9 de abril de 2009

El mejor país

E L M E J O R P A Í S

Estábamos mi esposa y yo pasando unos días en Málaga, con uno de nuestros hijos. No es la primera vez que visito yo esta bella ciudad andaluza y mediterránea, pero la verdad es que me sigo despistando cuando transito sus avenidas, calles y callejuelas, fuera de "su casco urbano histórico".
Aquella mañana de finales de primavera, en la que, después de haber transcurrido casi todo el día anterior en medio de fuertes lluvias, se dejaba sentir el aire cálido, "terral" o "terralillo" típico procedente de las montañas de la serranía de poniente, acudiera a las cercanías de las respectivas estaciones de Autobuses y de Ferrocarriles, a una determinada Agencia de Viajes, en demanda de información para poder efectuar alguna corta visita turística tanto al Peñón de Gibraltar como a Tánger. Y, convencido de que sabría como dirigirme lo más recto posible a la céntrica Alameda en donde debería de tomar uno de los autobuses urbanos me metí por unas calles trasversales, pero acabé apercibiéndome de que no lograba dar con el popular paseo indicado, por lo que, desorientado, me atreví a preguntar como llegar hasta allí a un señor mayor, que, muy amablemente me indicó un tanto sorprendido que estábamos casi al lado, que continuase la dirección que llevaba durante unos metros más y, enfrente de los locales de una Emisora de Radio que allí se anunciaba, bajar unos escalones a mi derecha, cruzar la calle que me topara y así ya salía a la dichosa Alameda; como efectivamente así fue instantes después.
Pero antes de reiniciar mi camino, aquel servicial ciudadano, observada mi ignorancia del nomenclátor callejero malaguista me dijo, afirmando más que preguntando:
_ Por su forma de hablar, me parece que usted es de mi tierra.
Y yo, sonriente, advirtiendo que no tenía acento andaluz, muy en el papel de nativo de Galicia que soy, le pregunté a mi vez:
_ Y usted, ¿de donde es?
- De Zaragoza. - respondió.
Entonces, cargando el parlamento lo más posible y aún exagerándolo un poco con mi deje característico del gallego coloquial de trasterrado de muchos años, le dije:
_ ¡Pois eu sónlle da terra millor do mundo!
Y aquel buen señor remató el episodio con aire de convencimiento:
_ ¡Usted es de Portugal!
Carlos Platero Fernández

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