17 de septiembre de 2008

Por el cloquío y algo de la radio en Canarias

Viajaba yo hace unos días como pasajero que acababa de subirme a una de las guaguas que desde la barriada de Escaleritas me iba a transportar hasta la Avenida 1º de Mayo para dejarme casi enfrente de la Plaza de San Bernardo mi más inmediato destino en el transcurso de la mañana, que ya a las diez horas se anunciaba calurosa, propia ciertamente de las calendas de primeros del mes de junio.
Una vez introducida y a continuación retirada la consabida tarjeta de transporte municipal tras el previo doble zumbido de aceptación de la misma, con el paso un tanto indeciso o tambaleante el cuerpo motivado por los “refrechones” que al arrancar de nuevo imprimió al dichoso vehículo su conductor, me dirigí a la parte central-trasera buscando con la mirada algún asiento que estuviese desocupado... Que en tal ocasión no había, por lo que de inmediato me cedió el suyo un señor de talle rubicundo, medio calvo y envigotado y que a lo que presumí, además, se iba a apear del transporte en la próxima parada ya en la adyacente barriada de Schamann, una vez pasado el puente de la calle de Zaragoza por frente al recientemente creado parque público en los polémicos terrenos del extinto canódromo o Nuevo Campo España.Naturalmente, sin titubeos o falsos melindres acepté de primeras el asiento y aún hice, como entre dientes pero para que se me oyera un ligero comentario al agradecer el atento gesto diciendo algo sobre que a aquello venía bien para evitar lo ya inseguro de mis “remos”.Y, al acomodarme lo mejor posible en el asiento en tanden, la señora que allí iba en el lado de la ventanilla se volvió para mirarme y con un perceptible gesto como de sorpresa en su rostro, dirigiéndose en pleno a mí, dijo, más bien preguntó, un tanto si es-no es titubeante:_ Perdone, pero,...¿Usted es el señor Platero?... ¿Carlos Platero?Yo creo que a todos los humanos, en principio al menos nos es grato el ser reconocido por nuestros congéneres en encuentros fortuitos como este que ahora me ocupa.Examiné con atención el rostro, las facciones de quien así se me dirigía y observé a una mujer supuse que más que cincuentona aunque bien conservada, de estatura regular y figura un tanto regordeta como presumí. La verdad es que no la reconocí como alguien a quien yo debiera de recordar o conocer. Por lo que tan solo asentí a la pregunta, aunque procurando sonreír un tanto. Y ella continuó:_ ¡Joroba!... Lo reconocí tan solo por la voz, ¡Por el “cloquío”, como decimos nosotros los canarios!“¡Arrea!”, hube de exclamar yo para mis adentros. Y, si, me sentí en verdad halagado... ¡Mira que reconocerme por mi voz!... Aunque, por otro lado pensé por un instante que, como no fuese de ella haber asistido en alguna ocasión y desde luego tenía que haber sido hace ya bastante tiempo a alguna de aquellas mis conferencias y charlas-coloquio impartidas sobre el cine en Canarias, historia de las islas, cosas de mi Galicia nativa, etc...O, en todo caso, aún llegué a pensar por brevísimo instante, me escuchó alguna vez por la radio o en alguna entrevista televisiva... ¡O que sé yo!Cierto que, aparte del diapasón más que regulable de mi tono de voz, mi acento fonético sigue siendo más que identificable de mi procedencia peninsular, si no tanto de mi origen gallego si tanto inconsciente como consciente agrando o abro algo más y de forma peculiar las vocales fuertes y prolongo las débiles; es decir, hago uso deliberado de un inconfundible y atávico acento gallego de mi tierra nativa, que, como caso acaso excepcional en mí, ni se me ha borrado del todo u olvidado si yo lo desease, que no es este el caso, en los cincuenta y pico de años que llevo fuera de Galicia, por más que a ella retorne en agradables pero cortas ocasiones y por lo que además, presumo de no haber olvidado al menos el 90 % de su “feiticeira” lengua, que hablo cada