8 de noviembre de 2008

Evocando a Canarias en Benasque

por Carlos Platero Fernández.

¿UN ANCIANO POLITICO ACTUAL EN EL ANETO?
Ciertamente, una noticia enteramente falsa o tergiversada puede ser aceptada como verdadera y, de hecho lo es casi siempre por un público lector o audio-visual ignorante del tema o predispuesto a creerla. Este es el riesgo que se corre cuando el informador obra con ignorancia supina o con malicia más o menos disimulada "arrimando el ascua a su sardina"; es decir, en propio beneficie, sobre todo si de la cosa política se trata en esta nuestra España, en estos actuales tiempos de democratización más o menos total, pura y beneficiosa para las mayorías al menos, que estamos viviendo.
Un ejemplo claro de esto que estoy apuntando es la noticia facilitada por casi todos los medios de comunicación social españoles, que dice que en estas pasadas fechas el Honorable Pujol, Presidente de la Generalidad de Cataluña, anunció la inminencia de las elecciones generales de dicha Comunidad.
Hasta ahí, a mí al menos el hecho no me interesó ni poco ni mucho, que hace ya tiempo procuro "pasar" de todo tema político. Y si alguna vez "entro al trapo" en alguna conversación entre familiares o amigos lo hago con muy poco entusiasmo y ninguna fe en el sistema.
Pero sí despertó mi curiosidad el hecho de que esa nota de carácter político, esperada ya parece ser desde tiempo atrás, tanto por la mayoría de los catalanes como por diversos políticos de distintos signos y una parte del pueblo español en general, fuese emitida y divulgada precisamente desde las cercanías de Benasque, localidad oscense del Alto Aragón. Y más me llamó la atención el que se dijese que fue dada a conocer desde el mismísimo pico Aneto, el punto geodésico culminante de los Montes Malditos pirenaicos y el de mayor altitud de la Península Ibérica, el segundo de España, después del Pico Teide de Tenerife, en las islas Canarias.
Así dada, la noticia debe de ser falsa, una mentira encubierta pero políticamente interesante. Porque al Honorable, con sus setenta y pico de años a cuestas, no sobrado de salud y agilidad corporal y con taras físicas visibles, propias de la edad desde luego, es presumible que le resultaría materialmente imposible el realizar una ascensión hoy día a lo más alto del Pico de 3.404 m.; la más factible, de ser verdad, desde el Refugio de La Renclusa o el campamento de Llosás, en las que se requiere, aún en pleno verano un buen conocimiento y experiencia de montañismo y son indispensables la cuerda, los crampones y el piolet y un mínimo de cinco horas de ascensión y escalada, donde no hay instalaciones eléctricas con tele-sillas, como si existen por cierto al otro lado del Macizo, en la vertiente de Cerlés, moderna Estación Invernal de esquí.
Dicen las guías que de ello se ocupan, que el pico Aneto es de ancha cima y vertientes escarpadas, de rocas graníticas y que desde lo alto se puede divisar, si no hay nubes, un amplio panorama de dilatados horizontes, pues con la erizada cresta de las Tempestades al este y la del Medio al oeste, hace muy interesante cualquier excursión hasta allí para poder admirar los circos lacustres de desolado aspecto, las masas de rocas, de distintos glaciales y nieves sueltas, con grandes panorámicas por ambos lados del Macizo.
Pues yo sigo sin creer que no estuvo en esta ocasión el destacado político catalán en el Aneto sinó, ni tan siquiera en sus agrestes faldas de la parte noroccidental; que es preciso efectuar, para lograrlo, unas largas marchas a pie con el complemento de arduas ascensiones al ir subiendo de nivel incesantemente. Y todo ello, no precisamente en terreno leridano, catalán, sinó oscense, aragonés por el amplio, encajonado y bello Valle de Benasque que se puede recorrer en coche tan solo hasta el denominado Plan del Hospital, (plan en Aragón es "altura" o "nivel") donde hay desde hace años una zona de acampada y en las cercanías, a la derecha, según se va ascendiendo, las ruinas de dicho Hospital en la ladera de la allí boscosa montaña. Un poco más arriba se acaba la carretera asfaltada aunque hay una pista de tierra, antiguo camino de herradura que bordeando al macizo de la Maladeta sigue hasta el Plan D`Estan donde termina, con un recorrido desde Benasque de unos escasos 18 kilómetros. Desde el siguiente Plan de Besuta o Besurta hay una senda ascendente entre escarpaduras que pronto se bifurca y una parte, la de la izquierda sigue hasta el sugestivo y agreste paraje del Plan de Aiguallut; y el de la derecha con una o varias horas de caminata conduce al Refugio de La Renclusa (a 2.140 m.) que es propiedad del Centro Excursionista de Cataluña, en el Macizo de La Maladeta de 3.308 m. de altitud.
Nada; que no me creo que el Honorable Pujol estuviese hace unos días, en pleno mes de agosto, en lo alto del Aneto, de 3.404 m. de altura, como dice la nota de prensa.

EN BENASQUE
Y es que resulta que yo, como ya indico en los datos precedentes, conozco perfectamente esos hipotéticos recorridos y he hecho parte de ellos hace algún tiempo. Porque, va ahora para más de 14 años estuve allí y efectué gran parte del itinerario señalado por los medios de comunicación social. Y bien que me cansé con la excursión, aunque fue llevada a buen término.
Tenía yo entonces 53 años y pesaba mis respetables 80 kilos que para una oronda talla de 1`60 son muchos pero que entonces no fueron óbice la una y los otros para que con Margarita y acompañados de un oficioso y eficaz guía local efectuara aquella ascensión de montañismo, exactamente el día 16 de junio de 1985.
Estábamos mi esposa y yo disfrutando de unas cortas pero intensas vacaciones veraniegas y en tal ocasión habíamos elegido el hacer parte de ellas en el Pirineo Aragonés.
