMBOR<br /><br /> Pasaje o travesía localizado en el Distrito IV de Santa Catalina, por la Barriada de Las Canteras-Parque. <br /><br /> Además del instrumento músico de percusión, de forma cilíndrica, hueco, cerrado por dos pieles tensas y que se toca con dos palillos, en Canarias es también una especie de nasa cilíndrica de tela metálica con fondos en forma de "guinchos" o embudos, utilizada como arte de pesca para capturar anguilas y morenas. También el cubo, la pieza central en las ruedas de los carruajes. Y se le llamó así a una cubierta de madera que se ponía sobre la piedra del molino.<br /><br /> <br /><br />TANAUSU<br /><br /> Calle localizada en el Distrito V de La Isleta, Barriada del mismo nombre.<br /><br /> Voz aborigen benahoarita que se ha traducido por "el testarudo" y así se le llamó a un poderoso príncipe y sacerdote del culto isleño en La Palma prehispánica, del que se dijo que, hecho prisionero y embarcado para la Península Ibérica, exclamó dolorido: "¡Vacaguare!" y se dejó morir de hambre antes que seguir siendo un preso de los castellanos.<br /><br /> <br /><br />TANGANILLOS<br /><br /> Travesía localizada en el Distrito IV de Santa Catalina, por la Barriada Santa Catalina-Parque. <br /><br /> Es el plural de un tipo de seguidilla de período melódico más amplio, con un estribillo muy característico y en el que las parejas se van cambiando con otras a medida que van girando en círculo; y se suele combinar con el "santo Domingo" y el "tajaraste".<br /><br /> <br /><br />TANQUETA<br /><br /> Callejón localizado en el Distrito I de Vegueta, por la Barriada de San José. <br /><br /> En Canarias la "tanqueta" suele ser el abrevadero, la pila donde beben los animales. También se le llama así al estanque pequeño y a alguna pileta o poza.<br /><br /> <br /><br />TARAHALES<br /><br /> Calle localizada en el Distrito VI de Schamann, por la Urbanización de Los Tarahales. <br /><br /> En este vocablo, que es el plural de "tarajal", la aspiración ha propiciado la escritura con h.<br /><br /> Los tarajales son unos arbustos tamariscáceos que crecen a orillas de los barrancos o en los lechos de valles secos, de corteza negra o púrpura, con flores sésiles, color rosa claro o blancas. Como "tarjal", "los tarajales", "tarajalera" y "tarajalillo" es topónimo abundante en Gran Canaria.<br /><br /> <br /><br />TARRAGONA<br /><br /> Calle localizada en el Distrito I de Vegueta, por el Polígono de San Cristóbal.<br /><br /> Tarragona es una ciudad y puerto del nordeste español, capital de la provincia homónima y de la comarca del Tarragonés. Arzobispado. Escuelas técnicas. Universidad. Monumentos cuales murallas ciclópeas, acueducto, circo y anfiteatro romanos, necrópolis cristiana y catedral gótica. Industrias. Comercio. Vinos. Turismo.<br /><br /> <br /><br />TARTAGO<br /><br /> Callejón localizado en el Distrito I de Vegueta, por el Barrio de San José. <br /><br /> El "tártago", es el ricino, planta euforbiácea de tallo ramoso de color verde rojizo, hojas muy grandes, pecioladas, flores en racimos axilares o terminales y fruto capsular, esférico, espinoso, con tres divisiones y otras tantas semillas, de las cuales se extrae un aceite purgante.<br /><br /> <br /><br />TARTANA<br /><br /> Calle localizada en el Distrito II de Triana, por el Barrio de San Roque.<br /><br /> La "tartana" es un carruaje ya en desuso, de dos ruedas, tirado por una caballería, descubierto o con una cubierta o toldo extensible y con asientos laterales, usado en las ciudades y pueblos más notables de las islas en tiempos pasados.<br /><br /> <br /><br /> <br /><br />TAURO<br /><br /> Calle localizada en el Distrito V de La Isleta, por la Barriada del mismo nombre.<br /><br /> Como "Tauro Alto", "Barranco de Tauro", "Montaña de Tauro" y "Playa de Tauro", es un topónimo en el sur del municipio de Mogán en la isla de Gran Canaria. De estos parajes ya se ha escrito que después de las Desamortizaciones habidas en el siglo XIX, el Barranco de Tauro y sus contornos inmediatos pasaron a ser propiedad del Estado y el conjunto fue catalogado como monte público, salvo una reducida zona de la playa. A partir de los años setenta del siglo XX todo el conjunto se ha estado cubriendo con urbanizaciones y alguna finca de monocultivos. La playa, muy mejorada, hoy en día, cuenta con una serie de establecimientos dedicados con integridad al turismo.<br />Carlos Platero Fernández.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-47579487004694289772010-09-28T06:57:00.000+01:002010-09-28T06:58:10.630+01:00La "cuarta" ermita de Santa Catalina en Las Palmas de G.C(fragmento de la obra "SANTA CATALINA EN CANARIAS", obra inédita de Carlos Platero Fernández<br /><br /> <br /><br /> En los planos que de Las Palmas se estuvieron confeccionando a lo largo de los siglos XVIII y XIX, cuales el de José Ruiz de 1773, a los dilatados terrenos que se extendían al norte, más allá de las murallas de la ciudad se los estuvo denominado, además de Vega o Huertas de Santa Catalina, también de forma genérica como de Los Arenales<br /><br /> Y en algún lugar entre las huertas, solitaria aparecía señalada con una crucecita la ermita de Santa Catalina, bastante alejada del castillo de su nombre aunque relativamente próxima a unas fuentes, manantiales o pozos de aguas medicinales que también se conocieron como de Santa Catalina, que llegaron a gozar de fama y originaron un balneario muy concurrido en su tiempo, sobre todo por los ingleses que ya estaban acudiendo a las islas en demanda de salud y que supieron pronto apreciar la categoría excepcional de sus aguas termales, localizadas al sureste de las vega y playa de Las Alcaravaneras.<br /><br /> Aquella cuarta ermita ya conocida en el pleno siglo XIX y de la que hoy en día sabemos como era entonces gracias a una magnífica fotografía tomada alrededor del año 1890, fue de la misma traza sencilla que las otras muchas extendidas por la geografía de las islas, localizadas en pleno campo, alejadas de poblados y por lo general anexadas con otra reducida edificación que era la residencia habitual del santero y ejercía de almacén para los donativos en especie que los campesinos llevaban a ella en la festividad patronal respectiva para pagar promesas hechas en momentos de tribulación o desgracia. La ermita, según las referencias que existen, estaba en medio de fincas de labranza y era punto de encrucijada obligada de senderos y caminos vecinales del contorno.<br /><br /> ¿Cuando y por qué fue trasladada, "trasplantada" la cuarta y última ermita desde su anterior y mal que bien identificada localización al poniente del tiempo ha ya desaparecido castillo o bastión fortificado por sus inmediaciones en su día construido?... <br /><br /> El específico tema de la ermita de Santa Catalina en concreto y de las ermitas canarias en general, salvo algún meritorio intento, no ha sido tratado aquí en profundidad, sobre todo en estos últimos cien años que, por otra parte han sido pródigos en distintas investigaciones de canariólogos y canariófilos, que de ambas especialidades ha habido.<br /><br /> Si de las ermitas canarias, de alguna de ellas o de un determinado grupo en particular algo ha aparecido en libros, en revistas o en la prensa local y acaso señalado en algunos planos y mapas de las islas, no es desde luego de la sencilla, humilde y aparentemente olvidada de Santa catalina en Las Palmas de Gran Canaria. <br /><br /> Lo que, muy posible ha sido causa de que, sin pararse mientes en la incongruencia que se comete o por real falta absoluta de bibliografía, los autores canarios que han citado de pasada a la ermita destruida por los corsarios holandeses en el siglo XVI la confunden con la actual, como si esta hubiese sido reedificada en el mismo lugar que las anteriores. Dato que resulta erróneo a todas luces y, máxime si se tomó como referencia la vecindad de lo que fueron la Punta de La Matanza y el Castillo que por allí se alzó, que distan más de un kilómetro de la actual.<br /><br /> En los "Anales" manuscritos e inéditos que yo sepa de Agustín Millares Torres, en una concisa anotación correspondiente a los del año de 1723, más bien a sus meses finales, llamada al margen con la palabra "ermita", se lee: "Continúa la construcción de la Ermita de Santa Catalina en los Arenales de Las Palmas por haber invadido las arenas la que antes estaba frente al castillo de su nombre, fabricada en 1613 sobre las ruinas de otra más antigua". <br /><br /> Por tales fechas era obispo de Canarias, con residencia casi fija en el convento de los franciscanos de Santa Cruz de Tenerife, Lucas Conejero de Molina, que lo fue desde el año 1714 al de 1724 y, sin duda, hubo de ordenar o autorizar la nueva construcción.<br /><br /> Bien es verdad que, según se ha podido comprobar en más de una ocasión las anotaciones de los "Anales" de Millares Torres, a veces no han resultado muy dignas de crédito. Y, además, si bien se mira, la datación de la información encontrada contrasta un tanto con lo que en el año de 1775 escribía el ya citado cronista Romero y Ceballos en el texto más arriba transcripto.<br /><br /> Pero, abundando en el tema, cabe también el suponer que lo que quiso decir en realidad aquel minucioso cronista local fue que vio a la otra ermita, la tercera, ya medio sepultada por las arenas e inservible para el culto. Que es lo que parece indicar, acaso más certero el doctor Chil y Naranjo al informar sobre el lugar, como también hemos visto ya.<br /><br /> El asimismo mencionado Domingo J. Navarro dijera a su vez del terreno en que se alzó la primitiva ermita de Santa Catalina pero sin mencionarla explícitamente y al informar al viajero que en su tiempo, principios del siglo XIX se atreviese a recorrer el trayecto de Las Palmas al Puerto o viceversa: "Vas a atravesar una legua de desierto de arena que tiene como el africano sus movibles montañas, sus llanuras y sus depresiones; a veces también su calor infernal y hasta su símil de su horrible simoun si soplan fuertes vientos del sur, sin camino ni vereda" ... <br /><br /> En la ermita de nuevo enclave, como asimismo informó Millares Torres, predicó, entre otros aquel benemérito sacerdote grancanario nativo de Agüimes llamado Antonio Vicente González, párroco de la iglesia de Santo Domingo en Las Palmas y fallecido en plena juventud cuando lo de la mortal epidemia del cólera morbo que asoló a la isla de Gran Canaria en el año 1851. <br /><br /> Habiendo estado al cargo de este benemérito sacerdote el atender en tan calamitosos tiempos a los cultos católicos debidos en las ermitas de Los Reyes, San Juan y San Antonio Abad, procuró con gran celo apostólico y humanitarismo cristiano el solemnizar en ellas las festividades de costumbre. Y, después de haber colaborado siempre entusiasta en las misiones isleñas del famoso Padre Claret, fue nombrado por la Junta de Doctrina Cristiana del Obispado para explicar dicha materia en la iglesia de San Ildefonso y en la ermita de Santa Catalina de Los Arenales, en la de San José y en su propia parroquia de Santo Domingo, lo que estuvo realizando infatigable, pasando raudo de uno a otros templos en todos los días que comprendieron a La Cuaresma correspondiente al año 1849. Y aún, en la ermita de San Cristóbal reedificada por aquel entonces más allá del humilde barrio sureño de Las Tenerías en la que supo estimular a las prácticas religiosas a los hijos del popular barrio marinero que también se conocía como de Los Barquitos, estableciendo premios que él mismo aportaba.<br /><br /> Aquel animoso y activo sacerdote debió de ser de los últimos en practicar y fomentar el culto religioso en la ermita de Santa Catalina. Cultos que a partir de entonces y durante bastantes años se estuvieron celebrando en Las Palmas y de manera más o menos habitual en iglesias y ermitas como por ejemplo en la Catedral, San Antonio Abad, Santo Domingo, San Agustín, el Seminario Viejo, San José, San Roque, San Cristóbal, Espíritu Santo, Los Reyes, San Juan, San Martín, San Ildefonso, San Francisco, San Justo, San Nicolás, San Bernardo y San Telmo y luego en la ermita de Nuestra Señora de La Luz que se convertiría en iglesia parroquial a principios del siglo XX.<br /><br /> Como una confirmación más del nuevo emplazamiento de la ermita de Santa Catalina, en el "Diccionario Administrativo" de Olive, publicado en el año 1865, se especificaba: "Santa Catalina.- Ermita situada en el t.j. de Las Palmas, p.j. de idem, isla de Gran Canaria y dista de la c. del d.m. 2 km., 468 m.,". Lo que sitúa perfectamente a esta cuarta u "otra" ermita que es la que hoy se conoce.<br /><br /> En fin, ermitas desaparecidas, ermita actual de Santa Catalina, en principio solitaria entre huertas y eriales aunque, paulatinamente y, sobre todo, a raíz de ser abandonada del culto a mediados del siglo XIX, fue creciendo a su alrededor un conglomerado de fincas rústicas y algunas viviendas de labranza que ya más tarde se sustituyeron en hermosas mansiones para parte de la colonia extranjera, hasta tal punto que el núcleo urbano por allí surgido acabó conformándose en lo que hoy en día se conoce como la Ciudad Jardín palmense.<br /><br /> Por el año de 1957 se terminó de restaurar la ermita al encontrarse comprendida en el complejo arquitectónico del Pueblo Canario concebido por el pintor y proyectista Néstor de la Torre a la vera del Hotel Santa Catalina también reformado pero cuya inauguración arranca del año 1890 en que fuera construido en terrenos de los denominados Jardines Swanton. <br /><br /> En la actualidad con sus hermosos murales decorativos obra del pintor grancanario Jesús Arencibia ocultos tras unos paneles esta cuarta ermita de Santa Catalina de Alejandría subsiste dedicada a otros menesteres ajenos por completo a su objetivo inicial.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-73273503653161346182010-09-28T05:06:00.000+01:002010-09-28T07:06:49.996+01:00La "tercera" ermita a Santa Catalina en Las Palmas de G.C.(fragmento de la obra de Carlos Platero Fernández "Santa Catalina Mártir en Canarias", todavía inédita<br /><br /> La robusta edificación almenada del Castillo de Santa Catalina levantado alrededor del año 1643 en la ya denominada popularmente como Punta de La Matanza hubo de ser durante mucho tiempo mudo testigo y solitario compañero de la nueva ermita de Santa Catalina, fabricada por el año de 1613 en terrenos localizados un poco más al oeste de los que ocuparan su predecesoras, en un pequeño altozano, dando frente al mar. El pequeño templo tuvo ya dos edificaciones anejas, la una que sirvió como vivienda del ermitaño o santero que la cuidaba y celaba y la otra como ocasional albergue de las gentes devotas que solían acudir con bastante regularidad para pagar alguna promesa hecha a la santa patrona en momentos de tribulación, así como a los numerosos romeros congregados en el día de su fiesta, en el mes de noviembre pues por ella parecía el pueblo de Las Palmas sentir especial devoción.<br /><br /> La situación casi exacta de aquella tercera ermita se puede apreciar con buena precisión en el plano correspondiente a la zona de los Arenales e Isleta levantado y trazado minuciosamente por Pedro Agustín del Castillo León Ruiz de Vergara o sus amanuenses a mediados del siglo XVIII.<br /><br /> Aparte del dibujo esquematizado y sencillo pero claro y definidor del indicado plano que resulta muy detallado, no se ha encontrado constancia gráfica o documental de como eran la planta y la estructura arquitectónica de dicha ermita, ni tampoco referencia cierta alguna acerca de que imagen o imágenes, representaciones en tabla o lienzo hubiese allí en su altar o interior para la veneración de los fieles.<br /><br /> Aunque es de suponer que existiría al menos alguna talla de madera, terracota o pintura de Santa Catalina de Alejandría, igual o parecidas a las que ya se estaban conociendo por el resto de la isla y aún por el archipiélago en general.<br /><br /> La construcción, la obra de aquella tercera ermita debería de asemejarse a aquellas otras que, en las afueras de las reducidas y desparramadas poblaciones isleñas o en determinados lugares estratégicos despoblados se habían estado alzando, se alzaban por toda la geografía isleña a la mayor gloria de Dios, de su Hijo, de la Virgen y de los Santos como símbolo perenne y manifiesta demostración de fe y las creencias del pueblo canario de entonces con raigambre tradicional religiosa cristiana.<br /><br /> En muy pocas ocasiones pues aparece la tercera ermita de Santa Catalina en Las Palmas representada en los dibujos y bocetos, mapas y planos de la época, por demás escasos e incompletos y que, en todo caso, se orientaban más a señalar las fortificaciones que hubiese con las poblaciones muy esquematizadas.<br /><br /> Algunas de aquellas muy reducidas referencias a la susodicha ermita de Santa Catalina situada entre la ciudad de Las Palmas y el Puerto de la Luz, como perdida en los páramos y junto a los arenales que ya se iban formando amenazantes en su torno, son las que dejó en su día el Padre José de Sosa, escritas alrededor del año de 1678: ... "En este mismo puerto de la Luz, una milla poco más apartado de este castillo está otro llamado de Santa Catalina. Tomó el nombre de una iglesia de la misma santa que está fabricada cerca de él, poco más o menos de un tiro de mosquete la tierra adentro, porque él está fundado en la misma ribera del mar sobre un marisco muy sólido". <br /><br /> Otra clara referencia se encuentra reflejada en un informe de la época pues a finales del siglo XVII, en los tiempos de la vacante del obispado de Canarias al haberse marchado el titular Bartolomé García Jiménez en el año 1690 y antes de ser nombrado para ella Bernardo de Vicuña y Zuazo en 1692, eran tales las tensiones habidas en el seno de la Iglesia en Canarias que hubo denuncias y protestas continuas a La Corte. Y una de ellas, según detalló el investigador jesuita Luis Fernández Martín los denunciantes se quejaban de que, entre otros casos,... "no había sermón en la ermita de Santa Catalina que está junto al castillo y playa donde siempre la han visto los pastores que asisten en la Isleta con sus ganados y los marineros y gente de mar pasajeros que están para embarcarse e ir a las islas y los devotos de la imagen en esta ciudad". <br /><br /> El viajero y comerciante George Glas, que recorrió las islas Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII dejó anotada la siguiente descripción: "El lugar de desembarco (en Las Palmas) se encuentra en el mismo recodo de la bahía, en donde generalmente el agua está más tranquila, que un barco puede estar anclado de costado en la playa, sin riesgo alguno. En este punto hay una ermita o capilla, dedicada a Santa Catalina; y un castillo, armado con cañones, pero sin potencia alguna". <br /><br /> También facilitó noticia de la ermita el curioso escritor y cronista local que fue Isidoro Romero y Ceballos que escribía en el año de 1775: "El camino que hay desde aquí (la Isleta) a la ciudad es llano pero por medio de penosos arenales blancos, muy movedizos y llenos de montañas formadas de la misma arena, bien que ésta es como una faja que atraviesa a lo largo de la orilla del mar y a lo ancho como un tiro de mosquete y como casi desde el mismo puerto a una cadena de cerros que llegan hasta la ciudad cerca del mar; las faldas de éstos antes de unirse a las arenas ofrecen un espacio de tierra sin mezcla de arena, que por regarse con varias acequias y tener algunos árboles y casas de campo hacen muy divertido el camino. Los mencionados cerros son muy mal vistos, quebrados y llenos de tabaibas y piedras que suelen hacer mucho daño rodando a la llanura cuando hay aluviones. En la mitad del camino está una ermita, que llaman de Santa Catalina, algo desviada del mar, en cuya orilla enfrente de ella está un castillo muy fuerte de su mismo nombre. Los arenales llegan hasta los mismos muros de la ciudad y muchas veces los han forzado, entrándose dentro no poca proporción". <br /><br /> Lo que dichos autores estuvieron describiendo eran sin duda ya los restos o ruinosas edificaciones amenazadas con desaparecer bajo las movedizas dunas de arena en inexorable e incontenible acrecentamiento y avance.