vez que me es dado.En el trance cuya estampa estoy exponiendo, me atreví pues a preguntar a aquella sonriente señora de cabellos grisáceos._ Y, ¿de que nos conocemos?...Porque, si le digo la verdad, en estos casos, mi memoria suele ser tan flaca, que...La contestación, que me sorprendió gratamente, fue concisa y rotunda:_ Pues de cuando usted estuvo como director del Grupo Escuela de Arte Radiofónico de Las Palmas y era, me parece, administrador del Hogar Juvenil de Schamann cuando se estrenó._ ¡Anda!, - hube de asombrarme yo - ¡Pues no ha llovido desde entonces...!Y continuó entre sonrisas de ambos la evocación surgida al conjuro de la charla. Decía ella:_ Yo fui una de aquellas alumnas del curso, de las más jóvenes, entre las que se contaba a MarisaNaranjo, Loly Rosales,..._..., que luego, casada con el también alumno Juan Ambrosio Díaz fue la directora de Onda Real de Las Palmas... Y antes lo habían sido Dolores Lirio, Conchita Tauroni, Alicia Baez...Y la interrogué a mi vez.._¿Cómo se llama usted?..._ Sagrario García. Y, repito, fue de los últimos cursos en que usted, señor Platero nos dio clases. Después lo hicieron José Francisco Fontes y Lopez Urquía y al final del todo ya fue director Segundo Almeida, ¿recuerda?....¡Claro que recordé, que evoqué uno de los más gratos episodios de mi existencia, de mi vivir en esta tierra insular!Pero, antes de rematar esto que pretendo se amplio comentario vivencial ocasionado por mi “circunstancial”“cloquío” vayan aquí en rápida rememoración otros momentos de inicio parecido.Hallándonos mi esposa y yo en uno de estos pasados veranos más recientes disfrutando de unos días alojados en alguno de los cómodos establecimientos hoteleros de los ardedores del Faro de Maspalomas al sur de la isla, el Gran Hotel Costa Meloneras en tal ocasión, tal como solíamos hacer, al atardecer nos dedicamos a pasear algo por la calzada que conducía al Charco en sí, platicando de no sé que, cuando oímos una voz que, detrás de nosotros, preguntaba, casi afirmaba:_ Carlos Platero Fernández, presumo..Al volvernos, sorprendidos, vimos a un hombre, ya de edad madura a lo que se observaba, pero cuyos rasgos faciales se me hicieron un si es no es conocidos, como emergiendo de la bruma de la memoria, que montado en una bicicleta deportiva que frenó apoyando un pié en el embaldosado piso, me miraba entre turbado y sonriente._ Pues, si. – hube de decir a mi vez., medio señalándolo con un dedo índice -y usted,...Y tú eres..._ Galayo, Andrés Galayo, que fui vecino vuestro y alumno tuyo. – y se apeó del todo de la vici.Nos estrechamos la mano pues no en vano fuimos desde mucho tiempo, no tan solo compañeros en aquello de la Radio y yo sino amigos de siempre, aunque no nos viésemos más que de muy tarde en tarde comoen tales momentos presentes.Y hablamos, dialogamos en el transcurso de varios minutos, recordando, ¿Cómo no? a comunes amigos y compañeros del Grupo en el que yo fui secretario, en alguna que otra ocasión director en funciones y Andrés Galayo un aventajado alumno que luego pasó a ser uno de los mejores actores de un nuestro grupo teatral y muy buen locutor en el ramo publicitario, cuya armoniosa voz aún oigo de cuando en cuando en alguna de las actuales emisoras de radio locales.Otra vez, esta aún no hace mucho tiempo, por relatar alguna ocasión similar más, estando en el aeropuerto, en las llegadas locales o de las islas, esperando a mi hija Margot que venía de Tenerife, sin volverme, dije a Margarita que descansaba un poco atrás de mí, sentada en una de las butacas alli expresamente situadas:_ El avión ya llegó, pero todavía no he visto a Margot entre los pasajeros que están llegando.Y como contestación, una voz que sonó a mi lado._ Carlos Platero, si no me equivoco.Quien así me decía era un hombre corpulento, calvo como yo, que me alargaba la mano y al que en este caso si reconocí de inmediato como a Octavio