7 de noviembre de 2008

A vueltas con el cine en Canarias

(es de advertir que el presente artículo ha sido escrito hace ya unos años, aunque el tema pudiera ser de actualidad)

Sobre las batallas dialécticas, a través de parte de la prensa local grancanaria que en estas últimas fechas se han entablado teniendo como motivo principal el tema de un hipotético Cine Canario, mejor de el Cine en Canarias y más en concreto el contenido del libro recientemente editado por el Servicio Insular de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, del que entre otros más figuran como autores y coordinadores Sergio Morales Quintero y Andrés Modolell Koppel, digo yo que esa guerra no es mi guerra y por lo tanto en todo momento no ha sido mi deseo el entrar de ninguna manera en ella.
Pero, resulta que se me ha citado de forma reiterada en estas escaramuzas desatadas, primero en el texto inicial del atacante que se firma Leonardo Pérez Minik en unos determinados párrafos en los que se me cita con frases laudatorias que agradezco en lo que valen; y de cuya cita me puso sobre aviso mi buen amigo de siempre el cronista de la ciudad Luis García de Vegueta que me llamó por teléfono la mañana dominguera en que salió a la luz pública. Y luego, figuré asimismo en el texto de los replicantes, puedo decir que sacado a colación de forma correcta pero con una especie de retintín, un decir entre líneas que, naturalmente no me ha gustado y que es lo que me ha movido a escribir, en realidad no para ser publicado sino para guardar esto entre mis muchos papeles y "Evocaciones amables" que voy poco a poco reuniendo.
Y es que, no obstante lo escrito al comienzo de que "esta no es mi guerra", si entiendo que debo de aclarar, por aquello estatuido de “el derecho de réplica” que a todo el que se señale con el dedo, corresponde por ley, al haber sido mi libro "El Cine en Canarias" publicado ya en 1981 y yo como su autor aludidos de forma reiterada en críticas y réplicas. Primero en el artículo aparecido en el periódico La Provincia correspondiente al domingo, día 18 de enero de 1998, página 22 y titulado "El cine canario no tiene quien le escriba" en el cual, en uno de sus párrafos se decía que: "Sergio Morales, Andrés Modolell y todos los que se den por aludidos, podrían aprender, por ejemplo, de Carlos Platero, un historiador riguroso donde los haya y digno de elogio, quien en su ya legendario ensayo El cine en Canarias, publicado por Edirca en 1981, nunca realiza una afirmación gratuita en sus páginas. Todo lo que sostiene lo justifica con datos. Cosa que no hace el crítico encargado de analizar el período que va de los años 80 al 97", etc., etc.
Y se continúa un poco más adelante: “Es asombroso. A Carlos Platero, en su libro El cine en Canarias, le llevó 13 páginas filtrar y anotar los contenidos narrativos de La Umbría. Es decir, que todo el esfuerzo de Platero para nada, cuando podía haberlo dicho en tres palabras, o mejor en dos:"The End".
Sin embargo, en el artículo de réplica, no solamente al ya indicado sino también a otro de parecido talante aparecido en el mismo periódico el siguiente día 21 en el que los dos aludidos autores, al defenderse de la tanda de acerbas críticas a su labor y que parece ser fueron emitidas por un grupo numeroso de cineastas isleños, hay un párrafo alusivo a mi citado libro, que ya no me ha gustado tanto puesto que en él se dijo que, "Si el único manual de referencia que se cita es el conocido libro de Carlos Platero El Cine en Canarias, obra pionera, digna de mención y respeto pero rectificada por estudios posteriores, se demuestra un profundo desconocimiento de la importantísima producción de artículos y libros sobre el cine en Canarias que en los últimos años han sido publicados, prueba de la destacada labor de investigación y difusión del patrimonio cinematográfico que las dos universidades canarias están llevando a cabo".
Pues, al respecto debo de decir que, que yo sepa, no ha habido tales rectificaciones sino lógicas ampliaciones de datos últimamente puesto que no en vano han pasado más de tres lustros desde la publicación de El Cine en Canarias. Y sin embargo si ha habido más de una vez ratificaciones que, indudablemente no es lo mismo, de los escasos autores que en tratando de este tema del cine en Canarias o de cine canario me han citado, siempre, hasta la presente ocasión, en tono laudatorio, de manera encomiástica.
