28 de septiembre de 2010

La "tercera" ermita a Santa Catalina en Las Palmas de G.C.

(fragmento de la obra de Carlos Platero Fernández "Santa Catalina Mártir en Canarias", todavía inédita

La robusta edificación almenada del Castillo de Santa Catalina levantado alrededor del año 1643 en la ya denominada popularmente como Punta de La Matanza hubo de ser durante mucho tiempo mudo testigo y solitario compañero de la nueva ermita de Santa Catalina, fabricada por el año de 1613 en terrenos localizados un poco más al oeste de los que ocuparan su predecesoras, en un pequeño altozano, dando frente al mar. El pequeño templo tuvo ya dos edificaciones anejas, la una que sirvió como vivienda del ermitaño o santero que la cuidaba y celaba y la otra como ocasional albergue de las gentes devotas que solían acudir con bastante regularidad para pagar alguna promesa hecha a la santa patrona en momentos de tribulación, así como a los numerosos romeros congregados en el día de su fiesta, en el mes de noviembre pues por ella parecía el pueblo de Las Palmas sentir especial devoción.

La situación casi exacta de aquella tercera ermita se puede apreciar con buena precisión en el plano correspondiente a la zona de los Arenales e Isleta levantado y trazado minuciosamente por Pedro Agustín del Castillo León Ruiz de Vergara o sus amanuenses a mediados del siglo XVIII.

Aparte del dibujo esquematizado y sencillo pero claro y definidor del indicado plano que resulta muy detallado, no se ha encontrado constancia gráfica o documental de como eran la planta y la estructura arquitectónica de dicha ermita, ni tampoco referencia cierta alguna acerca de que imagen o imágenes, representaciones en tabla o lienzo hubiese allí en su altar o interior para la veneración de los fieles.

Aunque es de suponer que existiría al menos alguna talla de madera, terracota o pintura de Santa Catalina de Alejandría, igual o parecidas a las que ya se estaban conociendo por el resto de la isla y aún por el archipiélago en general.

La construcción, la obra de aquella tercera ermita debería de asemejarse a aquellas otras que, en las afueras de las reducidas y desparramadas poblaciones isleñas o en determinados lugares estratégicos despoblados se habían estado alzando, se alzaban por toda la geografía isleña a la mayor gloria de Dios, de su Hijo, de la Virgen y de los Santos como símbolo perenne y manifiesta demostración de fe y las creencias del pueblo canario de entonces con raigambre tradicional religiosa cristiana.

En muy pocas ocasiones pues aparece la tercera ermita de Santa Catalina en Las Palmas representada en los dibujos y bocetos, mapas y planos de la época, por demás escasos e incompletos y que, en todo caso, se orientaban más a señalar las fortificaciones que hubiese con las poblaciones muy esquematizadas.

Algunas de aquellas muy reducidas referencias a la susodicha ermita de Santa Catalina situada entre la ciudad de Las Palmas y el Puerto de la Luz, como perdida en los páramos y junto a los arenales que ya se iban formando amenazantes en su torno, son las que dejó en su día el Padre José de Sosa, escritas alrededor del año de 1678: ... "En este mismo puerto de la Luz, una milla poco más apartado de este castillo está otro llamado de Santa Catalina. Tomó el nombre de una iglesia de la misma santa que está fabricada cerca de él, poco más o menos de un tiro de mosquete la tierra adentro, porque él está fundado en la misma ribera del mar sobre un marisco muy sólido".

Otra clara referencia se encuentra reflejada en un informe de la época pues a finales del siglo XVII, en los tiempos de la vacante del obispado de Canarias al haberse marchado el titular Bartolomé García Jiménez en el año 1690 y antes de ser nombrado para ella Bernardo de Vicuña y Zuazo en 1692, eran tales las tensiones habidas en el seno de la Iglesia en Canarias que hubo denuncias y protestas continuas a La Corte. Y una de ellas, según detalló el investigador jesuita Luis Fernández Martín los denunciantes se quejaban de que, entre otros casos,... "no había sermón en la ermita de Santa Catalina que está junto al castillo y playa donde siempre la han visto los pastores que asisten en la Isleta con sus ganados y los marineros y gente de mar pasajeros que están para embarcarse e ir a las islas y los devotos de la imagen en esta ciudad".