Pulio, al que conocí hace la tira de años administrando con un hermano suyo la entonces existente Tabaquería Pulido del Parque de Santa Catalina y luego alto funcionario de la Caja Insular de Ahorros, con el que de siempre me ha unido cordial amistad.Y que me dijo, después del afectuoso mutuo saludo:_ Te reconocí de inmediato, tan solo de oírte, pues tienes una voz y un acento muy peculiares, amigo Platero. Te conocí por el “cloquido”De todas formas, allí poco pudimos dialogar puesto que ya estaba llegando a nosotros mi hija Margot y es de suponer que también la persona que mi interlocutor parecía esperar.Añadir, para terminar esta especie de inciso, que, según el Diccionario Diferencial del Español de Canarias de Cristóbal Corrales Zumbado, Dolores Corbella Díaz y Mª Angeles Alvarez Martínez , “cloquido” (o “cloquío” más en popular) “es cloqueo, cacareo sordo de la gallina clueca. T en GC y Tf., acento, particular inflexión en el modo de hablar que distingue a una persona. Supe que estabas en casa porque te oí el cloquido.Pero, volviendo al tema del enunciado del presente comentario, ...¡Vaya si evoqué, en milésimas de segundo, en un solo instante, aquellos mis felices tiempos de recuerdos radiofónicos, de mis primeros y quizas accidentales contactos con un incipiente radiofonismo en Canarias, que condenso ahora en lo que mentalmente he denominado, el G.E.A.R. y yo.Pues ocurrió una vez que, allá por el principio de los años ochenta del pasado siglo XX, en cierta ocasión hablaba yo con un joven paisano mío que se encontraba ocasionalmente en Las Palmas de Gran Canaria por mor del entonces todavía obligatorio servicio militar, que hubo de cumplir después de haber agotado todos los plazos legales de reiteradas prórrogas por estudios.Al ya talludo mozo licenciado en Ciencias de la Información en el ramo de Radio se le notaba deseoso de iniciarse en lo que era su vocación y, si no iba a haber cambios sustanciales en sus ilusiones y proyectos, sería su profesión en el futuro.En conociéndome y mediando el encargo de uno de mis hermanos de que lo atendiese lo mejor posible, me solicitó ayuda para intentar en el forzoso "interregno" el iniciarse como colaborador en alguno medio de comunicación social canario, preferentemente radiofónico puesto que era hacia tal faceta informativa hacia donde se inclinaba más su afición.Yo, como no podía ser menos, tanto por así encarecérmelo un familiar, como porque sabía que en mi mano estaba, recurrí a alguno de mis buenos amigos y lo pude poner de inmediato en contacto con gentes profesionales de la radio en Las Palmas de Gran Canaria; porque, entre mis muchos conocidos y amigos he contado desde años atrás con bastantes aquí, tanto de la Radio como de la Prensa o de la Televisión, lo que sigue siendo para mí siempre motivo de orgullo y satisfacción.Y en una amena conversación con mi joven paisano, hablando y hablando, le dije que, a pesar de que por mi profesión habitual, del ambiente laboral en que me desenvolvía nada tenía que ver con los medios de comunicación social canarios, en realidad yo había sido, hacía ya bastantes años, un poco "hombre de la radio" en Canarias.Rememoré para mi melancólico gozo y para él parte de una etapa de mi vida en Canarias, muy querida y añorada de cuando en cuando, sumamente interesante. Pero, cuando ya entusiasmado en el nostálgico recuerdo quise incrustar hechos, personas y lugares, anécdotas de aquel retazo de mi existir, no pude hacerlo con precisión allí; a pesar de que, al igual que las rojas cerezas del cesto, que al tirar de una, vienen otras entrelazadas por sus rabos, unos recuerdos fueron acudiendo a mi mente engarzados con otros.Ciertamente, en lo más íntimo de mi ser quedé allí bastante afectado a pesar de que sé que mi memoria es asaz flaca en ocasiones. Defraudado por haberme olvidado casi por completo aquella interesante etapa de mi vida en que hice mis