Ocurría que unos cuatro o cinco años antes mi buen amigo y joven compañero de tareas laborales el maestro industrial delineante y hábil heraldista, el conquense Luis Guerra Cruz, con su esposa la canaria Rosy y sus pequeñas hijas pues aún no les viniera al mundo Luis el benjamín, habían pasado unos días de vacaciones en el pueblo pirenaico de Benasque y tan bien supo pintarme luego aquellos parajes, insistiendo en lo bien que se descansaba y dormía arrullados por las aguas susurrantes del río Esera que discurrían exactamente bajo las ventanas de su habitación en el Hotel Aneto, entre otras lindezas paisajísticas, que no dudamos Margarita y yo en elegirlo a la hora de plantearnos futuras vacaciones. Y el momento fue llegado; y previa reserva telefónica de habitación en determinadas fechas allá nos fuimos en el mes de junio de 1985. En realidad, en aquella ocasión hicimos un itinerario muy interesante que luego yo me cuidé de detallar sobre el papel y de dejar constancia con fotos, postales, recortes de folletos y revistas, etc., pues hicimos uso de diversos medios de transporte desde el vehículo propio, avión, taxis, metro, autobuses urbanos, ferrocarriles, autocares, tranvías y funiculares además de lo mucho recorrido a pie y que sumaron exactamente 7.489 kms. en 20 días, con estancias o detenciones, desde Las Palmas de Gran Canaria, Gando, Prat de Llobregat, Barcelona. De Barcelona y en tren y luego en diversos autobuses por Monzón, Fraga, Barbastro y Benasque. Estando en Benasque recorrimos y visitamos Ancil o Anciles, Cerler, Ampliu, Puente de Nieve, Besaurri, El Ribagorzana, túnel de Viella, Valle de Aran, Baqueira Beret, Les, Santuario de la Virgen de Guayente, alrededores de Benasque, Baños de Benasque, Plan D`Estan, Glacial de La Maledeta, Fuentes del Garona, Laderas noroccidentales del Aneto, el Hospital de Benasque, etc. Y Barbastro, Huesca, Jaca, Canfranc, Candanchú, Antún, Sabiñánigo y, por Tardienta en tren de nuevo a Barcelona. También fuimos en autocar, ida y vuelta en el día a Andorra y en una excursión múltiple, de varios días fuimos a Gerona y estuvimos en Figueras, Rosas, Ampuria, Cadaqués, Palafrugell, Palamós, S`agaró, Playa de Aro y San Feliu de Guixols. Desde Barcelona, en tren a Tarragona y en distintos autobuses nos llegamos a Salou y Cambrill y sus playas, a Reus y por Tarragona regresamos a Barcelona otra vez en tren. De Barcelona al Prat de Llobregat y en avión y vuelo directo a Gando y de Gando a casa en el coche nuestro que nos aguardaba cubierto de polvo, como no podía ser menos.
Pues bien; en Benasque, alojados en el "Hotel Benasque" porque el frontero "Aneto" del que Luis Guerra me diera en su día razón estaba entonces cerrado por reformas, pasamos Margarita y yo unos días estupendos.
Para entendernos y diciéndolo de forma enciclopédica, Benasque es un municipio de España, provincia de Huesca, partido judicial de Boltaña y subárea comarcal de Pont de Suert, con unos 233 km2. y por la época en que nosotros lo visitamos contaba con unos mil y pico de habitantes semi concentrados. Localizado en el centro de un valle, el caserío de Benasque se concentra al pie del macizo de La Maladeta. Es centro turístico termal y montañero disponiendo de más de 300 plazas hoteleras. Y desde el año de 1970 había sido el Valle considerado oficialmente como Paraje Pintoresco.
Su iglesia parroquial, dedicada a Santa María, aunque el patrón de la villa es San Marcial de Limoges, también peregrino jacobeo, parcialmente reconstruida en la actualidad, es de traza románica, posiblemente del siglo XIII, de una nave con bóveda de cañón y remodelaciones del siglo XVIII en la cabecera. La arquitectura local civil de este pueblo pirenaico del Alto Aragón se clasifica como típica montañesa contándose con algunas casas fortificadas cuales la renacentista propiedad de los condes de Ribagorza de la Calle Mayor que da a la plaza principal y las solariegas de los Inllada y Faure con la tipo fortaleza de atractivo aire medieval de los Just.
Benasque, según los filólogos es un topónimo patronímico árabe, con referencia a una variación del nombre de pila "Ascanio" u "Oscar", que deriva del griego o asiático, de etimología y origen inciertos. "Ascanio", del latín "Ascanius", procedente del griego.No se trata, sin embargo de un nombre de origen griego, repito, sinó microasiático y, según los más sesudos filólogos, se opone aún a toda tentativa de interpretación, teniendo en cuenta que hay nombres con el elemento formativo "asca-" en Frigia, Pisidia y Lidia. Ascanio, personaje de la "Eneida", es el hijo de Eneas y con su sobrenombre de Iulius, Julio, fue legendario fundador de la "gens Iulia" de Roma. Por otra parte, es interesante el indicar que Asacanio también es apellido de origen navarro, que ya en el siglo XVI pasó a Canarias y luego a América.
Según los estudiosos este valle de Benasque debió de ser ya habitado por los hombres de las cavernas. Luego fueron las tribus celtíberas de los ilerguetes o "ilergetai" que habitaron desde los Pirineos hasta el río Ebro y desde él Segre hasta el Cinca, los que de alguna forma poblaron la comarca y erigieron una ciudadela que llamaron Vescelia, sobre cuyas ruinas surgió con el tiempo la actual villa de Benasque ocupada inicialmente por los romanos que con el paso de los siglos latinizaron el país, hicieron vías y puentes de comunicación y explotaron algunas minas de plata y hierro y fueron quienes erigieron los primitivos Baños de Benasque, abrieron el Portillo de la Villa y otros pasos fronterizos por donde estuvieron acaso entrada para los godos, los francos y aún, en cierta medida los invasores árabes; aunque éstos, en sus impetuosos avances de sur a norte de la Península Ibérica quedaron detenidos antes de llegar a la cuenca del río Esera.
En tiempos de La Reconquista, por algún tiempo la comarca fue feudo del imperio de Carlomagno, perteneciente al condado de Tortosa, aunque, ya por lo siglos X y XI lo fueron del Condado aragonés de Ribagorza y, más adelante, el territorio anexionado al poderoso reino de Navarra hasta que, a partir del de Ramiro I (1010 - 1063) pasó definitivamente a ser territorio aragonés. Benasque, desde los primeros tiempos jacobeos fue una ruta más pirenáica de peregrinos a Santiago de Galicia. Por su privilegiada y al mismo tiempo aislada situación geográfica, ya desde aquellos tiempos feudales la comarca disfrutó de fueros y privilegios y franquicias diversos, gozado de gran libertad administrativa y económica dentro de los fueros de Aragón, aunque, a partir del siglo XIX hubo de acoplarse a las normas centralizadoras del estado español.
