30 de enero de 2010

Carnavales de antaño

por Carlos Platero Fernández



De cuando las anuales fiestas de carnestolendas tuvieron su introducción en Canarias no se han encontrado datos fehacientes, por lo que existe cierta disparidad de criterios en cuanto a este tema. Una de las suposiciones más arraigadas es de que tal costum­bre o reminiscencias pudieran venir de tierras italianas, cuyas gentes, ya desde los tiempos de la conquista y colonización de las islas, al llegarse acá, han influido en más de un motivo y ocasión en los usos y costumbres isleñas.

Por otra parte, no cabe duda de que la idea del carnaval moder­no, el carnaval-espectáculo de las comparsas sobre todo, al igual que otras varias influencias nos han venido de América, del Caribe y del Brasil, con evocaciones vívidas del ancestro y la espiritua­lidad del Africa Negra hasta allí trasladados a la fuerza con los navíos negreros de pasados siglos.

Lo que si es cierto es que el carnaval canario de antaño era muy diferente del actual y se caracterizaba por la intimidad casi familiar en que se desarrollaba, con el mutuo visiteo entre veci­nos, la demanda del huevo duro, el obligado brindis con cazalla, anís o ron y el acompañamiento de la tradicional "tortita del carnaval" con miel.

En las primeras décadas del siglo XX, continuando con el ritual tradi­cional por los pueblos y pagos isleños, aquellas fies­tas de carnestolendas que precedían a la cuaresma religiosa salie­ron a las calles, en los núcleos de población urbana, con partici­pación más amplia por parte del pueblo que, abando­nando la senci­llez de la sábana encubridora comenzó a hacer uso del disfraz, en principio casero y a cada cual más ingenioso y de la careta, con­virtiéndose así el individuo en "mascarita" que se tomaba ciertas licencias con los demás, tentando a unos y a otros a que se le reconociese. También, por entonces en las dos capitales canarias empezaron a salir a la calle algunas modestas carrozas, más o menos engalanadas que participaban en divertidas "batallas de flores", que ciertamente, fueron el germen de las actuales fastuosas cabalga­tas.

Como consecuencia de la última guerra civil española, ya en 1937, una orden-circular de 3 de febrero emitió en la zona denominada nacional el escue­to "Este Gobierno general ha resuelto suspender en absoluto las fiestas del Carnaval".

Lo que motivó que hubiese en España un prolongado "interregno" en el que las tradicionales fiestas, sin suspenderse totalmente, sobre todo en pueblos, ciudades y comarcas alejados del poder central, con cierta tolerancia, se estuvieron festejando los carnava­les, sin que la palabra anatemizada se citase jamás, disfraza­dos también ellos. Por ejemplo, en Santa Cruz de Tenerife se las conoció por muchos años como Fiestas de Invierno y de manera parecida en otros lugares, porque, sobre todo en el ámbito rural isleño se siguieron celebrando como fiestas populares tradiciona­les propias, tales como la Representación de Los Carneros en el Hierro; la pantomima de La llegada de los Indianos, todos de blanco, en La Palma, el Baile de los Diabletes y la Parranda mari­nera de Los Buches en Lanzarote, el rito de matar la culebra en La Laguna; el entierro de La Sardina en Agaete, etc. Y se estuvieron celebrando bailes de disfraces, al principio con cara descubierta, en las distintas sociedades de recreo, casinos, casas particulares, etc. sin permiso para salir a la calle, en ciudades, villas y caseríos del archipiéla­go.

En Santa Cruz de Tenerife, ya desde 1961 y hasta 1976, se "co­rrie­ron" los carnavales con cierta tolerancia y permisibilidad o consenti­miento tácito de autoridades e iglesia, siempre que "no se desmadra­sen". En Las Palmas de Gran Canaria, el verdadero carnaval popular, reactivado que no renacido, saltó con gran ebullición a la calle en 1979 con una modesta cabalgata que recorrió una parte de la barriada de la Isleta con la fama ya de antiguo de ser barrio carnavalero por excelencia e impulsado el espectáculo por el entu­siasmo popular bajo la dirección del carnavalero por antonomasia Manolo García y los auspicios de una asociación de vecinos que luego fue relevada a mayor nivel participativo por una Comisión de Festejos del Ayuntamien­to capitalino y actualmente funciona bajo las directrices de la expresamente creada para ello Fundación del Carnaval. En Santa Cruz de Tenerife, a partir de 1992 ha sido el Organismo Autónomo de Canarias el que organiza este importante evento de la capital santacrucera. Y en las capitales de cada una de las otras islas, en las restantes ciudades, villas y pueblos o pagos se celebran animada­mente estas fiestas tan arraigadas en el pueblo.