El viajero y comerciante George Glas, que recorrió las islas Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII dejó anotada la siguiente descripción: "El lugar de desembarco (en Las Palmas) se encuentra en el mismo recodo de la bahía, en donde generalmente el agua está más tranquila, que un barco puede estar anclado de costado en la playa, sin riesgo alguno. En este punto hay una ermita o capilla, dedicada a Santa Catalina; y un castillo, armado con cañones, pero sin potencia alguna".

También facilitó noticia de la ermita el curioso escritor y cronista local que fue Isidoro Romero y Ceballos que escribía en el año de 1775: "El camino que hay desde aquí (la Isleta) a la ciudad es llano pero por medio de penosos arenales blancos, muy movedizos y llenos de montañas formadas de la misma arena, bien que ésta es como una faja que atraviesa a lo largo de la orilla del mar y a lo ancho como un tiro de mosquete y como casi desde el mismo puerto a una cadena de cerros que llegan hasta la ciudad cerca del mar; las faldas de éstos antes de unirse a las arenas ofrecen un espacio de tierra sin mezcla de arena, que por regarse con varias acequias y tener algunos árboles y casas de campo hacen muy divertido el camino. Los mencionados cerros son muy mal vistos, quebrados y llenos de tabaibas y piedras que suelen hacer mucho daño rodando a la llanura cuando hay aluviones. En la mitad del camino está una ermita, que llaman de Santa Catalina, algo desviada del mar, en cuya orilla enfrente de ella está un castillo muy fuerte de su mismo nombre. Los arenales llegan hasta los mismos muros de la ciudad y muchas veces los han forzado, entrándose dentro no poca proporción".

Lo que dichos autores estuvieron describiendo eran sin duda ya los restos o ruinosas edificaciones amenazadas con desaparecer bajo las movedizas dunas de arena en inexorable e incontenible acrecentamiento y avance.

Porque el erudito historiador Gregorio Chil y Naranjo, que componía su importante recopilación histórico-geográfica de las islas Canarias a finales del siglo XIX, hablando de los misioneros de cuando el tiempo de las exploraciones mallorquinas, informó que, "construyeron además dos ermitas, una en los arenales del Puerto de la Luz, a cuatro kilómetros aproximadamente de donde hoy está la ciudad de Las Palmas y cuyos restos se veían hasta muy entrado el presente siglo; pero que las arenas han cubierto en su totalidad".

Lo cierto fue que, por acumulación constante e intensiva de las arenas que estuvieron entrando libremente por el puerto del Arrecife y las playas del Confital y de Las Canteras, la tercera ermita de Santa Catalina desapareció poco a poco de la faz de la tierra isleña y, salvo algún comentario como los acabados de transcribir, también pareció por un prolongado período de tiempo desaparecer del recuerdo de las gentes, sin volver a hablarse de ella. Y quienes lo hicieron en los siglos inmediatamente pasados en forma literaria y sin darle mayor importancia la confundieron con la que posteriormente y en determinadas fechas se alzó, también solitaria al principio y humilde en medio de las huertas, los palmerales y las fincas agrícolas, aproximadamente por el centro de la zona denominada ya con el topónimo genérico de Santa Catalina, llegando aún a suponérsela comúnmente como la primitiva del siglo XIV o, a lo más como una posterior reconstrucción en el mismo solar.

La situación exacta de esta “tercera” ermita de Santa Catalina sería actualmente por la parte trasera de la iglesia de Nuestra Señora del Pino y el lado Este de los locales de El Corte Inglés.

El castillo de Santa Catalina, de cuyas ruinas si que existen testimonios gráficos, se alzó sobre el “marisco” de la costa, entre lo que son hoy en día las instalaciones del Real Club Náutico y el lugar de donde arrancó en su día el también ya extinto Muelle Frutero o de Martinón, en donde hoy desarrolla sus actividades el Arsenal de la Marina de Guerra.

No hay comentarios: