3 de abril de 2011

la prueba del humo

Una bella Leyenda Canaria

Allá por el último cuarto del siglo XIV, reinando en Lanzarote el noble y legendario Zonzamas, arribó a la isla un navío castellano, el cual, debido a fuertes borrascas y corrientes contrarias, se vió obligado a torcer su normal rumbo hacia las costas gallegas. Venía al mando de la embarcación el hidalgo vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño.

Asombrados los isleños, admirados tal vez con aquella inesperada arribada, recibieron no obstante cortés y agradablemente a los castellanos, agasajándoles y atendiéndolos dentro de la proverbial nobleza y simpatía de que eran poseedores todos los naturales del archipiélago canario.

Zonzamas rogó al hidalgo vizcaíno que se sirviese aposentarse en su propio palacio, un soberbio y enorme castillo construido con duras maderas y grandes trozos de rocas, cediéndole también, en ritual obsequio, a su mujer, la reina Fayna.

Convivieron cierto tiempo los castellanos con los nativos de Lanzarote, colmados siempre aquéllos de atenciones y deferencias.

Martín Ruiz de Avendaño era apuesto y gozaba entre los suyos de galán; también la reina Fayna era joven y hermosa. Así es que no resulta demasiado descabellado el imaginar un romántico idilio entre ambos, bajo la protectora mirada del viejo Zonzamas.

Partió por fin de regreso a la civilización la nave, cargada de productos de la isla, transportando a unos hombres contentos de su aventura, que iban a relatar cosas increíbles acerca de las míticas Afortunadas.

A los nueve meses de la fortuita estancia de los castellanos en Tite-Roga-Kaet, Fayna daba a luz una niña blanca y rubia, . . . como el gallardo vizcaíno todavía recordado con añoranza. Siendo las demás isleñas más bien morenas de color, todos los vasallos de Zonzamas reputaron de extranjera a a q u e l l a niña que se llamó Ico, negándola, en secreto, - pertenencia a la nobleza.

A la muerte de Zonzamas le sucedió en el trono su hijo Timanfaya. Cuéntase que por los últimos

años del siglo invadió la isla una armada de piratas vizcaínos y sevillanos, en cuyaocasi6n sufrieron los desprevenidos indígenas l a más severa derrota de su historia porque aquellos piratas recogieron abundante botín en frutos de la tierra, ganados y hombres, llevándose triunfantes a Castilla como

prisioneros al mismo rey Timanfaya y a la reina, su esposa entre las otras ciento y pico personas que iban a ser vendidas como esclavos.

Aquella batida de los piratas dio paso al trono al hermano del rey, Guanareme, casado con Ico. Pasados unos años y muerto Guanareme, le sucedió en el trono su hijo Guadarfía. Mas este derecho al trono y legitima sucesión fue discutido apasionadamente. La mayoría del pueblo, conservando latente el recuerdo de los amores habidos entre la reina Fayna y el extranjero Martín Ruiz de Avendaño, censurando el supuesto mestizaje de Ico, se inclinaba al partido de la oposición, considerando sumamente endeble la nobleza dinástica de Guadarfia y nulo su derecho de posesionarse de la corona. Esta denodada y dura oposición que dividía a los isleños y hubiese degenerado sin duda en fratricida guerra si el Consejo de Nobles del reino no terminara tomando una decisión inapelable.

El venerable anciano que presidía el Consejo, habló ante una multitud de indígenas inquietos.

-!Está decidido! . . . Si ha de reinar el joven Guadarfía, Ico su madre deberá someterse a una prueba concluyente que aclare todos los recelos y suposiciones creados.

Y la multitud rugió, con disparidad de opiniones:

-!Muy bien! . . .

-!Que así se haga! . . .

-!Eso no es necesario! . . .

-!No, no! . . .

-!Sí, si! . . . !Que se pruebe su legitimidad! . . .

El Gran Sacerdote habló a Ico:

-¿Aceptas pues, reina, la prueba que nosotros, los nobles del Consejo y en nombre del pueblo de Tite-Roga-Kaet te designemos?. . .

La desgraciada Ico, con temblores en la voz, asintió.

-Si, . . . Si acepto. Mi verdadero padre fue el gran Zonzamas y no ningún otro, por más que lenguas sucias y malignas hayan comentado siempre lo contrario .

-Bien; en ese caso nosotros, los que componemos el Sagrado Consejo, ordenamos que justifiques tu nacimiento y calidad de noble,. . . !Sometiéndote a l a prueba del humo!