Una vez nosotros en la localidad y para poder reconocer la comarca lo mejor posible y siguiendo las indicaciones de la atenta joven señora administradora del indicado alojamiento, optamos por requerir los servicios de un taxi de la localidad, creo que uno de los muy escasos si no el único entonces en el pueblo que resultó ser un bastante destartalado Seat 1400 un tanto traqueteante; pero su conductor, un aragonés jovial y atento nos resultó un guía excepcional, con el que trabamos pronto cordial amistad al poco rato de conocerlo.
El nombre de aquel benasqués creo que era Ramiro o algo parecido pero si sé que se apellidaba Barrabes o Barrabés, aparentaba tener entre treinta y cuarenta años, con dentadura superior postiza que cuando se entusiasmaba con algo se le movía de manera ostensible; nativo de la comarca, "maño" hasta la médula, por lo que parecía que no le hacían mucha gracia sus vecinos y paisanos leridanos, muy español y orgulloso de serlo cuando se presentaba la ocasión de demostrarlo de alguna forma. El fue el que nos impuso algo acerca del folclore local, de las antiguas danzas, del típico y llamativo "ball" o baile de verdadera raíz ancestral solo de hombres, de las danzas alrededor de las hogueras en las fiestas de San Juan y San Pedro y de la costumbre de regar con el mejor vino de la cosecha anterior los ardientes leños del lar en las Navidades; de la lengua vernácula del país, perpetuada sobre todo en topónimos por toda la comarca, etc.

CERLER, EL VALLE DE ARAN, ANCILES...
No recuerdo cifras pero sí se que nos resultaron muy económicas las tarifas que ajustamos por sus servicios con aquel providencial taxista-guía. Y tuvo muchos detalles y atenciones con nosotros en tanto nos acompañó con su taxi y haciendo de excepcional cicerone en las distintas rutas o excursiones efectuadas. Me quedó muy grabado en el recuerdo el detalle aquel de cuando, yendo camino de Cerler y teniendo allá abajo la vista panorámica excepcional de la villa benasquesa circundada en gran parte como por una semi circunferencia de frondosos chopos y hayas y en el otro extremo por la línea rotunda del río Esera, al saber que nosotros procedíamos de Canarias, el buen hombre se entusiasmó hasta el extremo de en un momento determinado llegar a emocionarse al hacer un canto especial a la composición musical favorita suya, que resultó ser el popular pasodoble "Islas Canarias", que le gustaba sobremanera oír desde sus años mozos, desde su época del cuartel, en los bailes y en las fiestas de los pueblos comarcanos y cuyos briosos compases conocía de memoria y tarareaba con frecuencia. Y en aquella ocasión rodando el coche por el camino ascendente a Cerler, ante nuestro disimulado temor de que pudiese despistarse en la maniobra de conducir, en un momento determinado frenó y con el rostro resplandeciente se volvió hacia nosotros que viajábamos en el asiento corrido posterior y ante nuestra sorpresa interpretó un espontáneo remedo de un solo de trompeta, el puño adecuadamente cerrado aplicado a los labios emitiendo con bastante afinamiento unas notas, un trozo del susodicho popular pasodoble canario. Y, emocionado, aquel buen hombre aún nos dijo que se le ponía realmente la carne de gallina al oír la interpretación de la pieza musical del catalán maestro Tarridas, ya fuera en la radio, por la televisión o en cualquier plaza o salón de baile de pueblo por aquellas tierras del Alto Aragón. Todo un "fan" de las Islas Canarias que, por cierto, lamentaba no conocer personalmente todavía.
Además de aquella primera excursión en coche a Cerler, nos llevó el taxista a la cercana aldea de Anciles, a la que luego habríamos Margarita y yo de volver en placentero paseo entre hayas, pinos, helechos y profusos matorrales bajos, caminata en la que en su transcurso nos tropezamos con una culebra de casi dos metros de largo que alguien acabara de matar a pedradas instantes antes. En Anciles y alrededor de su pequeña iglesia de típica traza pirenáica montañesa pude yo observar en aquellas viviendas todas de piedra y cubiertas de pizarra, admirar a placer y aún copiar en algunos bastante mal trazados bocetos que más adelante habrían de servirme para mi libro "Los Apellidos en Canarias", unos cuantos escudos heráldicos cuáles los correspondientes a Barrau y Surpian, de los que figuraban en piedras cimeras sobre el dintel de entrada a algunas viviendas y otras estancias que hacían actual servicio de cuadras para el ganado vacuno y ovino que por allí parecía abundar y que eran iguales o muy parecidos a los que figuraban en algunas fachadas de las viejas casas de recios muros que daban a la plaza principal, junto al ayuntamiento y la iglesia parroquial de Benasque.
Pues aquel atento taxista, insisto en que por unas tarifas ciertamente económicas, nos llevó a una agradable excursión de un día completo a tierras leridanas, a través del largo túnel de Viella en cuyo interior se filtraban constantes frías aguas que en algunos sitios anegaban la calzada y que al final, en una desviación también conducía a un hotel y un parador de Turismo, al atrayente Valle de Arán. Primeramente fuimos desde la localidad central comarcal de Viella por pueblecitos típicos como Uña o Tredós hasta la lujosa Estación Invernal, cerrada a la sazón, naturalmente, de Baqueira Beret y luego, de regreso, bordeando la vertiente oriental de los Montes Malditos, siguiendo el cada vez más caudaloso cauce del río Garona pasando por Les y llegando hasta, creo que Bausén, ya en la zona fronteriza con Francia, donde dimos la vuelta para detenernos y bajo la sombra de centenarios árboles comer unos fiambres, embutidos y pan y queso regados con vino con que nos obsequió el bueno de Barrabés, el mejor guía, taxista y compañero de excursión que por los Pirineos aragoneses nos hubiésemos topado.
Y fue allí, en aquel paraje boscoso junto a la carretera y teniendo el río Garona deslizándose delante de nosotros y al amparo de una ladera montuosa donde se abrían algunos manantiales de cristalinas y refrescantes aguas, que surgió la idea de efectuar la próxima excursión desde Benasque hasta las mismísimas fuentes de la izquierda del río Garona, que según Barrabés tenían su origen a menos de un kilómetro de las del río Esera.
¿Nos atreveríamos nosotros, pareja de sedentarios cincuentones a efectuar una marcha a pie con alguna posible ascensión pronunciada dentro del programa hasta alcanzar las faldas del mítico pico Aneto?, me pregunté yo, dudando si aceptar la oferta o no. Desde luego se nos garantizaba ya que era seguro que nos iba a impresionar el majestuoso paisaje comprendido entre aquellos Montes Malditos al pie de la cima de los Pirineos.