escarceos en un medio de comunicación de masas tan interesante como fue y es la radio desde su implantación entre nosotros.Y luego hubo de sucederme al respecto algo para mí sorprendente. En mi domicilio, aquella misma noche, al acostarme sin duda iba en mi subconsciente, como idea fija y acaso obsesiva con los ecos de la conversación habida con mi joven paisano. Porque en el silencio nocturno, cuando más plácidos debieran de ser mi reposo y mi sueño, en un determinado momento me desperté de pronto, encontrándome, por otra parte, completamente despejado, descansado en lo físico, a pesar de haber transcurrido acaso tan solo tres o cuatro horas desde que me acostara. Aún no era de madrugada, por lo que el hecho de momento me fastidió un tanto pues en realidad no me apetecía levantarme, calentar y tomar un café bien cargado, sin azúcar, encender un cigarrillo y en la misma cocina ponerme a leer o escribir algo, o pensar en mil y un disparates como hacía otras veces en casos similares hasta que amaneciese, cuanto menos.Cerrando los ojos traté de concentrarme aprovechando el silencio reinante, de evocar con mayor precisión mi recuerdo de horas antes acerca de considerarme haber sido en el pasado yo vinculado a la Radio en Canarias. En principio, por más que lo intenté, apenas lograrme acordarme de fragmentos dispersos. Vinieron a la llamada de la evocación a la mente alguna difusa escena, algunos rostros, algunos hechos confusos,... y nada más. Todo lo referente a la pretendida evocación parecía haberse borrado de mi memoria, como los blancos trazos de la tiza sobre el negro de la pizarra al impulso del trapo que limpia y elimina.Pero, insistente, en la quietud, en el silencio, en la serenidad de la tranquila noche, aún hice un nuevo experimento de fuerza mental. Así con denuedo uno de aquellos momentos fugaces que acudían como perezosos o indecisos a la llamada de la evocación y procuré centrarme en él, sin permitirle que se me esfumase, que se perdiese en el revoltijo continuo de mezcladas ideas, de visiones y de reflejos de recuerdos que continuaban como navegando o flotando en la mente.Sorprendentemente para mí, el experimento pareció resultar y luego, en cierta manera hube de maravillarme y sorprenderme al comprobar que esos recuerdos de episodios del pasado existencial de uno, almacenados en la memoria no se pierden ni se borran ni desaparecen en determinado momento para siempre sino que, adormilados o aletargados, olvidados de algún modo en los recoveco nervioso o celular pueden surgir de nuevo y de hecho lo hacen con la invocación pudiéndose así gozar de momentos inefables volviendo a revivir aunque solo sea por espacio de unos segundos o minutos, o lo que sea porque el espacio tiempo puede no figurar entonces, hechos, escenas, episodios, personales, sentimientos de un ayer infantil, adolescente, juvenil, vivencial en suma.Y entonces evoqué,... e indagué,... y escribí. Lo que ahora puedo ya evocar con bastante nitidez.Creo que todo comenzó para mí por el año de 1952, o, a lo más, a principios del de 1954, aquí, en Canarias.Yo, que había llegado a las islas Canarias a finales del año 1949 y residía temporalmente en la sureña ciudad de Telde, por el año de 1953, en alguno de los periódicos locales debí de leer la convocatoria que me tentó, en la que se invitaba a quien lo desease para inscribirse en los exámenes de acceso a cursos de locutores, sincronizadores, montadores musicales, guionistas, etc.Con una gran ilusión cursé la preceptiva instancia en la que recuerdo que decía que optaba a ser alumno en las modalidades de ¡locutor-escritor!Tenía veinte y tantos años, hacía algún tiempo que escribía cuartillas y cuartillas, casi siempre sin finalidad determinada ni práctica alguna pero volcando en ellas, de forma tosca y sin estilo aunque si con gran sinceridad y fogoso entusiasmo mis vivencias, realidades y sentimientos, ilusiones y