Y, ya entonces metido en esto de la bibliografía cinematográfica canaria, preciso es decir que, después de mi libro, que fue y es reconocido así el primero en abordar con afán de síntesis y en lo que yo denominé por entonces de forma más modesta amplio reportaje, la historia y la anécdota y aún más, la nómina real y lo más exhaustiva posible de todo lo que se estuvo produciendo cinematográficamente en las islas, no conozco ninguno que, aparentemente al menos haya retomado el extremo o cabo, la cuerda, el hilo informativo, el camino en definitiva cuyo tramo inicial yo recorrí y cuya puerta abierta al tema preconcebidamente dejé abierta al rematar aquella grata tarea de entonces, después de haber mantenido muchas amenas charlas y rebuscado en las hemerotecas y otros añejos documentos; cuando ya parecía una realidad, la eclosión, si es que vale aquí esta expresión de los numerosos y entusiastas cineastas canarios ocurrida por los años setenta y corroborada por un apreciable rol de películas de corto y largo metraje.
Y que conste que he estado leyendo por lo general casi todo, o al menos aquello que ha llegado a mis manos y que haya buscado acerca del cine en Canarias y, como consecuencia directa conservo bastantes fichas reunidas con la idea de escribir, ahora sí, un lo más posible extenso y prolijo trabajo acerca de todo lo ocurrido desde cuando yo lo dejé, hasta la fecha, porque, lamentablemente, todavía está sin emprender en profundidad.
Pues, quiero indicar también aquí, ya que estoy metido en el tema, que en casi ninguno de los no muy numerosos ni conocidos trabajos que se hayan estado publicando sobre el cine en Canarias, el cine canario, se cita mi obra de entonces, que no solamente fue la incluida en el libro, sino que estuve publicando reportajes alusivos en la prensa grancanaria y tinerfeña, en algunas revistas, en conferencias diversas, etc., etc. Por más que, en más de uno de los escritos que otros hayan divulgado, a veces he localizado párrafos completos que, de pretender yo denunciarlos entrarían de lleno en el delito del plagio. O al menos, indicios de que a casi nadie se le había ocurrido tocarlos hasta que yo lo hice. He ahí el riesgo cierto y de amargos resultados que se corre al ser el pionero como dicen los articulistas más arriba citados, aprovechándose de la intuición de uno y la información que se facilita para general conocimiento; pero olvidándosele olímpicamente, habiéndose valido otras veces no tan solo de posibles trozos completos de textos sino también de lo que antaño en literatura, en perceptiva literaria se denominaba como idea real.
Por cierto que, posiblemente por mor de la movida producida por estos ya indicados dimes y diretes periodísticos de estas últimas fechas, el pasado viernes día 23, por la tarde, vi en la pequeña pantalla de la 2 a Sergio Morales y algún otro más. que estaban informando al potencial público, hablando precisamente del libro de la controversia desatada y también de lo divino y lo humano del cine en Canarias, acerca de lo que según ellos se ha hecho y de los proyectos, como siempre, para incentivar y atender a la ya establecida filmoteca canaria, citando nombres de cineastas y autores sospechosamente adscritos a determinadas corrientes seudo intelectuales o políticas, pero evitando en todo momento el decir ni la más mínima palabra sobre mi libro y mis investigaciones acerca de los amateur canarios y que, quieran algunos o no quieran, están en la mente de dichos cineastas aficionados, puesto que, bien que en mis informaciones reiteradas de hace ya los quince o veinte años insistí, con otros entusiastas del momento en la necesidad de la creación de una filmoteca en la que se recogiesen lo por estas tierras realizado, antes de que se perdiese, como lamentablemente ya ha ocurrido con una buena parte.
Volviendo al tema del libro recién publicado que versa sobre los cien años del cine en Canarias, he observado que, sin citar la procedencia, se ha hecho uso de varias fotografías tomadas de mi libro, sobre todo algunas de las referentes a la película La hija del Mestre y cuyos originales obran en mi poder y, para más INRI, minimizando al máximo los indudables méritos de esta película pionera, quiérase o no reconocerlo, de lo que pueda considerarse como cine de Canarias, con tema canario, ¿o no?.