<br /><br /> Porque el erudito historiador Gregorio Chil y Naranjo, que componía su importante recopilación histórico-geográfica de las islas Canarias a finales del siglo XIX, hablando de los misioneros de cuando el tiempo de las exploraciones mallorquinas, informó que, "construyeron además dos ermitas, una en los arenales del Puerto de la Luz, a cuatro kilómetros aproximadamente de donde hoy está la ciudad de Las Palmas y cuyos restos se veían hasta muy entrado el presente siglo; pero que las arenas han cubierto en su totalidad". <br /><br /> Lo cierto fue que, por acumulación constante e intensiva de las arenas que estuvieron entrando libremente por el puerto del Arrecife y las playas del Confital y de Las Canteras, la tercera ermita de Santa Catalina desapareció poco a poco de la faz de la tierra isleña y, salvo algún comentario como los acabados de transcribir, también pareció por un prolongado período de tiempo desaparecer del recuerdo de las gentes, sin volver a hablarse de ella. Y quienes lo hicieron en los siglos inmediatamente pasados en forma literaria y sin darle mayor importancia la confundieron con la que posteriormente y en determinadas fechas se alzó, también solitaria al principio y humilde en medio de las huertas, los palmerales y las fincas agrícolas, aproximadamente por el centro de la zona denominada ya con el topónimo genérico de Santa Catalina, llegando aún a suponérsela comúnmente como la primitiva del siglo XIV o, a lo más como una posterior reconstrucción en el mismo solar.<br /><br /> La situación exacta de esta “tercera” ermita de Santa Catalina sería actualmente por la parte trasera de la iglesia de Nuestra Señora del Pino y el lado Este de los locales de El Corte Inglés.<br /><br /> El castillo de Santa Catalina, de cuyas ruinas si que existen testimonios gráficos, se alzó sobre el “marisco” de la costa, entre lo que son hoy en día las instalaciones del Real Club Náutico y el lugar de donde arrancó en su día el también ya extinto Muelle Frutero o de Martinón, en donde hoy desarrolla sus actividades el Arsenal de la Marina de Guerra.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-24471062698374646802010-09-28T02:16:00.000+01:002010-09-28T07:17:37.512+01:00La "segunda" a Santa Catalina en Las Palmascapítulo de la obra original de carlos platero fernandez, todavía inédita "SANTA CATALINA MARTIR EN CANARIAS<br /><br /> <br /><br /> De los iniciales rústicos templos cristianos de adoración en Gran Canaria nada quedaba, a lo que parece, cuando la llegada de Juan Rejón a la isla el 24 de junio del año 1978. O, al menos nada de ello dicen ni insinúan las crónicas de la Conquista de Gran Canaria que se estuvieron componiendo y que, por otra parte y con más o menos detalle y precisiones nos narran de como las tropas expedicionarias castellanas llegaron, algunas crónicas dijeron que fue a la recogida playa virgen que mucho más tarde se conocería como de Las Canteras de donde pasaron a pie enjuto al natural Puerto de las Isletas, haciendo lo mismo los navíos costeando el árido y volcánico terreno de Las Isletas y una vez reunidos todos, marinos y soldados en lo más recogido de la rada o ensenada allí formada alzaron un toldo con ramajes, maderas y lonas para acoger un sencillo altar en el que el deán Juan Bermúdez ofició una misa propiciatoria. <br /><br /> Luego, siguieron contando las crónicas, deseando la tropa llegarse bordeando la costa hasta la ya conocida bahía de Gando que era donde se proyectaba el levantar campamento fijo de campaña, recorriera el litoral desértico y arenoso hasta llegar a las orillas del entonces riachuelo Guiniguada junto a su desembocadura al mar en donde, al optar por tan propicio lugar para vivaquear se asentaron los cimientos de lo que iba a ser andando el tiempo la ciudad, hoy más de medio milenaria, de Las Palmas.<br /><br /> De las informaciones recogidas de la época se deduce que a aquella llegada de los castellanos a la Gran Canaria en 1478 no había huellas de la primitiva ermita de Santa Catalina construida por los mallorquines a finales del siglo XIV. Tan solo se atisba algún tenue rastro cuando indica Marín y Cubas que su memoria si había venido de generación en generación entre los aborígenes canarios.<br /><br /> Y relata dicho autor un curioso episodio acaecido supuestamente en el Puerto de las Isletas, diciendo que fue el origen de la fundación de la dicha ermita, la segunda, erigida en el lugar en honor de Santa Catalina Mártir.<br /><br /> Hoy en día pueden rastrearse ecos del susodicho suceso en algunas dispersas informaciones, de las que hacen mención varios cronistas e historiadores canarios, aunque la mayoría lo silencian, por ofrecer poca consistencia real. <br /><br /> El Padre Espinosa, que cronológicamente es uno de los considerados como proto-historiadores canarios menciona el supuesto episodio, pero aplicado a glosar uno de los milagros de la Virgen de Candelaria. <br /><br /> Agustín del Castillo, José de Sosa y Marín Cubas atribuyen la narración a la intercesión de Santa Catalina, como así lo recoge y resume, aunque con algunas reservas el enciclopedista racionalista Viera y Clavijo.<br /><br /> En síntesis, fue lo siguiente:<br /><br /> Cuéntase que Pedro de Vera, el general de la conquista definitiva de Gran Canaria, ya a finales del año 1488 y principios del 1489 y con motivo de la muerte violenta del Señor de la Gomera Hernán Peraza a manos de indígenas insurrectos, dejó a dicha isla anegada en sangre; y aún, no satisfecho del todo en la venganza, dio orden de matar o deportar a todos los nativos gomeros que por aquel entonces ya residían en Las Palmas. A uno de ellos, hombre de gran corpulencia llamado Pedro Aguachiche de cristiano, condenó a ser ahorcado. Pero el hombre aquel, merced a sus hercúleas fuerzas derribó a la horca y al verdugo, librándose así de la muerte. Sabedor del hecho Pedro de Vera, dispuso que se le metiese en un barco y ya en alta mar fuese arrojado al agua, lo que se cumplió. Sin embargo, a las pocas horas se presentó el gomero sano y salvo, aunque con las ropas mojadas ante el general, insistiendo en que si se había cumplido la cruel ejecución pero que, por la celestial intercesión de Santa Catalina, el Dios de los cielos no quiso que muriese.<br /><br /> Pedro de Vera, incrédulo e inflexible, ordenó una vez más a sus subordinados que hiciesen efectiva la sentencia sin más, si no querían a su vez ser castigados. Y así lo hicieron los esbirros de nuevo tirando al reo al mar, pero en esta ocasión con una pesada piedra atada al cuello.<br /><br /> Milagrosamente, como sucediera en las anteriores ocasiones, el gomero logró salir ileso de las aguas del mar, por lo que, como relata Marín y Cubas, "... un propio avisó a Pedro de Vera que en las costas canarias, junto a la Isleta, donde los castellanos hallaran a San Antón, estaba Pedro Aguachiche sano y bueno"... Y que, "...a la tarde se vino Aguachiche en casa del gobernador, acompañado de muchos muchachos y gente, que no cabían en el patio. Vinieron caballeros conquistadores y fue testigo y lo contaba muchas veces y daba loores a Dios y a Santa Catalina, Alonso Fernández de Lugo. Pedro Aguachiche siempre dijo que conoció a Santa Catalina por su vestido y que esta vez última vino ella y lo empujaba para que anduviese a prisa; tenía su ropa y espada y rueda, como estaba pintada en una tabla vista por él en La Gomera". Se añadió en el detallado relato que, perdonada al fin la vida del gomero, fue aquél en adelante muy apreciado por todos y, aún, que Alonso Fernández de Lugo, testigo del milagroso suceso, se lo llevó a las conquistas de La Palma y de Tenerife, donde lo afincó.<br /><br /> Buscando una mayor veracidad del episodio, se ha tratado de rastrear el nombre del gomero devoto de Santa Catalina sin encontrarlo suficientemente documentado para poder considerarlo como real. Aunque si es cierto que ha sido citado por cronistas e historiadores que, sin duda, se fueron copiando sucesivamente la noticia, como más arriba se ha indicado.<br /><br /> Para terminar con este seudo episodio del gomero, cuyas milagreras salidas de las aguas serían por la zona que se conoce hoy como adyacente al Parque de Santa Catalina y la playa de Las Alcaravaneras, continuó diciendo el ínclito Marín y Cubas: "Mandose hacer allí iglesia a Santa Catalina Mártir de Alejandría. Hubo mucha devoción y venían a romería desde lejos. Aquí fue fábrica de los mallorquines y tuvieron Iglesia sus imágenes". <br /><br /> Tal ha sido, aparentemente al menos, el origen de la fundación de la segunda ermita dedicada a Santa Catalina. Que es de suponer se erigiese en el mismo sitio o muy cerca de donde edificaran la primera los mallorquines y que, por extensión, ya desde entonces aportó el topónimo genérico a toda la zona costera y entonces desértica comprendida entre el istmo de las Isletas, la bahía del Confital y el puerto del Arrecife, los cerros que la recortaban al poniente y la extensa vega limitada al sur por las murallas de la parte norte de la ciudad de Las Palmas.<br /><br /> En las Constituciones Sinodales del obispo Muros, cuyos textos se conservaron en los archivos de la iglesia parroquial de San Juan de Telde, en su segunda, correspondiente al año 1506, al detallar las fiestas a celebrar en la diócesis canaria se indicaba que, "... en el mes de noviembre, primero día Todos-Santo tienen vigilia, a veinte y cinco, Santa Catalina...". <br /><br /> Pocos más datos hay de la tal ermita que subsistió durante un siglo, levantada próxima al litoral marítimo, sobre una punta de tierra y al borde del camino de trazado serpenteante que se desarrollaba por terrenos arenosos en unas partes, agrestes en otras y a tramos cubiertos con variada vegetación de tipo desértico, sobre todo en las desembocaduras de los barranquillos que por allí desaguaban al mar; todos ellos convertidos unos en eriales y otros en campos de labranza que se iban extendiendo a las afueras de la parte norte de la ciudad, entre las Isletas y Las Palmas.<br /><br /> El polígrafo canario Agustín Millares Torres relató que cuando por el año de 1704 se allanó el conocido como cerro de Santa Catalina frente a las Isletas para construir la Batería de San Felipe por donde hasta hace muy poco, recortado sobre la carretera o Paseo de Chil, se conoció popularmente como "la grada de la arena" al oeste del Estadio Insular de fútbol, se descubrieran tres sepulturas de aborígenes a las que por hallarse muy bien protegidas en el terreno no habían llegado a penetrar ni tierra ni piedras, porque los canarios, ... "si no tenían cuevas abrían bóvedas en el suelo o sobre la cima de las montañas y las cubrían cuidadosamente con lajas". <br /><br /> Tal información contribuyó a la presunción ya establecida de que por los alrededores de la segunda ermita, en el pasado más remoto hubo, además del enclave de aquella otra considerada primera, un asentamiento de población indígena prehispánica.<br /><br /> Como una anécdota más a referir sobre los aconteceres que se estuvieron desarrollando en esta segunda ermita y en su más inmediato contorno, fue asimismo Agustín Millares, tomándolo de Viera y Clavijo el que narró lo que ya a finales del siglo XV o primeros años del siguiente aconteció por allí a una bella dama herreña, Rufina de Tapia, ya viuda del gobernador de Lanzarote y casada en segundas nupcias con un rico hacendado portugués que a su vez era hermano del gobernador de las islas Madeiras, que saliera con nutrida y vistosa comitiva desde la ciudad de la villa de Las Palmas en dirección al Puerto de Las Isletas donde iba a embarcarse con rumbo a la isla del Hierro. Pero sucedió que a la sazón rondaba a la Gran canaria el hidalgo lusitano Gonzalo Fernández de Saavedra que con dos carabelas armadas en corso asaltaba, robaba y saqueaba a mansalva cuanto le salía al paso, aterrorizando a las sencillas gentes costeras. Y que, noticioso él del viaje de la principal dama, aprovechó la ocasión y, desembarcando en la caleta de Santa Catalina atacó de improviso al cuerpo de aquella comitiva, dispersándola. Se apoderó de la hermosa herreña y encerrándose con ella en la solitaria ermita que se alzaba en el despoblado paraje,..."la forzó dentro de la ermita de Santa Catalina al embarcarse por el puerto de la Luz". De cuya forzada unión nació otra dama de luego desgraciados amores, que dejó descendencia en las islas.<br /><br /> En uno de los planos que, alrededor del año 1590 trazó Leonardo Torriani sugiriendo las defensas, reductos, bastiones y murallas que eran precisas para guarnecer a la ciudad del Real de Las Palmas, en la parte referente al Puerto de las Isletas aparece también dibujada la historiada ermita de Santa Catalina, situada a la vera del camino que unía la ciudad al puerto, un poco al oeste de las Punta y Caleta denominadas asimismo como de Santa Catalina.<br /><br /> Y en otros planos militares diseñados por el ingeniero Próspero Cassola para indicar las diversas fases del ataque del corsario inglés Francis Drake al puerto de la Luz en el año de 1595 y cuyos originales se conservan en el Archivo de Simancas, aparece perfectamente localizada aquella segunda ermita de Santa Catalina; y aún en la parte que corresponde a la ciudad palmense figuran también las ermitas de San Sebastián y del Espíritu Santo, ambas en los arenales, fuera de la muralla norte. Y dentro del perímetro amurallado por aquel entonces muy pésimamente, las antiguas dedicadas a San Telmo, Los Remedios, San Antonio, de La Vera Cruz y de San Marcos, además de los conventos de San Francisco y Santo Domingo y la Iglesia Mayor dedicada a Santa Ana y que fue el embrión de la catedral actual en lento proceso de su fábrica.<br /><br /> Cuando el ataque del inglés Drake a Las Palmas llevado a cabo durante los días 5 y siete de octubre de 1595 por una flota de 25 navíos, 30 lanchones y hasta 7.000 hombres de pelea, el pueblo, clero y milicias isleñas supieron rechazarlo heroicamente y con bravura, siendo precisamente el punto neurálgico de aquella prolongada batalla terrestre-naval el comprendido en los parajes en que se alzaba la solitaria ermita de Santa Catalina, al borde de la caleta del mismo nombre, donde se habían escarbado reductos provisionales y levantado trincheras defensivas, desde cuyos puestos, combinando sus tiros con los de la artillería del fronterizo Castillo de la Luz los isleños armados supieron neutralizar los intentos de desembarque de los lanchones con los corsarios ingleses que, al fin optaron por retirarse a sus navíos y alejarse definitivamente de las aguas de la bahía, en las que dejaron muchos muertos en su vano intento de rapiña y pillaje.<br /><br /> No hubo tanta fortuna para los canarios cuando a los cuatro años escasos, en los últimos días del mes de junio de 1599 el corsario holandés Van der Doez, al mando de una imponente flota armada que se componía de 65 navíos y 9.000 hombres armados, tras neutralizar las defensas del Castillo de La Luz en las Isletas desembarcó, también en tal ocasión por la Punta de Santa Catalina después de prolongada y sangrienta refriega, donde pereció mucha gente de ambos bandos y que desde entonces se conoció entre los isleños con el funesto topónimo de la Punta de la Matanza.<br /><br /> Aquel ejército holandés, venciendo al fin la tenaz resistencia de las defensas de la isla tomó y saqueó a placer la desgraciada ciudad de Las Palmas, abandonada por sus habitantes. Y arrasó, destruyó e incendió numerosos edificios tanto civiles como particulares, dedicándose la tropa sobre todo y con santo furor protestante a arruinar los religiosos cuales la catedral, los conventos, las iglesias y las ermitas, entre las que se contó desde el principio como más castigada la de Santa Catalina, indefensa y sola en los páramos y arenales, tal como se detalló en cumplido informe del percance con el corsario luterano, diciéndose que, "...quemó cuatro ermitas buenas, de San Telmo, de San Sebastián, del Espíritu Santo, de Santa Catalina y derribó otra de Nuestra Sra. de La Luz". ... "y la iglesia mayor", ... "y el monasterio de Santo Domingo", ... "y el monasterio de San Francisco", ... "y uno de monjas bernardas pobres", ... "y el hospital de San Lázaro". <br /><br /> Aunque, a los pocos días de la accidental y obligada evacuación de Las Palmas por sus sufridos habitantes que huyeran a refugiarse en el interior montañoso de la isla y la subsiguiente ocupación por los holandeses que la saquearon a placer, los canarios supieron reagruparse ofreciendo batalla al enemigo por el Monte Lentiscal.<br /><br /> Batalla que ganaron los invadidos y luego, contraatacando con eficacia de forma enérgica y decidida los invasores hubieron de reembarcar en sus naves con mucha precipitación aunque no sin llevarse con ellos, entre otros muchos bienes, los cañones de la plaza, las campanas y archivos de la catedral y numerosos objetos preciosos del culto católico, después de, además dejar muchas casas de la población completamente arruinadas cuando no presas de voraces incendios.<br /><br /> Así, sucedió que cuando moría aquel agitado siglo XVI desapareció la segunda ermita de Santa Catalina, edificada cien años antes sobre los restos y el recuerdo de la primera erigida por los evangelizadores mallorquines.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-9850046285282614122010-09-28T01:15:00.000+01:002010-09-28T07:16:01.499+01:00La "primera" ermita a Santa Catalina en Gran CanariaEn especial, para mi veterano amigo Juan, estos fragmentos de mi obra inédita "SANTA CATALINA MARTIR EN CANARIAS<br /><br />Carlos Platero Fernández<br /><br /> <br /><br />.- LA PRIMERA ERMITA DE SANTA CATALINA Y SUS FUNDADORES<br /><br /> <br /><br /> Según indican todas las noticias al respecto aportadas por cronistas e historiadores de Canarias, la advocación de Santa Catalina de Alejandría fue introducida en el archipiélago cuando las expediciones de los mallorquines en el siglo XIV, entre los años de 1360 a 1390 por unos eremitas misioneros, de la orden de San Francisco según unos autores y de la de San Agustín según otros.<br /><br /> El soldado-cronista Antonio Sedeño, contemporáneo y partícipe de la Conquista de las islas que se culminó a finales del siglo XV, dijo de aquellos mallorquines entre los que viajaban varios frailes franciscanos, que desembarcaran cerca de Telde, por Melenara siendo amigablemente recibidos por los indígenas; añadiendo que,..."Estos mallorquines edificaron en esta isla dos iglesias, con el aparejo que tuvieron: la una en Santa Catalina, que está a media legua de la ciudad de Las Palmas y la otra en la Aldea de San Nicolás, del mismo santo. Pusieron en ellas unos santos de bulto labrados toscamente, que son Santa Catalina y San Nicolás y San Antón". <br /><br /> Según algunos investigadores, son dos detalles a destacar en esta primigenia noticia: que por un lado quien la facilitó puso "ciudad", cuando, en el tiempo en que se supone escribía el cronista, todavía no ostentaba Las Palmas tal título; aunque, también se puede suponer que fue un simple añadido de los copistas o amanuenses posteriores. Y el otro fue que se señaló "que son", en tiempo verbal presente, o sea, existentes cuando se daba el testimonio, recogido luego en una copia de a principios del siglo XVII. <br /><br /> Original o copia que debió de tener presente el historiador Abreu Galindo que escribía su importante Historia de Canarias ya a finales del siglo XVI disponiendo de fuentes informativas hasta entonces ignoradas y muy diversas pues aún amplió el dato al tenor siguiente: "Llegados los navíos de los mallorquines a esta isla de Canaria, que cierta su venida, tomaron puerto en Gando, entre el puerto de Telde y el de Agüimes"...