La participación de las gentes isleñas en los carnavales es muy elevada pues los ciudadanos se echan alborozados a la calle, muchos de ellos compitiendo en las murgas, parrandas, afilarmóni­cas, masas corales, comparsas, etc y también en grupos, en parejas y solos, en los concursos establecidos y en las Galas de la elección de la Reina del Carnaval, de la de la Tercera Edad, de los populares Drag, de las Infantiles que se suelen desarrollar en fastuosos y exóticos escenarios arropados de multitudes en parte disfrazadas y que también participan en los "mogollones" callejeros y tumultuosos en El Coso y las Ramblas, en el Parque de Santa Catalina y calle de León y Castillo, en Puerto del Rosario y Arrecife, en Santa Cruz de La Palma, en Valverde y en San Sebastián de la Gomera, con la apoteosis de las Cabalgatas a ritmo de conga y de samba y los actos postreros lúdicos de los Entierro de la Sardina o del Chicharro.

Todo ello hace que estas fiestas del pueblo para el pueblo hayan adquirido entre nosotros gran auge en los últimos tiempos y es que, en ellas subyace sobre todo la intención consciente o subcons­ciente de que lo que se pretende con el carnaval es ridiculizar todo cuanto se pueda, tanto al hombre en sí y destacar sus defectos y miserias así como el meterse de alguna forma con las más respeta­bles instituciones.

Los carnavales en Canarias, teóricamente terminan con el domin­go de piñata que es el siguiente al martes de carnaval. Pero ocurre que el pueblo participan­te, no saciado, sigue con más fiestas carnavaleras que se suelen celebrar a continuación de las otras, sobre todo en las zonas más dedicadas al turismo en las islas, con verbenas, elecciones de reinas y reyes y cabalgatas, como si el tiovivo variopinto del carnaval que es la vida, no tuviese fin.-

28 de enero de 2010

El canario canoro

Primeros conocimientos de...

E L C A N A R I O C A N O R O.

por Carlos Platero Fernández.



Sabido es que la canaricultura es el arte de la cría del canario en cautividad, pero conviene también saber algo de tipo genérico de esta pequeña ave canora. El pájaro denominado canario, de bella pres­tancia y delicada calidad de su trinador canto es originario de las islas Canarias, de donde proviene su nombre. Conocido para Europa a principios del siglo XV a través de los relatos de marinos, aventure­ros, piratas depredadores y conquistadores, muy especialmente desde los tiempos de la llegada de Juan de Bethencourt a las islas, su in­troducción en el continente europeo acaeció con seguridad en el si­glo XVI, puesto que a finales de dicha centuria ya lo citó el escritor suizo Conrado Gessner en su obra "De avium natura" en que le llamó "canaria avícula". Se contó también que, a mediados de aquel mismo siglo un navío español con destino al puerto de Liorna, naufragó cerca de las costas de la isla de Elba y un buen número de pájaros canarios que transportaba quedó libre y voló a dicha isla en donde pronto se reprodujeron y multiplicaron, siendo codiciada caza para los italia­nos. La especie canaria se extendió pronto a otras partes del mundo entonces conocido, produciéndose cruces y ligeras mutaciones con res­pecto a los originarios pájaros de las islas Afortunadas. A finales del siguiente siglo XVII ya aparecieron nuevas formas de coloración en su siempre tono amarillo.