Lo que me ha resultado un tanto extraño, habiendo sido este libro editado con el patrocinio del Cabildo Insular de Gran Canaria y que no he podido menos de relacionar con un más o menos encubierto chauvinismo es que parece como si se tratara a través de los textos diversos que lo componen el demostrar una cierta primacía, preponderancia o mayor protagonismo más acentuado de los cineastas y del cine tinerfeño, sobre el grancanario y no digamos el correspondiente al resto de islas del archipiélago. Por ejemplo, se han escrito en él páginas y páginas acerca de el "ciudadano Rivero" y de su película El ladrón de los guantes blancos, que yo creo fui uno de los que al incluirla en mi libro la rescaté del olvido en que permanecía y que, ni siquiera, según las mismas informaciones que en algún texto del indicado libro se facilitan, ni siquiera debió de ser la primera, la pionera del cine canario. Y, desde luego, ni se menciona a un Carlos Díaz de la Peña, médico y cineasta aficionado grancanario de los años treinta, ni tampoco a quienes han estado haciendo cine de aficionado desde aquellas épocas hasta los más cercanos pasados tiempos cuales Domingo Báez Solís, Federico Carrere, Antonio Casanova, Federico Correa, Juan Cruz, Juan Díaz, Heriberto y J.A. de la Fe, Diego García, Félix Rodríguez de la Huerta, que acaba de fallecer, Antonio Gil, Grupo Ansite, Braulio Guevara, Rafael Hernández, José López, Julián Mangas, Francisco Martín, Faustino Mendoza, José Morales, Juan Naranjo, J.A. de la Nuez, Juan Ormazábal, José Peña, Manuel Perera, Carmelo Quevedo, Cristóbal Quintana, Manuel Quintana, Sergio Ramos, Francisco Rivero, Pedro Rodríguez, José Sánchez, Manuel Santana, Pedro Siemens, Rafael Hierro y Alfredo del Pino, Antonio Rosado, Juan A. Suárez, Miguel Tauroni, Andrés Tejera, Patricio Valdivieso, Manuel Valerón y otros más de Gran Canaria, Tenerife, La Palma y Lanzarote y son de los que, por mis pertinentes averiguaciones de hace años al respecto si conservo fichas, datos, parte de su filmografía y, si bien, amateur, con obra realizada igual o mejor acaso que la de algunos otros que si se citan en uno de los apartados de este polémico Un siglo de producción de cine en Canarias.
Cabe el añadir que, por lo que a mí respecta en cuanto a esa publicación patrocinada por el Cabildo grancanario, hace unos meses, el herreño Sergio Morales me localizó telefónicamente solicitándome algún material para el entonces proyecto de un libro sobre el cine en Canarias; sobre todo de lo que tuviese acerca de David J. Nieves, cosa que, como es de suponer, casi de inmediato le facilité de entre lo ya publicado en su día por mí y otro completamente inédito y aún hice a su departamento donación de una copia del cortometraje La Caja, de Antonio Rosado y Damián Santana, que yo considero como una pequeña joya en blanco y negro de la filmografía canaria y no precisamente porque esté rodado sobre la idea de un cuento mío años ha dado a la luz pública. Cosa que suelo hacer, el de facilitar material, si entiendo que es para algún trabajo serio al respecto y por lo general con la indicación de que se cite el origen, la procedencia, la fuente de la tal información, que es una norma elemental de ética literaria pero que cuando la mediocridad media se suele olvidar. En este caso si debo de indicar que si se me ha citado, con una nota de pie de página.
A veces, en realidad muchas veces, resulta bastante oneroso, después del entusiasmo inicial de cuando brota la idea creadora, el determinarse a escribir de algún tema similar al que me está ocupando. Sobre todo cuando, después de horas y horas, días y aún meses de paciente investigación y recopilación de datos se le copia una y otra vez, disimulada o abiertamente, se le plagia con descaro, que hay muchas formas de poder hacerlo y ni se cita a la fuente, no digamos ya en la socorrida bibliografía consultada sino siquiera en un reducidísimo pie de página, como consecuencia de una indudable falta de elegancia literaria.
También he observado en estos últimos tiempos y desde mi independiente y solitario puesto de oteo en derredor, que algunos comentaristas e investigadores posteriores a mi labor de historiador del cine en Canarias, con todo el derecho posiblemente pero con falta de memoria ostensible, olvidándola o ignorándola olímpicamente dan como un descubrimiento actual el historiar los comienzos. Tergiversando, o desconociendo fechas y lugares en beneficio de otras hipotéticas, en un chauvinismo descarado y perjudicial para la probidad, la veracidad histórica real.