A Margarita pareció agradarle la idea, así es que aceptamos, siempre y cuando él nos acompañase desde donde dijo que deberíamos de abandonar el coche para proseguir caminando, lo que ya se daba por sentado, claro. Y ya en el camino de regreso, pasando por Los Paules y otros pueblecitos agricultores y ganaderos de alta montaña en los que sus habitantes se afanaban en las tareas del campo propias de la temporada veraniega, cruzándonos con rebaños de ganado, iba yo algo expectante pensando en como íbamos a responder en aquella otra marcha, aquella larga caminata que sería de varias horas entre ida y vuelta, muy diferente a las que en mis años mozos solía yo emprender, tanto en mi tierra gallega como por las volcánicas montañas canarias, parte de las que ya dejé reflejadas en aquel librito "Mis exploraciones canarias", publicado en 1970, edición agotada años ha pero que aún es hoy el día en que se me solicitan ejemplares de cuando en cuando desde alguna librería.

LA VIRGEN DE GUAYENTE
Antes de acometer la que se prometía interesante excursión a los mismos pies del pico Aneto en el macizo pirenaico de los Montes Malditos ocurrió el inesperado acontecimiento de "descubrir" a Nuestra Señora la Virgen de Guayente, sagrada imagen de la que no me recato ahora en decir que quedé fascinado, platónicamente enamorado, desde el mismo momento en que por primera vez la pude contemplar.
Sucedió que, al regreso de aquella estupenda y plácida gira por las hermosas tierras aranesas, en plena tarde veraniega, nuestro taxista nos obsequió con lo que yo dije luego que fue como el poner la ginda al pastel.
Una vez cruzado de este a oeste el río Esera, a la altura del pueblo y municipio de Sahun nos preguntó si sabíamos nosotros algo sobre una Virgen por aquellos contornos muy venerada, conocida como de Guayente; y al ser necesariamente negativa nuestra respuesta, en tanto que continuaba conduciendo con su habitual regularidad y destreza por más que tuviese la costumbre de volver de cuando en cuando la cabeza y la mirada hacia nosotros para comprobar posiblemente satisfecho nuestra atención a su relato, nos fue informando a su manera de que, en tiempos muy antiguos, unos caballeros que una noche veraniega pasaban por aquellos contornos oyeron asombrados unos cánticos y músicas como celestiales que, después de indagar presurosos comprobaron que salían de entre unas masas rocosas que había en lo alto, algo alejadas del camino, al otro lado del río, al que vadearon y tras lo cual pudieron observar un resplandor que brotaba como de entre las piedras y, suspensos, admirados del prodigio, en una oquedad de las mismas que daba acceso a una pequeña gruta encontraron una imagen de la Virgen, al lado de una fuentecilla de rumorosas, cristalinas y en aquellos momentos musicales aguas. Aquellas gentes, ante la milagrosa aparición a la que allí mismo veneraron por un rato de rodillas, terminaron llevando el sagrado hallazgo al próximo pueblecito de Sahun para que se le rindiese culto; pero, misteriosa y asombrosamente la imagen desapareció y al buscarla con afán se la encontró otra vez en la pequeña gruta de la fuentecita de musicales aguas. Y como quiera que dos veces más ocurriera lo mismo, los lugareños levantaron allí mismo una ermita y un santuario. El santuario, hoy muy transformado, se dedica a fines cívico sociales y la ermita que por cierto, se dice que fue erigida en cuestión de días por unos seres que debieron de ser ángeles y que desaparecieron luego sin dejar otra huella, todavía subsiste, bastante ruinosa pero a la que continúan acudiendo los habitantes de los contornos con gran devoción, sobre todo en el día de su fiesta que se celebra un muy animada y concurrida romería.
Diré aquí como inciso que, algún tiempo después de aquellas jornadas veraniego-pirenáicas, leyendo yo la obra del autor local Santiago Broto Aparicio pude saber que, según la leyenda, acaeció el suceso de la aparición a finales del siglo XIII, como así lo dejó reflejado en un rancio manuscrito el caballero Pedro Azcón y Abarca que firmó exactamente en el año de 1292 y que se conserva; y en el que, además se dice que el hecho lo protagonizó un antepasado suyo, Hernando de Azcón que tuvo su casa solariega en el cercano pueblecito de Liri y que fue el que mandó erigir a sus expensas la ermita que todavía subsiste.
Verdaderamente interesados, Margarita y yo seguimos al taxista que, antes de llegar al pueblecito de Eriste dejó al Seat junto a una arcaica fuente de labradas y musgosas piedras y una especie de ornacina vacía asimismo cubierta de musgo. Y tras unos minutos de ascensión pedestre entre frondosos árboles, hayas y castaños me parecieron, llegamos a un mirador de piedra de amplia panorámica del valle; junto a un edificio que parecía antiguo pero muy reformado, que se formaba en derredor de un amplio patio de piso empedrado y enarenado en parte y en uno de cuyos laterales se alzaba una vieja ermita que, aparentemente al menos, en su exterior no parecía merecer mayor atención. Su única puerta de acceso, de carcomidas maderas y desvencijados goznes, estaba malamente cerrada con tan solo unos trozos de ferrujiento alambre retorcido, que al soltarlo nos permitió la entrada. Por lo que al principio pudimos percibir, el interior de la ermita era tan sin interés como su exterior...
Pero, de repente, nuestras miradas captaron con sorpresa y creciente admiración la imagen de la titular y patrona del lugar. ¡Teníamos ante nosotros una magnífica y característica talla románica!
Era una talla de madera, policromada, de cuarenta a cincuenta centímetros de altura que representaba a una bella virgen juvenil, sedente y coronada que tenía en la mano derecha una especie de cetro, sosteniendo en la rodilla izquierda al Niño Jesús su hijo, también coronado y vestido con una túnica consular, que nos bendecía con la mano derecha levantada y sujetaba con la izquierda sobre su rodilla un libro en cuya contraportada aparecía insculpida una cruz gótica. Su policromía, bien extendida es indudablemente moderna y reciente, de colores un tanto chillones y adocenados. Aquel bello y para nosotros sorprendente conjunto escultórico de indudable traza románica estaba colocado sobre una especie de rinconera o repisa sin más adornos, sujeciones o ataduras. Me atreví a rozar con mis pecadores dedos al Niño y a la Madre, acariciarles el rostro, las manos, los pliegues de sus vestiduras...Y es que sentí interior emoción al hacerlo, igual que cuando rocé las manos y el rostro azabachinos de aquella Virgen negra que se venera en el santuario de lo más alto de la Peña de Francia en Salamanca. Vírgenes románicas, vírgenes Negras, Diosas-madres celtas de mi tierra gallega...