Entre los asistentes, de nuevo y entremezclados, surgieron clamores de protesta y asentimiento.

Ico, reprimiendo un sollozo de terror, apenas pudo hablar.

-!Ah! . . Haré, . . . haré lo que el Sagrado Consejo dispone.. .

Pero Guadarfía, el joven pretendiente al trono de la isla, saltó indignado al lado de su madre.

-!No! . . . !No aceptes esa crueldad, madre!

-!Guadarfia! . . . Tengo que proclamar lo limpio de mi nacimiento. Por ti sobre todo, hijo mío.

-Te suplico que te niegues a ello. Lo que estos hombres piden es tu muerte. Prefiero no ceñir la corona de un pueblo que desea tal tortura para la que es su reina.

-No te aflijas, Guadarfía. El espíritu de Zonzamas me ayudará en este trance.. . !Tengo que pasar por el! . . . Por la memoria de mis padres y por t i . . .

-Sea así entonces, si esa es tu voluntad. Pero, madre; con mi gánigo, yo derramaré la leche de las cabras blancas en lo alto de la Montaña Sagrada, rogando para que salgas triunfante de esta gran injusticia.

Aceptado el sacrificio, introdujeron a la desdichada Ico, acompañada de tres villanas, doncellas suyas, en un reducido y lóbrego aposento del mismo castillo real.

Ya iban los verdugos a cerrar la puerta para dar comienzo a la inundación de la mazmorra con humo a través de unos agujeros practicados en el techo, cuando se aproximó por allí una vieja mujer.

-No cerréis todavía; dejadme que me despida de mi buena reina y señora.. .

Uno de los centinelas que cuidaban la operación, trató de oponerse.

-Ya es la hora, buena anciana. No se debe. . .

-!Es mi señora! . . .

-Es que las órdenes que.. .

La vieja continuaba, implorante:

-Por favor.. . !Te lo suplico, muchacho! . . .

-Bien, . . . Pasa. Pero t e ruego que termines pronto. No vayan a sorprenderte ahí mis compañeros y yo pague esta debilidad.

Penetró la mujer en la oscura cámara del suplicio. Ico la miró, sorprendida. Las tres doncellas acompañantes permanecían aterrorizadas en un rincón. Y la visitante habló aprisa, con voz contenida:

-Señora; no hay tiempo que perder. Yo no dudo de que saldrás con bien de este absurdo juicio pues se que eres hija de mi llorado señor Zonzamas. Mas, por si acaso, toma esta esponja y este gánigo con agua fresca que he ocultado entre los pliegues de mi tamarco . Cada vez que den esos hombres

de ahí afuera humo, moja la esponja y llévatela a la boca. No pases cuidado y sigue mis consejos. . . !Hasta pronto, señora!

-Gracias, buena mujer. Haré lo que me indicas.

La utilidad de la esponja pronto quedó demostrada cuando, al cabo de cierto tiempo, fue abierta la puerta del aposento. Las tres doncellas yacían en el sue1o, sin vida. Mas Ico salió como si acabasen de introducirla momentos antes en aquella cámara de la muerte.

Y el Sumo Sacerdote habló al pueb1o, convencido :

-!Es verdaderamente la hija legítima de Zonzamas! . . . El humo lo ha demostrado al respetarla! . . . Pertenece a la realeza y por tanto así debe de ser considerada y tenida en adelante. Y Guadarfia, el bondadoso Guadarfia, será nuestro rey, puesto que de clara estirpe real desciende.

Quedó de tal manera indiscutiblemente aclarada la nobleza de Ico. Y con todos los honores fue impuesta a su hijo la corona o diadema de cuero de macho cabrío adornada con variadas y lucientes conchas marinas.

El historiador Viera y C1avijo termina la relación de este episodio con la siguiente reflexión: “Guadarfía fue rey. ¿ Pero, no le hubiera estado mejor e1 no haber reinado ? . . .

“Guadarfía fue tan infeliz, según el mundo, que vio invadidos sus dominios, sus vasallos rebeldes, su persona presa y atropellada y por último, su reino reducido a una parte de las conquistas de Juan de Bethencourt. Aunque de estos mismos infortunios se sirvió la Divina Providencia para hacerle, con preferencia a otros, el beneficio de atraerle a la verdadera religión, tomando el nombre de Luis, cuando dejaba el de Guadarfía con la corona.”. .

(del libro inédito MAS LEYENDAS CANARIAS de Carlos Platero Fernández)

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