<br /><br /> "Los vecinos de Telde y Agüimes que son comarcanos, una legua de tierra adentro, como vieran en su tierra y término gente extraña y paseada tan descuidadamente, apellidándose toda la comarca, se juntaron algunas cuadrillas y viniendo sobre ellos con gran grita y alaridos, con sus armas que eran piedras y garrotes, hirieron algunos que se quisieron defender. Mas como los acometedores eran muchos y pocos los acometidos se rindieron todos y los llevaron a Telde y los repartieron por la isla"...<br /><br /> "Y los mallorquines fueron solícitos, diligentes y astutos en complacer, agradar y servir a los canarios, que les tomaron mucha voluntad y los trataban bien"...<br /><br /> "Habían preso dos frailes juntamente con los mallorquines a los cuales siempre reverenciaron los canarios". <br /><br /> El resto de los expedicionarios, que permanecieran en las naves cuando el desembarco de sus compañeros, viendo la suerte que aquéllos corrieron levaron anclas, largaron velas y se marcharon para ya no volver jamás.<br /><br /> Los exploradores mallorquines, mercaderes y religiosos misioneros fueron bien recibidos y acogidos por los nativos isleños que, según luego se afirmó una y otra vez, recibieron de ellos nuevos conocimientos.<br /><br /> Sigue diciendo Abreu Galindo que, ..."hicieron los mallorquines muchas casas y pintándoles las maderas de muchos colores, que hacían de flores y hierbas; y labraran cuevas en riscos, bien labradas, con mucha pulidura, que hasta hoy duran en algunas partes, y dándoles orden y manera de regirse con mucho primor y policía" ... "Allende de las casas en que vivían, los canarios tenían cuevas, las cuales aumentaron y acrecentaron los mallorquines con aposentos de mucha industria y pulideza, que es contento mirarlos cuan bien obrados y pulidos están". <br /><br /> Leonardo Torriani, ingeniero militar italiano al servicio del rey de España Felipe II, que recorrió las islas Canarias a finales del siglo XVI estudiando sus fortificaciones y escribiendo una meritoria noticia histórica de las mismas, abundó en la información sobre la huella dejada por la estancia de los mallorquines en Gran Canaria, insistiendo en que,...”También adoctrinaron a los canarios en todas sus cosas, tanto de gobierno como en ritos y ceremonias que ellos hacían a Dios. Ello no obstante, no se sabe que algún canario se haya bautizado; se cree, al contrario, que fue establecido por los canarios que cada uno viviese en su ley, y que no consintieron que propagasen el Evangelio". <br /><br /> El historiador grancanario Marín y Cubas posteriormente escribió que,..."Fueran de grande agrado los nuevos huéspedes, porque les enseñaron a labrar maderas y casas con escuadramiento y a pintarlas y enjalbegarlas de almagre y tierra blanda"... "Halláronse casas muy grandes a la parte de Gáldar, mayormente con esquinas de cantería labrada y maderamentos y fue obra de los mallorquines" <br /><br /> Y por último, Viera y Clavijo recopilando toda la información precedente, añadió: "Solían (los canarios) edificar dos o tres casas contiguas, con una sola palma por viga principal; pero siempre daban preferencia a las grutas, especialmente luego que los mallorquines les enseñaron el modo de darles más capacidad". <br /><br /> Aquellos cautivos mallorquines, seglares y religiosos fueron los que con la ayuda de los propios canarios edificaron las ermitas, de Santa Catalina junto al Puerto de las Isletas, de San Nicolás en la desembocadura del Barranco de la Aldea y, si acaso aquella otra, un tanto hipotéticamente supuesta por terrenos del Telde prehispánico; originaria sencilla ermita que pudo ser la primera sede de un obispado cristiano en las islas Canarias.<br /><br /> De toda aquella aventura evangelizadora, andando el tiempo tan solo quedaron como huella las ermitas citadas de las advocaciones de Santa catalina y San Nicolás; abandonadas luego, acaso desmoronándose poco a poco techumbres y paredes pero donde, hasta la llegada de los castellanos casi un siglo después, de alguna forma se conservaron unas "toscas imágenes" que en su día se colocaran en ellas para ser reverenciadas<br /><br /> Porque, habrá de suponerse que la labor evangelizadora de los misioneros mallorquines hubo de ser bastante efímera, a juzgar por los acontecimientos posteriores de su accidentada estancia en las islas.<br /><br /> Al cabo de convivir algunos años amigablemente canarios y mallorquines, aquéllos acabaron con éstos ajusticiándolos, tal como relata Abreu Galindo: "Un día acordaron (los canarios) matarlos a todos y así lo hicieron. A los frailes, por el respeto que les tenían, los echaron en una sima que está en el término de Jinámar, media legua de la mar, camino de Telde"... "Y este fin fue el de los mallorquines". <br /><br /> El epitafio a la aventura misional en Gran Canaria y previo a su conquista sería el de aquel supuesto episodio posterior, acaecido por el año de 1403 y estando ya el normando Juan de Bethencourt en las Canarias, cuando Gadifer de La Salle, su compañero de empresa desembarcó cierto día por Gando para tratar de comerciar con los indígenas isleños que de nuevo aparecían amigables con el extranjero visitante. Los cronistas Bontier y Leverrier lo incluyeron en su obra "Le Canarien".<br /><br /> "Y nosotros hemos encontrado el testamento de unos frailes cristianos a quienes mataran (los canarios) hará ahora doce años; eran trece personas y dicen los canarios que los mataron por lo siguiente: Que habían enviado cartas a tierra de cristianos para que vinieran contra ellos. Siete años habían vivido entre los isleños enseñándoles todos los días los artículos de la fe católica; cuyo testamento dice que nadie se fíe de los canarios por buen semblante que muestren, porque son traidores".Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-42931186388194956122010-09-22T10:43:00.000+01:002010-09-22T10:44:24.663+01:00El nomenclator de las primeras calles del barrio de Las EscaleritasLos nombres de las primeras calles y plazas de la barriada de Escaleritas, aplicados muy poco después de su inauguración oficial en el mes de mayo de 1948, fueron los de "Agustín de Zurbarán", "Alonso Jáimez de Sotomayor", "Diego de Miguel", "Diego Zurita", "Doctor Fleming", "Doctor Gómez Escudero", "Doctor Gómez Ulla", "Doctor Wölfel", "Fernando de Prado", "Francisco de Espinosa", "Francisco de Torquemada", "Francisco de Maldonado", "García de Santodomingo", "García del Castillo", "José María de Zuaznavar", "Juan de Bethencourt", "Juan de Escobedo", "Juan de Malafuente", "Juan de Mayorga", "Juan de Siberio", "Martín de Escalante", "Obispo Tavira", "Obispo Urquinaona", "Ortíz de Zárate", "Pedro de Burgos", "Ruíz de Melgarejo" y "Sedeño" y las plazas de "La Argentina" y de El Mercado, más tarde denominada ésta como de "Plácido Alvarez Buylla".<br /><br /> Sin duda, sugerido gran parte de aquel nomenclátor a estrenar, por gentes entonces influyentes en la cultura ciudadana y, desde luego, como bien lo sugiere la lista precedente, conocedoras del pasado isleño pues de las veintinueve rotulaciones, doce corresponden concretamente a los nombres de quienes formaron el primer Ayuntamiento Cabildo de la isla a raíz de su conquista por las armas de Castilla. Y otros nombres como, por ejemplo el del obispo Urquinaona ya habían sido propuestos a la corporación municipal años antes por el Cronista Carlos Navarro Ruíz, que sugirió en su Vigésima Primera Propuesta, alrededor del año 1940 que, "Una vía de Las Palmas debe también denominarse así".<br /><br /> En cuanto a la calle de García de Santodomingo, al ensancharse la primitiva barriada por su parte occidental pocos años más tarde, bordeando uno de los laterales del entonces recién creado Parque Hermanos Millares y formando parte en su comienzo o arranque de la ya trazada Avenida de Escaleritas, pasó a denominarse del Obispo Romo. Cierto que, por algún motivo, cuya finalidad si la hubo, a mí se me oculta, aparecen en un baturrillo, mezcla incoherente, los nombres de los personajes, todos históricos, insisto, aunque de diferentes épocas, condiciones y datos o rasgos profesionales distintos. Conquistadores con pobladores, gobernadores, gobernadores generales y regidores con corregidores y jueces de residencia, cronistas y obispos y de forma un tanto insólita, en cuanto a posibles afinidades profesionales, varios doctores de diversas materias.<br /><br /><br /><br /> Pese a que algunos cronistas y primeros historiadores de Canarias dejaron dicho que ya en el año de 1478 había sido nombrado por los Reyes Católicos Alcalde Mayor de Gran Canaria el pesquisidor Esteban Pérez de Cabitos llegado por la indicada fecha con el capitán Juan <br /><br />Rejón, lo documentalmente confirmado dice, según también dejó constan-<br /><br />cia el historiador Abreu Galindo que recopiló y escribió su importante <br /><br />obra entre los años de 1590 a 1602 poco más o menos, que al ser ganada la isla para Castilla fue Pedro de Vera el que organizó su primer Ayuntamiento, nombrando a Francisco de Mayorga como Alcalde Mayor y, además, "... nombró doce personas nobles para regidores, conforme a la provisión de Sus Altezas, que fueron Pedro García de Santodomingo, Fernando del Prado, Diego de Surita, Francisco de Torquemada,Francisco de Espinosa, Martín de Escalante, Alonso Jáimez de Sotomayor Alférez Mayor de la Conquista,Pedro de Burgos, Juan de Civerio, Juan Malfante, Juan de Mayorga y Diego Miguel, que todos fueron conquistadores".<br /><br /> De los restantes nombres correspondientes a personajes históricos, mezclados cargos o profesiones y épocas en que les tocó vivir sabido es que Juan de Bethencourt fue el primer conquistador de parte del archipiélago, García del Castillo conquistador, Francisco Maldonado, Agustín de Zurbarán y Ruíz de Melgarejo altos funcionarios de la Corona, Ortíz de Zárate y Juan de Escobedo regidores, Sedeño, el confuso Gómez Escudero y José María de Zuaznavar cronistas en distintos tiempos, Tavira y Urquinaona obispos y, sin un nexo común en sus profesiones y países de origen, los doctores Wölfel, Gómez Ulla y Fleming y el gobernador Alvarez-Buylla y la nación hispanoamericana.<br /><br /> En la sesión ordinaria de la Comisión Permanente municipal del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria correspondiente al 25 de junio del año de 1948, se confirmaba la propuesta hecha con anterioridad para rotular las nuevas calles y plazas de la barriada modélica, haciéndose algunas consideraciones con respecto a los nombres previstos, según quedó luego reflejado en alguna página de la prensa local, donde se decía que, "... Por último, el alcalde señor Hernández González, declaró que ya que se encontraba en estudio el plan de rotulación de calles en la nueva barriada de Las Escaleritas, proponía que la plaza de la misma sea rotulada "Plaza de la Argentina", diciendo que en verdad es justicia hacerlo así para, al menos de esta forma, perpetuar nuestro agradecimiento y nuestra admiración al gran país del Plata, que siempre ha sabido colocarse al lado de la Madre Patria y especialmente en los momentos más difíciles, en que ha patentizado sobradamente los profundos e inquebrantables lazos que la unen a España. Justo es, pues, _dijo_ que esta nueva barriada, limpia, soleada y hermosa, ostente destacado el nombre de la nación hermana.<br /><br /> "También propuso que una de las calles principales lleve el nombre de don Plácido Alvarez-Buylla, cuyas gestiones, cuando se hallaba al frente del Gobierno Civil de Las Palmas, fueron fundamentales para la<br /><br />realización del grupo de viviendas de Las Escaleritas".<br /><br /><br /><br /> <br /><br /> La somera biografía de quienes aportaron sus nombres para rotular a las primeras calles de la nueva y modélica barriada de Escaleritas queda resumida en las notas que siguen:<br /><br /> AGUSTÍN DE ZURBARAN, gobernador de Gran Canaria, lo fue en un primer período desde 1535 a 1536 y en uno segundo, desde 1540 hasta 1543, resultando uno de los mejores corregidores que tuvo Gran Canaria por mucho tiempo y, entre otras de sus más importantes obras urbanísticas de entonces, destaca la iniciación de las casas del Cabildo Ayuntamiento. ALONSO JAIMEZ DE SOTOMAYOR, "caballero aragonés", personaje muy destacado en la conquista de Gran Canaria, se le ha supuesto con mucho fundamento como autor de una de las cinco crónicas conocidas de dicha conquista y falleció en la ciudad de Santiago de Gáldar de los Caballeros hacia el año de 1512. DIEGO DE MIGUEL obtuvo repartimiento de tierras en La Orotava pues <br /><br />además de conquistador de Gran Canaria, estuvo presente en la de Tenerife. DIEGO ZURITA o de Sorita, natural de Sevilla, falleció en Gran Canaria entre los años de 1508 y 1516. El DOCTOR FLEMING, escocés, médico y bacteriólogo fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1945. El DOCTOR GOMEZ ESCUDERO, pudo haber sido el brumoso autor de una de las cinco primeras crónicas de la Conquista de Gran Canaria y al que se le ha confundido también con un Pedro Hernández o un Gómez, escudero o de apellido o de profesión, al que se le adjudicaron alguna vez asimismo los cargos de alcaide, licenciado y hasta capellán de las tropas castellanas acampadas a las orillas del riachuelo Guiniguada y llegadas con Juan Rejón en el último cuarto del siglo XV. DOCTOR GOMEZ ULLA, de nombre Mariano, médico cirujano nacido en Galicia en 1877 y fallecido en Madrid en 1945; como doctor en cirugía llegó a ser una de las figuras más sobresalientes de la España de su época. DOCTOR WOLFEL, Dominik Josef (1888 - 1963) importante investigador y filólogo austriaco que, una vez iniciado en el conocimiento y estudio de los restos del vocabulario aborigen canario investigando en diferentes archivos estableció novedosas e interesantes teorías acerca del mundo aborigen isleño, publicando numerosos estudios sobre el tema. De FERNANDO DE PRADO, se sabe que era natural de La Gomera y conquistador de Gran Canaria, por lo que fue premiado con un repartimiento "de una caballería de tierra" muy cerca del Real de Las Tres Palmas. FRANCISCO DE ESPINOSA, natural de Sevilla fue conquistador de Gran Canaria como soldado de a caballo, "en cuya empresa sirvió cuatro años y tres meses y ganó 12.750 mrs." A FRANCISCO DE TORQUEMADA se le supuso conquistador de Gran Canaria, desconociéndose cualquier dato sobre su existencia. FRANCISCO MALDONADO, "caballero natural de Salamanca", fue Juez de Residencia o Inquisidor de La Corona y desde el año de 1492 hasta finales de 1494 o principios del siguiente ejerció el cargo de Gobernador.<br /><br /> De Pedro GARCIA DE SANTODOMINGO se sabe que todavía vivía en Las Palmas por el año de 1507. GARCIA DEL CASTILLO. Hubo hasta cuatro personajes de tal apellido y en la misma o parecida época histórica en las islas Canarias. Un Bartolomé García del Castillo fue cronista de La Gomera; Gonzalo García del Castillo, el héroe mitificado por el poeta Antonio de Viana y Hernán o Fernando García del Castillo, caballero del hábito de Santiago, capitán de la caballería del Adelantado Fernández de Lugo, pero, a pesar de figurar o como cronistas o como conquistadores, no parece que fuesen los que se tuvieron en cuenta a la hora de la rotulación de las calles de Escaleritas y sí al que fue conquistador, fundador y poblador de la ciudad de Telde y regidor perpetuo de la Gran Canaria Cristóbal García del Castillo o de Moguer. JOSE MARIA DE ZUASNAVAR y Francia, vascongado, además de fiscal único de la Audiencia de Canarias desde el año de 1792 hasta el de 1803, escribió un muy interesante "Compendio de la Historia de Canarias" que se publicó en 1816 y se reimprimió en Santa Cruz de Tenerife en 1863 y a la que siguieron sucesivas ediciones. JUAN DE BETHENCOURT (1359 - 1422) fue el conquistador por excelencia de las islas Canarias, por más que tan solo lograse poner bajo su dominio a las cuatro denominadas menores Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro. Con este caballero normando se les dio como descubiertas a las hasta entonces ignotas Islas Purpurarias, Eternas y Felices y de la Fortuna. De JUAN DE ESCOBEDO se sabe que por el año de 1529 era regidor de Gran Canaria. JUAN DE MALAFUENTE o Juan de Malfante tan solo fue citado por el historiador Abreu Galindo de cuando Pedro de Vera lo nombró con otros, como regidor "para el buen gobierno de la isla". JUAN DE MAYORGA, confundido a veces con un tal Francisco del mismo apellido, había sido vecino de Lanzarote en 1475 y conquistador y regidor en Gran Canaria, donde falleció alrededor del año de 1507. JUAN DE CIBERIO o de Civerio y Lezcano, guipuzcoano y conquistador de Gran Canaria fue uno de los primeros en recibir repartimientos de aguas y tierras en la isla, al pie del mismo Real de Las Tres Palmas en donde labró casa y formó huerta; propiedades que pronto hubo de permutar por otras en el Valle de Tenoya con el fin de que en las que dejaba se trazase la Plaza Mayor y se levantasen los cimientos de la futura catedral de Santa Ana. LA ARGENTINA rotuló la primera Plaza de Escaleritas, como homenaje a dicha nación hispanoamericana que supo socorrer a España cuando más lo precisó en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. De MARTIN DE ESCALANTE solo se sabe que fue conquistador de la Gran Canaria. El OBISPO TAVIRA y Almazán, natural de Jaén, una de las figuras más destacadas de la Ilustración española y ocupó la sede canariense desde el año de 1791 hasta el de 1796, llegando a se un gran conocedor y luego valedor de las islas Canarias. El OBISPO URQUINAONA y Bidot, natural de Cataluña, lo fue de Canarias desde el año de 1868 hasta el de 1878 y destacó, tanto por sus bondades pastorales como por su carácter enérgico, intransigente en cuestiones dogmáticas. Juan ORTIZ DE ZARATE fue el primer Juez de Residencia o Reformador de los repartimientos habidos en Gran Canaria a raíz de su conquista y efectuados por Pedro de Vera con mucho de favoritismo. PEDRO DE BURGOS fue conquistador de Gran Canaria y vecino de Telde, por donde obtuvo tierras de secano. PLACIDO ALVAREZ-BUYLLA y Díaz Villamil fue Gobernador Civil de Las Palmas desde el otoño del año de 1939 hasta finales del de 1944. El licenciado Francisco RUIZ DE MELGAREJO fue un Juez de Residencia, Visitador de los Jueces de Apelación de Gran Canaria y luego, desde 1529 a 1532, su Gobernador General. Y, por último, Antonio SEDEÑO, Serdeño o Cerdeño fue el autor de una de las cinco primitivas crónicas de la Conquista de Gran Canaria, "que murió en la de Tenerife después de acabada la primera".Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-5951019163518954492010-09-22T10:41:00.001+01:002010-09-22T10:41:58.755+01:00Sobre la cerámica original canariaALGO DE C E R A M I C A O R I G I N A L C A N A R I A<br /><br /> <br /><br /> En las islas Canarias, la escasez y pobreza de los materiales a emplear, tanto en épocas prehispánicas como después de haber sido incorporadas al mundo occidental, así como la simplicidad y rusticidad de la vida campesina, crearon en el pasado una artesanía simple y elemental, aunque tan funcional como la que más y que ha servido para que el canario de ámbito rural y dentro de su propio hábitat lo disfrutara con sencilla aceptación. Esta sencillez, tanto en los materiales como en su confección, ofrecen un atractivo y encanto singulares, hoy así reconocido por nosotros, la gente de las ciudades isleñas y por el turista, tanto peninsular como extranjero, que hacemos acopio y demanda de esta artesanía tradicional, convertida por las circunstancias ya indicadas en "artesanía popular canaria", en la que destaca la de la cerámica, por lo bello de su impronta, aunque simple, de sus formas y por lo que tiene de entronque con la realizada por los aborígenes isleños y la actual, que aún continua, en muchos casos, confeccionándose siguiendo iguales o muy parecidas técnicas.<br /><br /> Sabido es que la técnica de la cerámica, del barro cocido fue común a casi todos los pueblos de la antigüedad, porque en el período de transición que hubo entre el neolítico y la Edad de los metales, al convertirse paulatinamente los hombres de cazadores y pastores nómadas en agricultores, surgió aquélla como un elemento necesario de la vida cotidiana comunal.<br /><br /> Se confeccionó con barro y arcilla no sólo el utillaje doméstico sino también el considerado como un elemento más de ritos religiosos ornamentos diversos y representaciones idolátricas para el culto.<br /><br /> La cerámica de los aborígenes canarios era de gran riqueza de formas, decorada y aún pintada en algunas zonas localizadas como las de Gran Canaria, considerándose también como exclusivas de esta isla las llamadas pintaderas, objetos de barro, piedra o madera con motivos ornamentales vaciados o en relieve y que, según se presume fueron utilizadas por los canarios para tatuarse y también como sellos signo de propiedad. La de la isla de La Palma parece sugerir una clara interdependencia con la de la costa cercana y frontera del Sahara porque en ambos casos es de manufactura tosca y muy simple, de superficies lisas por lo general o decoradas con incisiones, acanaladuras y relieves, tal como se vieron en las de otros pueblos aborígenes de Africa del Norte. Y en la isla de Gran Canaria, tal como ya se ha dicho, la cerámica era mucho más variada y perfeccionada, con decoraciones geométricas y bruñido especial, muy parecida a la de los vasos decorados al almagre que se han localizado en algunos puntos del Mediterráneo. En la isla de Tenerife se han encontrado unos vasos, supuestamente empleados para el ordeño de las cabras y ovejas, que ofrecían marcado paralelismo con unos que se localizaron en la isla de Chipre. La cerámica más tosca, lisa, de fondo ovoide, que pudo proceder de los primeros grupos humanos llegados acaso a través de Africa, se encuentra preferentemente en Tenerife, La Gomera y El Hierro. Otro tipo de cerámica incisa, además de en La Palma, apareció en Lanzarote y Fuerteventura, como burda aportación de pequeños grupos migratorios de los más recientes, que también debieron de proceder de las costas saharianas.<br /><br /> La cerámica actual de las islas Canarias se suele trabajar de parecida forma a la que emplearon los aborígenes, de quienes es indudablemente herencia laboral o artesanal directa. Los ceramistas o alfareros, entre los que abunda la mujer, al paso de los siglos siguen usando, por lo general, nada más que las manos y una pequeña cuchilla o paleta para modelar lo mejor posible la obra. Apenas se usa el torno. Y amasan los alfareros el barro, dan forma a la pieza, la secan al sol y la cuecen al horno, procediendo cuando se tercia a decorarla con algún tipo de tinte o pintura especiales aunque muy simples, si el artesano lo considera necesario para una mayor vistosidad del acabado.<br /><br /> El barro se suele trabajar, sentado el manipulador, sea hombre o mujer, en el suelo, teniendo delante de sí como mesa muy baja una laja o piedra plana y, sino, una tabla, que de cuando en cuando se espolvorea con arena del barranco, no de playa. El barro, que previamente ha sido bien amasado, es manejado con fácil agilidad y se convierte pronto en una especie de torta, del tamaño conveniente requerido , que luego se va trabajando, haciéndose el fondo de lo proyectado y estirando una y otra vez los lados, usándose algún sencillo cuchillo, la imprescindible paletita que puede ser también de una fonolita o canto rodado el que hace tal menester y usando asimismo a veces un pequeño taco de madera con el que se aprieta o apisona, añadiendo más bollos o puñados de barro cuando es preciso, torneando a mano.<br /><br /> Las piezas logradas se secan primero al aire y al sol y luego se cuecen en el horno o, en algunos casos, en hogueras preparadas especialmente, al aire libre.<br /><br /> Y así, de las alfarerías canarias, van saliendo una gran variedad de modelos de cerámica de barro, unos de ellos pintados con almagre y otros barnizados o simplemente, nada más que pulidos o bruñidos, entro los que destacan múltiples tipos de vasijas, braseros, tostadores, tallas, cazuelas, etc. Y, en términos generales hoy en día son objetos más que domésticos, como motivos decorativos, de adorno. Motivos aborígenes, figuras humanas, de animales, propias a veces para los belenes o nacimientos de la Navidad. Y macetas, tinajas, jarras, jarrones, bandejas, escudillas, tazas y tazones...<br /><br /> Actualmente se cuenta en las islas con destacados centros alfareros en los que se practica y enseña la técnica de la cerámica a las más nuevas generaciones. Tales son, entre otros los de La Atalaya, la Hoya de Pineda, El Cercado, Chipude, Lugarejos, Mazo, La Guancha, etc., etc.-Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-7001405580162368602010-08-29T07:21:00.001+01:002010-08-29T07:21:49.090+01:00"Gran Canaria",una novela inglesapor Carlos Platero Fernández.<br /><br /> <br /><br /> "Gran Canaria", de A. J. Cronin es una típica novela inglesa, de ambiente y personajes anglosajones, aunque el título pueda inducir un tanto a error al principio, pues parece como si sonase más a una obra geográfico descriptiva, como así a veces estuvo catalogada en alguna Biblioteca Pública de Las Palmas de Gran Canaria, quizás por el título, (naturalmente, en inglés "Canary Island"), que en realidad es como el punto de partida de una íntima añoranza que la protagonista principal femenina evoca en determinado momento del relato.<br /><br /> Y es una interesante novela, si nos atenemos a este género literario, pues su trama posee gran fuerza dramática, el estudio psicológico de sus personajes más destacados está trazado con destreza y maestría y el tema en sí es ameno y desarrollado con fluidez, en lo que se nota el buen oficio y quehacer de su autor, doctor en medicina y cirugía y que como tantos otros excelentes médicos acabó siendo uno de los novelistas más leídos de su tiempo, al menos en la primera mitad del siglo XX.<br /><br /> Archibald Joseph Cronin, médico y escritor inglés, nació en Cardross, Dumbartonshire, al Oeste de Escocia, el 19 de julio de 1896.Como posible premonición, a los trece años de edad ganó una medalla de oro en una competición nacional que premiaba el mejor ensayo histórico del año.<br /><br /> Apenas iniciados sus estudios de medicina, al estallar en 1914 la Primera Guerra Europea, incorporado al Ejército pasó a prestar servicios de Sanidad en la Armada Británica como subteniente cirujano.<br /><br /> Tras aquel obligado paréntesis de su vida, en 1919 se graduó como médico y, en 1924, con Matrícula de Honor obtuvo el doctorado en Medicina, Cirugía y Psiquiatría por la Universidad de Glasgow. Pero antes, en 1921, A.J. Cronin se había casado con Agnes Mary Gibson, al igual que él doctora en medicina y cirugía; ejerciendo la pareja por algún tiempo la profesión en las zonas rurales del Sur de Gales. Poco más tarde, al doctorarse, pasó él, primeramente a ocupar algunos importantes cargos de Sanidad como médico inspector de minas de Gran Bretaña y luego como médico superintendente del Hospital General de Glasgow. Y algún tiempo después, su afán de aventuras le llevó a ejercer en la India. De vuelta a Inglaterra trabajó algún tiempo en el hospital del ministerio de Pensiones de Bellahonston y luego, otra vez, en el Hospital Lightburn de Glasgow, destinado al tratamiento de enfermedades infecciosas. Más tarde, al final de la década de los años veinte, el joven matrimonio se instaló en el West End londinense; y el ejercicio de la carrera, robustecido por una cierta fama bien ganada entre sus conciudadanos pronto les granjeó un bienestar social halagüeño. Y fue en aquella época cuando, siendo en realidad su verdadera afición el ejercicio de la literatura, comenzó A. J. Cronin la aventura de ser novelista.<br /><br /> Porque, sucedió que, con tan agitada vida profesional, el ya afamado doctor acabó perdiendo la salud, y aunque en breve la recuperó, hubo de abandonar por algún tiempo sus quehaceres de médico y pasó la convalecencia prescrita en su tierra nativa, siempre añorada, en las West Highlands de Escocia, en un gran grado de serenidad de espíritu y gozando de una paz casi absoluta. Lo que le dio pie para que en aquel interin de obligado reposo y alejamiento de su absorbente práctica de la medicina y la psiquiatría, se animase a escribir un libro, que, como casi toda novela primeriza, habría de contener, además de el claro reflejo de sus experiencias profesionales, trozos de su propia biografía.<br /><br /> Lo de primerizo, se refiere esencialmente a la novela allí compuesta, porque, ya con anterioridad, A. J. Cronin iniciara sus primeros brillantes pasos como escritor y psiquiátrico con su tesis doctoral titulada "Historia del aneurisma".<br /><br /> La novela de A. J. Cronin titulada "El castillo del odio", que, según alguna crítica literaria de la época ofrecía grandes similitudes, reminiscencias o regusto a obras de Charles Dickens, publicada prontamente en 1931 obtuvo un éxito fulminante y con posterioridad fue traducida a hasta cinco idiomas, vendiéndose con el tiempo más de tres millones de ejemplares de la misma. Lo que, como es de suponer, determinó la futura trayectoria literaria de su autor, que se fue apartando paulatinamente de su profesión médica para terminar dedicándose por completo a la apasionante de escritor.<br /><br /> A aquella su primera novela le siguieron, "Tres amores" en 1932 y "Gran Canaria" compuesta por entonces, publicada por vez primera en 1933 y traducida ya al español por Joaquín Urnieta en 1946.<br /><br /> Luego, como en una cascada continua fueron sucediéndose con regularidad otras obras salidas de su estilizada y fértil pluma. En 1937 volvió a alcanzar otro gran éxito con "La Ciudadela", novela que alcanzó muy pronto gran difusión siendo traducida asimismo a distintos idiomas. En 1940 probó fortuna en el teatro con la comedia "Júpiter Laughs" y, dos años más tarde publicó "Las llaves del reino", en la que trató del tema del catolicismo combativo en los países orientales, sobre todo en China y que sería llevada al cine con enorme éxito comercial; lo mismo que ocurrió cuando apareció en las librerías su "Los verdes años", obra que incidía sobre la juventud, con clara intención pedagógica e idealista. Y a las que siguieron, entre otras, "La dama de los claveles", "Kaleidoscopio", "El jardinero español", "Aventuras de un maletín negro" y "El árbol de Judas", publicada en 1961.<br /><br /> Con importantes distinciones y galardones en su haber, en posesión del grado de Doctor en Sanidad por la Universidad de Londres, miembro del Royal College of Physiciens, nombrado doctor honorario de las universidades de Bawdon y de Lafayette, figura mundialmente consagrada de la literatura moderna inglesa, A. J. Cronin falleció nonagenario en Suiza, el 6 de enero de 1981.<br /><br /> En una nota biográfica suya, leí cierta vez que, a un periodista que le interrogó acerca del por qué de haber abandonado el ejercicio de la medicina por el de la literatura, él contestó algo así como que la pasión de su vida fue siempre el escribir y que, cuando uno está obsesionado por algo es inútil el querer o intentar apartarlo de ello; que las estúpidas prevenciones sociales obligan a los padres a desviar a sus hijos de camino natural que éstos elijan. De ahí que él pasase por la Universidad y saliese de ella con el título de doctor. Lo que parece que desdice de una primera impresión que pudiera suponérsele, por el inicio de su obra, una vocación tardía del escritor.<br /><br /> Entre otros muchos países, viajó por España en alguna ocasión y estuvo también en las islas Canarias.<br /><br /> Pues bien; del conocimiento temprano de A. J. Cronin del archipiélago canario, salieron buena parte de las páginas de aquella su posiblemente tercera novela que tituló precisamente "Gran Canaria", aunque el escenario principal de la acción desarrollada en el archipiélago canario no es precisamente en esta isla, a la que dedica tan solo unos cuantos párrafos, entre ellos una nemorosa exclamación de Mary, la protagonista femenina, que pudo sugerir luego el título, sino en Tenerife. Isla que, valgan verdades, no salió muy bien parada en cuanto a la fidelidad paisajística de sus descripciones, como bien se puede advertir en la profusión de datos equivocados, fantasiosos y erróneas o inexactas noticias geográfico-históricas, etc. Todo lo cual hizo escribir en su día al crítico literario Sebastián Padrón Acosta después de enjuiciar como interesante la trama del tema, desarrollo y desenlace de la acción novelesca así como los acertados retratos de los principales protagonistas, el irónico comentario postrero de que "con datos tan exactos muy bien pudiera escribir el Sr. Cronin una magnífica Guía de Tenerife". Y se entretiene en enumerar los más destacados fallos del novelista británico, cuales la definición pintoresca del gofio, la localización de una fantástica aldea llamada Hermosa, a la que riega caudaloso riachuelo, al sur de La Laguna, la cita del conquistador Alonso Cortés de Luego que dice que fue herido en la Plaza de Las Matanzas, el escudo de los Lugo, un cisne en vuelo, la Catedral que está en Santa Cruz, el Puerto de La Luz en La Orotava y allí un hipotético Hotel San Jorge, que se necesita un día para llegar por mar desde Las Palmas a Orotava y otro para arribar a Santa Cruz y, en fin, que el Teide se ve mejor desde Santa Cruz que desde Las Palmas.<br /><br /> Por su parte, el erudito Miguel Santiago Rodríguez allá por el año 1955, al incluir la citada novela en una reseña bibliográfica dejó dicho que ya el título era arbitrario, porque, en realidad, no se refería a la isla que citaba: que era tan solo la meta de algunos personajes de la novela. Y algunos años más tarde, volviendo sobre el mismo tema tildó a esta obra de A. J. Cronin como que pretendía ser una novela histórica o descriptiva pero que resultaba completamente fantástica y nada arreglada con la realidad.<br /><br /> Lo que, ciertamente, se contradice con otro juicio emitido por entonces, que afirmaba que los caracteres secundarios de la novela completaban un cuadro lleno de interés, al cual se sumaba el atractivo particular de tan gran autor de enormes dotes de observador y narrador. Que las descripciones de ambientes y escenas que dejan en el espíritu del lector una huella profunda y duradera, tenían siempre la precisión, la vida y la poesía que dieran al novelista su destacada fama.<br /><br /> La trama de la novela "Gran Canaria" en la que los personajes, además de los protagonistas, son múltiples, en apretada síntesis es la siguiente:<br /><br /> El protagonista, un afamado hombre de ciencia, doctor Harvey Leith tras largas investigaciones inventó o, mejor dicho, descubrió unos sueros, de los que se esperaba mucho para poder combatir cierto tipo de enfermedades infecciosas. Pero, todavía en período de experimentación, al ser inyectados a tres pacientes, no produjeron la deseada eficacia por encontrarse los individuos inoculados en la fase terminal de aquella enfermedad, ya en estado comatoso, por lo que, desgraciadamente fallecieron al poco tiempo, siendo inútil todo cuanto se hizo para evitarlo. Lo que a su vez produjo en el ánimo del doctor, además de un sentimiento de culpabilidad, un profundo sentido de íntima humillación, porque, a la postre fue despedido del laboratorio en que realizaba los estudios y experimentos. Fracaso que iba a amargarle de por vida y que lo impulsó a abandonarlo todo, emprendiendo una especie de huía de si mismo en el vapor "Aureola", crucero que desde Inglaterra llegaba a las Islas Canarias. <br /><br /> En el transcurso del viaje marítimo el frustrado doctor conoce a Mary Fielding, joven dama de elevado rango social, cuya delicadeza de espíritu la impulsa a revelarse contra el ambiente de lujo y frivolidad en que su aburrida vida se desenvuelve. Durante la travesía, después de una mutua simpatía, surge el amor entre Harvey y Mary, un amor que ambos saben imposible por ser varias las causas que lo vetan. Hay un brote de fiebres palúdicas en un supuesto lugar de Tenerife, que contagian a Mary y es Harvey quien con amorosa entrega la atiende hasta vencer a aquella maléfica fiebre amarilla. Más amores, simples, románticos y espirituales unos y tormentosos, apasionados e ilícitos otros, brotan entre algunos de los restantes personajes, dígase secundarios que se mueven al compás de la trama de ficción de la novela. Alguno de ellos como la vieja marquesa descendiente del conquistador ¡Alonso Cortés de Luego! resultan estereotipados y por lo general, todos los españoles, muy tópicos.<br /><br /> Con el mar y las islas Canarias bastante pintorescamente descritas como telón de fondo, la acción se desarrolla entre crisis y más crisis hasta llegar al desenlace, que se presiente predestinado, puesto que los amores de los protagonistas parecen estas señalados de antemano por el destino que se proclama así como mucho más fuerte que la voluntad humana.<br /><br /> Una vez de regreso a Inglaterra los principales protagonistas, en tal ocasión en hidroavión, el doctor Harvey fallece al fin a causa de un fallo del corazón, cuando ya se creía regenerado en su desesperación íntima y amargura, por el amor, que comprueba imposible para él. Y Mary retorna a su marido, a su mundo social, a su aburrida vida vacía de contenido, con la muerte en el alma.<br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> "GRAN CANARIA", una novela inglesa. (y II) <br /><br /> <br /><br /> En lo tocante a la Gran Canaria de los años treinta del pasado siglo, los párrafos descriptivos en la novela, que, insisto una vez más, creo que no es ni mucho menos la mejor de este afamado escritor inglés, pero que aquí interesa dejar reflejados, son éstos:<br /><br />.......................<br /><br /> (capitulo IX) "El sábado llegaron a Las Palmas; una mañana de recalada, sin viento. Entraron con la salida del sol en un puerto que dormía, pasaron junto a barcos silenciosos en los que brillaban todavía las luces de situación. Finalmente, el "Aureola", con su casco cubierto de salitre, atracó al muelle.<br /><br /> "Tres horas después, con el estrépito de montacargas y cigüeñales, Harvey se despertó. Por primera vez en muchas noches, había dormido bien y, con sus miembros distendidos, permaneció tumbado, observando como el sol irradiaba la blancura de la pared de la cabina. Se sentía ágil de cuerpo y su espíritu no quería creer que fuera cierto un alivio tan considerable. También era extraña la solidez de su litera, tan carente de la flotante irrealidad de los últimos días. Y al oír un campaneo lejano, comprendió que el barco estaba en puerto. Con una curiosa excitación, se levantó, se puso una bata y salió a cubierta.<br /><br /> "La frescura de la mañana cayó sobre él como rocío. El cielo estaba azul, el aire parecía radiactivo. El sol, elevándose sobre los montes, llenaba el mar de resplandores. Ante él, se extendía la bahía, bordeada por una cinta de espuma y, más allá, la ciudad trepaba con notas multicolores hacia las amarillas alturas. Había una profusión cálida: los rojos, los verdes y los blancos se combinaban en una belleza tropical llena de vida. Y encima de todo, transcendiendo de la ciudad y la bahía, triunfando sobre las cumbres que le rodeaban, se elevaba un pico distante, en cierto modo evasivo y misterioso como un espejismo, con su cono cubierto de nieve sobresaliendo sobre el algodón de las nubes, como algo suspendido entre la tierra y el cielo.<br /><br /> "Maravillado, Harvey quedó contemplando el Pico, inmóvil. Bella como algo celestial, la visión se apoderaba de su ser y le provocaba una aguda y sutil angustia. ¿Que le impresionaba de tal modo? ¿Era el significado de la visión o la simple belleza del cuadro? Atónito, contenía el aliento; no podía soportar el cuadro y, al mismo tiempo, no podía apartar la vista.<br /><br /> "Con un esfuerzo, dejó de mirar, fue al lado de tierra y observó el muelle amarillo y polvoriento, que ahora se estaba llenando de una especie de vida lánguida. Sobre las soleadas piedras, unos veinte peones descalzos y con pantalones de percal descargaban sacos de harina con pintoresca indiferencia. No tenían prisa. Charlaban, fumaban, escupían, quedaban inmóviles y ponían accidentalmente las manos en los sacos, como si el terminar fuera lo último que desearan. Uno de ellos, con una camisa ocre muy ajada, cantaba con voz aguda una tonada de irritante dulzura. Harvey escuchó contra su voluntad.<br /><br /> "El amor es dulce<br /><br /> Y el que lo desprecia un loco."<br /><br /> "Aunque sabía poco español, el significado de la palabras le resultó claro.<br /><br /> "Con impaciencia, como si buscara un antídoto para aquel dulzor, dirigió la vista a un punto algo lejano del muelle, donde había varios carros de altas ruedas tirados por unas mulas esqueléticas y melancólicas. Estaban a la espera de la carga. Una de las mulas tosió como un ser humano y agitó su corona de moscas, antes de tumbarse casi de pura debilidad. Pero el conductor, instalado en el pescante, no se alarmó en lo más mínimo; con las manos cruzadas sobre el vientre y una flor colocada tras la oreja, roncaba plácidamente.<br /><br /> "Bruscamente Harvey dio media vuelta; no podía soportar el espectáculo de aquellos miserables animales. En un instante, se contemplaba la belleza de la costa y la sublimidad del misterioso Pico; un instante después, surgía el sórdido cuadro de aquella vida ínfima.<br /><br />.......................<br /><br /> "Continuó paseando por cubierta, con el calor del sol en sus hombros, sintiendo tras él, casi furtivamente, la presencia de aquel sublime pico. Tuvo que detenerse un momento para volver a mirarlo. Y mientras permanecía así, oyó a su lado la voz de Renton:<br /><br />"_ Una noble vista, Doctor Leith. Es el Pico de Teide, en tenerife. Y puede creérmelo, está a setenta y tres millas al oeste. Domina estas islas. Lo verá más de cerca en Santa Cruz.<br /><br /> "Juntos, ambos contemplaron la montaña. En esto, Harvey dijo lentamente:<br /><br />"- Así es, una noble vista. - Después, rápidamente, ridiculizando su propia impresión, agregó -:¡Una visión de paraíso!<br /><br />"_ Un paraíso que tiene de cuando en cuando sus inconvenientes - replicó Renton. Hizo una pausa y miró a Harvey -. Hay un asuntillo bastante feo en las alturas detrás de Santa Cruz. Recibí ayer el cablegrama. ¡Están con la fiebre amarilla!<br /><br /> "Hubo un silencio repentino.<br /><br />"_ La fiebre amarilla... - repitió Harvey.<br /><br />"_ Sí. Hay un brote en Hermosa (sic), una aldea en las proximidades de Laguna (sic). Por fortuna, está confinado.<br /><br />....................<br /><br /> "¡Fiebre amarilla! ¿Había algo siniestro en el esplendor de aquella bahía, algo duro en aquellos vivos colores? No era nada, absolutamente nada. Algún enfermo a sesenta millas de distancia, nada más.¡Que intuición más exagerada para la calamidad!. En todo caso, nada le importaba. Nada podía importarle nada ahora.<br /><br />.....................<br /><br /> "_Robert y yo tenemos una invitación - dijo Susan con firmeza -. Tenemos amigos norteamericanos en Arucas. Son gente muy cariñosa. Tienen una villa muy agradable. es agradable hasta de nombre. Se llama Bella Vista. ¿Quiere venir?<br /><br /> "Harvey movió lentamente la cabeza.<br /><br />"_ No. No iré.<br /><br /> "Los ojos de Susan no podían abandonar el rostro de Harvey.<br /><br />"- Sería una gran cosa que usted viniera - insistió la joven en voz baja -. El paisaje es muy bonito. Son gentes cristianas y muy amables. Será usted allí el bienvenido. Se sentirá usted en su casa.<br /><br />......................<br /><br /> "Harvey no les vio partir. Estaba en su cabina, comiendo con remilgos la fruta que Trout le había traído para desayuno. Naranjas de Teide (sic), de cáscara delgada y deliciosas, y guanábanas (sic) traídas aquella mañana del mercado. Todo riquísimo.<br /><br />........................ <br /><br /> "Después, volviéndose bruscamente, dijo:<br /><br />"- Nos vamos a la playa. Usted y yo vamos a pasar la mañana en la playa.<br /><br /> "Harvey miró risueñamente al viejo boxeador.<br /><br />"_ ¿De veras, Jimmy? ¿Está usted seguro?<br /><br />"_ Completamente seguro.- Recalcó su certidumbre golpeando con el puño la palma de su otra mano. Vamos a la bahía de Las Canteras. Acabo de hablar con el capitán. Nos bañaremos y tomaremos algo en el restaurante que hay allí. Hay una arena finísima donde usted estará en la gloria.<br /><br /> "La idea de sentirse en la gloria en una arena finísima hizo sonreír levemente a Harvey. Pero, de un modo extraño, dijo:<br /><br />"_ ¡Muy bien! Iremos a la playa, Jimmy.<br /><br />.........................<br /><br /> "Salieron de la cabina a la líquida luz del sol, bajaron por la plancha y caminaron por el polvoriento muelle. Con los pulgares en los sobacos y un palillo en los labios, Corcoran asumió derechos de propietario sobre el puerto, se lamentó de la indolencia de los obreros, filosofó acerca de las mujeres, adquirió un manojo de violetas para su ojal a una vieja inválida, dio un puñado de rapé a un mendigo infestado de moscas y, finalmente, se vio ante una "tartana" destartalada tirada por un caballo.<br /><br />"_ ¡Ajá! - exclamó -. Aquí está el billete para la sopa, compañero. El caballo se tiene de pie y este trasto tiene ruedas.- Se volvió hacia el cochero-. ¿Cuánto para ir a Las Canteras, amigo?<br /><br /> "El cochero hizo con los hombros un gesto indicativo de una labor ímproba y extendió cuatro dedos de uñas amarillas.<br /><br />"- Cuatro chelines ingleses, señor.<br /><br />"- ¡Cuatro tomates ingleses! Es demasiado. Le daré dos pesetas y un puñado de rapé.<br /><br />"- No, no, señor. Mi "tartana" es muy bonita. Muy rápida.<br /><br />......................<br /><br />"- Bien, le daré entonces un par de chelines - dijo dubitativamente -. Dos chelines ingleses, amigo.<br /><br /> "El rostro del cochero fue todo él una sonrisa. Con aires de gran señor, abrió la desvencijada portezuela, subió al pescante y mostró complacido su conquista al mundo. ¡Dos chelines ingleses! Era exactamente el quíntuplo de sus derechos legítimos. "- Este es el modo de tratar a estos muchachos - dijo Jimmy, hablando por el colmillo -. Es el instinto del negocio. Si no está usted atento, le vacían el bolsillo.- Y se acomodó en su asiento, mientras la tartana daba tumbos por la calle llena de surcos.<br /><br />..........................<br /><br /> (capítulo X) "Mary Fielding había ido a la playa de Las Canteras. También ella había oído hablar a Renton de la belleza de aquella playa poco conocida. Y ahora, en su traje verde de baño, estaba tendida sobre la soleada arena, dejando que aquel suave calor invadiera su cuerpo. Todavía brillaban en sus blancas piernas unas gotas de agua de mar. Su cuerpo, moldeado firmemente por las olas, estaba lleno de una vida vibrante. Las curvas de sus menudos senos eran bonitas como las de una flor, graciosas como las del vuelo de una golondrina. Sus ojos estaban cerrados, como para proteger el exquisito abandono de su estado de ánimo; sin embargo, podía verlo todo, todo aquel delicioso paisaje. Las amables ondulaciones de la amarilla arena, un mar más azul que el cielo, la espumosa blancura de la rompiente que salta atronadora sobre los arrecifes y el pico distante, reluciente, translúcido y omnipotente como un dios. ¡Oh, que contenta estaba de haber venido.<br /><br /> "Aquí podía respirar y, apretándose desnuda contra la tierra, ser ella misma. En su interior, brotaba, más blanco que la espuma y más brillante que el pico montañoso, un recuerdo".<br /><br />........................<br /><br />"_ Llaman a esta isla la Gran Canaria -murmuró Mary-. ¡Gran Canaria! Hay color y movimiento en el nombre. Cuando pienso en este viaje, lo pronuncio en mi interior. ¡Gran Canaria! Es un nombre que emociona.<br /><br /> "Las palabras, adquiriendo otro significado, llegaron tenuemente hasta Harvey, a través de la cegadora blancura de aquella luz secreta. Y Harvey preguntó:<br /><br />"_¿Deja usted mañana el barco?<br /><br />"_ Si, vamos a quedarnos en Orotava."<br /><br />............................<br /><br />"_Orotava es un pueblo muy tranquilo -continuó Mary-. Pequeño y al natural. Es lo que más me gusta. El señor Carr nos ha reservado habitaciones en el hotel... El San Jorge. Es el agente de mi marido en estas islas."<br /><br />.........................<br /><br />"_¿Quiere usted almorzar hoy con nosotros? ¡Oh, diga que sí, por favor...! En ese sitio que llaman la "cabina". Es delicioso. Viene el señor Carr. Y quiero que venga usted también.<br /><br />...........................<br /><br /> "Diez minutos después entraron juntos al pequeño restaurante.<br /><br /> "Mary había empleado la palabra delicioso para describirlo y, en cierto sentido, era la palabra adecuada. Era pequeño y muy limpio, con piso de madera blanca fregoteada, con mesas cubiertas por manteles a cuadros azules y con un frente que daba al mar, al cielo y al lejano pico obsesionante. Al fondo, había un bar curvo, coronado por una hilera de botellas. Extrañamente, Harvey no se sintió atraído por aquel olvido que tanto había echado de menos. Tras el bar, un mozo en mangas de camisa estaba sentado, muy abstraído, sobre un alto taburete; estaba retorciéndose un bigotillo que parecía una ceja colocada fuera de su sitio. En un ángulo, de modo completamente incongruente, habían instalado un piano automático de color amarillo."<br /><br />....................<br /><br /> "El capitán, adepto por lo general de las conversaciones animadas, había hablado poco. Su mirada se fijaba frecuentemente en Mary, a la que, de pronto, preguntó:<br /><br />"_¿Va a pasar todo el tiempo en Orotava...? ¿En el hotel?<br /><br /> "Ante la afirmativa, vaciló, con una indecisión desusada en él. Después, dijo:<br /><br />"_ Es un sitio muy bonito. Limpio y agradable. Un pueblo muy sano. Y el viento siempre sopla del mar.<br /><br /> "Y esto fue todo.<br /><br /> "Ahora, Harvey estaba de pie en la cubierta superior, satisfecho de la tranquilidad de la noche después de soportar el calor del salón. La efervescencia de la puesta del sol se había disuelto y hundido en el mar. Y, como un suspiro de consumación, todo era ahora sereno y claro: una noche blanca, con la fluida belleza de una pálida luz de luna. Todavía baja, surcada por el cordaje del barco, la luna, no plenamente formada aún, tenía un encanto levemente imperfecto, como el de la doncella a las puertas de la madurez. También eran tímidas las estrellas que se mostraban en el alto y translúcido firmamento. Por el lado de babor, desvaneciéndose, pero todavía más brillantes que las estrellas, las luces de Las Palmas tachonaban el claro borde del cielo con puntos luminosos."<br /><br /> <br /><br /> por la transcripción, Carlos Platero Fernández.Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-52421375994695873602010-07-03T08:43:00.000+01:002010-07-03T08:44:21.172+01:00Algunos paseos ciudadanosPor Carlos Platero Fernández<br /><br /> <br /><br />PASEO DE CAYETANO DE LUGO<br /><br /> En principio finca agrícola, luego jardín, más tarde paseo y hoy convertido en calle, localizado en el Distrito III de Arenales, por la zona a la que se le dió en su día el nombre genérico de la Barriada de Lugo, que como sustituto del barranquillo conocido como de Viera, arrancaba desde las laderas o montañetas conocidas como Cuatro Cañones que cerraban el paraje por el Este y se prolongaba hasta morir en la costa conformando a la reducida y recolecta Playa de Lugo que se remataba por el sur con un muro y era el final de la calleja paralela a la marina, conocida al principio como “la del molino de viento”, luego ya calle Quince de Noviembre, en la etapa franquista Dieciocho de Julio y actualmente con su inicial l5 de Noviembre . <br /><br /> El citado Paseo se remataba también en su extremo norte y al borde de la recóndita playa por donde luego se levantó el viejo Campo España de las luchadas, canódromo, campo de futbol y hasta, en cierto tiempo, elemental plaza de toros, por más que algunos nativos u oriundos del contorno, un tanto tozudos en el recuerdo, me hayan negado estos datos cuando yo anduve indagando y tomando notas y más notas para un nuevo Nomenclátor ciudadano, terminado hace ya algún tiempo pero todavía inédito.<br /><br /> Y a aquel paseo se le denominó “De Lugo”, no por la provincia gallega homónima sino por ostentar precisamente dicho apellido el propietario de los terrenos que cruzaba cuando se urbanizó el sector y que venía a rematar los ancestrales Arenales ya convertidos en gran parte por el sur en la floreciente Ciudad Jardín de finales del siglo XIX y principios del XX.<br /><br /> Su epónimo Cayetano de Lugo y Eduardo nació en Las Palmas el 10 de noviembre de 1817 y fue uno de los personajes de su época que mayor vida dieron al ambiente burgués en que entonces se vivía y fue uno de los más efectivos colaboradores de Antonio López Botas y su partido en la política local, defensor de lo principios auténticos de Canarias en cuanto a su elevación progresiva en el aumento de su cultura; avances que fueron notorios pero que de alguna forma quedaron truncados o sufrieron grave retroceso con el advenimiento del cólera morbo de 1851.<br /><br /> Fue Cayetano de Lugo uno de los pocos burgueses supervivientes de cuando lo del año del cólera y que con tesón y buen gusto supo, al ir reponiéndose la ciudad de la tragedia pasada, crear en sus fincas una especie de jardines zoológicos y botánicos, donde fue clásico en el remate de los Carnavales de entonces el llevar allí a enterrar la inefable sardina del miércoles de ceniza. Cuentan las crónicas de la época que era digno de ver al anfitrión, anciano solterón, de luenga barba blanca y tocado con un llamativo fez rojo en la cabeza, paseando imperturbable pero íntimamente regocijado entre el público que con la fiesta carnavalera visitaba, recorría y admiraba sus jardines cuidadosamente atendidos. Notable su amistad con el alcalde y político Antonio López Botas y su apoyo y amistad con los generales aquí desterrados Dulce y Caballero de Rodas que intrigaron luego para el derrocamiento de la reina Isabel II.<br /><br /> Aquel entrañable prócer local poseía las mejores tartanas o carricoches ligeros y los más briosos tiros de caballos; que solía poner a disposición de cuanto personaje llegase a la isla.<br /><br /> Cayetano de Lugo y Eduardo falleció en el año 1897 y con él al poco tiempo desapareció el rincón paradisíaco de la "Finca de Lugo" cuyos terrenos, parcelados pronto fueron ocupándose con las nuevas calles y casas de la ciudad de Las Palmas en constante expansión.<br /><br /> <br /><br />PASEO DE CHIL<br /><br />A finales del siglo XIX había fracasado el proyecto de bastantes años atrás de una Gran Vía que, partiendo de la margen izquierda del barranco Guiniguada a la altura de la calle de San Justo uniese el casco urbano histórico de la ciudad con los terrenos que poco a poco se iban urbanizando, al compás del auge que tomaba el Puerto de La Luz, con las inhóspitas o desérticas tierras de Las Isletas; que, por otra parte, pese a su aridez también iban siendo pobladas en alguna determinada zona.<br /><br />El desarrollo de aquella proyectada vía urbana se quedó truncado antes de que su inicial trazado se llegase por las Huertas de Triana hasta el Paseo de los Castillos.<br /><br />Pero, aunque planteado al principio como una especie de camino vecinal que recorriese las faldas de las montañetas que cerraban por el poniente las vegas de Santa Catalina y los seculares Arenales, arrancando desde la pequeña explanada sobre el barranquillo y enfrente de la mole pétrea y almenada del castillo de Mata entonces al servicio del Ejército y se llegase, a poder ser hasta la misma bahía del Confital o sus proximidades, siguiendo el trazado de una senda ya existente que conducía en lo antiguo a las Salinas Perdidas por el páramo de Guanarteme.<br /><br />Por el verano de 1862, tomando mayor impulso la idea, fue el principal promotor de ella el popular doctor Gregorio Chil y Naranjo, por lo que ya desde entonces se ha venido conociendo como "el Paseo del doctor Chil". Confeccionó los planos pertinentes el ayudante de Obras Públicas Cirilo Moreno.<br /><br />Como quiera que los trabajos, por lo costosos, se iban demorando en demasía, pese a que, para allegar los fondos precisos se estuviera haciendo una suscripción pública, el mismo doctor Chil, en el mes de junio de 1878 solicitó del Ayuntamiento que se hiciese él cargo directo de las obras y de su culminación, lo que, efectivamente, con gran parte de su recorrido así sucedió.<br /><br />Este Paseo de Chil se vino a terminar ya adentrado el siglo XX, allá por la década de los años cuarenta, tal como se había proyectado, pero rematándolo en la rotonda de la plaza de la Victoria en su enlace con la avenida de Mesa y López..<br /><br /> <br /><br />PASEO DE LA CORNISA<br /><br />Localizado en el Distrito VII de Escaleritas, en su extremo este, bordeando a un lado las instalaciones deportivas del López Socas y al otro la barriada más antigua que se desarrolla alrededor de la iglesia parroquial de Santa Isabel y se prolonga como extraordinaria baconada sobre la ciudad, con una amplia panorámica de las Isletas, las zonas de Santa Catalina, de Las Alcaravaneras y la Ciudad Jardín, con el Puerto de La Luz y el mar de la bahía de fondo.<br /><br /> <br /><br />PASEO DE LAS CANTERAS<br /><br />Este importante paseo a la vera de la sin par playa de Las Canteras, comenzó a conformarse como tal para disfrute de los ciudadanos, en la década de los años 40 del pasado siglo XX.<br /><br />Pero su historia se inició cien años antes, aunque de una u otra forma se ha venido fraguando desde el mismo momento de la conquista de la isla por las tropas castellanas al mando de Juan Rejón que, según algunos historiadores indican, desembarcaron justo por donde se le dice El Arrecife, frente al Confital.<br /><br />En 1840 ya aparecía en los planos y mapas del istmo de Las Isletas signado como "de Guanarteme". Y también de Guanartome, mal transcrito, en un mapa de 1874, localizado, poco más o menos, por donde hoy está la calle de Tenerife; y se nombraba como la Barra del Arrecife y El Arrecife lo que es hoy la Playa de Las Canteras, la Punta del Confital y, casi a su lado el Cabo Cabrón.<br /><br />En el plano de Riudavets de 1879 es cuando con el nombre de "las canteras amarillas", se cita por primera vez este topónimo refiriéndose a la playa como tal.<br /><br />En un plano topográfico correspondiente al "Ensanche del Puerto de La Luz", del arquitecto Fernando Navarro, del año 1911, cuando ya era imparable el proceso de expansión de la ciudad hasta entonces secularmente constreñida entre decrépitas murallas de defensa, laderas montañosas riscadas y el mar, ya se citaba de forma textual a la "playa de Las Canteras",<br /><br />Conviene el indicar como hecho histórico importante, que a raíz de la conquista de la isla y su colonización con nuevos y numerosos asentamientos humanos, se comenzó a extraer gran cantidad de piedra arenisca en la zona costera del suroeste de Las Isletas, junto al puerto conocido como del Arrecife y la prolongada barra natural allí formada, para la construcción de algunas de las edificaciones más señoriales que se levantaron dentro y alrededor del campamento o real creado por Juan Rejón a las márgenes del barranco y riachuelo Guiniguada. Y, sobre todo para emplear los bloques extraídos como sillares en los basamentos, pilares y columnatas de la comenzada Catedral, así como en las fachadas, portadas, dinteles, etc., de las más nobles y antiguas mansiones de Vegueta, la Vegueta de Hernán de Porras. Aquellos trozos de roca singulares, de composición sedimentaria blanquecina, en tanto se conservaban húmedas resultaban de fácil labra debido a su especial estructura arenisca, que luego, una vez secas se endurecían y eran más fáciles de esculpir por los canteros. Historiadores y cronistas hay que insisten en que hubo allí una cantera, la que al final impuso el topónimo, famosa por suministrar el material para las pilas canarias destinadas a la destilación de las aguas para el consumo refrescante y doméstico.<br /><br />El puerto natural abrigado y recogido del Arrecife, al sur del trozo de costa que se denominó Playa del Confital por lo abundante de unas piedrecitas especiales, calcáreas, que semejan finos y azucarados, garapiñados confites, estaba resguardado de los embates del mar por la prolongada barra que, andando el tiempo y gracias a una entrada abierta en su extremo este, convirtió el sitio en el más apto para el carenado y reparación de embarcaciones, refugio de pescadores y, por todas sus cercanías, paraje apropiado, elegido por quienes en los pasados siglos desearon celebrar alguna excursión marítima costera y comerse "un caldo de pescado con papas arrugadas", según así lo indicaron escritores locales varios.<br /><br />Pues bien; la cantería blancuzca empleada ya desde los primeros tiempos para las viviendas de los conquistadores y hacendados residentes en el real, luego villa y después ciudad de Las Palmas la suministró en gran medida la entonces alta y prolongada barra que se formaba sobre una lengua de material lávico procedente de las erupciones volcánicas que conformaban a Las Isletas y que convirtiera el paraje en una especie de gran estanque, de casi siempre quietas, bonancibles y transparentes aguas. La dilatada playa allí formada se denominó ya a finales del siglo XIX y principios del XX como de Las Canteras, por haber sido el lugar explotado al efecto, como se ha indicado.<br /><br />Al haberse ido rebajando aquella natural barrera de contención hasta quedar reducida y sepultada en gran parte por las mareas, parece ser que ocurrió que las arenas arrastradas por los vientos intermitentes o fijos equinocciales circularon de manera masiva y en direcciones alteradas que, con los años y los siglos, al impulso de los alisios fueron acumulándose al pie de los cerros de poniente, erosionando sus escarpadas laderas y extendiéndose sobre los llanos de Guanarteme y Santa Catalina; invadiendo en avances constantes aquella parte del litoral grancanario.<br /><br />En la actualidad, al haberse edificado también todo el istmo, aunque la arena sigue llegando procedente de las bajas marinas del norte de la isla y pasa libre sobre la Barra de Las Canteras, al no tener salida al igual que antes, a impulsos de los vientos colma de tal manera la playa que ha sido preciso retirarla una y otra vez por medios mecánicos, en un dragado periódico cada vez más constante y preciso.<br /><br /> <br /><br />PASEO DE MADRID<br /><br />Calle-paseo en el Distrito III de Arenales, en la Barriada de la Ciudad Jardín.<br /><br />Madrid es la capital de España y de la provincia del mismo nombre constituida en Comunidad Autónoma en 1983; más de 3.900.000 de habitantes. La ciudad se encuentra en el centro del país, al pie de la sierra de Guadarrama y a orillas del río Manzanares. Arzobispado. Universidad. Centro de comunicaciones del país. Importantes museos cuales el Prado, Arqueológico Nacional, Lázaro Galdiano, Academia de San Fernando, de América, del Ejército, Naval, de Arte Contemporáneo, etc., y muy hermosos palacios cuales los de Oriente, Congreso, Biblioteca Nacional y Teatro Real, convento de las Descalzas Reales, iglesia de San Francisco el Grande, etc.<br /><br />Ha alcanzado un notable desarrollo industrial y el área metropolitana de Madrid abarca el municipio de la capital y otros muchos de sus alrededores. La provincia es una comunidad autónoma separada de Castilla-León y de Castilla-La Mancha.<br /><br />Llamada Magerit por los árabes, fue tomada por Alfonso VI en 1084 y adquirió el rango de capital en 1561. teatro de violentas luchas en 1808 y en 1936. Lugar de nacimiento de Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo, Calderón de la Barca, etc.<br /><br /> <br /><br />PASEO DE SAN JOSE.<br /><br />En el Distrito I de Vegueta.<br /><br />Según comentó el cronista oficioso Domingo J, Navarro, aún a finales del siglo XVIII el barrio de San José con malas casas y peor camino, no pasaba más allá de su preciosa ermita.<br /><br />No obstante, en el incipiente barrio de extramuros de la ciudad vivían gentes de humilde condición social pero muy cordiales y a él acudían de vez en cuando las gentes de la ciudad para pasear y disfrutar de las delicias campestres sin tener que alejarse en demasía del casco urbano pues a ello invitaba la floreciente y ubérrima Vega de San José que en amplia hoya se llegaba hasta los confines de más allá de la ermita de San Cristóbal.<br /><br /> <br /><br />PASEO DE SAN ANTONIO<br /><br />Este paseo o "Subida de San Antonio" esta localizado en el Distrito VI de Schamann, por lo que se conoce precisamente como Barriada de San Antonio.<br /><br />San Antonio de Padua (1195 - 1231) fue un padre franciscano, doctor de la Iglesia, famoso predicador y taumaturgo, nacido en Coimbra, Portugal, llamado de Padua, ciudad italiana, por el lugar de su muerte y de su venerado sepulcro.<br /><br />Su efeméride es el 13 de junio.<br /><br /> <br /><br /> <br /><br />PASEO DEL PINTOR SANTIAGO SANTANA<br /><br />Localizado en el Distrito VI de Schamann, por la Barriada homónima.<br /><br />Santiago Santana nació en 1909 y estudió dibujo y pintura en la Escuela Luján Pérez hasta 1932 en que, pensionado por los Ayuntamientos de Moya y Arucas y el Cabildo Insular, se instaló en París donde estudió la pintura de los impresionistas, cubistas, fauvistas, etc. Al año siguiente se trasladó a Barcelona para iniciarse en el estudio de las cerámicas y en escultura y pudo llevar a efecto su primera exposición individual que estuvo integrada por óleos y dibujos con motivos de la flora autóctona canaria. En 1934 expuso en el Ateneo de Madrid, incluyendo ya algunos de sus característicos desnudos. Durante la guerra civil española expuso su obra en el Hogar del Combatiente de Aranjuez, participando en distintas actividades culturales en beneficio del ejército republicano. En 1940 se instaló definitivamente en Las Palmas de Gran Canaria; expuso obra suya en 1948 y en una antológica, ya en 1973. Fallecería años después, exactamente el 16 de abril de 1996<br /><br /> <br /><br />PASEO TOMAS MORALES<br /><br />En el Distrito III de Arenales, por la Urbanización de Fincas Unidas.<br /><br /> Calle trazada a mediados del siglo XX que iba a ser como prolongación natural de la entonces de San Francisco, hoy General Bravo y la dedicada al eximio escritor Benito Pérez Galdós. Durante varios años estuvo cortada por un muro de ladrillos y tierra a la altura de lo que hoy es el Instituto Pérez Galdós, hasta que se fue urbanizando el sector ocupado por extensas plataneras y otras tierras agrícolas durante los últimos siglos.<br /><br />Tomás Morales Castellano (1885 - 1921), poeta y médico, nació en Moya y falleció en Las Palmas. Estudió en el Colegio de San Agustín e hizo la carrera de Medicina en las Universidades de Cádiz y de Madrid, donde durante su estancia se relacionó ampliamente con los cenáculos poéticos más relevantes del entonces.<br /><br />Ya de nuevo en Gran Canaria se estableció en Agaete en ejercicio de su profesión y en donde se desposó. Obtuvo el primer premio en los Juegos Florales de Las Palmas en 1910 por lo que fue justa y entusiásticamente homenajeado. Falleció a los 36 años de edad.<br /><br />Del poeta Tomás Morales dijo hace algún tiempo, entre otros autores, el crítico literario Jorge Rodríguez Padrón que, formado en el modernismo y continuador de la línea de Rubén Darío, adaptó el lujo expresivo y musical a los motivos del mar y de su isla natal y fue el fundador de la poesía moderna en Canarias. Su personalidad, admirada por todos los escritores de su tiempo aglutinó en torno suyo a los poetas del modernismo de las islas. Publicó "Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar" y "Las Rosas de Hércules" y la obra teatral "La cena de Bethania", siendo, al decir de la crítica, su poema más ambicioso y mejor logrado la "Oda al Atlántico"Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-52699047166292038942010-06-28T18:21:00.001+01:002010-06-28T18:21:28.473+01:00A modo de prólogopor Carlos Platero Fernández<br /><br /> <br /><br /> No hace mucho se me ha pedido una especie de prólogo para un puñado o haz de cuentos sainetescos, si es que aquí cabe tal definición, boladas (con b ) o chistetes, embriones de un teatro popular canario<br /><br /> Poemario y noticia que yo accedí gustoso a pergeñar, al hilo de algunas ideas que se me ocurrieron al respecto.<br /><br /> En principio el indicar que es bien conocido ya que el cuento, de por sí narración breve, si escrita, generalmente en prosa siendo uno de sus rasgos característicos su corta extensión, en cuanto a cuento popular pertenece por entero al saber tradicional del pueblo, en donde nace y se desarrolla. Es decir; depende de eso que se ha dado en llamar en estos últimos tiempos , quizás algo abusiva y reiterativamente por un mimetismo seudo literario no siempre correctamente aplicado, el folclore del pueblo y que la mayoría de las veces se intercala o mezcla con los usos y costumbres, las fiestas, bailes, canciones y decires tradicionales que han venido desde siempre de generación en generación.<br /><br /> Aunque, es de significar también que en tratándose del cuento popular que nace en una tradición y se transmite por lo común oralmente, y por ende , salvo muy determinadas excepciones se le suele tener en principio por anónimo en cuanto a determinar autor, creado por el pueblo y por el conservado y transmitido, a veces transformado, actualizado de alguna manera con el paso de tiempo pero manteniendo siempre un fondo común, conservando intrínseco todo su valor, colorido y poder de acaparar la atención del público, de los lectores u oyentes a quienes vaya dirigido. Y en todo caso, lo que a veces puede o debe de haber de variante al narrar o reconstituir del mismo es de imponer a lo que relata un estilo, una especie de sello propio característico o personal.<br /><br /> Quienes del tema se ocupan suelen opinar que el ”cuento” canario es en una de sus variantes aquel”chiste”, “chascarrillo” que puede ser un relato más o menos corto o largo que deja entender un doble sentido o contiene una alusión burlesca o algún disparate o momento vivencial que provoca risa. También, que suele ser similar al”chascarrillo” castellano, de “chasco” voz onomatopéyica, que es en definitiva la anécdota ligera y picante, cuento o cuentecillo agudo, acaso de sentido equívoco y siempre tendente a ser gracioso. Puede ser todo esto y es, naturalmente, mucho más, en cuanto a cuento en sí.<br /><br /> Pero estimo que antes de proseguir debo de tratar de hacer aquí aunque sea una ligera disquisición acerca del cuento, sea particular y específicamente canario o no para así aclarar algo más este concepto, como se puede observar, en sí tan genérico.<br /><br /> El vocablo “cuento”, procedente del latín “computus” que significa precisamente “cuenta” es, entre otras acepciones la acción y el efecto de contar, de narrar o relatar, que es el referir de palabra, por escrito, con imágenes u otros signos o símbolos un suceso, una estampa, una vivencia o un recuerdo, sea verdadero o imaginado. Es decir: narración breve, escrita generalmente en prosa siendo uno de sus rasgos más característicos el de su corta extensión. Entre los dos conceptos genéricos en que se suele encasillar al cuento, es el que interesa ahora y aquí el que comprende más que al popular, gracioso y satírico, al literario que ya pertenece más bien al propio teatro, al de la comedia antes que al dramático; al de teatro costumbrista, en este caso al específicamente genuino canario, convertido en “entremés”, aquella obra escénica jocosa, de un solo acto que antaño solía representarse entre dos jornadas de la comedia a interpretar, como entretenimiento o diversión<br /><br /> El entremés, ya se ha dicho, se nutre principalmente de dos fuentes: la de la sociedad a la que satiriza jocosamente y la de la literatura oral y escrita con la que suele presentar analogías y diferencias; y se alimenta del cuento gracioso, narración o anécdota cómica, de tipo folclórico en muchos casos<br /><br />. Es decir, que sin dejar de ser el ancestral cuento, en el caso que aquí interesa se deberá de considerar ya como “sainete”, pieza teatral dramática chistosa o graciosa, en un solo acto y por lo general de carácter popular. Considerándose que la diferencia entre el sainete y el entremés es mínimo, radicando en el lugar de inserción en la comedia, a partir del siglo XVIII se le dio carácter costumbrista y una particular relevancia se convierte ya en breve pieza teatral narrativa, de carácter jocoso cuando no burlesco, a veces con marcado acento sentimental, cuyo origen en nuestro lenguaje castellano dialectal se encuentra en los clásicos entremeses. Y que, parece ser es el estilo en que se deberán de encuadrarse y comentarse ciertos escritos sainetescos porque creo yo que de cuentos en su concepción y origen revertieron por si mismos en indudables sainetes, en escenas breves o historietas, generalmente cómicas para ser intercaladas, o no, en la acción teatral pertinente y a las que alguna vez se las ha estado denominado inapropiadamente “apuntes” con el anglicismo de ”sketch” y aún, “gag”,sin serlo.<br /><br /> Investigadores varios y `psicólogos que han estudiado de alguna forma a la personalidad peculiar y singular del ente canario coinciden en que, frente a las dificultades que puedan surgir sobre él como pueblo insular, hay el gran recurso de recurrir al humor, jovialidad y agudeza que caracterizan al pueblo canario; fino humor a veces hasta sarcástico e irónico que encubre, acaso cierta intrínseca melancolía pero saludable y terapéutico. De lo que se ha dado en considerar y denominar como de un verdadero sabor costumbrista isleño. Sabor que en la actualidad y en la mayoría de los casos está ya lamentablemente, si no del todo olvidado, si arrinconado en el recuerdo, en la memoria de la gente de mayor edad y más bien desconocido de las jóvenes generaciones. Y no es ello precisamente por falta de material literario y didáctico escrito al respecto, que, haberlo, haylo. <br /><br /> Porque, necesario es el reconocerlo, existen hoy en día buenos tratados, específicos y de fácil acceso al público en bibliotecas públicas y algunas privadas acerca del singular léxico canario: Diccionario diferencial del español en Canarias y El Tesoro Lexicográfico de lo mismo, Diccionarios de Canarismos , por citar algunos ejemplos y, desde hace algunos años, velando sobre todo ello la Academia Canaria de La Lengua, centro dedicado a fomentar y estimular el estudio científico de las modalidades lingüísticas de Canarias. Aunque, un tanto pesimista al respecto, tengo para mí que estos singulares tratados y enjundiosos estudios son mayoritariamente desconocidos de la gente joven y estudiantil y, acaso también de la menos joven que apenas lee, como no sean los periódicos de noticias actuales, los deportivos y las revistas del corazón, en estos tiempos de la informática, del transistor, del móvil y de la omnipotente televisión.<br /><br /> Y suelen ser los que hay, excelentes libros y tratados, sesudos reportajes y artículos periodísticos o revisteriles que nos recuerdan entre otras cosas del pasado a aquella particular forma de hablar, a aquel léxico insular costumbrista que en las pasadas centurias aún se hablaba en corralas, portones y barrios de los más típicos de las ciudades isleñas y en los pueblos, villas y pagos o caseríos, que supervivió hasta no hace muchos años, cuando por mor de la industria turística que nos sobrevino se fue abandonando la ancestral agricultura y la pesca artesanal, los poblados de la costa y los caseríos del interior como moradas habituales para súper poblar las ciudades y los focos turísticos de nuestras playas convirtiéndolos en macro urbes absorbentes, en los que ya parece que el alma y ser de nuestros mayores agoniza y se apaga. Perdiéndose así nuestra peculiar forma de hablar, típica y popular, sobre todo de aquellas gentes del agro y del mar canarios, del “mago”, el “mauro”, el “roncote” o “chacalote” que en principio aún heredaron sus descendientes, ya ciudadanos, habitantes de las barriadas que en torno a las poblaciones históricas o al borde de las playas hasta entonces vírgenes se estuvieron conformado, al principio en lenta y luego vertiginosa metamorfosis.<br /><br /> Aquel léxico insular costumbrista que en todas las islas hasta no hace muchos años caracterizó al habla más típica y popular heredada. Formas literario-orales que en los inmediatos tiempos pasados han sido las <br /><br />“caídas”, que eran las frases y los dichos más comunes y corrientes del pueblo llano y sencillo, expresadas con singular gracia por tal o cual personaje, como dejaron escrito, entre otros autores isleños cuales Santiago Tejera, los hermanos Millares Cubas con su “teatrillo”, el político y periodista “Ángel Guerra”, Benito Pérez Armas y Leoncio Rodríguez por citar a algunos de aquellos más señeros hasta llegar al inigualable Víctor Doreste, uno de los primeros en ensayar lo que se ha terminado en considerar como el sainete canario que con gran parte de su enjundiosa obra cual “Una limonada para el señor”, “La del manojo de tollos”, “En el risco está mi amor”, “Ven acá, vino tintillo”, etc., procuró mantener vivas muchas de las “canariadas” que ya a mediados del pasado siglo XX tendían a perderse con la continua evolución del habla canaria a impulsos de constantes innovaciones foráneas. Y como casi al mismo tiempo bien hubo de recordar el periodista y escritor Francisco Guerra Navarro, “Pancho Guerra” para todos cuantos lo hemos leído y releído en sus resalados “Siete entremeses de Pepe Monagas”, en sus “Memorias y cuentos famosos de Pepe Monagas” y cuya tipología ya dejó bien apuntado en su interesante “Contribución al léxico popular de Gran Canaria”, cuando todavía, como reminiscencia asimismo de los muchos americanismos aportados por los indianos, por ejemplo, se trataba a todo el mundo con el respetuoso “usted” que, por modas, claro está que llegadas de las tierras de la metrópoli peninsular se fue trastocando rápidamente por el no siempre bien educado y si fresco y aún a veces descarado y desconcertante tuteo que hoy impera.<br /><br /> Bien es cierto que, volviendo al tema del genuino y singular léxico de acento canario, algunos otros autores isleños cuales María Dolores de la Fe, Donina Romero, Arturo Navarro Grau, Cirilo Leal, Francisco Osorio, Ángel Camacho Cabrera, Orlando Hernández, Víctor Ramírez, Juan José Romero Hernández entre otros, con sus respectivas y aplaudidas obras literarias y teatrales, cuentos, tragedias, sainetes, relatos, películas y otras variantes de ambiente y cariz costumbrista, por nombrar aquí a algunos de los autores isleños más leídos y escuchados tanto en el teatro y en el cine como en la radio y la televisión canario que hayan compuesto su obra comprendida en este género literario isleño, así como a los letristas y rapsodas de conjuntos musicales folklóricos, son por ello dignos de alabanza y reconocimiento. <br /><br /> Sin omitir o dejar de mencionar aquí también a actores y humoristas de antaño y actuales que a viva voz nos hayan deleitado y nos deleiten con esas geniales “caídas” cuales las “magas “ tinerfeñas seña Pepa y seña María la de las “boladas” y los “magos” Cho Venancio y Cho Juan el de Las Mercedes, Pancho y Carnasión, en muchos casos según guiones de diversos radiofonistas y otros humoristas del pasado. Y las del grancanario Pepe Castellano que recreó al singular Pepe Monagas, Gregorio Martín Díaz, José V. Afonso Perdomo, del inmediato ayer, entre los que hay que incluir necesariamente y en singular al humorista al mismo tiempo que genial dibujante de las últimas décadas del pasado siglo Eduardo Millares Sall que siempre se firmó como su principal creado personaje “Chó Juaa” y que ha sido uno de los artífices de que el genuino y singular humor canario quede recogido y reflejado en los papeles para que no se pierda y de alguna forma se conserve para la posteridad. Director de “El Conduto”, aquel suplemento semanal, al parecer única publicación de marcado cariz satírico que fue tolerada en las islas durante la etapa política franquista. Fue Eduardo Millares polifacético autor que ya desde muy joven, a partir de 1944, estuvo efectuando sus aportaciones artísticas en la prensa y en algunas revistas canarias con una serie de humor que denominó precisamente como “El conduto” (para el lector que desconozca este término isleño, dígase que dicho vocablo, en Canarias se refiere a la comida mejor y más sabrosa como queso, pescado frito, aceitunas en adobo, trozos de cebolla cruda, etc, con lo que se acompañaba y aún se acompaña la otra comida básica como el potaje, las papas etc., según clara definición del Diccionario Diferencial del español en Canarias).<br /><br /> Y añadir aquí, a los humoristas, autores, actores, dibujantes y guionistas más actuales cuales Manolo Vieira, Mario Yáñez Domínguez, Marrero el de Arucas, Juan Luis Calero, los Piedra Pómez, Instinto Cómico convertidos luego En Clave de Ja, etc., y los humoristas gráficos que parece ser que ya arrancan desde un jovencito Benito Pérez Galdós, Diego Crosa, Padrón Noble, J. Morgan, los hermanos López Aguiar, Carlos, Montecruz, etc., entre otros más que siguen saineteando el género, recreando diversos personajes peculiares canarios de una u otra forma, así como los comprendidos ya en un grupo virtual, excéntricos y acaso un tanto casposos, productos todos de los nuevos tiempos que estamos viviendo<br /><br /> En definitiva, autores, actores y letristas que en muchos casos ya han creado escuela, que desde hace años han venido colaborando en prensa, libros, radio, teatro y televisión con numerosos cuentos, comedias costumbristas, sainetes, historietas, chistes gráficos y aún, si acaso “boladas” (con b), chicotes y chistetes que, como se debe de saber son dichos o pequeños relatos, muchas veces surgidos como prontos irónicos o disimuladamente burlones, en definitiva, cuentos de risa en el decir canario; relatos escritos, dibujados, escenificados o a viva voz concebidos con la intención de que tengan gracia, que hagan reír o al menos sonreír con jocosidad.<br /><br /> Por último indicar aquí que, según parece, la obra sainetesca para la que en su día se me pidió colaboración por medio de esta especie de prólogo, por alguna razón que a mí se me escapa no llegó a publicarse, por lo que yo me he tomado la libertad de incluir el presente texto en este blog que, según amables opiniones y pareceres de diversos lectores es bien acogido y visitado. <br /><br /> Las Palmas de Gran Canaria, junio de 2010Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-50698237367961174332010-06-21T13:52:00.000+01:002010-06-21T13:53:00.338+01:00El sepulturero timoratoUn cuento de Carlos Platero<br /><br /> <br /><br /> Desaparecía lentamente la tarde cuando los últimos deudos y amigos del finado abandonaban el cementerio, por el sendero de las yedras, rumbo a la Placetilla de Los Reyes.<br /><br /> El firmamento encapotado por grisáceas, compactas masas de nubes contribuía a oscurecer más el ambiente. Y el tétrico recinto, lugar de descanso para los cuerpos sin vida hasta el llegados y allí depositados aparecía ya envuelto en una melancólica penumbra.<br /><br /> Un viento recio, procedente de las entonces como difuminadas Isletas sacudía las bamboleantes pencas de las cercanas plataneras en rachas constantes; y producía sonidos misteriosos, lúgubres al deslizarse entre los nichos, sobre las tumbas y azotar inmisericorde a enhiestas cruces, lápidas y monumentos alegóricos de los marmóreos mausoleos.<br /><br /> Las estatuas que se esparcían acá y acullá en el recinto del camposanto parecían cobrar vida propia a medida que la oscuridad iba en crecimiento. Tan solo algunos oscilantes faroles o lamparillas de mortecinas y parpadeantes luces amarillentas sobre el inevitable aceite iluminaban de trecho en trecho el pie de una tumba, la lápida de algún nicho o la fisonomía extraña de una estatua en posición orante.<br /><br /> Y la suma de todos aquellos detalles contribuían a dar aspecto más sobrecogedor al cementerio municipal.<br /><br /> Maestro Antonio, al sentirse solo en el recinto miró una vez más con aprensión a su alrededor. Él no era un valiente precisamente. Su carácter apocado, timorato y pusilánime le hacía temblar de miedo siempre<br /><br />que entraba en el lugar en que descansaban ya para la eternidad las víctimas de la muerte. Y ello resultaba bastante paradójico en el buen hombre dado que su oficio era precisamente el de enterrador. Nunca lograba sentirse tranquilo cuando realizaba su obligatorio trabajo. Trabajo que si lo ejercía como funcionario del Ayuntamiento se debía a la perentoria necesidad de ganarse un sueldo con el que poder vivir. Y aquello de trabajar para la muerte con afán y necesidad de vida... <br /><br /> Cuando se quedaba solo en el cementerio, le parecía como que algunas de las losas que cubrían las tumbas se removían y de dentro de los nichos creía oír voces, lamentos, constantes cuchicheos.<br /><br /> Por todo lo que, para cobrar ánimos y poder realizar con cierta serenidad sus tareas de sepulturero solía llevar consigo una botellita aplanada, de bolsillo con reconfortante ron de caña del país, la cual, invariablemente vaciaba antes de abandonar el cementerio.<br /><br /> Pero, aquel atardecer grisáceo y frío, de manera incomprensible, descuido imperdonable había olvidado tan gran estimulante. Y ello le resultó fatal.<br /><br /> Muy poco después de que en aquel melancólico atardecer otoñal el último acompañante del entierro traspusiera las verjas de entrada al recinto, maestro Antonio aprestó los útiles necesarios para clavar las tablas que de forma provisional taponarían con la consabida lápida mortuoria la entrada del nicho acabado de ocupar.<br /><br /> La noche era llegada y el viento arreciaba en sus ráfagas húmedas y frías por lo que el medroso sepulturero se arrebujó en su amplia capa de abrigo y ayudado por la débil y oscilante luz del farol que a duras penas pudo encender, dio comienzo a la rutinaria tarea...<br /><br /> Los sordos golpes del martillo contra las cabezas de los clavos y las tablas, resonaban más bien lúgubres, temerosos más que en sus oídos, en el atormentado cerebro del buen hombre que ni se atrevía a <br /><br />A mirar detrás de sí, por más que en una que otra ocasión le pareció allí oír como algún apagado susurro, algún ahogado lamento de acentos prolongados procedentes de las tumbas y nichos que lo rodeaban.<br /><br /> A pesar del frío que el fuerte viento originaba a aquella hora ya más nocturna que crepuscular, maestro Antonio sudaba y bien advertía que sus miembros temblaban más de miedo y aprensión al lugar y a la hora que al mismo fresco ambiente. Y se palpaba de cuando en cuando el bolsillo trasero del pantalón para cerciorarse una y otra vez que no estaba allí, consoladora la ansiada medicina con que combatir el miedo que, como siempre, en tal situación lo invadía.<br /><br /> Suspiró al cabo de haber pasado los minutos. Ya le faltaba poco para concluir la ingrata obligación laboral. Aunque, sus aprensiones y recelos parecían ir en incontenible aumento.<br /><br /> Se figuraba escuchar pasos de pisadas leves, sollozos, gemidos, voces plañideras que susurraban a su espalda incomprensibles y tétricas sentencias. Y sentía físicamente como el sudor frío, húmedo y pegajoso le recorría el tembloroso cuerpo.<br /><br /> Y faltándole ya muy pocos clavos que colocar para sujetar convenientemente la tablazón, aumento su aún confuso pero creciente terror el que, debido a una súbdita racha del fuerte viento se le apagase la luz del farol...<br /><br /> No tuvo ánimos para encenderlo de nuevo y, ya a tientas procuró colocar los últimos clavos.<br /><br /> Temblaba ya con sacudidas violentas al recoger del suelo, tanteando los útiles allí empleados.<br /><br /> ¡Y cuando se disponía a retornar a la seguridad de las mal iluminadas calles de Vegueta se sintió de repente sujeto por la espalda!... Emitió un alarido y con frenéticos movimientos trató de soltarse extendiendo tras de si las trémulas manos para agarrar la capa.<br /><br /> Creyó oír una siniestra risotada, de tonos jubilosos, que se mofaba de él, tirando de sus ropajes.<br /><br /> Luchó el timorato sepulturero unos momentos más con supremo desespero, pero la garra que lo apresaba no parecía querer soltarlo y, ya enloquecido de terror, su garganta trémula emitió un último penetrante y angustioso alarido... Mil luces brillaron simultáneas en su cerebro y, aflojando los tensos músculos se derrumbó pesadamente.<br /><br /> Quienes a primeras horas de la mañana siguiente entraron en el cementerio de más allá de las plataneras encontraron a Maestro Antonio sin vida, caído en grotesca postura al pie del último nicho tapado, claveteado por él.<br /><br /> Su rostro de facciones desencajadas conservaba todavía una mueca de supremo terror. Y sus manos, engarfadas como garras parecían todavía tratar de tirar de la capa, sujeta a la tapa del nicho por el último clavo.<br /><br /> <br /><br /> f i nCarlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2686235994954784099.post-19032721204953841112010-06-11T12:05:00.000+01:002010-06-11T12:06:13.877+01:00Un amor infaustoVaya hoy de cuentos. El siguiente que, con otros que proyecto editar aquí de cuando en cuando, escribí ya hace bastantes años.<br /> <br /> <br /> <br />UN AMOR INFAUSTO<br /> <br /><br /> <em> Aridaman, “cabra salvaje” desciende desde la cima de la montaña.<br /><br /> El joven canario, cuerpo de atleta apenas cubierto de unas pieles, viene satisfecho porque la caza ha sido fructífera.<br /><br /> Mucho madrugó Aridaman. Y el sol está ahora en lo alto, sobre Tamaran, bañando con sus rayos las copas de los pinos, las cresta brillantes de las grandes rocas, la superficie del mar sereno allá abajo.<br /><br /> Aridaman ha cazado en los lindes del pinar y en la cumbre de la frondosa montaña desde donde pudo contemplar gran parte de la isla, de la Tamaran amada. Ha sentido añoranza al divisar valles, lomas, barrancos y montañas que él no puede recorrer en la actualidad sin grandes riesgos. <br /><br /> Ahora es un proscrito. Ahora todo pertenece ya al pasado. A un pasado que no puede, que no debe de añorar.<br /><br /> Está ya cerca de su inmediato destino. Desciende ágil al cauce del corto pero profundo barranco que se abre a sus pies. Ya divisa la cueva, ya pisa la plataforma rocosa, balconada natural al abismo formado en donde el pinar termina. Ya contempla allá abajo el mar inmenso y el dilatado horizonte fundido con el cielo enfrente.<br /><br /> Se detiene intrigado. No hay señales de vida en la cuevas. El fuego está apagado, ninguna cabra merodea por los alrededores, no se oyen los llantos o las risas del niño ni los melancólicos cantos de Guanarima.<br /><br /> Penetra el joven en la vivienda semioculta por espesas masas de matorrales. Nadie a la vista.<br /><br /> Al pie de la fuentecilla de agua clara y fresca que mana constante a través de natural filtro en la rocas, unas pieles y una tabona, la cuchilla de lasca pétrea que suelen usar para curtirlas y adornarlas aparecen abandonadas allí, de cualquier forma.<br /><br /> Ligeramente inquieto, Aridaman llama:<br /><br />- ¡Guanarima!... ¡Guanarima!...<br /><br /> Tan solo el eco de su propia voz responde.<br /><br /> Pensativo, se deshace de la carga de carnes todavía tibias y sanguinolentas. Deposita sus primitivas y rudimentarias armas en un rincón de la cueva y, atalayando desde la plataforma de la entrada vuelve a llamar a la mujer:<br /><br />- ¡Guanarima!... ¿En donde estás?...<br /><br /> Y con gran alivio oye la voz de su compañera que desde algún escondrijo lo llama a su vez:<br /><br />- ¡Aridaman!... ¡Aridaman!... Estoy aquí arriba, en el pinar.<br /><br /> Por encima de la cueva, en donde las raíces de los añosos pinos escarban en vacío divisa al fin el hombre el rostro de la mujer.<br /><br />- ¿Estás bien?... – y continúa interrogante - ¿Y el niño?... ¿Por qué has subido ahí?...¿No te tengo dicho...?<br /><br />- No grites tanto, Aridaman,- le interrumpe ella con voz contenida .- Ven. Y procura no hacer ruido ni ser visto.<br /><br />Aridaman mira receloso en derredor.<br /><br />Todo el familiar paisaje aparece igual que siempre, solitario, tranquilo, con los habituales rumores del bosque y del mar abajo tan solo.<br /><br /> Tomando firmemente el magado que es bastón y temible arma a la vez asciende el joven la difícil ladera hasta llegar a las musgosas rocas que se confunde ya con la fronda del pinar. Escondida entre ellas, con el niño dormido en brazos está Guanarima. Su hermoso semblante se nubla y silenciosas lágrimas brotan de sus azules ojos. <br /><br /> Sin decir de momento nada se sienta él a su lado y le pasa un brazo por los hombros, atrayéndola cariñosamente hacia si.<br /><br /> Guanarima apoya la cabeza en el pecho del hombre amado y siempre con el niño apretado contra sí torna a llorar con renovada aflicción. <br /><br /> Aridaman, preocupado la deja desahogarse, interrogándose a su vez en su interior. ¿Qué nuevo peligro les acecha ahora?... Y un sentimiento de amargura y de impotencia a la vez vá adueñándose de su ser.<br /><br /> En tanto ella llora, ahora apacible, flojos los nervios rato antes excitados, él en rápida secuencia de visiones y pensamientos revive una vez más en su mente los hechos, las causas que condujeron a ambos amantes a su actual situación y forma de vida.<br /><br /> <br /><br /> Aridaman era de noble estirpe, como nobles habían sido su padre y el padre de su padre. En ritual ceremonia, cuando su tiempo fue llegado y su cabellera orgullosamente larga descansaba en los musculosos hombros del todavía joven adolescente, se la cortaron por debajo de las orejas. Y ante el Guanarteme reinante entonces en Tamaran y con el Sabor de los Guayres reunido, recibió de manos del poderoso Faycan el magado guerrero ye ya anteriormente usaran sus mayores. Y juró que nunca había robado en tiempos de paz, ni maltratado ni mal mirado a mujer ni anciano, ni entrado en corral ajeno, ni descuartizado animal con sus manos, ni confeccionado comida o molido cebada...<br /><br /> Como ya entraba en la edad viril, con la ceremonia descrita pasó a ser noble entre los nobles, guerrero entre los guerreros por derecho y merecimientos pues de todos era ya conocido, querido y admirado. Las mujeres, sobre todo las doncellas lo miraban con singular afecto y él andaba de una en otra, tan inconstante y veleidoso en el amor como esforzado y valiente en la pelea.<br /><br /> Pero, un día... Aridaman se enamoró, amó de verdad, sin reservas ni tibiezas. <br /><br /> Sucedió que,...<br /><br /> Después de las Sementeras, al finalizar el verano, las sequías pertinaces eran las plagas más amenazantes que pendían de siempre sobre la paz y la felicidad de la paradisíaca Tamaran. Y se efectuaban ritualmente fervorosas rogativas pidiendo la lluvia bienhechora.<br /><br /> Reunidos en el Tagoror el Guanarteme, el Gran Faycan y la totalidad del Sabor de los Guayres del reino, con todo el pueblo silencioso y grave en derredor, tras haber derramado en lo alto de la Montaña Sagrada la leche recién ordeñada de las cabras blancas como invocación propiciatoria, las virginales harimaguadas, sacerdotisas dedicadas al Culto en el aislamiento de sus grutas cenobios acudían ante el pueblo canario con cánticos, plegarias y ritos sagrados a demandar la gracia del agua caída del cielo a su dios supremo Alcorac, el Grande, el Dueño y Hacedor de la raza canaria y de la isla.<br /><br /> Y como final del litúrgico acto, entonando más y más cánticos y oraciones descendían todos hasta la cercana playa y adentrándose ellas en el mar golpeaban la superficie líquida con ramas de palmeras.<br /><br /> En el transcurso de una de tales rituales ceremonias fue cuando cambió el destino de Aridaman, el guerrero. Una de las doncellas harimaguadas, la más gentil y joven lanzando un pequeño y como mal contenido grito de susto dio un traspiés y cayó en las aguas; quizás no tanto debido al causal tropezón como por intencionada pero disimulada idea de gozarse con el refrescante baño, a ella como mujer y vestal ante hombres prohibido.<br /><br /> Aridaman, cercano al incidente, presuroso y galante ayudó a la joven a levantarse. Y sintió por unos gozosos instantes palpitar el esbelto cuerpo junto al suyo... Y contempló muy próximo el hermoso y juvenil rostro, con gesto risueño y malicioso... <br /><br /> Y desde aquel mismo instante la amó. Con un amor silencioso, en breve abrasador en su pecho, aunque sabiéndolo insensato por imposible. Las leyes canarias eran bien explicitas en tales casos: Quien amase o intentase enamorar a una harimaguada sería ajusticiado, desriscado desde lo más alto de la Montaña del Sacrificio. Y ella, consentidora o no de tal pasión, aunque la seducción no se hubiese realizado ni la fomentase perecería lapidada por la justicia del pueblo.<br /><br /> Preso en las redes de aquel repentino e impetuoso sentimiento amoroso, Aridaman procuraba asistir a toda concentración o ceremonia religiosa en la que las vírgenes canarias hiciesen acto de presencia y se recreaba en la muda y ferviente contemplación de la amada imposible. Pero, no logró disimular tanto aquella fogosa pasión que lo dominaba que la que la originaba no terminase por advertirla y el amor recíproco prendió también en ella . Y aquella llamarada emocional que los poseyó amenazaba desbordarse impetuosa, incontenible y fatal.<br /><br /> Bien que suponía o suponía muy peligroso el juego de aquel amor, pero se dejaba enredar en el. Era hija del Gran Faycan, con sangre de guanartemes en sus venas, predestinada desde la infancia al sacerdocio. Su anciano padre ponía en ella todas sus complacencias viéndola ya convertida en Sacerdotisa Mayor, el más alto destino reservado a la mujer en el pueblo isleño.<br /><br /> Si; aquel amor mutuo despertado y desarrollado en los corazones de ambos jóvenes era una locura. Sin embargo, ninguno de los dos protagonista cejaban en soñar el uno con el otro y resultaba ya peligroso cuando sus miradas se cruzaban fugaces. Pronto el disimulo resultaría difícil de mantener. <br /><br /> Y algo sucedió incrementando la situación.<br /><br /> Aridaman, en su calidad de noble y guerrero fue con otros más destinado para relevar a quienes hacían perenne guardia alrededor del cenobio en que habitualmente residía su amada. La misión de aquellos centinelas era impedir que el pueblo se aproximase a las allí recluidas; que bajo ningún concepto no se las importunase en su virginal retiro. <br /><br /> Desde las cuevas garita escalonadas estratégicamente alrededor del cavernícola cenobio el joven enamorado pudo así contemplar a placer a la dueña de su corazón cuando ella con sus compañeras o a solas paseaba, deambulaba por los alrededores. Y así se sentía un poco más feliz, dentro de la amarga soledad que lo afligía.<br /><br /> A su vez, pronto descubrió Guanarima al amado imposible entre los renovados guardianes. Y la sutil amenaza de la tragedia que los rondaba se acentuó.<br /><br /> Una noche en la que la luna iluminaba con su lechosa y suave luz todo el paisaje de la adormecida Tamaran, Aridaman en su puesto de guardia, mirando a las estrellas, soñaba como de costumbre con Guanarima, la dueña ya imperecedera de su contristado corazón. Y tan fuertes eran sus sueños que no se sorprendió en demasía cuando una alba y como irreal aparición se le adentró por la reducida cueva. <br /><br /> Guanarima, burlando vigilancias, al amparo de la noche saliera impulsiva de su cubículo habitual para encontrarse con quien su corazón ardoroso ya deseaba.