Yo, desde aquel excepcional instante me quedé completamente enamorado, platónica y metafóricamente hablando de tan hermosa escultura religiosa, que muy bien puede ser de los siglos XII o XIII o, al menos, una muy fiel copia. Talla y motivo, por lo demás bastante abundante y con muy distintas advocaciones, no solamente por el norte de Aragón y de Cataluña sinó aún presente, como acabo de recordar, en numerosas ermitas y parroquias rurales castellanas, figurando asimismo en museos diocesanos y provinciales de Bellas Artes y, desde luego en tiendas de anticuarios y aún en diferentes domicilios particulares y que se han ido adquiriendo en subastas públicas diversas. Lamentablemente, por más que alguna vez lo haya intentado, no me ha sido dable el disponer de alguna posible reproducción suya, aunque conservo como oro en paño una fidedigna postal a todo color. Hasta hace poco al menos, pues últimamente las modas de los nombres propios masculinos y femeninos en España van por otras direcciones, el nombre de Guayente fue muy común y corriente en todo el Alto Aragón.
En fin, que la imagen sugestiva y atrayente de la Virgen de Guayente me ha cautivado posiblemente tanto como en su día lo hizo la estatuilla de fundición de calamina pero de estudiado aspecto broncíneo, la diosa de la Astronomía Urania, que en cierto viaje adquirí en Francia y desde hace muchos años preside la sala-recibidor de mi casa canaria, desde lo alto de un mueble-librería.

ASCENSION AL PLAN D`ESTAN
Margarita y yo nos levantamos temprano en el día señalado para la excursión al Aneto; bueno, a sus faldas, claro está. Y casi al acabar de desayunar en el mismo hotel ya estaba el señor Barrabés ante la entrada del establecimiento, siempre sonriente, jovial y dicharachero que, no solamente nos iba a trasladar en el taxi hasta donde hubiese carretera sinó que, como nos prometió, nos acompañaría en la expedición pedestre explicándonos siempre con sano orgullo y entusiasmo de nativo amante de su terruño y, como en el día anterior, cuando estuviésemos allá en lo más alto nos iba a obsequiar con un tentempié de pan, chorizo y vino en abundancia y que allí íbamos a engullir y tomar complacidos, tal como luego quedó constancia de ello para la posteridad con algunas de las fotos que hicimos y que se conservan.
Salimos pues de Benasque temprano, en un día veraniego que presagiaba calor aunque de momento un compacto conglomerado de densas nubes que barruntaban tormenta coronaba las crestas de las montañas que nos rodeaban; luego, la tal presagiada tormenta no se dejó caer por todo el día. Pero sí, ciertamente durante la siguiente noche en que hubo unos momentos en que realmente las paredes de nuestra habitación en el hotel parecían vibrar a causa del casi continuo estampido de rotundos truenos, más estruendosos si cabe al desatarse el fenómeno atmosférico mismo sobre el encajonado Valle de Benasque cuyas montañas circundantes, según pude observar fascinado a través de los cristales de una de las ventanas de la habitación, se iluminaban con los sucesivos fogonazos lívidos de los rayos que eran de inmediato seguidos por el crepitar de las chispas eléctricas y el retumbar de los truenos y todo ello en medio de una intensa lluvia que por algunos momentos se degeneró en sorpresiva y repiqueteante granizada, ¡pero que granizada!, que pronto originó a su vez chorros y más chorros rugientes de agua, convertidos en repentinos riachuelos que a no tardar hincharon el cauce del río Esera y encharcaron patios, calles, calzadas y caminos de todo el pueblo. Todo ello en una noche veraniega, en pleno mes de junio.
No obstante, como antes indiqué, el día de la excursión a los Planes de las alturas y planicies de distintos y sucesivos niveles, no asomó el sol, debido a lo encapotado de las nubes, lo que nos beneficiaba aunque así ocultara el puro azul del cielo, pero tampoco llovió; aunque si que hubo, ahora recuerdo, allá arriba, como un amago de lluvia fina.
Llamaron mi atención unas ruinas en un montículo a la derecha, nada más salir del caserío de Benasque por la carretera comarcal que va a remontar la parte alta del valle del río Esera y junto a la que desde allí conduce a Cerler en continua ascensión y es periódicamente recorrida en alguna de las etapas de la Vuelta Ciclista a España, que yo aprovecho a través de la televisión pra recrearme una vez más en tan atractivos parajes. Aquellas ruinas eran un histórico monumento ya olvidado de casi todo el vecindario actual, que pertenecieron a una fortificación o castillo que allí hubo como defensa del acceso al valle río arriba o de el caserío, río abajo y que fue desmantelado a mediados del siglo XIX, existiendo algunas leyendas locales sobre él.
Siguiendo de forma casi continua el cauce cada vez más estrecho pero ya caudaloso del Esera que allí describe una amplia curva que es la que separa la cadena del macizo de los Montes Malditos y aún cruzándolo en dos o tres ocasiones, en el que bien se percibían o adivinaban las saltarinas truchas y los ágiles pero pausados barbos, ya en el puente de Cuera o de Cubero como nos dijo el taxista, después de dejar atrás el Plan de Senarta, el Plan de Baños de Benasque y en el Valle de Literola (topónimos que yo iba apuntando de forma apresurada en mi "bloc de campo") en demanda de un ramal de la carretera sin asfaltar ni entonces terminada y que se proyectaba llegar a través de un gran túnel por debajo de el paso fronterizo pirenaico conocido como El Portillón de Benasque hasta la localidad francesa de Luchón, cruzamos una vez más el río y pasamos por el Hospital de Benasque que, a sus 1.759 metros de altitud es un antiguo refugio y posada de viajeros pero que cuando lo contemplamos entre frondas arbóreas, estaba en ruinas. Y dejando a uno y otro lado de la ruta algunos para nosotros semi escondidos "ibones", pequeños lagos de transparentes aguas, llegamos por fin al Plan D`Estan o de Estanys, planicie en la que se terminaba la carretra comarcal, después de haber rebasado bien el lugar indicado para aparcamiento de vehículos, dejando aparcado allí el viejo 1400.
