21 de septiembre de 2009

Miguel Delibes y yo

Carlos Platero Fernández.



Pese a lo pretencioso por mi parte del presente título, la realidad en este caso es la que a continuación expongo, después de recrearme un tanto con el previo comentario bio-bibliográfico acerca de este notable escritor.

Como "voraz" y constante lector que desde que tengo uso de razón he sido, confieso aquí una vez más que uno de mis autores favoritos españoles de todo tiempo o época ha sido, desde que comencé a conocer su obra el abogado, dibujante, novelista, y periodista con los seudónimos a veces de "Miguel Setién" y "Max", redactor, subdirector y por varios años director de "El Norte de Castilla", Miguel Delibes nacido en Valladolid en 1920.

Hace ya bastantes años comencé a conocer a este autor leyendo "La sombra del ciprés es alargada" por la que se le había concedido el Premio Nadal correspondiente a 1947 que, creo recordar era una bien hilvanada evocación de la austera y provinciana Avila con certeras reflexiones acerca de la vida y la muerte y cuyo estilo de escribir me agradó sobremanera. Más adelante también conocí sus "Diario de un cazador" y "Diario de un emigrante" seguidos de "El disputado voto del señor Cayo" que luego vi convertido en cinta cinematográfica. He leído, y en alguna ocasión releído con creciente regodeo e interés las obras que poseo en mi "biblioteca casera" cuales "Cinco horas con Mario" ese machacón y obsesivo monólogo de una mujer que vela en soledad el cadáver de su esposo, "La hoja roja", "Los santos inocentes" que también disfruté en una excelente versión para el cine, el notable cuento "Navidad sin ambiente"; y "La mortaja", "377A, madera de héroe" y "El príncipe destronado", estas tres últimas en ejemplares duplicados, “El Hereje”, etc.

Por su interés y pulcritud de estilo conservo de este autor un artículo periodístico publicado como suplemento de no sé que revista, hace ya años con el título de "Un nuevo Nadal, recuerdo de José Luis Martín Descalzo", afectiva glosa del sacerdote-escritor ya fallecido y que son una extraordinarias páginas en cuya lectura queda perfectamente plasmado el estilo novelesco-periodístico y la sutil manera de pensar y obrar en la vida de este gran escritor español contemporáneo.

Entre la mucha crítica que de la bibliografía de Miguel Delibes se ha estado haciendo me ha llamado la atención la de Francisco Umbral que, a mi modo de considerarlo solía escribir sus artículos o diatribas mojando su acerada y también certera pluma en vinagre, ácido o vitriolo, al hablar de su paisano lo hizo como si su particular tinta fuese la miel, la sacarosa o la ambrosía siendo él quien en cierta ocasión dejó dicho, poco más o menos que, Delibes en sus libros habla poco de hidalgos o escudos, sino que le interesan el obrero, el campesino, el profesional de la otoñada, el hijo de la espiga, el hombre que no es lobo para el hombre, sino solamente lobo para el lobo. Bonito, ¿verdad?

Miembro activo de la Real Academia Española de la Lengua desde 1973, entre otras muchas distinciones y reconocimientos hacia su ya dilatada y siempre pulcra bibliografía, que yo recuerde ha sido galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras correspondiente a 1982, que compartió con Gonzalo Torrente Ballester, el Nacional de las Letras Hispanas en 1991 y el Cervantes de 1993. Para mí y, desde luego para muchos otros millares de lectores suyos, Miguel Delibes está considerado como uno de los mayores talentos de las letras castellanas contemporáneas, yo díria que formando triunvirato con Camilo José Cela y el citado Gonzalo Torrente Ballester, más que bien merecedor del Premio Nobel de Literatura, que es en realidad el único e importante galardón de reconocimiento que falta en su extenso palmarés de honores, premios y merecimientos.

Y después de haberme explayado con esta especie de exordio, vaya lo de mi personal y fugaz contacto con tan notable literato.

Debió de suceder la anécdota en los primeros años de la década de los años setenta del pasado siglo, puesto que como punto de referencia citaré el que todavía estaba en las librerías de Las Palmas del entonces mi libro "La historia de Canarias en episodios", que se editó en 1971 y fue de rápida venta entre el público canario.

Un día, a últimas horas de la tarde, y debía de ser en época otoñal p acaso ya por el invierno porque si recuerdo que ya estaban encendidas las luces de iluminación del local, entré en la librería, hoy ya desaparecida, "Hige Life" de la calle de Triana, regida por un Sr. Martínez muy atento con el público. No sé ahora el motivo exacto de aparecer yo allí, pero el caso es que como me conocían tanto empleados como dueño, después de los fugaces pero cordiales saludos habituales el dependiente de turno me presentó a un señor que me pareció de mediana edad, muy educado y pulcro en palabras y ademanes que, no sé bien porque yo interiormente asocié con gente campesina, acaso un tanto influido, lo que me chocó, por la chaqueta de pana con refuerzos en los codos que vestía.

Al yo entrar, aquel cliente, por lo visto acababa de solicitar alguna lectura informativa sobre Canarias, que tuviese que ver con sus gentes, su geografía o su historia, por lo que acaba de mostrársele un ejemplar del ya citado libro mío. Por lo que con la presentación se hizo brevemente un benévolo panegírico indicando al desconocido aquel que yo era precisamente el autor del libro que tenía en las manos, hecho que pareció sorprenderle gratamente. Me felicitó con cordialidad y aún me rogó si no tenía inconveniente en dedicárselo.

Y cuando para poder atenderle encantado le pregunté su nombre y me dijo sin asomo de posible vanidad o presunción Miguel Delibes Setién, casi me quedo como mudo y petrificado por la impresión, pues hacía poco que había leído o quizás releído sus "Diarios" y "La hoja roja" y alguna otra obra suya, además de varios enjundiosos artículos periodísticos, lo que verdaderamente entusiasmado supe comunicarle a tropezones al tiempo que le manifestaba mi felicitación por aquellos sus escritos.

Recuerdo, si, que aún permanecimos un buen rato charlando allí, en el mismo local de la librería con el Sr. Martínez como testigo. El ya laureado escritor castellano nos confió que el motivo de encontrarse aquellos días en Gran Canaria era que había viajado aquí con otros familiares con el fin de asistir a la boda de un hijo o hija suyos que se desposaba en tales fechas con su pareja, residente por Tafira.

No tuve oportunidad de hablar nuevamente con Miguel Delibes pero he seguido admirándolo como autor, leyendo la casi totalidad de su obra y alegrándome de saber de sus premios y distinciones, que en este caso siempre he considerado muy merecidos.

En la tarde noche que lo presente escribo, al ver a Miguel Delibes en una entrevista que le hicieron en la televisión he querido evocar con la pluma y el papel, bueno, con el ordenador, aquel fugaz pero para mi intenso y grato momento de circunstancial encuentro, hace ya bastantes años.

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