<br /><br /> Los dos amantes se miraron, se sonrieron mutuamente y felices, jadeantes, olvidados de todo lo que no fuesen ellos mismos, con las manos entrelazadas y susurros y caricias pasaron horas inolvidables.<br /><br /> Las nocturnas reuniones se sucedieron. Pero la situación creada que originaban aquellas secretas entrevistas, bien sabían con un atisbo de razón que ya resultaba insostenible y bien que a su pesar lo comprendían asi ambos jóvenes en su ceguera amorosa.<br /><br /> Una noche, en brazos de Aridaman, hablaba entre suspiros Guanarima:<br /><br />- Este estado de cosas resulta ya imposible. Yo no puedo vivir ocultando más tiempo nuestro amor...<br /><br />- Bien sabes, hermosa Guanarima, - respondía él compungido – que cada día que pasa se aviva más mi cariño hacia ti, si esto es posible... Pero, ¿Qué podemos hacer como hasta ahora sino ocultarnos de todos?... Las leyes de nuestros mayores son tajantes, no admiten soluciones fáciles. ¡Solo la muerte nos espera al final!...Cruel muerte, pensando en ti.<br /><br />Ella se estremeció, apretándose más contra su amante.<br /><br />- La muerte,... Yo no la deseo. Pero, de venir, que sea a tu lado.<br /><br />Permanecieron silenciosos unos instantes, acariciándose mutuamente, al cabo de los cuales fue la harimaguada quien reanudó el diálogo.<br /><br />- Vivir... –suspiró- ¡Vivir toda la vida contigo, siempre unidos por nuestro amor...!<br /><br />- Mientras haya en mi cuerpo vida, -suspiraba a su oído Aridaman – mi cariño te pertenecerá... Parece como si estuviésemos viviendo en un continuo sueño,... Este amor es imposible,... Tu eres una descendiente real, eres sacerdotisa de Alcorac y estás predestinada a los más altos cargos...<br /><br />- Yo no ansío el cenobio. ¡Odio esta vida de eterna reclusión!...- y cambiando de tono – Tu eres noble, mas si trasquilado y aún impuro fueses yo te amaría igual. ¡Óyeme!... ¿por qué no huimos?. Alejémonos de este pueblo que con sus costumbres y sus leyes no nos permite la felicidad!<br /><br />- ¿Huir?... – la tomó él de las manos – Bien dices sí, amada mía; pero...<br /><br />- Si, Aridaman. Refugiémonos en las montañas, en los riscos de las cumbres, en lo más intrincado de los <br /><br />bosques o en lo más escondido de desconocidas playas, en donde nadie pueda llegar para turbar nuestro amor.<br /><br /> Aridaman acarició a la doncella, enternecido.<br /><br /> Raptar a la amada y escaparse a vivir libres en algún ignorado rincón de la isla...<br /><br />- ¡Huir! ... ¡Vivir tu y yo solos y felices! , -su rostro se contrajo con un gesto de preocupación – No. Tu padre nos habría de perseguir hasta el último escondrijo.<br /><br />- Pues, pienso yo que esa es la única solución a nuestro malvivir actual ... El único medio de poder vivir dichosos el resto de nuestros días<br /><br /> Aridaman vacilaba, cavilaba. No temía por la suerte que a él pudiese corresponderle si como fugitivos los apresasen. Dudaba ante el pensamiento de la deshonra pública de su amada, de la muerte fatal a la que la iba a comprometer de acogerse a aquel arriesgado plan. Pero, huir parecía ser la única solución, sí. Y había que decidirse. Su mutuo y fogoso amor así lo exigía. <br /><br /> Y, por fin, una noche de aquellas en que estaban los amantes reunidos,...<br /><br />- Pues bien; está decidido, - la informó rotundo.- Querida Guanarima, te prometo que escaparemos de esta muerte que sería nuestra vida sin amor entre los de nuestro pueblo. Tu y yo fundaremos en algún lugar de la isla una nueva raza libre, feliz.<br /><br /> El joven guerrero se encargó de prepararlo todo. Habían de elegir el momento mas propicio, siempre durante la noche. Él conocía sendas, escalas y refugios ignorados de la mayoría de sus congéneres.<br /><br /> Y pocas jornadas después la doncella harimaguada y el noble guerrero guardián desaparecieron del cenobio y del poblado. <br /><br /> Grande fue el revuelo que se originó al conocerse la fuga de los dos amantes. El Faycan, enfurecido lanzó partidas de hombres armados en busca de su hija y su presunto raptor. Infructuosas resultaron las batidas desarrolladas. Se recorrieron las costas. Se descendió a los más profundos e intrincados y siniestros barrancos, se escalaron las agrestes montañas y se escudriñaron los extensos bosques, todo sin éxito alguno. Por lo que lo novedoso del episodio y el escándalo originado acabaron por menguar un tanto en su intensidad inicial y al cabo de algún tiempo, paulatinamente, cesó la pertinaz búsqueda, aunque no fuese el suceso olvidado completamente, sobre todo por el considerado ultrajado Faycán. <br /><br /> Tal es el retazo del reciente pasado que por unos instantes rememora el joven Aridaman en este recóndito paraje de Tamaran, enclavado en una de las partes más altas y escabrosas de la isla, teniendo a la harimaguada y al niño, fruto de tan accidentado amor en los brazos.<br /><br /> Ya más sosegada, Guanarima contempla amorosa a la criatura que ha vuelto a dormirse y sonríe maternal. Mas el recuerdo de un peligro actual, latente y amenazador nubla de nuevo su hermoso semblante. Mira asustada a su compañero.<br /><br />- ¡Aridaman!... Tenemos que huir otra vez... Tenemos que alejarnos de este paraje.<br /><br />- ¿Qué dices, mi adorada Guanarima?... – inquiere él, preocupado.<br /><br />- ¡Hemos sido descubiertos!<br /><br />- ¿Cómo?... ¿Qué es lo que ha pasado durante mi ausencia?.<br /><br />Guanarima deposita con sumo mimo y cuidado al pequeño durmiente en el hueco cercano de una roca.<br /><br />- Esta mañana, después de tu partida y de asear yo la cueva y repasar las últimas pieles que trajiste, mientras Tamayedra dormía, estando ordeñando la cabra oí voces que hablaban muy cerca de mí, en la ladera...<br /><br />- ¿En el risco?,... – interrumpe él frunciendo el ceño en gesto estupefacto.<br /><br />- Si; por el que da al mar. Dos mozos, creo que uno de ellos Bentagache el hijo de Adamiga de Agayte, con sendos troncos de tea al hombro subían como verdaderas cabras. Supuse que para tratar de cumplir alguna apuesta pretendían clavar los palos en lo más alto de esta parte del risco... Pero, al verme a mí dejaron caer los troncos, acaso sorprendidos por mi inesperada presencia y, contraviniendo las leyes me hablaron: “¿No eres tú Guanarima la harimaguada, la hija del Gran Faycan de Agáldar?”...<br /><br />- Sigue, sigue... le apremió Aridaman - ¿Qué pasó después?.<br /><br />- Pues que Bentagache, mas decidido que su compañero siguió acercándose y preguntando: “Y Aridaman, ¿No está aquí, contigo?... Pretendió tomarme de una mano... No sé como tuve fuerzas pero conseguí coger un palo encendido de la hoguera en que se asaba el conejo... Le quemé en la cara. El otro mozo pareció decidirse e intentó tocarme y lo rechacé también con la tea encendida, gritando...Por fin, ante los alaridos que daba Bentagache, retrocedieron por la senda que a través del risco dices tú que lleva a Aregayeda... Aún oí que al alejarse gritaban: “¡Volveremos con los de Agáldar!... ¡Esta vez no lograras escapar a la justicia del pueblo!”...- y finaliza la relación gimiendo - ¡Oh, ha sido horrible!<br /><br />- Aridaman la acaricia afectuoso.<br /><br />- Cálmate, cálmate... Ya pasó todo. No tengas temor.<br /><br />- Y ella prosiguió, algo más serena:<br /><br />- Solté las cabras, apagué el fuego, cogí el niño y me vine para estas alturas a esperar tu regreso – toma las manos de su compañero - ¡Tenemos que escapar, Aridamán!... Marchémonos de aquí antes de que vengan los guerreros.<br /><br /> Él procura calmarla en su aflicción con tiernas caricias, atrayéndola una y otra vez hacia sí y aunque esta interiormente alarmado, procura disimularlo y hace lo posible para que ella se tranquilice.<br /><br />- No temas. No nos cogerán. Partiremos ahora mismo hacia un lugar aislado en donde no lograran encontrarnos jamás. Iremos al Faneque, en donde tengo por allí previsor y seguro refugio. Y, más adelante habremos de trasladarnos por lo más escabroso de las montañas hacia los grandes barrancos de la comarca de Atrahanaca...<br /><br />- Y después de unos momentos de silencio, continuó, animoso<br /><br />- El escondite de el Faneque que yo suelo visitar de cuando en cuando al ir de caza, está bien provisto de agua, leña para el fuego y otras provisiones en cantidad suficiente para permanecer allí largo tiempo.<br /><br />- Con aquellas frases de consuelo y aliento la joven madre, atendiendo solicita en todo momento al niño durmiente, se serena un tanto.<br /><br />- En amplio zurrón carga Aridaman lo indispensable para la precipitada fuga y así la familia inicia el éxodo rumbo al alto y aislado roque Faneque unido a tierra firme por estrecho y peligroso paso, coloso de piedra, árboles y maleza por una parte, la que le une al frondoso pinar y árido, agreste y riscado por la que se abre en impresionante acantilado al mar que baña su base allá abajo.<br /><br />- La pareja, él con varios útiles sobre las espaldas y una amodaga y el magado enarbolados y ella con un hatillo conteniendo lo imprescindible de rudimentarios útiles domésticos y el niño sujeto con pieles terciado a la cadera. <br /><br />- Aridaman, al mismo tiempo, avezado a recorrer bosques y montañas va a la zaga procurando borrar o disimular lo mejor posible las huellas de su presuroso paso.<br /><br />- Un corte impresionante, más allá de un precipitado barranco, singulariza más todavía al paisaje y aísla por completo al imponente risco a donde la pareja en fuga se dirige.<br /><br />- Aridaman, buscando los pasos más accesibles para Guanarima, la va guiando con seguridad y aplomo hacia la salvación que para ellos va a ser el alto roque. Por estrechas y disimuladas sendas, a veces al borde del impresionante precipicio, otras ascendiendo cual humanos lagartos las laderas agrestes llegan al cabo de cierto tiempo jadeantes los dos jóvenes a un determinado lugar en el que hasta la difícil senda que siguen parece terminarse. A los lados, muy abajo, barrancos insondables de tenebrosas penumbras que mueren en el mar por la costa. Detrás queda la masa verdosa del pinar y su frondosa maleza con el fondo de las siluetas quebradas de montañas de indudable origen volcánico al fondo. Enfrente solo se les ofrece la pared rocosa, desnuda la mayor parte de vegetación y al parecer completamente lisa del Faneque en sí que habrá que intentar escalar.<br /><br />Guanarima, cansada de la caminata mira desolada a la que aparece como vertical ladera que tiene enfrente y piensa con angustia que es materialmente imposible el continuarla por allí. Aridaman, sonriéndole para darle ánimos hace rodar algunas piedras que dejan al descubierto espacios suficientes para apoyar en ellos manos y pies en escalada. Indica:<br /><br />- Voy a subir por aquí yo primero. Tu amárrame bien a Tamayedra a la espalda. Una vez arriba, con esta soga te subiré a ti y al bulto de las pieles y las armas. La cueva que te he dicho que ya está preparada y nos espera está ahí arriba, bien disimulada y muy cerca de la cima.<br /><br />- Ayudado por Guanarima logra colocar al niño bien acomodado y seguro encima del zurrón que porta a la espalda y emprende con movimientos firmes y seguros la laboriosa escalada.<br /><br />- Tamayedra asustado está despierto y llora ruidoso en tanto que su madre temblorosa y anhelante contempla con intensa mirada la escalada y acaba lanzando un profundo suspiro de alivio cuando advierte al escalador que, sonriente y con el niño ya a salvo en el borde de la cueva le arroja un extremo de la sólida soga de cuero trenzado. Y al fin sube ella lentamente, apoyándose con manos y pies en la desnuda roca, cerrando los ojos para no ver el negro abismo que se abre amenazador bajo sus plantas, sintiendo al mismo tiempo el peso del resto de la soga amarrada a su cintura con las armas y los víveres.<br /><br />- La cueva, aunque de reducidas dimensiones parece ofrecer seguro y momentáneo refugio a la pareja con el niño.<br /><br />- Por la tarde, Tamayedra beatíficamente dormido sobre unas pieles, los dos jóvenes amantes se acomodan en la misma cima del roque y contemplan absortos el dilatado paisaje que se ofrece a su vista. Hacia el sur, riscos impresionantes, altas montañas de tintes violáceos y cárdenos y profundos barrancos de los cuales suben espesas brumas. Por el lado de donde surge diariamente el padre sol, después de los grandes cortes casi verticales en que se remata la fronda de Tamadaba asomándose en parte con atrevimiento al mar y en parte sobre las lejanas llanuras y vaguadas de Agayte y Agáldar con la montaña de Arehucas y los altos de Moya y Afurgat al fondo. El infinito norte está limitado por el mar y el cielo que se unen en la lejanía con masas de nubes blancas y algodonosas. Y allá por el oeste, emergiendo de las brumas sobre las aguas la mole imponente del Echeide, el Pico Sagrado que, según las tradiciones, en cíclicos legendarios echaba fuego y humo a lo alto cuando las tibicenas pretendían adueñarse de la tierra. Algunas nubes tornasoladas ya comienzan a situarse en derredor del mágico y gigantesco monte como suele ocurrir cuando se acerca el diario atardecer.<br /><br />- Guanarima, siempre alerta es la primera en volver a la realidad presente, nuevamente alarmada.<br /><br />- - ¡Mira, Aridaman!. Un grupo de hombres, cazadores o guerreros sale allí debajo de las lindes del pinar.<br /><br />- Efectivamente, una docena de guerreros armados de amodagas, dardos y magados puntiagudos avanza por uno de los bordes del espeso pinar de Tamadaba, con inequívoca dirección hacia el Faneque, ante lo cual Aridaman con rápido gesto obliga a agacharse a su compañera, tendiéndose ambos en el borde de la cueva que les sirve de refugio, observando al grupo de guerreros. A una comprenden que se trata de una partida enviada por el Faycan enviada de inmediato en su busca y captura, delatada su presencia en Tamadaba por Bentagache y su compañero. Luego, arrastrándose sigilosos, ambos buscan el escondrijo de la cueva y continúan sin perder de vista a los de la partida que al poco se van alejando, después de reconocer lo mejor que pueden las cercanías.<br /><br />- Aridaman y Guanarima respiran al fin con desahogo y mas tranquilizados.<br /><br />- Pero, al poco tiempo, ya atardeciendo hacen de nuevo su aparición los guerreros en el borde del pinar. Y ahora avanzan ya con decisión hacia el estrecho y peligroso paso, el único posible transitable que conduce hacia el Faneque. Al frente de ellos marcha un hombre viejo, casi desnudo que camina encorvado y concentrado y en quien Aridaman, pese a la distancia reconoce a Tiniguada el pastor, el mejor rastreador de la isla. Sigue, siguen los componentes del grupo las huellas dejadas por los fugitivos y Aridaman, dentro de sí maldice en no haberse preocupado tanto allí, en el terreno volcánico de borrar todo rastro de su paso al igual que por el pinar lo ha hecho.<br /><br />- Gunarima solloza quedamente apretando a su hijo contra sí y Aridaman, con las manos aferradas a la amodaga de tea endurecida al fuego, piensa por un momento en matar al que intente cruzar el dificultoso paso. Pero, de momento se contiene.<br /><br />- Los guerreros de Agálda, como la noche ya se avecina y es más intenso el fresco del atardecer, encienden varias hogueras y forman campamento al otro lado del desfiladero. La estancia entre ellos del sagaz Tiniguada parece confirmar que ya saben con casi total certeza en donde se refugian las prófugos amantes. Y bien así lo comprende Aridaman ya verdaderamente alarmado, aunque todavía una luz de esperanza brille allá en su interior. Si ellos en la cueva procuran no dar señal alguna de vida quizás desistan sus perseguidores de arriesgarse al cruce del peligroso paso y a la necesaria y difícil escalada...<br /><br />- Cae la noche. Una noche fresca en estas alturas.<br /><br />- En el improvisado campamento los hombres de armas, cazadores y guerreros hablan entre sí y sus voces llegan con toda nitidez hasta la pareja fugitiva agazapada en su elevado escondite, manteniéndolos en constante vela y zozobra.<br /><br /> Tamayedra, una vez más alimentado y aseado en lo posible duerme apacible y sus padres comen algunas frutas secas acompañadas de necesarios sorbos de agua del odre. <br /><br /> La noche se desliza plácida, en gran parte bajo la lechosa claridad de la luna, pero Aridaman espía constante el campamento de sus enemigos que ahora duermen envueltos en sus tamarcos de lanudas pieles, cercanos a las mortecinas hogueras, en tanto que uno de ellos hace de centinela y permanece vigilante, en alerta, sin apenas apartar la vista del fragoso roque que se rodea de sombras.<br /><br /> Va palideciendo el firmamento tachonado de estrellas, anuncio precursor de un nuevo día. Ascienden rumores confusos desde el mar, allá abajo. Comienza a soplar ligera y frescas brisa...<br /><br /> Guanarima, con los nervios todavía excitados por lo accidentado de la jornada, permanece acurrucada, como aletargada, lo mismo que por fin a conseguido en agitado sueño dormitar Aridaman.<br /><br /> Tamayedra se rebulle entre las pieles sobre la que lo han acostado y, destapado, desnudo e indefenso despierta al sentir en sus tiernas carnes el zarpazo de la brisa matutina. Y lanza un agudo grito.<br /><br /> Sobresaltados en grado sumo se despiertan del todo sus padres en el acto y ella con presteza maternal pero frenética en el ademán acude a sofocar el llanto del niño, tapándolo con las pieles.<br /><br /> En el campamento a la vera del pinar el repentino grito también despierta a los guerreros y alerta al centinela de turno que, excitado, señala a lo alto en dirección a la cueva.<br /><br /> Ya no hay remedio, piensa con desespero Aridaman. Su hasta entonces oculta presencia es conocida.<br /><br />El llanto infantil ha sido como toque vibrante de atención que fija de modo exacto, inequívoco el lugar en donde ellos se esconden, la situación exacta de la disimulada cueva. Ahora, él deberá de aprestarse a luchar, a no permitir como sea a sus enemigos que logren cruzar el paso, cueste lo que cueste. Aunque bien sabe en su fuero interno que toda posibilidad de escapar de sus tenaces perseguidores se ha esfumado.<br /><br /> Un agudo y angustioso grito, un alarido brutal lo saca de su momentáneo ensimismamiento y amargas reflexiones.<br /><br />- ¡Tamayedra!... ¡Mi hijo!... ¡Nuestro hijo,...!<br /><br />Guanarima, como repentinamente enloquecida, gimiendo le ofrece el cuerpo del niño,... muerto. Al tratar de sofocar el infantil llanto que los delataba, lo tapó con las pieles, lo ha asfixiado.<br /><br /> Amanece ya. En la cercana fronda del pinar rompen a cantar alborotadoras las aves de rama en rama. Suenan en el soto bosque gruñidos, bufidos, llamadas de los salvajes animales que lo habitan... De las hondonadas y barranqueras emerge la niebla matutina, espesa, grisácea y azulada... E firmamento se enciende con nubes de tonos cárdenos, rosados, dorados y blancos....<br /><br /> Los guerreros isleños enviados por el gran Faycan, ahora espabilados y alerta contemplan asombrados y boquiabiertos una escena cuya visión no se borrará de sus mentes por mucho tiempo y que habrá de ser cantada por los bardos de toda Tamarán.<br /><br /> En lo más alto del Faneque, con el fondo lejano y majestuoso del Echeyde que en la isla cercana sube eternamente hacia el cielo desde las brumas que lo rodean, cara al mar que susurra lamiendo blandamente rocas y lavas allá abajo, las siluetas de Guanarima y Aridaman se recortan nítidas, manteniendo entre ambos en brazos el cadáver del niño. <br /><br /> La harimaguada y el noble guerrero se detienen por unos segundos al borde del precipicio que se abre ante ellos.<br /><br /> Un doble grito resuena poderoso, claro y aterrador a la vez:<br /><br />- ¡¡Atis Tirma!!.<br /><br />Y los infelices amantes se arrojan al vacío abrazados al niño fruto de tan malogrado e infausto amor.<br /><br /> <br /><br /> f i n </em>Carlos Platerohttp://www.blogger.com/profile/04733139469739786689noreply@blogger.com0