El terreno, en pequeños repechos que se iban escalonando, era pedregoso, la exuberante vegetación de redodendros, brezos y arandanos, entre rojizos conchales según puntual indicación del guía, propia de aquellas alturas y el agua que discurría entre rocas, saltando era fría, estaba como helada pero muy agradable al beber algún sorbo de ella. Naturalmente, animosos y todavía frescos continuamos de inmediato la ascensión, a pie. En aquellos terrenos rocosos y pedregosos, erosionados de manera continua y tenaz por las aguas provenientes de ventisqueros y glaciales y convertidos entonces en algunas partes en ocasionales arenales, cuando no con verdes praderas y siempre ascendiendo más y más, hubo momentos en que yo empujé como pude a Margarita que iba delante para poder así ascender unos metros más y el maño Barrabés me empujó a mí. Como en previsión llevábamos el calzado más apropiado que pudimos conseguir y nos abrigábamos con los anoraks que vestíamos, ni sufrieron mucho nuestros pies y toleramos muy bien el frescor que imperaba en aquellas alturas y ventisqueros. El paisaje era grandioso y sobrecogedor, caminando nosotros siempre en ascensión, pasando casi sin darnos cuenta de unos a otros niveles o planes, de unas a otras cotas, cuesta arriba por las barranqueras y luego siguiendo tortuosos pero nítidos caminos de herradura por los sucesivos llanos enclavados entre las altas montañas que a veces parecían descender desde la misma bóveda de grisáceas y persistentes nubes que se movían y renovaban al compás de los altos vientos y precipitarse sobre nosotros y otras como si momentáneamente se alejasen, abriesen camino en herbosas esplanadas y llanuras, pequeños prados, pinadas, mnantiales y arroyos para un mejor disfrute de la aventura en que estábamos metidos. Los Puertos de La Picada, Tuca y Coll de Bargas, según referencia toponímica del guía, por un lado y el en todo momento impresionante macizo del Pico de la Renclusa por otro, dejando a nuestra izquierda los pequeños lagos de Villamorta y ya caminando más en llano por el sendero que nos conducía, tras dejar a un lado las ruinas de una cabaña o refugio, al Forau de Aiguallut o del Toro, nuestro ya cercano destino, bordeando una vertiente y tomando luego, por la parte opuesta del paraje la senda menos transitada por el llamado Turo o Toro de la Pleta Renchura, versión de Barrabés, que nos condujo por un collado que bajaba en declive al impresionante llano en medio de las altas montañas circundantes y quedando a un lado otras ruinas, posiblemente de otra antaño cabaña o refugio de montañeros.
No tuvimos la suerte de alcanzar a ver alguna cabra pirenaica, la famosa "ibice" de los crucigramas, o quizás algún jabalí en aquel monte medio ni tan siguiera a los ágiles y por naturaleza huidizos rebecos que los nativos llaman "sarrios", ni conejos, liebres, ardillas o marmotas de los que por allí suele haber; ni, mucho menos, algún oso o lobo que dicen los lugareños que se han visto en ocasiones, tanto en lo más crudo del invierno como en época del cálido verano. Tampoco echamos la vista encima a alguna de las aves de presa y carroñeras que anidan en lo alto de los riscos, la perdiz nival propia de la alta montaña ni el urogallo que estaría lanzando acaso su característico canto amoroso en lo más profundo de los bosques de pino negro, pino silvestre o pino abeto. Pero si creo recordar que si pudimos observar el pausado o raudo vuelo de algunas palomas torcaces o zuritas, tórtolas y pequeños arrendajos.
Y después de unas buenas tres horas de marcha ininterrumpida por aquellas impresionantes alturas que se alternaban con algunas llanadas en las que ya la vegetación era más escasa llegamos al famoso e impresionante Forau que es un enorme pozo o sima por la que en una profundidad de más de cuarenta metros se introducen y desploman en estruendosa y rugiente cascada las aguas de la llamada Cuenca de los Barrancos, procedentes de los glaciales del Pico Aneto y del Pico de la Escaleta. Más allá, al final de lo que es la amplia explanada del Plan de Aiguallut se podía apreciar una cascada en forma de cola de caballo y sobre el torrente, en la distancia también lo que por lo visto era una afamada cueva en la que se conservaba la nieve todo el año. El taxista-guía, que parecía conocer perfectamente todo aquello, nos indicó que en lo alto del Aneto que estaba a nuestra derecha impresionante y omnipotente, por los años cincuenta del presente siglo se colocó una gran cruz de aluminio que es bien visible en días de cielo raso, sin nubes y sin brumas o nieblas y que pocos años después unos montañeros aragoneses agregaron a su vera una efigie de la Virgen del Pilar. Y observamos que para ilustrarnos lo mejor posible con nombres y datos, se ayudaba de un pequeño mapa o guía cartográfica de La Maladeta y el Aneto. El nos hizo prestar especial atención a aquel fenómeno geológico de que a una muy escasa distancia estuviesen las respectivas fuentes, el nacimiento de ríos como el Garona que después del Valle de Aran pasaba a ser francés y tras un largo recorrido desaguaba en pleno Océano Atlántico en tanto que el Esera lo hacía por tierras españolas como feudatario del Cinca y éste del Ebro que vertía sus caudalosas aguas en el lado opuesto al otro, por el Mar Mediterráneo.
Por lo visto había otra sima parecida, próxima a La Renclusa que se tragaba las aguas producidas por el deshielo de los glaciales de La Maladeta, de los Montes Malditos. Al preguntarle a Barrabés por que se les llamba así a aquellos macizos montañosos nos contó que, según tenía entendido y contaban los viejos del lugar aquel nombre quería decir "la montaña más alta" y que por muchos siglos, cientos y cientos de años fue una montaña inaccesible, misteriosa y ... maldita; porque, según viejas pero no olvidadas leyendas locales, en donde hoy hay solo hielo y peladas rocas, en lo antiguo fue un delicioso paraje de extensos prados de lozana hierba y regados por arroyuelos de frescas aguas en donde abundaban los pastos para los rebaños de caballos, vacas, cabras y ovejas cuidadas por grupos de pastores. Hasta que, en cierta ocasión pasó por allí un supuesto mendigo cansado, desfallecido de hambre y que al contemplar seres humanos pidió ayuda por caridad, ayuda que no le prestaron los nativos y entonces, el forastero, que unos dicen era el mismo Jesucristo cuando anduvo por el mundo y otros un mago poderoso, maldijo a personas, animales y montes y ríos quedando unos convertidos en piedra y otros en heleros, transformándose el paraje en inhóspito, agreste y desnudo de vegetación.