sueños... Todo ello con un barniz romántico y algo barroquista. Tenía grandes ilusiones como todo joven que ya andaba solo e independiente por la vida y me hacía múltiples proyectos para un futuro que, la verdad, no alcanzaba a ver claro y nítido y estimaba confuso pero anhelaba venturoso. Lo que yo soñaba no dejaba de ser más que un puñado de fantasías propias para vivirlas en el fresco y extenso campo de la imaginación; con pocas posibilidades de acrecentamiento cultural e intelectual al estar ya incrustado en el mundo laboral pero si sintiendo una tremenda afición a la lectura en general y congénita curiosidad por cuanto me rodeaba. Y deseos constantes de escribir, repito.Fue aceptada mi instancia, aboné algunas pesetas y con otros aspirantes sufrí examen oral y escrito, que aún no sé bien como logré aprobar, por lo nervioso que estaba. Fue en una destartalada aula, no recuerdo ahora bien si en el número 3 de la calle Doctor Déniz o en el caserón de la calle de La Palma, esquina a Albareda, donde, por cierto se radicó luego y por algún tiempo el recién creado Grupo Escuela de Arte Radiofónico de Las Palmas y que hoy en día ya no existe, convertido el contorno en el tan traído y llevado entre políticos municipales solar ya construido del Woerman porteño.Tengo muy vaga constancia de aquel día o aquellos días de exámenes, aunque creo que debió de ser por tales fechas cuando conocí a José Artiles Peón, entonces juvenil y flamante secretario del Grupo y posteriormente, en prolongado y fecundo período, director activo del mismo, al fallecimiento de "Maso" Rodríguez. También, indudablemente a quienes luego fueron y siguen siéndolo admirables compañeros y entrañables amigos cuales Rafael Carrasco, José Cazorla, Juan Quintana, Pablo Ojeda, Antonio Reyes Rodríguez el que por cierto, cuando me vé, me abraza efusivo reconociéndome como ¡Ricardo Villares, el veterano y activo presidente de la Casa de Galicia local!... Y, no sé yo bien ahora al paso de los años si desde aquellas iniciales fechas o a partir de los cursos siguientes, mujeres y hombres a quienes quizás desde hace años no vea o en todo caso salude muy de tarde en tarde y sea incapaz de reconocer sus fisonomías actuales pero que han quedado al menos sus nombres indelebles en mi recuerdo.Vaya aquí como una anécdota más acerca de la camaradería y con el paso del tiempo entrañables amistades surgidas entre los componentes del Grupo el indicar que, por ejemplo, en el verano del año 1956, nos casamos en el mismo día los alumnos Antonio Reyes Rodríguez y yo; el uno, natural de Arucas, en Teror y yo en la iglesia de San Francisco, de Las Palmas de Gran Canaria. Y la totalidad de los componentes del Grupo hubo de dividirse;y una parte acudió a la boda del uno y la otra a la del otro y en ambos casos fueron los que con mayor alegría y algazara arrojaron sobre los contrayentes el simbólico arroz de la felicidad y quienes, en colectivo efectuaron los clásicos regalos de boda más cariñosos y emotivos.También por aquellas fechas se formalizaron las uniones matrimoniales de los alumnas Dolores Lirio con Rafael Carrasco y Conchita Tauroni con José Artiles y, años más tarde, Laly Sánchez con Juan A. Díaz-Casanova.Aficionado de siempre a confeccionar y guardar fichas, bibliografía, recortes de prensa de los temas canarios más insospechados que hayan suscitado mi impenitente curiosidad intelectual, también conservo con especial delectación algunas cintas magnetofónicas con muestras de lo que fueron las grabaciones radiofónicas del GEAR de Las Palmas: Una audición especial de Semana Santa con la voz de Segundo Almeida, un cuadro histórico radiado en abril de 1959 con las voces de José Ramírez, Jesús Padilla, Enrique Matas y José Henríquez y montaje musical de Juan Díaz Casanova, así como otra pieza histórica con la voz de Matías Aragunde y que de cuando en cuando me gusta escuchar, en aras de la nostalgia.Como consecuencia directa de aquellos años en que sí fui, aunque casi como de rebote, "hombre de la Radio en Canarias" formando parte activa del GEAR, hace ya bastantes años, durante semanas y semanas se estuvo retransmitiendo por Radio Las Palmas un programa escrito por mí sobre textos de episodios históricos y legendarios, titulado "Perfiles isleños", con montaje musical de Juan Díaz Casanova e interpretación de Andrés Galayo, condiscípulos radiofonistas ambos que pasaron por las mismas aulas que yo. Lo mismo puede decirse del espacio "Personas y personajes prehispánicos canarios" retransmitido por Radio Nacional de España en Canarias bajo la dirección del ya fallecido Juan Perdomo Morales. Y, aún, bastantes años después, colaboré con guiones míos que yo leía a través del teléfono desde mi domicilio y durante varios meses en una emisora local, con temas específicos de mi Galicia nativa.También escribí los guiones de algunas audiciones especiales que, interpretadas en algún caso por profesionales gentes de la radio en Canarias que habían sido condiscípulos o alumnos míos, se emitieron en Radio Las Palmas, Radio Atlántico y, en su día, algunas más, ya en Radio Popular de Las Palmas.Con posterioridad, ya con el hormiguillo de mis evocaciones del tema radiofónico metido dentro, cuando me propuse escribir algunos reportajes para ser publicados en la prensa local en la que estaba colaborando asidua y regularmente, quise indagar algo más, saber de cuando se implantó en las islas la radiodifusión que yo vine a conocer a mediados del siglo XX. Amigos míos como Federico Campos, Juan Acosta y Luis Falcón, entre otras personas conocedoras del medio me facilitaron relaciones completas de Gentes de la Radio canaria y fichas y tecnicismos de las estaciones emisoras en Canarias.Y, por otra parte, estando disfrutando vacaciones veraniegas con la familia en el sur grancanario tuve la oportunidad de encontrarme con un compañero de tareas laborales que, además, resultó ser un entusiasta radioaficionado, el EA8 AVY. En el transcurso de alguna apacible charla fui informado por él y unos colegas suyos acerca del mundo de los radioaficionados, en especial de los canarios, mundo para mí completamente desconocido hasta entonces.Una vez introducido así como de "raspafilón" en el conocimiento, en el mundo de los radioaficionados, pensando en escribir algo sobre la Radiodifusión canaria, pronto proyecté en mi interior el ampliar la información al escribir sobre el tema, considerando que el Radioamateurismo, galicismo con que se le estuvo designando al principio, hubo de ser el verdadero comienzo de la Radiodifusión.Ya interesado en el tema indagué cuanto pude acerca de los orígenes del radiofonismo, de los radioaficinonados en Canarias. Se me citaron nombres a los que procuré visitar y que, por lo general, me contaron vivencias tanto individuales como colectivas ocurridas por y a través de las ondas hertzianas que sin duda enriquecen el anecdotario de la aún en cierto modo reciente historia de la Radioafición, con algún indicio del comienzo de esta apasionante actividad que se refiere a las comunicaciones en el archipiélago canario. Arturo Martín Dueñas, José Julio Quevedo Bautista, Eugenio Bautista Sánchez-Moncayo, Manuel Cabrera Rivero y Antonio Cervera Pérez fueron algunos de mis amables informantes a viva voz acerca de los radioaficionados canarios del ayer.Cierto es que también recurrí a la posible bibliografía, de tipo enciclopédico y genérico de la Radiodifusión. En la hemeroteca del Museo Canario y en la provincial de Santa Cruz de Tenerife cuando tuve ocasión de allí desplazarme expurgué un tanto a ojeo, ¿acaso "hojeo", más bien? , en las prensas locales respectivas de entre los años 20 a los 40 del siglo XX, aunque bien poco encontré al respecto, sí algo más en las de los años 60 y 70 en adelante; busqué en algunas bibliotecas de las más