El canario común, cuyo nombre científico es "serinus canarius cana­rius" es el conocido entre nosotros como "canario del monte"; pajarito canoro en su estado silvestre que se encuentra preferentemente en los pinares más altos de las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma. Morfoló­gicamente mide unos 12 cm. de longitud, de los que la mitad correspon­den a su cola y tanto machos como hembras suelen ser de un caracterís­tico color amarillo intenso, el "amarillo canario" de los pintores, si bien, los machos adultos también presentan cierta colora­ción verdo­sa con pequeñas manchas grises excepto en la cabeza y la espalda o dorso que son amarillos y las hembras se distinguen asimis­mo por el color verde, gris y amarillo de la cabeza, el dorso gris es­triado de negro y el pecho y la garganta de color amarillo verdoso. Viven en libertad en los montes, los pinares y los campos en donde siempre en pequeños grupos se alimentan de semillas, higos y otros frutos de la tierra.

El canario doméstico trinador se cría enjaulado, en cautiverio y es ave paseriforme perteneciente al género indicado de los "serinus", de la familia de los fríngilidos. El género "serinus", o sea el "cana­rio de Canarias", comprende a otras varias especies tales como la "fla­viventris" que es la de vientre amarillo y se localiza por el sur del continente africano; la "mozambicus" de plumaje amarillo con man­chas negras en las alas y la "sulphuratus", de color azulado, que vi­ven también por el Africa del Sur y Oriental. En Europa la raza holan­desa se distingue porque el canario es de mayor tamaño, alcanzando los 21 cm. con el cuerpo esbelto y a veces parcialmente cubierto de pluma rizada. La raza inglesa comprende numerosas variedades entre las que se en­cuen­tran las de Yorkshire, de Lancashire y la del moñudo de Nor­wich, que ha sido a su vez el centro principal de la canaricultura británica con mucha producción y constante demanda.

Debido a lo melo­dioso de su canto, pronto hubo de surgir la canari­cultura, y después de múltiples y pa­cien­tes selec­cio­nes a través del tiempo han ido apa­reciendo multitud de varie­dades de razas de la espe­cie originaria, lo que ha motivado diferentes estu­dios de la Confede­ración Ornitológica Mundial dedicados especial­mente al pájaro canario que concluyeron con establecer agrupa­ciones especí­ficas de las múlti­ples razas encuadra­das, distinguiéndo­las tanto por el color como por el canto, el tamaño, los dibujos simé­tricos de dorso, cuello y alas, el plumaje liso o ri­zado, etc., etc.

De entre tanta raza destacan por su canto el denominado "timbrado" y el "español" de España y los "rollers" ingleses y "molinois" france­ses, el giboso italiano "itáli­cus" y los "moñudos" de distintos países eu­ropeos.

Ya a finales del siglo XIX, como no podía ser menos, en Canarias, su país de origen, canaricultores persistentes lograron con cruces y selecciones crear nuevas razas con características propias cual el "melado" de Tenerife, pájaro de postura de pluma rizada en parte y en parte lisa, de delicioso canto.

La alimentación de estas aves se compone principalmente de semi­llas de alpiste, colza, cañamones, etc. y hojas de lechuga o de esca­rola, gustándole al animalito mucho los piñones y el azúcar, debiendo de tenerse siempre a su disposición agua para beber y para bañarse.

En términos generales, el canario mantenido solo en su jaula y bien cuidado puede vivir de dieciocho a veinte años, aunque los que se de­dican a la cría viven mucho menos. En su cautividad pueden estar solos o en grupo en pajareras especiales que se deben de limpiar con fre­cuencia para evitar los parásitos molestos. La cría puede hacerse en jaula con una sola pareja o con un macho y tres o cuatro hembras. La puesta de huevos suele comenzar a partir del mes de febrero o princi­pios de primavera y el tiempo de incubación suele ser de unos catorce o quince días, permaneciendo las crías en el nido por espacio de un mes aproximadamente. Estos pájaros realizan de dos a tres posturas al año. Los jóvenes machos se ponen en jaulas aparte y si de educarlos para el canto se trata se suele tapar con una tela o cartón la jaula pero teniendo cerca o al lado otra con un canario viejo que cante bien, que será el "maestro". Se ha comprobado que para cantar bien, el cana­rio debe de ser doméstico, atendido en sus necesidades por el hombre pues en cuanto se asilvestra pierde gran parte de su musical trino.

La canaricultura tiene mucha importancia puesto que es grande la afición a estos pájaros que siempre se han comercializado muy bien y que tan bien han dejado siempre el nombre de las islas Canarias por el ancho mundo.-