Después de escuchar aquellas y otras leyendas y tras admirar una y otra vez el paraje, sobre todo el Forau o gigantesco agujero en la tierra que tragaba las aguas circundantes, descansar un rato de la caminata anterior y reponer fuerzas con el tentempié previsto por el taxista con repetidos tientos míos y de él a la bota del vino que se iba enflaqueciendo reiniciamos la marcha, ahora para en el regreso desandar el camino que, como casi siempre ocurre en estos casos, a mí me pareció más corto que el de la ida. Y realmente cansados pero contentos de la excursión realizada, que si me lo hubiesen dicho días atrás me parecería imposible de que un cincuentón grueso y pesado como yo la llevase a cabo, siendo ya el atardecer nos acogimos Margarita y yo al merecido descanso del hotel, en donde, por cierto, comimos algunas especialidades gastronómicas del país, entre las que destacan, aunque nosotros no las pudiesemos catar en aquella ocasión, las truchas, la cecina, el cordero y las migas de pan con mantequilla y jamón, se nos dijo. Para rematar esta información de la cocina benasquesa, indicar que allí como postres no se puede dejar de citar a las mantecadas y el jarabe de frambuesas así como el muy típico hecho con uvas y almendras, el "respubullón" le llamó uno de nuestros amables informantes, una señora que atendía o regentaba un pequeño comercio dedicado a cosas turísticas, a la entrada del caserío.
Y así fue en definitiva como ocurrió hace unos catorce años y pico, nuestra increíble ascensión a las mismas faldas del alto Aneto en el Pirineo aragonés.

EL HOMBRE DE BENASQUE
Cuando dimos fin a nuestra estancia en Benasque, sabiendo que deberíamos de rematar las vacaciones en Barcelona, regresamos en autobús por Creus y Barbastro, localidad ésta en la que pasamos unas horas de fuerte calor en tanto esperábamos nuestro enlace, el autobus de línea a Huesca, capital del Alto Aragón, donde nos detuvimos dos o tres días y uno de los cuales aprovechamos para tomar un estupendo y moderno tren electrificado que por Sabiñánigo y Jaca nos condujo a Canfranc. Alquilamos allí un taxi a una señora que resultó ser la conductora del mismo y que nos llevó a conocer las pistas de la Estación Invernal de Candanchú, un cuartel de la Guardia Civil de Alta Montaña y llegarnos hasta el túnel fronterizo que entonces estaba en obras y éstas interrumpidas indefinidamente.
En Canfranc recorrimos detenidamente la que fue gran estación de Ferrocarril y entonces estaba completamente abandonada, casi en ruínas. Y que a mí, en mi fogosa y siempre despierta imaginación, me pareció ideal para rodar en ella una película de esas de intrigas, de espías, de policías y contrabandistas y que se yo. Y en Canfranc, la parte más norteña de España vimos un coche con matrícula de Gran Canaria, hablamos con un guardia civil que era de la Vega de San Mateo o algo así y, después de comer en una cafetería, a la hora del café yo ví por primera y única vez un episodio de la famosa serie de televisión americana "Falcón Cress".
Pero aun hay algo más con respecto a aquellas vacaciones, parte de las cuales fueron disfrutadas en el pueblo de Benasque.
Porque, fue tanta la admiración que sentí por ese pueblo pirenaico que no solamente me ha agradado desde entonces y sobremanera el hacer merecida propaganda o canto de sus excelencias paisajísticas, de la amabilidad de sus gentes, de lo apacible que allí puede discurrir la vida y cada vez que tengo ocasión, sinó que cuando en la televisión, la radio o la prensa se cita o aparece este pueblo, este pequeño y compacto ayuntamiento pirenaico, presto especial atención a todo cuanto sobre él se diga, se comente, se visione o se escriba. Y entre mis libros tengo alguno específico de la comarca.
Cuando hace algún tiempo anduve recogiendo material para mi libro "Los apellidos en Canarias" publicado en 1992, hice especial incapié en documentarme lo mejor posible sobre una serie de apellidos originarios de Benasque y que todavía por allí se encuentran, iniciando la confección de uno o varios artículos específicos sobre su heráldica y genealogía. Y de hecho algo escribí conjuntamente con un joven natural de Huesca que estaba haciendo el servicio militar en la Base Aérea de Gando. Nunca llegué a saber si se publicaron aquellos trabajos en algún periódico de Aragón.
Lo que si es cierto es que, además de seguir una costumbre familiar, ya de regreso en casa confeccioné un álbum especial sobre aquellas nuestras Vacaciones 85 y que se conserva; con lo que mis recuerdos en este tema son siempre a su vista más refrescados o renovados.
Y, además, en aquellas fechas, influenciado por el apacible y a la vez sugerente ambiente benasqués, por unas vagas noticias recogidas "in situ" que atañían y envolvían en distintos y confusos sucesos a un médico, a un guardia civil, unos hermanos panadero y carnicero respectivamente o a un extraño personaje bohemio local, concebí la idea de escribir algo, un libro de viajes, una novela, un relato o un cuento a titular, eso sí, "El hombre de Benasque", que muy bien podría ser como una especie de historia novelada, del género policíaco al uso, cuya idea en embrión dejé ya abocetada en su día, en la que entraban acaso contrabandos, pero no de tabaco o sedas que se estuvieron psando por el Postillón de la Villa en el pasado sinó de drogas y desde luego en las que tuviese que ver gran cantidad de dinero negro que se deseaba blanquear, al tenor siguiente:
El protagonista del suceso a novelar o relatar es amigo de un escritor de temas históricos municipales. (Yo, por ejemplo, que estoy trabajando sobre anécdotas históricas de Pajares de los Oteros ¿?)
¿Un tesoro en billetes (y acaso algunas importantes monedas antiguas) que pueden ser libras esterlinas muy bien falsificadas y también grandes cantidades de francos o quizás dólares, pero de los en circulación cuando la segunda guerra mundial, que alguien trajera de Francia al Hospital de Benasque. También puede aparecer un alijo de droga importante, que se intentó pasar de un país a otro. Cocaína, hachis, grifa, etc. Y entre los restos del cadáver que el protagonista encuentra en las dependencias de jardinería del hotel Benasque, o en algún disimulado lugar junto al río en el camino de Anciles hay una nota referente al Hospital que ahora está en ruinas y que es la que da la pista para aclarar el tenebroso o intrigante asunto.
A raíz de aquellas fechas estuve reuniendo diverso material que me pudiese servir, parte del cual está archivado en una abultada carpeta de solapas tamaño folio, signada con el número 57 correspondiente a las más de 150 que tengo almacenadas con esbozos, apuntes, notas, fotografías, dibujos o bocetos de posibles escenas, fotocopias, páginas revisteriles o periodísticas y aún diferentes libros que he ido adquiriendo y juntando para algún día, (¿cuándo?) acometer en serio el trabajo sobre el tema ideado ya.
