24 de septiembre de 2008

LOS ORIGENES HISTORICOS DE LA CIUDAD ALTA.

Para intentar desvelar algo más acerca de los orígenes de la Ciudad Alta, habrá de partirse de la base de que por ser una barriada urbana o conjunto de urbanizaciones barriales de apenas medio siglo de existencia, carece de tradiciones orales o escritas, de historia en sí. Porque, lo que por aquí se estuvo haciendo, salvo alguna muy ligera excepción, fue sobre una tierra vacía, un extenso erial desierto que formaba parte de un brumoso Cortijo de Las Escaleritas del que casi nada se sabe, que fue en el último cuarto del siglo pasado adquirido al Estado por diversos compradores y fraccionado en varios lotes, pasando en poco tiempo de unas a otras manos hasta acabar una parte en manos de la familia Schamann y la otra en poder del Ayuntamiento de las Palmas de Gran Canaria con unos programas sociales oficiales de viviendas protegidas, de las conocidas popularmente como casas baratas. Y el nuevo vecindario que por las incipientes urbanizaciónes se estuvo conformando procedía, como de aluvión, de otros lugares, de otras barriadas como la Isleta y, sobre todo de San Roque, San José, San Nicolás... que tan solo por necesidad accedieron a residir en estos terrenos polvorientos, eriales hasta hacía poco sembrados en parte de tomateros y en las hondonadas o vaguadas de frondosas plataneras, que no atraían precisamente la atención de los posibles curiosos con pretensiones de indagar en un hipotético desinteresado pasado.
No obstante, alguna noticia hubo que aún es posible de rescatar, sobre los tiempos pretéritos de las zonas de estos actuales Distritos VI y VII capitalinos palmenses grancanarios.
Dejaron dicho algunos historiadores, que cuando el último Guanarteme de Gran Canaria fue llevado a la Corte de Castilla y bautizado en Calatayud con el padrinazgo de los Reyes Católicos como Fernando Guanarteme de Guayedra, se le concedieron, a petición propia y como propiedad a perpetuidad los "riscos y dehesas para criar ganados llamados de Guayedra"; y a los otros que le acompañaban, "consedieron el Aumastel, la Ysleta y la costa del mar llamada Guadharteme serca del puerto"; lugares todos ellos en la actualidad con importantes yacimientos arqueológicos, "in situ" o por sus cercanías, lo que demuestra haber sido destacados centros habitables aborígenes. Corroborado todo con el descubrimiento y exploración de dichos yacimientos, sobre todo los de La Isleta, tales los de las Cuevas de los Canarios, la Punta de la Sepultura Antigua, la necrópolis de malpais de Las Coloradas, etc.
El historiador teldense Marín de Cubas alrededor del año de 1687 facilitó en su día una noticia, al parecer desconocida, ignorada por los cronistas e historiadores que le precedieron y que resultó un tanto intrigante y sorprendente pues informó que, cuando lo del desembarco de Juan Rejón en el verano de 1478, con tropas castellanas, para efectuar la conquista definitiva de la Gran Canaria, "la primera iglesia de el Real de Las Palmas fue San Antón; que era el designio que fuese San Juan Bautista; mas los castellanos que iban por espías hallaron en unas casas canarias, cerca de La Isleta, tapiadas, ciertas hechuras de imágenes, dos o tres, dicen, mas la que trajeron al Dean Bermúdez fue San Antonio Abad, dorado y algo apolillado, que hoy está en la parroquia de Teror".
Si ello fue rigurosamente cierto, las "casas canarias" deberían de estar, poco más o menos entre lo que es hoy la Loma del Ingeniero Salinas y el Club Náutico, por donde se erigieron consecutivamente en el tiempo una primera, segunda y tercera ermitas dedicadas a Santa Catalina de Alejandría, muy cercanas a lo que pasando los siglos fue Escaleritas. Pero aún hay más:
También fueron los primeros historiadores canarios quienes informaron reiteradamente de una ermita, la dedicada a Santa Catalina, que sustituyera a otra anterior erigida por misioneros mallorquines en el siglo XIV, levantada próxima al litoral, sobre una punta de tierra y al borde del camino serpenteante que era la única comunicación existente entre Las Isletas y el Real y caserío de Las Palmas y que discurría por terrenos arenosos en unas partes, agrestes en otras y a tramos cubiertos con variada vegetación autóctona muy característica de la zona, sobre todo en las desembocaduras de los barranquillos que por allí desaguaban en el mar. Toda aquella especie de páramo, convertida con el tiempo en eriales, huertas o campos de labranza de las afueras de la muralla del norte de la ciudad.
El polígrafo de las letras isleñas Agustín Millares Torres relató que, cuando se allanó por el año de 1703 el llamado cerro de Santa Catalina frente a Las Isletas para construir allí la batería defensiva de San Felipe, se descubrieran tres sepulturas de aborígenes, a las que por estar muy bien protegidas no había llegado a penetrar tierra ni piedras, porque los canarios, "si no tenían cuevas abrían bóvedas en el suelo o sobre la cima de las montañas y las cubrían cuidadosamente con lajas".
Tal información contribuye a la presunción ya establecida de que por los alrededores de aquella segunda ermita, en el pasado hubo, además del enclave de la primera, un asentamiento de población indígena prehispánica.
En la crónica de la Conquista de Gran Canaria atribuida a un Alonso Escudero, en alguno de sus añadidos o interpolaciones posteriores con noticias que llegaban hasta el siglo XVII, en el capítulo XIX se decía entre otras cosas, que, "... por codicia de palos de buena madera, en las Isletas han descubierto muchas casas y sepulcros llenos de estos mirlados", con lo que se estaba refiriendo a sepulturas conteniendo numerosas momias, recubiertas de maderas, sin duda procedentes de las cercanías.
En el Barranco de Guanarteme, a la altura de Las Torres, en el tramo conocido como Hoya del Paso ocupado actualmente por instalaciones militares de La Marina, existe un complejo arqueológico con cuevas funerarias y cuevas viviendas, túmulos y cistas de distintas dimensiones, en los que tras las perceptivas excavaciones se encontró diverso material lítico como un acha, un mortero y varias muelas de molino, así como material cerámico compuesto de varias asas tropezoidales y perforadas con picos, fragmentos de platos, vasijas, etc., decorados en ocre, sellos pintaderas, una figurilla fálica y también un esqueleto humano, todo ello entremezclado con granos de trigo carbonizados, piezas dentarias de ganado cabrío y numerosas patellas; material aborígen reconocido a mediados del presente siglo por el investigador y periodista Sebastián Jiménez Sánchez.

Y por último, si no en la misma zona si cercano, existe el yacimiento arqueológico localizado en el Lomo de San Gregorio, por el noroeste de Tamaraceite, donde aún no hace muchos años se exploraron una serie de cuevas labradas en la roca, que de siempre se han considerado obra y habitáculo de los aborígenes canarios. Allá por el año de 1958, el investigador y por entonces Comisionario provincial de Excavaciones Arqueológicas Sebastián Jiménez Sanchez, localizó en una de las paredes de aquellas cuevas un hacha de piedra excepcional.

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