surtidas, aunque he de reconocer que, al menos por aquellas fechas mis esfuerzos indagatorios resultaron por tales vías bastante infructuosos pues era casi inexistente, por no decir nula, la bibliografía referente al tema en las islas; salvo algunas que otras notas sueltas en periódicos y revistas, algunas entrevistas que se estuvieron publicando, ya sepultadas en la maraña de las cosas olvidadas. A partir de entonces tomé la costumbre de copiar, anotar o fotocopiar todo cuanto sobre la Radio se ha estado publicando; material que, insisto, es realmente escaso.Frutos de tanta curiosa indagación fueron el motivo de que escribiera yo y se me publicaran por septiembre y octubre del año 1982 en el periódico La Provincia los reportajes titulados “Treinta años del Grupo Escuela de Arte Radiofónico” y “El Grupo Escuela de Arte Radiofónico, cantera de excelentes profesionales”; en julio del año 1984, en la revista Aguayro en su primera época, “Orígenes de La Radio en Canarias” y por el mes de junio del mismo año en el periódico Canarias7 “El G.E.A.R., cantera de excelentes profesionales”; en los meses de octubre y noviembre de 1990, en elmismo periódico, “Así comenzó en Canarias,... La Radio” y, en fin, por octubre de 1994, nuevamente en la revista Aguayro de la Caja Insular de Canarias, “El Radiofonismo en Canarias”.Pues bien; la mayoría de los componentes de aquellos evocados cursos radiofónicos del ya desaparecido G.E.A.R., unidos por perennes lazos amistosos, pasados los años, dos décadas más tarde, en 1984 nos reunimos en una festiva cena, en un restaurante situado en las afueras de la ciudad, por la carretera del Centro y cuya sobremesa se hubo de prolongar hasta altas horas de la noche; reunión de camaradería que volvimos a celebrar diez años más tarde con asimismo concurrida comida, en los salones del Club Natación Metropole con prolongada sobremesa y masiva y sorpresiva visita posterior a una emisora local de FM que, por la zona de La Isleta celebraba determinado maratón radiofónico. Los participantes de aquella comida insistimos en volver a reunirnos en el futuro.Y, de hecho, lo ha vuelto a hacer la veterana gente de la radio en Gran Canaria en los albores del año 2003, asimismo en los salones del Club Natación Metropole. En la sobremesa en tan agradable velada muy concurrida, se habló una vez más de historiar de alguna forma estos amenos eventos. Como consecuencia inmediata, surgió el compromiso por mi parte de entregar a Radio ECCA, para inclusión en su "Biblioteca ECCA de Verano", el texto de unas memorias mías de LA RADIO EN CANARIAS.Y, en fin; vaya aquí como nota final que, haciendo uso de las muchas fichas de que sobre el tema dispongo, de la muy escasa bibliografía existente, de las fotocopias y notas dispersas tomadas de la prensa isleña y pacientemente reunidas, así como de las inestimables informaciones orales que distintas personas amigas buenamente me han estado facilitando, con la excepción de algunas otras que hayan podido ignorar mis solicitudes al respecto, he acometido esta para mí grata labor de historiar en gran medida a lo que considero que ha sido y es LA RADIO EN CANARIAS, sin pretender que este trabajo sea o se parezca a una concienzuda tesis o tesina, que, por otra parte algo ya se ha hecho y se está haciendo por entusiastas universitarios, a alguno de los que yo he facilitado los datos y material adecuado que se me ha solicitado.Proyecto que, pese a yo escribir de inmediato el preciso texto que al poco tiempo presenté a la dirección de la citada Emisora con la idea de que se editase en la propia imprenta del centro y a la muy buena disposición primera, acabó malográndose, por lo que texto y proyecto, siguen en “stambay” o como se diga en inglésY así remato este mi amplio comentario escrito de “cloquidos” y de Radio en Canarias.
Carlos Platero Fernández

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