Otra forma que en algún momento he ideado para efectuar y desarrollar el tema novelesco puede ser el siguiente:
Yo relato en primera persona que estando paseando por los jardines y prados adyacentes del hotel Benasque, aunque muy bien puedo estar alojado en el frontero Hotel Aneto, al pasar junto a una especie de tanqueta de agua o pequeña piscina algo elevada, vacía de agua a la sazón, veo salir de su parte baja o asotanada, de una especie de cobertizo en que se almacenan troncos de leña para el invierno y carretillas de mano, útiles del jardinero, mangueras de plástico o goma, etc. todo almacenado en heterogéneo desorden, a un perro de esos de raza indefinida pero de mandíbula poderosa que lleva entre los dientes sujeto algo que hace que concentre en ello mi hasta entonces divagadora y distraída mirada.
Aquel perro sucio y gruñón lleva en la boca lo que parece o un brazo de una enorme muñeca,... o de un ser humano, mano y brazo sanguinolentos. Sin creer del todo en lo que veo, espanto al animal, amenazándolo con un palo que recojo a mis pies. El perro gruñe amenazador pero no quiere dejar su presa y yo le atizo con energía un estacazo que le hace aullar, dejando el despojo y gruñendo y ladrando hasta que por fin se da por vencido y se aleja, siempre gruñendo, orejas y rabo erizados.
Lo que el perro llevaba es efectivamente un brazo desgarrado a cuya mano le faltan las puntas de los dedos, pero como si hubieran sido cercenados limpiamente con un instrumento apropiado cortante.
Si sé enlazar la posible aparición de un gran montón de billetes de dinero que puede ser falsificado o auténtico, ya fuera de circulación o de curso legal todavía, con el despojo humano que el perro ha encontrado en aquella especie de semi sótanos alrededor de la piscina, ya puede empezar el argumento de la novela a titular, por ejemplo "El hombre de Benasque"
De libros para consulta e ilustración de este tema, tengo: "El Valle de Benasque" y "El Pirineo Aragonés" ambos de Santiago Broto Aparicio que es nativo de la comarca, editados por Everest; "Pirineo Aragonés. Maladeta y Aneto", de Editorial Alpina (con un mapa); "Aragón en el pasado" de José María Lacarra; "El enigma de las Vírgenes negras" de Jacques Huynen; mapa de la provincia de Lérida; fotocopia de "El día que Canfranc cumplió 60 años" en un reportaje de Juan Antonio Pruneda, me parece que en "Muy Interesante"; "Los apellidos oriundos benasqueses y los radicados en los Valles de Benasque en el año 1985", artículo mío, inédito; "Huesca y su Pirineo", mapa-guía; fotocopia de las voces toponímicas en el Espasa-Calpe y en el Diccionario de Madoz de "Benasque", "Boltaña", "Monzón", "Fraga", "Cinca", "Belver", "Pirineos", "Huesca", "Eriste", "Esera", "Estós", Saun" o "Sahun", "Chia", "Eresue", "Ramastue" y "Run" y varias fotocopias más cuales las de "La escultura románica peninsular" y de distintas páginas de "Origen de la Sede Ribagorzana de Roda" de Ramón Abadal y, en fin, el ya citado album titulado "Vacaciones`85" de fotos, postales y material gráfico de revistas y folletos sobre Benasque.


APENDICE.- Los apellidos oriundos benasqueses con los radicados en los Valles de Benasque en el año de 1985. Los que van en mayúscula son los considerados oriundos, por más que su origen, a veces, sea de otras regiones o Comunidades, que no de la de Aragón.
ABAD (castellano), ABADIA (cast.), ALMARZA (cast.), ANGLADA (aragonés), ARA (arg.), ARCAS (arg.), Archs, ARTIGA (vasco-nvarro), Aventín, AZCON (catalán),Badillo, BALLARIN (navarro), Barbay, Bardanza, Barrabés, BARRIO, (cast.), BARROSO (gallego), BELLIDO (nav.), BERNABE (arg.), BERNAD (franco-arg.), BANCO (cast.), Blas, BRAVO (cast.), CAMPO (cast.), CAMPS (catalán), Candell, Capella, Carmona (cast.), Carvedo, CASTAN, CASTEL (catl.), CERA, Codina (cat.), Cerezo (Cast.), CORONAS (asturiano), COSCULLUELA, (arg.), CORNEL (arg.), COSTA (arg.), Culebert, Chavre, DEMUR, ESPAÑOL (arg.), Esponera, Estarregui, ESTOR (vasco), FABREGAS (cat.), FARRE, Felez, FERRAZ (arg.), FERRE, FERRER (cat.), FONDEVILA (ARG.), GABAT (vsc.), GALLART (cat.), Gargallo (arg.), GARCIA (cast.), GARIE, GRUZ, GASOS, GIL (cast.), GIMENEZ (arg.), GOMEZ (cast.), GONZALEZ (cast.), Guardia (cast.), Guaus, Guerri, GUILLEN (arg.), JUAN (valeniano), JUSTE (arg.), Lacarte, Lacau, LANAU, Laperal, LASALA (navar.), LATORRE (arg.), LIMIÑANA, LOBERA (arg.), LLANAS (arg.), LLORET (cat.),Marion, MARTINEZ (gallego), Mayato, MORA (Cat.), MUR (arg.), Navarri, NERIN, PALACIN, Pallarvelo, PALLAS (arg.), PARDOS (gall.), PASCUAL (vasco), Pere, PEREZ (cast.), Perruc, Perrucho, Picardo (francés), PLANA (cat.), Portes (cast.), Puig (cat.), Puyal, Rambla (arg.), RAMI, Riba (cast.), Río (asturiano), RIVERA (gall.), Rodríguez (cast.), Román (cast.), Rubio (cast.), SAHUN (arg.), SALA (navarro), SALUDES (cast.), Sánchez (arg.), SANMARTIN (cat.), Snromá (cat.), SAURA, SERBETO, Sierco, SOBELLA, SOLANO (navar.), Sot, SUAREZ (cast.)SUBRA, TOMAS (arg.), Torrá (cat.), Urzola, Valero (valenc.), VERA (arg.), Vigo (genovés), VILASECA (cat.) y Villegas (cast.).

Las Palmas de Gran Canaria, septiembre de 1999.