Desde que por primera vez acometí la tarea de escribir sobre el cine en Canarias, tema en el que entré como de rebote, buscando datos que desde la Casa de Colón se me solicitaron de una perdida pero no olvidada película canaria, La Hija del Mestre, que, por cierto, fui yo el que la rescaté de la familia que la conservaba para que pudiese admirarse proyectándola por sorpresa del numeroso público asistente en el Club de Prensa Canaria el día de la presentación de mi libro citado el Cine en Canarias y después de que un buen técnico, a mi solicitud y de Edirca convirtiese la primitiva cinta muy inflamable en film actual, y después de la compra pertinente se conservarse luego en la Filmoteca Canaria como una de sus más preciadas joyas y que, creo no saber por que se ha procurado el silenciar siempre este dato, en todo caso, por supina ignorancia, supongo.
Y he estado facilitando diferentes datos que al respecto seme han solicitado, de los muchos encontrados en mis búsquedas de biblioteco-maníaco o poco menos y que conservo en algunas abarrotadas carpetas archivadoras para en algún momento futuro continuar escribiendo del interesante tema. Y el material gráfico que en su día, al solicitárseme de forma reiterada, por distintas personas o entidades, facilité, de lo que ha quedado constancia, al menos en la Filmoteca Canaria.
Pero, con sinceridad, cada día que pasa y a la vista de lo que vengo observando y de alguna forma en las antecedentes líneas he dejado indicado, se me van quitando las ganas, se me va borrando de mi ánimo la intención de continuar con esto. Porque, me interrogo a mí mismo, ¿para qué?. ¿Para que un buen día se me empuje a participar sin quererlo ni desearlo en alguna de esas batallitas un tanto pueblerinas y que dejan al fin y al cabo al descubierto las posibles huellas de envidias, resentimientos, mezquindades que es de lamentar pero aún son detectadas entre nosotros, pueblo que nos tenemos por culto y súper civilizado?.
Para qué pues, insisto, escribir pensando en los demás sobre algo que le agrada a uno y de lo que sin falsas modestias aquí, se presume de conocer un poco, amparado en la disponibilidad del mucho material recogido con entusiasmo y paciencia en estos más recientes tiempos pasados?... ¿Para que luego, a pesar de agradar a un sector de lectores lo publicado, por cortedad, timidez o por un sentimiento de singular idiosincrasia peculiar de quienes lo lean no decir alguien de forma pública y notoria y ni tan siquiera de forma y estrictamente particular o privada alguna opinión, hacer alguna crítica constructiva o laudatoria que anime a seguir y que a todo escritor agrada, dígase o no?... ¿O, por el contrario, si el trabajo expuesto adolece de algo o no agrada, lanzarse con aceradas críticas adversas a juzgarlo, negativamente, de forma despiadada o inmisericorde, procurando hundir en la humillación del rechazo y aún acaso del menosprecio declarado al infeliz autor que se ha atrevido, que ha osado acometer una tarea aparentemente superior a sus fuerzas y a sus escasos conocimientos para ello?...¿Pudieran ser esos “sapos rabudos”que de cuando en cuanto surgen para escupir veneno y luego desaparecen en recónditas madrigueras?
Porque, pienso que, si no hay aplauso, loa, crítica lo más objetiva que sea posible pero al mismo tiempo si certera laudatoria, la cosa es buena. Pero si la critica es adversa, malo. Y si el enjuiciamiento resulta negativo, será todavía peor. Y, por último, si se ignora aparente o realmente el esfuerzo hecho, será francamente todo desalentador.
Y el sentido común, la veteranía de mis años, me dicen que, lo mejor para mí es que olvide el tema, que no intente escribir más sobre esto tan interesante de el cine en Canarias, no intentar nuevamente comunicar a posibles lectores lo que aún conservo de información sobre ello. Abandonar la tarea que, a pesar de todo lo que acabo de decir sigue siendo sugeridora, continua pareciéndome muy sugestiva la idea de que se historie en forma definitiva y lo más objetiva posible la llegada y propalación del cine así como su arraigo y continuidad y no tan solo en esta o aquella isla reclamando absurdas primacías hasta en esto, como ya se ha pretendido sino en todo el archipiélago. La implantación del fenómeno cine en Canarias, que, justo acaban de cumplirse sus primeros cien años de activa presencia entre nosotros.
Carlos Platero Fernández.